El líquido escarlata se esparcía por el pavimento, rodeando la cabeza de Valentina. Sus ojos aún seguían abiertos y lograba ver el auto estacionado a varios metros de distancia. La puerta del piloto se abrió y unos zapatos de cuero negro avanzaron hacia ella, hasta que el hombre apareció en su campo de visión y se agachó para observarla de cerca. Aquellos ojos verde claros se abrieron en gran manera y el miedo lo consumió.
Marko Rumanof dio un impulso hacia atrás, cayendo sentado, teniendo que sostenerse sobre sus manos. Empezó a hiperventilar.
La había asesinado. Se acababa de convertir en un asesino.
Cuando Valentina notó el espanto en el rostro de Marko Rumanof entendió que ya no le quedaba vida, ahí acababa todo.
Qué irónica era la vida. Su jefe acababa de asesinarla. Después de años de abuso físico y psicológico por parte de él, terminó arrancándole la vida. Y todo porque ella decidió desobedecerlo.
Minutos atrás Marko le había aventado los papeles a la cara:
—¡Esto no sirve, vuélvelo a hacer! —le espetó.
Las manos de Valentina temblaban, llevaba tres días sin dormir y ni siquiera había podido bañarse y mucho menos comer. Le dolía el estómago y se sentía mareada.
Y su jefe ni siquiera había revisado el proyecto, simplemente lo rechazaba. Esa era su estrategia: le hacía la vida imposible.
—¿Qué? ¿No quieres? —cuestionó Marko y le respingó una ceja.
—Pe-pero, señor, usted ni siquiera lo leyó —trató de hablar.
—¿Ahora me vas a enseñar cómo hacer mi trabajo? —cuestionó el hombre.
—No, señor.
Valentina bajó la cabeza y después comenzó a recoger los papeles del suelo. Por un momento el mareo casi la hace caer al suelo, haciéndola tambalear.
Marko se levantó de su sillón y se plantó ante ella, pisando el papel que la joven intentaba recoger. Valentina alzó la mirada con miedo. Ahí estaba aquel rostro de prepotencia.
—Mírate, tan ridícula, eres igual que la misma basura —le dijo.
Un nudo de fuego se creó en la garganta de Valentina y sus párpados se volvieron pesados, haciendo que su mirada doliera, pero se obligó a no llorar.
—El karma existe, Valentina —soltó Marko.
Ella se levantó, sintiéndose cansada de tantas humillaciones. Su corazón latía con fuerza y sus labios temblaban, rogándole que les permitieran dejar salir las palabras atoradas en la garganta.
—¿Karma? —cuestionó la joven.
Marko sumergió las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón liso e inclinó a un lado la cabeza.
—Siempre has sido tan prepotente, humillando a los que te rodean, pero mírate —dijo él—, aquí estás, viviendo una vida tan miserable.
Valentina dejó salir un jadeo, ¿de qué rayos estaba hablando? Si había que señalar a alguien que fuera un déspota y agresor, debían voltear a verlo a él. Estaba empeñado en hacerle la vida imposible junto con su esposa Merina.
—Usted no me conoce, señor —se limitó a decir.
—Te conozco más de lo que tú crees —se jactó él y le respingó las cejas con suficiencia, como quien conoce un secreto y amenaza con revelarlo.
Valentina soltó un jadeo y mantuvo la boca abierta por la impresión. Las lágrimas amenazaban con deslizarse pronto por sus mejillas.
—¿Ah sí? —inquirió ella.
Tal vez hablaba porque estudiaron un tiempo en la misma universidad, cuando él la humilló en último año en público junto a Merina por ser pobre y estudiar con una beca.
—Sé que desde pequeña te encantó maltratar a Merina y casi la asesinas —reveló Marko.
Valentina arrugó el entrecejo y la impotencia en su pecho la obligó a derramar las lágrimas.
—Entonces, usted por todos estos años… —comenzó a decir— me ha maltratado porque cree que yo casi asesino a Merina.
—¿Te parece bien el que una persona viva su vida tranquilamente sin haber pagado por sus acciones? —cuestionó él con ironía y todo su rostro empezó a acalorarse—. Merina vivió por años las secuelas de tus maltratos y humillaciones, ¡por tu culpa el colegio se convirtió en un infierno y deseaba morirse! —gritó—. Y, aunque ella te suplicaba que pararas, nunca lo hiciste. Hasta en la universidad te empeñaste en hacerle la vida imposible y casi deserta porque no soportaba tu maltrato. ¿Entonces por qué debería tratarte bien si tú no eres capaz de sentir compasión por los demás?
