Valentina comenzó a llorar y todo su cuerpo temblaba. En ese momento se dio cuenta que no era capaz de asesinar a una persona, al menos, no a Marko.
Él también lo entendió, así que con paciencia le quitó el arma.
—Ay, Val, tú eres demasiado buena persona como para mancharte las manos de sangre —soltó él con compasión. Esperó unos minutos antes de agregar—: ¿qué te ha sucedido? ¿Por qué estás tan alterada? —Le tocó la frente—. Dios… estás hirviendo en fiebre.
—Yo… soy una idiota —dijo ella con voz quebrada—. Yo… ¿cómo pude vivir con alguien así? Esa noche quien iba a morir… era yo…
Marko guardó la pistola dentro de la caja fuerte y también le quitó los papeles a la joven y los acomodó en el interior de
Rosa se paseaba en círculos por la habitación, sus manos se masajeaban entre sí, nerviosas y sudorosas.—¿Ayudaste a Marko a asesinar a Lorenzo? —preguntó Valentina con fuerza.Su hermana por fin pudo voltear a mirarla, sus ojos estaban llenos de lágrimas y por momentos se podía apreciar el temblor en sus hombros compungidos.—Debía escoger entre tu vida o la de ese criminal —espetó Rosa—, ¿y cuál crees que sería mi decisión? Obviamente serías tú: eres mi hermana, por el amor de Dios.—¡Pero fue un asesinato! —alegó Valentina.—¡No, fue en defensa propia! —protestó Rosa—. Él también iba a asesinar a Marko, tuvo que defenderse, eso fue lo que sucedió.—¿Te estás escuchando? —cuestionó Valentina y se levantó de la cama—. Eres una fiscal, sabes perfectamente que lo que dices no tiene sentido. Yo misma vi el video de cuando Marko arrolló a Lorenzo, ¡traía una maldita pistola en su mano! Y Lorenzo estaba escapando.—¡Él escapaba, pero era para ir a matarte! —exclamó la mujer—. Por favor, e
El recuerdo del primer beso que Marko le había dado en su fiesta de cumpleaños cuando eran niños era uno de los más hermosos que conservaba. Los radiantes ojos azules del niño destellaban inocencia y amor puro, al igual como su sonrisa, era cálida y amena.Valentina quería quedarse allí, sentada en aquella piscina, siendo una niña de siete años. En aquellos tiempos todo era felicidad, Marko Rumanof era su mejor amigo, a su lado se sentía segura, nadie en el colegio la molestaba y su familia aún no se había separado.Su cuerpo se volvió pesado y por fin pudo arrastrarse al recuerdo, quedándose allí y siendo feliz..Estaba seguro que pasaba algo, podía presentirlo. Valentina no era de las que nunca contestaban el celular, ella siempre le respondía.Se dirigió a la casa de Rosa y no esperó a que Valentina le abriera la puerta. Afortunadamente tenía una copia de las llaves de Rosa y abrió, comenzando a llamar a Valentina, pero no le contestaba. Corrió escaleras arriba y empezó a buscar e
Lorenzo desplegó una enorme sonrisa retorcida y apoyó sus dos manos sobre el escritorio negro de cristal, observaba fijamente a Marko Rumanof.—Dime, ¿cómo lo vas a impedir? ¿Acaso tienes pruebas que puedan delatarme? —Dejó salir una risa ronca que hizo hervir la sangre de Marko.El hombre de un rápido movimiento tomó a Lorenzo del cuello de la camisa. Sus respiraciones estaban agitadas y el corazón de Marko palpitaba con mucha fuerza.—Vamos, Marko, a menos que aceptes mis reglas, jamás podrás librarte de este problema, ella nunca podría creerte —dijo Lorenzo aún sosteniendo su sonrisa arrogante.—Claro que puedo librarme de este problema —gruñó Marko—, puedo asesinarte y acabarlo de raíz. —De un empujón Marko lo alejó y se levantó de su silla de escritorio de un salto—. ¿Crees que me tiembla la sangre para hacerlo? Tú no sabes con quién te estás metiendo, te equivocaste al intentar amenazarme.Lorenzo acomodó el cuello de su camisa arrugado y después alisó su chaqueta con las manos.
