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Destruyendo al magnate
Destruyendo al magnate
Por: IsavelaRobles
Capítulo 1: el magnate es un demonio

El líquido escarlata se esparcía por el pavimento, rodeando la cabeza de Valentina. Sus ojos aún seguían abiertos y lograba ver el auto estacionado a varios metros de distancia. La puerta del piloto se abrió y unos zapatos de cuero negro avanzaron hacia ella, hasta que el hombre apareció en su campo de visión y se agachó para observarla de cerca. Aquellos ojos verde claros se abrieron en gran manera y el miedo lo consumió.

Marko Rumanof dio un impulso hacia atrás, cayendo sentado, teniendo que sostenerse sobre sus manos. Empezó a hiperventilar.

La había asesinado. Se acababa de convertir en un asesino.

Cuando Valentina notó el espanto en el rostro de Marko Rumanof entendió que ya no le quedaba vida, ahí acababa todo.

Qué irónica era la vida. Su jefe acababa de asesinarla. Después de años de abuso físico y psicológico por parte de él, terminó arrancándole la vida. Y todo porque ella decidió desobedecerlo.

Minutos atrás Marko le había aventado los papeles a la cara:

—¡Esto no sirve, vuélvelo a hacer! —le espetó.

Las manos de Valentina temblaban, llevaba tres días sin dormir y ni siquiera había podido bañarse y mucho menos comer. Le dolía el estómago y se sentía mareada.

Y su jefe ni siquiera había revisado el proyecto, simplemente lo rechazaba. Esa era su estrategia: le hacía la vida imposible.

—¿Qué? ¿No quieres? —cuestionó Marko y le respingó una ceja.

—Pe-pero, señor, usted ni siquiera lo leyó —trató de hablar.

—¿Ahora me vas a enseñar cómo hacer mi trabajo? —cuestionó el hombre.

—No, señor.

Valentina bajó la cabeza y después comenzó a recoger los papeles del suelo. Por un momento el mareo casi la hace caer al suelo, haciéndola tambalear.

Marko se levantó de su sillón y se plantó ante ella, pisando el papel que la joven intentaba recoger. Valentina alzó la mirada con miedo. Ahí estaba aquel rostro de prepotencia.

—Mírate, tan ridícula, eres igual que la misma basura —le dijo.

Un nudo de fuego se creó en la garganta de Valentina y sus párpados se volvieron pesados, haciendo que su mirada doliera, pero se obligó a no llorar.

—El karma existe, Valentina —soltó Marko.

Ella se levantó, sintiéndose cansada de tantas humillaciones. Su corazón latía con fuerza y sus labios temblaban, rogándole que les permitieran dejar salir las palabras atoradas en la garganta.

—¿Karma? —cuestionó la joven.

Marko sumergió las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón liso e inclinó a un lado la cabeza.

—Siempre has sido tan prepotente, humillando a los que te rodean, pero mírate —dijo él—, aquí estás, viviendo una vida tan miserable.

Valentina dejó salir un jadeo, ¿de qué rayos estaba hablando? Si había que señalar a alguien que fuera un déspota y agresor, debían voltear a verlo a él. Estaba empeñado en hacerle la vida imposible junto con su esposa Merina.

—Usted no me conoce, señor —se limitó a decir.

—Te conozco más de lo que tú crees —se jactó él y le respingó las cejas con suficiencia, como quien conoce un secreto y amenaza con revelarlo.

Valentina soltó un jadeo y mantuvo la boca abierta por la impresión. Las lágrimas amenazaban con deslizarse pronto por sus mejillas.

—¿Ah sí? —inquirió ella.

Tal vez hablaba porque estudiaron un tiempo en la misma universidad, cuando él la humilló en último año en público junto a Merina por ser pobre y estudiar con una beca.

—Sé que desde pequeña te encantó maltratar a Merina y casi la asesinas —reveló Marko.

Valentina arrugó el entrecejo y la impotencia en su pecho la obligó a derramar las lágrimas.

—Entonces, usted por todos estos años… —comenzó a decir— me ha maltratado porque cree que yo casi asesino a Merina.

—¿Te parece bien el que una persona viva su vida tranquilamente sin haber pagado por sus acciones? —cuestionó él con ironía y todo su rostro empezó a acalorarse—. Merina vivió por años las secuelas de tus maltratos y humillaciones, ¡por tu culpa el colegio se convirtió en un infierno y deseaba morirse! —gritó—. Y, aunque ella te suplicaba que pararas, nunca lo hiciste. Hasta en la universidad te empeñaste en hacerle la vida imposible y casi deserta porque no soportaba tu maltrato. ¿Entonces por qué debería tratarte bien si tú no eres capaz de sentir compasión por los demás?

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