Aparte de la voz de su hermana, Valentina lograba escuchar el tictac del reloj que colgaba de la pared color mostaza. La casa siempre había sido silenciosa, pero después de la muerte de Lorenzo se volvió aún más quieta, con un ambiente fúnebre, pesado y gris.
—Es peligroso lo que estás haciendo —advirtió Rosa, se acodó sobre la mesa de cristal—. Vale, deberías aceptar el traslado de sede y con el dinero comprar una casa, esta… podrías alquilarla, te iría bien, estarías cerca de mamá, ella dice que le encantaría poder verte, que compres una casa cerca, para que puedan verse a diario. Sé que esta pérdida debe ser sumamente dolorosa para ti, pero… puedes intentar verlo como una nueva oportunidad en tu vida… para por fin estar lejos de ese cruel jefe, ¿qué crees que vas a ganar con verlo todos los días? Por Dios, Vale, se trata del asesino de tu esposo…
Valentina tenía la mirada posada en el pocillo de café caliente, deslizaba el dedo anular izquierdo por los bordillos de la porcelana, palpando el calor.
—La policía está comprada por los Rumanof —comentó—, por eso no se pudo hacer justicia, aunque era más que claro que Marko Rumanof asesinó a Lorenzo. Si la policía no puede hacer justicia, alguien debe encargarse.
Rosa frunció el entrecejo y después abrió su boca de la impresión cuando captó lo que su hermana quería decirle.
—¿Estás queriendo decir que tomarás justicia por tu propia mano?
—Te dije, alguien debe encargarse de hacer justicia, la muerte de mi esposo no puede quedar impune.
—Valentina, por el amor de Dios… los Rumanof son una de las familias más poderosas e influyentes que existen, son demasiado peligrosos… tú más que nadie lo sabe… —soltó la mujer con miedo—. Lo único que estás buscando es terminar como tu esposo, a dos metros bajo tierra. No vale la pena.
—¡¿No vale la pena?! —exclamó Valentina con ironía.
—Sí, así es, no vale la pena que expongas tu vida por una venganza, fue un accidente… —insistió Rosa—. Además… todos sabemos, hasta tú, que Lorenzo no te quería realmente, apenas si se conocían, ninguno de la familia estuvo de acuerdo con que se casaran cuando apenas tenían dos meses de novios. Quién sabe si realmente los Rumanof lo asesinaron porque tenía problemas con ellos, ¿no te has detenido a pensar en eso? Hasta tú misma sospechabas que él podría estar involucrado en negocios turbios.
Valentina soltó un jadeo que terminó convirtiéndose en un gruñido.
—Vale, mírame —pidió Rosa y estiró sus brazos por encima de la mesa hasta tomar las mejillas de la joven en sus manos—. En este momento no estás pensando con claridad, necesitas descansar, escapar de todo este desastre. Apártate de Marko Rumanof, ese hombre es demasiado peligroso, ya nuestra familia tuvo suficiente con todo el daño que él y su familia nos hizo en el pasado, por favor, no expongas tu vida, en esta historia no debe haber otro muerto. Por favor, Vale… te necesito con vida.
Pero por más palabras que Rosa soltara de su boca, su hermana ya estaba sumergida en el profundo mar de la venganza. En ese momento lo supo, la mirada de Valentina reflejaba la sombra de la muerte, no se iba a detener hasta que la sangre volviera a rodar.
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Era temprano por la mañana, Valentina se terminaba de arreglar para ir a trabajar cuando el timbre sonó.
Al abrir la puerta principal, encontró una corona de rosas fúnebre que tenía un listón con su nombre.
Aunque intentó correr a la carretera para lograr visualizar quién había traído las rosas, fue imposible, en la carretera no se veía ningún vehículo.
Volvió a la casa y pateó el aro fúnebre con uno de sus tacones negros, las flores se desmoronaron y cubrieron el suelo.
Entró a la casa sintiendo su pulso acelerado. Caminaba de un lado a otro preguntándose quién la acababa de amenazar.