Marko soltó una sonrisa socarrona.—Claro, una persona como tú jamás pensará en que hizo mal —soltó él con amargura—, mucho menos sentiría arrepentimiento por sus acciones. Tú jamás pedirías perdón. —¿Por qué debería arrepentirme por algo que nunca hice? —cuestionó Valentina—. ¡¿Por qué debería arrepentirme y pedirle perdón a la que desde niña me ha maltratado?! —preguntó con amargura—. Ojalá nunca se deba arrepentir por todo el daño que usted me ha hecho. Ojalá y cuando se entere de la verdad de quién es realmente la mujer con la que se casó el cargo de conciencia no lo mate.Valentina aventó los papeles al suelo con fuerza.—Y ojalá usted nunca deba pedirme perdón por todo el daño que me ha ocasionado, porque yo nunca lo voy a perdonar —finalizó.Valentina salió a toda prisa de la oficina. Era de noche y la mayoría de los empleados ya se habían marchado, así que la joven caminó con premura por los cubículos vacíos. Escuchaba al fondo a su jefe y esto la hacía temblar del miedo. To
No entendía lo que estaba pasando. Ahí estaban sus padres desayunando alegremente, antes, cuando la habían visto le preguntaron por qué no se había cambiado.—Ya vas tarde a clases, anda, ve a cambiarte —le ordenó su mamá.¿A clases? Valentina no lo entendía. Aun así, fue a tomar una ducha y al abrir el closet para sacar la ropa, encontró el uniforme del colegio.Mientras se terminaba de arreglar comenzaba a procesar lo que estaba pasando. Todo le parecía tan real que creyó que tal vez y toda su vida pasada fue un mal sueño y por fin había despertado. Sin embargo, mientras tomaba el desayuno con sus papás se dio cuenta por el calendario que colgaba de la pared que se encontraba en el pasado, justo en el dos mil diecisiete: el año en que comenzó toda su pesadilla.Bajó la mirada a su taza de avena y empezó a cuestionarse… ¿y si esto en realidad era una recompensa de la vida? ¿Y si le habían entregado una segunda oportunidad para que pudiera dejar de ser una cobarde y enfrentara todo lo
Y ahí estaba la razón para que Valentina creyera que Mariana la iba a traicionar: su cercanía con Marko.—¿Qué carrera va a estudiar? —preguntó.—Finanzas, claramente —respondió su amiga. Valentina por fin pudo recordar en qué etapa de su vida se encontraba. Marko apenas acababa de mudarse al país, eso quería decir que aún no conocía a Merina y mucho menos la familia Rumanof estaba considerando el comprometerlo con ella. Merina tampoco en ese punto consideraba el empezar a molestarla: ni siquiera existía en su radar.Así que había regresado al pasado en un punto de paz, donde todo funcionaba perfectamente bien. Pero pronto el caos iba a comenzar.—Marko va a venir a buscarme al colegio, me invitó a almorzar —informó Mariana—. ¿Quieres venir?Valentina recordaba que aquel día se negó, la idea de conocer a la familia Rumanof le intimidaba de sobremanera, sobre todo porque no quería ocasionar problemas que pudieran terminar afectando de alguna forma el perder la beca. Pero eso ocasionó
Cuando Valentina le soltó la mano a Marko, sintió un asco tremendo. Se le iba a hacer terriblemente difícil el no repudiar al Marko del pasado, pues tenía muy fresco todos los recuerdos de los gritos, las burlas y las humillaciones.Cuando subió a la camioneta, desgraciadamente tuvo que acomodarse al lado de Marko y su brazo rozaba con el suyo.Odiaba sentirse intimidada, con los hombros hundidos y la mirada clavada en la ventana, para así no tener que observarlo.Empezaba a pensar que fue mala idea el aceptar ir a almorzar con ellos. Lo único que deseaba era devolverse a su casa, guardar toda su ropa en una maleta y suplicarles a sus papás que la enviaran a vivir a casa de sus abuelos, convertirse en una campesina y no tener que ver a sus agresores nunca más.Marko por momentos le echaba miradas y hasta llegó a escucharle a su amiga comentar:—Es algo tímida.Valentina nunca había estado en un restaurante parecido. Al entrar había dos escaleras que se entrelazaban como dos serpientes