Dos semanas después, Valentina se encontraba en completa soledad en la casa donde alguna vez vivió con Lorenzo. La casa se sentía demasiado silenciosa.Estaba sentada en una esquina de la habitación, abrazando un portarretrato que tenía la foto de su boda, donde ella posaba felizmente con Lorenzo. Veía fijamente la cama matrimonial cubierta con sábanas blancas y las lágrimas rodaban por sus mejillas.Le extrañó que en su vida hubiese tanta felicidad, había presentido que una desgracia como aquella podría ocurrir. Lorenzo no se llevaba bien con Marko, y si no le agradas a un Rumanof, no vivirás por mucho tiempo.A Marko Rumanof nunca le gustó que le negaran lo que quería tener, de hecho, sus padres nunca pensaron en privarle de alguna cosa que él deseara, era su único hijo, ¿cómo podrían tener corazón para hacerlo?Y todo indicaba que no lograba generar ningún tipo de empatía hacia las personas, ni siquiera por el hecho de haber asesinado a una persona. Así lo pudo ver Valentina cuando
Valentina sabía que todo había comenzado esa noche en que cometió el error de tener sexo con su jefe. Todo comenzó esa noche, cuando su historia volvió a entrelazarse como en el pasado.Aquello se dio un mes antes de conocer a Lorenzo, una noche en que acompañó a Marko a una cena de negocios y ella tomó copas de más. Por alguna razón que en ese momento no comprendió bien gracias al alcohol, terminó en la casa de su jefe conversando con él como en los viejos tiempos y esto llevó a que Marko le robara un beso que tenía sabor a vino; se sintió tan envuelta en aquel beso que todo se prestó para que ella se acostara en la cama de su jefe.Siempre había sospechado que Marko nunca había podido superar los sentimientos por ella que muchos años atrás habían florecido entre ambos, cuando apenas eran unos adolescentes. Pero no fue hasta ese momento que lo confirmó, cuando aquel hombre se acostó encima de ella y la besaba con suma pasión, casi era un deseo que estuvo reteniendo por mucho tiempo,
Marko llevó a Valentina hasta su casa, la joven quería bajarse del auto, estaba a pocos pasos de la puerta de estar en su privacidad, sin embargo, él parecía no querer marcharse, la sostenía de una mano y se tomaba su tiempo para hablar.De pronto, de un impulso, Marko la atrajo y le dio un apasionado beso en los labios. Valentina estaba tan impresionada que quedó con los ojos bien abiertos.Ella tuvo que colocar todas sus fuerzas para controlarse y no apartarlo para después salir huyendo. Cuando el beso se acabó, Marko la tomó de las mejillas para obligarla a mirarlo fijamente.—Te prometo, Valentina, que voy a protegerte de ahora en adelante, siempre, siempre —dijo.No podía entender el actuar de Marko, se lo estaba demasiado fácil el acercarse a él.La abrazó casi como si quisiera acurrucarla en su pecho para poder protegerla. El corazón de Marko se escuchaba fuerte, con un pulso decidido, lleno de vida. Su mano derecha acariciaba su cabeza con suavidad.Valentina sintió tanta cali
Aparte de la voz de su hermana, Valentina lograba escuchar el tictac del reloj que colgaba de la pared color mostaza. La casa siempre había sido silenciosa, pero después de la muerte de Lorenzo se volvió aún más quieta, con un ambiente fúnebre, pesado y gris.—Es peligroso lo que estás haciendo —advirtió Rosa, se acodó sobre la mesa de cristal—. Vale, deberías aceptar el traslado de sede y con el dinero comprar una casa, esta… podrías alquilarla, te iría bien, estarías cerca de mamá, ella dice que le encantaría poder verte, que compres una casa cerca, para que puedan verse a diario. Sé que esta pérdida debe ser sumamente dolorosa para ti, pero… puedes intentar verlo como una nueva oportunidad en tu vida… para por fin estar lejos de ese cruel jefe, ¿qué crees que vas a ganar con verlo todos los días? Por Dios, Vale, se trata del asesino de tu esposo…Valentina tenía la mirada posada en el pocillo de café caliente, deslizaba el dedo anular izquierdo por los bordillos de la porcelana, pa
—Valentina… ¿estás segura de que a ti te hace bien el verme diariamente? —cuestionó el hombre.—¿Por qué lo pregunta, señor?—Ante todo es por mi culpa que tú perdiste a tu esposo —explicó él—. Por más joyas que yo te regale o por más perdón que intente pedirte, nunca podré traerte de vuelta al hombre que amabas.Aquellas palabras golpearon duramente el pecho de Valentina, impidiéndole respirar. Los labios le temblaban y las lágrimas querían acumularse en sus ojos. Tuvo que poner todas sus fuerzas para poder controlarse.—Señor… —dijo después de aclararse la garganta—. Usted y yo nos conocemos desde que éramos niños, sé que nuestra relación no ha sido la mejor… pero… yo lo conozco muy bien, sé que usted no es mala pe