—Debe ser esa m*****a familia —musitó, llevó una mano a su rostro y lo frotó con estrés—. Sí, ellos no confían en mí, creen que voy a abrir la boca.
Empezó a morderse una uña con desespero.
—¡Maldita sea, m*****a sea…! —exclamó.
Su mirada se concentró en una mesita rinconera donde se encontraba un portarretrato con la foto de su boda, ella posaba felizmente al lado de Lorenzo.
Nunca llegó a estar perdidamente enamorada de su esposo, de hecho, ellos se llegaron a tratar más como amigos que como otra cosa. Lorenzo trabajaba en la compañía Rumanof, apenas llevaba un año, rara vez se habían dirigido la palabra, pero él logró presenciar en varias ocasiones los malos tratos que Marko le daba y fue gracias a que un día la encontró llorando y la consoló que lograron hacerse amigos.
Así fue como entre ellos nació una ayuda mutua, donde era Valentina la que terminaba beneficiándose la mayoría de las veces. Lorenzo era como su salvador, un refugio, ese compañero ideal que la ayudaba a relajarse después de tener un mal día en el trabajo. Confiaba ciegamente en él, sabía que a su lado iba a ser feliz y en los pocos meses que estuvieron casados se lo estaba demostrando.
Era injusta su muerte. Era demasiado injusto que nadie hiciera justicia y revelara la verdad de lo que sucedió aquella noche.
No, no podía dejarse intimidar por más amenazas que recibiera. Ella también atacaría y lo haría de la forma más sutil y certera posible.
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Era extraño, Marko no había ido a molestar a Valentina en todo el día a su oficina. Necesitaba concretar una cita con él, no podía permitir que él se viera con su prometida y le colocara interés. De hecho, necesitaba que empezaran a crearse rumores en la empresa.
Así que fue a la oficina de su jefe.
Dio dos golpecitos a la puerta oscura de cristal y después escuchó la voz del hombre.
Al entrar notó el rostro preocupado y serio de Marko, traía unas grandes ojeras que evidenciaban que no había dormido en todo el día y eso era sumamente extraño en él, no era el típico jefe que se mataba trabajando, ni mucho menos era adicto a las fiestas o trasnocharse, era más un hombre diurno que le gustaba llevar una vida relativamente tranquila. Así que algo debía estar sucediéndole, normalmente quien lo disgustaba de esa forma era su prometida Sara.
—Buenas tardes, señor —saludó la joven con una sonrisa, esta vez era real, le gustaba ver que su mayor enemigo estaba sufriendo.
Marko salió de sus pensamientos y al notar que se trataba de ella, su mirada cobró un brillo que le llamó mucho la atención a Valentina.
—Hola, Valentina —saludó mientras alargaba una agradable sonrisa—. ¿En qué te puedo ayudar?
—Oh… ¿está muy ocupado? —inquirió ella mientras entrelazaba sus manos tímidamente.
—No, si es para ti, en lo absoluto —dijo él y le hizo señas con una mano para que tomara asiento—. Adelante, coméntame.
Valentina se sentó y tomó su tiempo para observarle el rostro. Era cierto, algo le sucedía, tenía una expresión de estar siendo torturado por algo grave, ¿qué era? Le mataba la curiosidad.
—Bueno… quería agradecerle por el detalle que ayer tuvo conmigo —comentó la joven—. El collar es hermoso y un detalle que antes nadie me había hecho. —Desplegó una sonrisita—. Usted… se ha estado comportando muy atento conmigo en estos días y créame que es para mí de mucha ayuda, me hace… más sobre llevadera la perdida de mi esposo.
Valentina sintió su estómago compungirse, esta vez parecía que Marko no le estaba creyendo mucho. ¿Se habría enterado de que ella estaba planeando asesinarlo?