No sabía qué pensar sobre su situación, su propósito era que Marko la conociera y creara un concepto positivo de ella, para que así, si alguna vez llegaran a sus oídos malos rumores de ella, pudiera cuestionarlos. Conocía tanto a Marko que sabía que pecaba de ingenuo y era demasiado fiel a las personas que consideraba cercanas.En los muchos años que tuvo que estar obligada a convivir con él, vio atisbos en Marko que la hacían cuestionarse qué tan despiadado podría ser y llegó a la conclusión de que no lo era, todo lo contrario, era demasiado inocente como para darse cuenta de que su esposa Merina lo manejaba como un títere. Y Marko tenía demasiado poder como para destruirle la vida a las personas que él quisiera con sólo señalar con el dedo índice.Por esas razones y muchas más necesitaba mantener la distancia de él, simplemente convertirse en invisible, alguien que operaba desde las sombras.Pero ahí estaba, siendo maquillada por Mariana. Había sido invitada por Marko a su fiesta de
Valentina usaba un vestido rosa pastel con una falda acampanada, de mangas cortas y llevaba el cabello suelto, rizado en las puntas; el maquillaje era suave, pero resaltaba sus intensos ojos color miel. Parecía inocente, como un ángel. Era un ángel que estaba decidido a destruir vidas.Merina los seguía observando a lo lejos, como una serpiente que ha encontrado a su presa y espera el momento perfecto para atacar. En su mirada encontraba la envidia hacia Valentina por estar tomada del brazo de Marko Rumanof, recibiendo toda la atención de los invitados.Marko la presentó con sus padres.—Es la ganadora de la beca Rumanof del año pasado —dijo con una gran sonrisa—, es increíblemente inteligente y desea estudiar finanzas.Los señores Rumanof la observaron con asombro.—Claro, tú eres la hija del señor Alonso —dijo el señor y le dio un apretón de manos a la jovencita—. Es evidente que la inteligencia se hereda, tu papá es un excelente empleado e imagino que serás igual o mejor que él en e
—Ah… sí, pero soy amiga de Mariana —aclaró Merina.—Supongo que se conocen, están obligadas, por sus familias —dijo Valentina y la barrió de pies a cabeza.Las mejillas de Merina se ruborizaron, sobre todo cuando Marko la observó con detención, casi confundido, como si se cuestionara el por qué había mentido.Entonces, Valentina tomó una mano del joven, entrelazándola con la suya.—Quiero seguir tomándome el vino, ¿qué te parece si jugamos una partida de ajedrez en tu habitación? Tal vez y esta vez te permita ganarme.El joven respingó sus cejas, sorprendido por el tono seductor que usó.—Claro, vamos —aceptó.Salieron del balcón tomados de la mano, dejando a una Merina con la boca abierta, llena de estupor..En la habitación de Marko no se escuchaba sonido alguno, era casi abrumador para la chica. Movía las piezas del tablero con calma, sintiendo una pesadez creada por el fuerte vino en su cuerpo, el cual no estaba acostumbrado a tomar alcohol.—¿Te incomodó que hablara con Merina? —
Marko llevó a Valentina hasta su casa, la joven quería bajarse del auto, estaba a pocos pasos de la puerta y de estar en su privacidad, sin embargo, él parecía no querer marcharse, la sostenía de una mano y se tomaba su tiempo para hablar.De pronto, de un impulso, Marko la atrajo y le dio un apasionado beso en los labios. Valentina estaba tan impresionada que quedó con los ojos bien abiertos.Ella tuvo que colocar todas sus fuerzas para controlarse y no apartarlo para después salir huyendo. Cuando el beso se acabó, Marko la tomó de las mejillas para obligarla a mirarlo fijamente.—Te prometo, Valentina, que voy a protegerte de ahora en adelante, siempre, siempre —dijo.No podía entender el actuar de Marko, se le estaba haciendo demasiado fácil el acercarse a él.La abrazó casi como si quisiera acurrucarla en su pecho para poder protegerla. El corazón de Marko se escuchaba fuerte, con un pulso decidido, lleno de vida. Su mano derecha acariciaba su cabeza con suavidad.Si siempre hubier