Lorenzo desplegó una enorme sonrisa retorcida y apoyó sus dos manos sobre el escritorio negro de cristal, observaba fijamente a Marko Rumanof.
—Dime, ¿cómo lo vas a impedir? ¿Acaso tienes pruebas que puedan delatarme? —Dejó salir una risa ronca que hizo hervir la sangre de Marko.
El hombre de un rápido movimiento tomó a Lorenzo del cuello de la camisa. Sus respiraciones estaban agitadas y el corazón de Marko palpitaba con mucha fuerza.
—Vamos, Marko, a menos que aceptes mis reglas, jamás podrás librarte de este problema, ella nunca podría creerte —dijo Lorenzo aún sosteniendo su sonrisa arrogante.
—Claro que puedo librarme de este problema —gruñó Marko—, puedo asesinarte y acabarlo de raíz. —De un empujón Marko lo alejó y se levantó de su silla de escritorio de un salto—. ¿Crees que me tiembla la sangre para hacerlo? Tú no sabes con quién te estás metiendo, te equivocaste al intentar amenazarme.
Lorenzo acomodó el cuello de su camisa arrugado y después alisó su chaqueta con las manos.
—Bien, veo que tú y yo jamás podremos llegar a un acuerdo —soltó Lorenzo—. Así como tú dices, a mí tampoco me tiembla la sangre para asesinar, puedo hacerlo hoy mismo si es necesario. —Esperó a que las palabras fueran asimiladas por su jefe—. Es una pena, pudimos haber ganado todos y nunca en esta historia tendría que haber un muerto.
Después de haber dicho esto, Lorenzo salió de la oficina del CEO. Marko Rumanof quedó estático, procesando lo que acababa de acontecer.
De un impulso, sacó del cajón de su escritorio una pistola y procedió a salir a toda prisa de la oficina. El pasillo estaba oscuro, todos en la empresa ya se habían ido a sus casas, los únicos que se encontraban en el edificio habían sido Lorenzo y él.
Entró al elevador y descendió hasta el parqueadero donde caminó a paso ligero rumbo a su auto. Allí esperó unos segundos a la espera de que Lorenzo apareciera, pero después entendió que tuvo que haberse escapado de él y no bajó al parqueadero para no topárselo. Aceleró y salió a toda velocidad del edificio para lograr alcanzarlo y así poder asesinarlo.
Logró encontrarlo a dos cuadras, Lorenzo estaba cruzando una calle, ¿a dónde iba? ¿Por qué no se había ido en su auto? ¿Lo hizo para no encontrarse con él?
Marko iba a toda velocidad, le hervía la sangre. Entre más se acercaba a Lorenzo, más aumentaba la velocidad.
Lorenzo a mitad de la carretera volteó a ver el auto que se avecinaba a él y no tuvo tiempo de reaccionar.
Marko arroyó a Lorenzo. Hizo que su cuerpo volara por los aires y cayera bruscamente a varios metros de distancia. El caucho de las llantas rechinó al quemarse con el pavimento.
Se detuvo en seco después de arroyar el cuerpo, fue tan repentino que su frente chocó con el volante, golpeándolo con fuerza en la frente. Dentro del vehículo nada más podía escucharse su respiración agitada, clavaba su mirada en el volante y obligaba a sus manos a no temblar.
De un impulso bajó del auto con la pistola sostenida de su mano derecha y corrió hasta donde se encontraba el cuerpo tendido de Lorenzo. Le salía sangre de la cabeza, era tanta que todo su torso comenzaba a ser rodeado por ésta; tenía los ojos abiertos y parecía casi verlo a la distancia.
Marko sintió la sangre caliente correr por su frente.
Por un momento le pareció que Lorenzo se había movido, así que lo apuntó con la pistola.
—Te lo advertí —le dijo—, te advertí que no me amenazaras. —Deslizó una sonrisa en sus labios y se agachó para ver más de cerca a Lorenzo, con una mano tomó el rostro del hombre y obligó a verle fijamente, aún seguía con vida—. Soy Marko Rumanof, yo nunca pierdo. Ahora tú vas a morir y el problema habrá acabado de raíz. ¿Y tu muerte? —Dejó salir una corta risita—. Bueno, habrá sido un trágico accidente que no se pudo evitar.
Marko se reincorporó y observó su mano manchada de sangre.
—Aish… esto apesta. —Volteó a ver a su alrededor, para su fortuna las calles estaban en completa soledad.
Volteó a ver nuevamente al hombre tendido en el suelo rodeado por su sangre.
***
La sala de espera en el Hospital Central era sumamente larga y fría. El corazón de Valentina palpitaba con mucha fuerza y sus manos no dejaban de temblar. Llevaba tres horas de espera que le parecían sumamente eternas. ¿Por qué no le daban información de su esposo? Lo habían ingresado a una cirugía de emergencia para lograr salvarle la vida, pero aún no le daban ninguna información.
¿Estaba muerto?, ¿logró salvarse?
Cuando Valentina vio que el doctor salió de la sala de operaciones, se levantó a toda prisa de la banca metálica y corrió hasta a él con lágrimas en los ojos.
—Por favor, doctor, dígame cómo está mi esposo —suplicó.
Bastó con la mirada del hombre para que Valentina lo entendiera, sin embargo, necesitaba que el doctor pronunciara las palabras.
Y eso fue lo que hizo.
—Lo siento mucho, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos —dijo con voz apagada.
El tiempo se detuvo para Valentina.
¿Cómo era posible? Apenas se había casado con Lorenzo, no podía estar muerto. No era posible que la única felicidad que tenía en su vida se escapara de sus manos tan rápido.
Valentina tragó saliva y dio un paso hacia atrás.
—Señorita Sandoval, ¿quiere que llamemos a algún familiar? —preguntó el doctor.
Valentina no podía hablar. Sentía que le faltaba el oxígeno. Un accidente de auto le acababa de arrebatar a su esposo.
Un accidente de auto…
El auto de Marko Rumanof había atropellado a Lorenzo y le quitó la vida.
Su jefe… su propio jefe… había asesinado a su esposo.
Valentina cayó sentada en el piso, tuvo que colocar sus manos de intermedio para que su rostro no chocara contra el frío suelo.
—¡Señorita Sandoval! —exclamó el doctor mientras la ayudaba.
Dos enfermeras corrieron a ayudar a la descompensada mujer que acababa de convertirse en viuda.
Valentina logró sentir una presencia a lo lejos, una intensa mirada que estaba puesta en ella. Mientras las dos enfermeras la ayudaban a colocarse en pie, logró vislumbrar al fondo del pasillo la silueta de un hombre que lograba reconocer a la perfección: Marko Rumanof.
El asesino de Lorenzo acababa de llegar para presenciar cómo le daban la noticia sobre el fallecimiento de su esposo.
Marko apenas tenía una herida en su ceja izquierda, producto del accidente de auto. Había logrado salir sin ningún golpe que comprometiera su salud. Se trataba de una fiera imposible de destruir.
Sí, Marko Rumanof era una fiera. Un demonio que la había perseguido toda su vida y era imposible escapar de él.
Dos semanas después, Valentina se encontraba en completa soledad en la casa donde alguna vez vivió con Lorenzo. La casa se sentía demasiado silenciosa.Estaba sentada en una esquina de la habitación, abrazando un portarretrato que tenía la foto de su boda, donde ella posaba felizmente con Lorenzo. Veía fijamente la cama matrimonial cubierta con sábanas blancas y las lágrimas rodaban por sus mejillas.Le extrañó que en su vida hubiese tanta felicidad, había presentido que una desgracia como aquella podría ocurrir. Lorenzo no se llevaba bien con Marko, y si no le agradas a un Rumanof, no vivirás por mucho tiempo.A Marko Rumanof nunca le gustó que le negaran lo que quería tener, de hecho, sus padres nunca pensaron en privarle de alguna cosa que él deseara, era su único hijo, ¿cómo podrían tener corazón para hacerlo?Y todo indicaba que no lograba generar ningún tipo de empatía hacia las personas, ni siquiera por el hecho de haber asesinado a una persona. Así lo pudo ver Valentina cuando
Valentina sabía que todo había comenzado esa noche en que cometió el error de tener sexo con su jefe. Todo comenzó esa noche, cuando su historia volvió a entrelazarse como en el pasado.Aquello se dio un mes antes de conocer a Lorenzo, una noche en que acompañó a Marko a una cena de negocios y ella tomó copas de más. Por alguna razón que en ese momento no comprendió bien gracias al alcohol, terminó en la casa de su jefe conversando con él como en los viejos tiempos y esto llevó a que Marko le robara un beso que tenía sabor a vino; se sintió tan envuelta en aquel beso que todo se prestó para que ella se acostara en la cama de su jefe.Siempre había sospechado que Marko nunca había podido superar los sentimientos por ella que muchos años atrás habían florecido entre ambos, cuando apenas eran unos adolescentes. Pero no fue hasta ese momento que lo confirmó, cuando aquel hombre se acostó encima de ella y la besaba con suma pasión, casi era un deseo que estuvo reteniendo por mucho tiempo,
Marko llevó a Valentina hasta su casa, la joven quería bajarse del auto, estaba a pocos pasos de la puerta de estar en su privacidad, sin embargo, él parecía no querer marcharse, la sostenía de una mano y se tomaba su tiempo para hablar.De pronto, de un impulso, Marko la atrajo y le dio un apasionado beso en los labios. Valentina estaba tan impresionada que quedó con los ojos bien abiertos.Ella tuvo que colocar todas sus fuerzas para controlarse y no apartarlo para después salir huyendo. Cuando el beso se acabó, Marko la tomó de las mejillas para obligarla a mirarlo fijamente.—Te prometo, Valentina, que voy a protegerte de ahora en adelante, siempre, siempre —dijo.No podía entender el actuar de Marko, se lo estaba demasiado fácil el acercarse a él.La abrazó casi como si quisiera acurrucarla en su pecho para poder protegerla. El corazón de Marko se escuchaba fuerte, con un pulso decidido, lleno de vida. Su mano derecha acariciaba su cabeza con suavidad.Valentina sintió tanta cali
Aparte de la voz de su hermana, Valentina lograba escuchar el tictac del reloj que colgaba de la pared color mostaza. La casa siempre había sido silenciosa, pero después de la muerte de Lorenzo se volvió aún más quieta, con un ambiente fúnebre, pesado y gris.—Es peligroso lo que estás haciendo —advirtió Rosa, se acodó sobre la mesa de cristal—. Vale, deberías aceptar el traslado de sede y con el dinero comprar una casa, esta… podrías alquilarla, te iría bien, estarías cerca de mamá, ella dice que le encantaría poder verte, que compres una casa cerca, para que puedan verse a diario. Sé que esta pérdida debe ser sumamente dolorosa para ti, pero… puedes intentar verlo como una nueva oportunidad en tu vida… para por fin estar lejos de ese cruel jefe, ¿qué crees que vas a ganar con verlo todos los días? Por Dios, Vale, se trata del asesino de tu esposo…Valentina tenía la mirada posada en el pocillo de café caliente, deslizaba el dedo anular izquierdo por los bordillos de la porcelana, pa
—Valentina… ¿estás segura de que a ti te hace bien el verme diariamente? —cuestionó el hombre.—¿Por qué lo pregunta, señor?—Ante todo es por mi culpa que tú perdiste a tu esposo —explicó él—. Por más joyas que yo te regale o por más perdón que intente pedirte, nunca podré traerte de vuelta al hombre que amabas.Aquellas palabras golpearon duramente el pecho de Valentina, impidiéndole respirar. Los labios le temblaban y las lágrimas querían acumularse en sus ojos. Tuvo que poner todas sus fuerzas para poder controlarse.—Señor… —dijo después de aclararse la garganta—. Usted y yo nos conocemos desde que éramos niños, sé que nuestra relación no ha sido la mejor… pero… yo lo conozco muy bien, sé que usted no es mala pe
Valentina, seis años de edad:Una niña se escondía tímidamente detrás de las piernas de su padre, apretaba la tela del pantalón con fuerza y sus mejillas se ruborizaban mientras su boca hacía un puchero.El pequeño Marko sonreía e inclinaba un poco hacia la derecha su cabeza para intentar ver a la niñita que acababa de llegar con el invitado de su padre.—Adelante, pasen, la reunión acaba de comenzar —informó el señor Rumanof.El padre de Valentina la tomó de una mano, pidiéndole que dejara de esconderse detrás de él. Se sentía intimidada por los intensos ojos esmeralda del niño que no dejaban de observarla, le generaban miedo; su papá antes de entrar en la casa le advirtió que se portara bien, pues se trataba de la casa de su jefe y si ella hacía algo mal, podrían despedirlo.Aunque Valentina era una niña pequeña, ya entendía lo que eran las clases sociales. Había personas como ella y su padre, después se encontraban personas como el señor Rumanof y su hijo, el cual estaba perfectame
Actualidad: Valentina tuvo que esperar por más de dos horas a que Marko se durmiera para poder escabullirse por la mansión. Sabía dónde estaba la caja fuerte, varias veces vio a su jefe guardar documentos importantes como escrituras de propiedades y muchas joyas importantes, hasta barras de oro. —¿Alguna vez en tu vida has visto una barra de oro? —le preguntó Marko una tarde. Esa vez Valentina no sabía cómo reaccionar ante lo que veían sus ojos. Marko le extendió el lingote de oro y la joven lo tomó con sus dos manos, era pesado, ancho y duro como un bloque, resplandecía y casi se podía ver reflejada en el oro. —Con un único lingote podrías vivir cómodamente para el resto de tu vida y dejar una fortuna a tus hijos —le comentó Marko. —¿Y cuántos de estos posee la familia Rumanof? —indagó Valentina. El hombre ladeó una sonrisa. —Somos dueños de muchas minas de oro, en pocas palabras, somos los que creamos los lingotes de oro que se almacenan en los bancos, nos pertenecen —conte
Valentina caminó como toda una gata seductora hacia Marko, rodeó la mesa de escritorio y después se recostó a este; estiró una mano hasta acariciar el cabello castaño claro y liso del hombre, lo tenía sumamente sedoso.—¿Otra vez discutieron? —preguntó ella.Las mejillas de Marko estaban ruborizadas y su entrecejo se fruncía.—Sí, está más irritada de lo usual —contestó él.—Debe ser por la boda, organizar una boda es sumamente difícil y más si es tan importante y elegante como la que ustedes quieren. —Las manos de Valentina acariciaban las mejillas de Marko con suavidad y era evidente que él lo estaba disfrutando, pues su ceño fruncido se había relajado.—Yo no me quiero casar con ella —confesó el hombre, cerró los ojos mientras tomaba las manos de Valentina—. No me voy a casar con Sara.Esto sorprendió en gran manera a la jovencita. No estaba en sus planes que Marko tomara la decisión de no casarse, ella necesitaba que él siguiera con Sara, al menos por un tiempo y que toda la boda