—Valentina… ¿estás segura de que a ti te hace bien el verme diariamente? —cuestionó el hombre.—¿Por qué lo pregunta, señor?—Ante todo es por mi culpa que tú perdiste a tu esposo —explicó él—. Por más joyas que yo te regale o por más perdón que intente pedirte, nunca podré traerte de vuelta al hombre que amabas.Aquellas palabras golpearon duramente el pecho de Valentina, impidiéndole respirar. Los labios le temblaban y las lágrimas querían acumularse en sus ojos. Tuvo que poner todas sus fuerzas para poder controlarse.—Señor… —dijo después de aclararse la garganta—. Usted y yo nos conocemos desde que éramos niños, sé que nuestra relación no ha sido la mejor… pero… yo lo conozco muy bien, sé que usted no es mala pe
Valentina, seis años de edad:Una niña se escondía tímidamente detrás de las piernas de su padre, apretaba la tela del pantalón con fuerza y sus mejillas se ruborizaban mientras su boca hacía un puchero.El pequeño Marko sonreía e inclinaba un poco hacia la derecha su cabeza para intentar ver a la niñita que acababa de llegar con el invitado de su padre.—Adelante, pasen, la reunión acaba de comenzar —informó el señor Rumanof.El padre de Valentina la tomó de una mano, pidiéndole que dejara de esconderse detrás de él. Se sentía intimidada por los intensos ojos esmeralda del niño que no dejaban de observarla, le generaban miedo; su papá antes de entrar en la casa le advirtió que se portara bien, pues se trataba de la casa de su jefe y si ella hacía algo mal, podrían despedirlo.Aunque Valentina era una niña pequeña, ya entendía lo que eran las clases sociales. Había personas como ella y su padre, después se encontraban personas como el señor Rumanof y su hijo, el cual estaba perfectame
Actualidad: Valentina tuvo que esperar por más de dos horas a que Marko se durmiera para poder escabullirse por la mansión. Sabía dónde estaba la caja fuerte, varias veces vio a su jefe guardar documentos importantes como escrituras de propiedades y muchas joyas importantes, hasta barras de oro. —¿Alguna vez en tu vida has visto una barra de oro? —le preguntó Marko una tarde. Esa vez Valentina no sabía cómo reaccionar ante lo que veían sus ojos. Marko le extendió el lingote de oro y la joven lo tomó con sus dos manos, era pesado, ancho y duro como un bloque, resplandecía y casi se podía ver reflejada en el oro. —Con un único lingote podrías vivir cómodamente para el resto de tu vida y dejar una fortuna a tus hijos —le comentó Marko. —¿Y cuántos de estos posee la familia Rumanof? —indagó Valentina. El hombre ladeó una sonrisa. —Somos dueños de muchas minas de oro, en pocas palabras, somos los que creamos los lingotes de oro que se almacenan en los bancos, nos pertenecen —conte
Valentina caminó como toda una gata seductora hacia Marko, rodeó la mesa de escritorio y después se recostó a este; estiró una mano hasta acariciar el cabello castaño claro y liso del hombre, lo tenía sumamente sedoso.—¿Otra vez discutieron? —preguntó ella.Las mejillas de Marko estaban ruborizadas y su entrecejo se fruncía.—Sí, está más irritada de lo usual —contestó él.—Debe ser por la boda, organizar una boda es sumamente difícil y más si es tan importante y elegante como la que ustedes quieren. —Las manos de Valentina acariciaban las mejillas de Marko con suavidad y era evidente que él lo estaba disfrutando, pues su ceño fruncido se había relajado.—Yo no me quiero casar con ella —confesó el hombre, cerró los ojos mientras tomaba las manos de Valentina—. No me voy a casar con Sara.Esto sorprendió en gran manera a la jovencita. No estaba en sus planes que Marko tomara la decisión de no casarse, ella necesitaba que él siguiera con Sara, al menos por un tiempo y que toda la boda
Era la primera vez que Valentina visitaba la tumba de su difunto esposo en compañía. De hecho, era la primera vez desde la muerte de Lorenzo que Valentina aceptaba conversar con alguien que no fuera su hermana.Hugo era uno de los pocos amigos de Valentina que conservó de la escuela, claramente el muchacho provenía de una familia adinerada como todos los que la rodearon en la infancia y adolescencia, pues el colegio de donde se graduó era de élite.Aunque Hugo era un joven sencillo, si bien era guapo, con clase, su forma de ser era bastante humilde y muy cariñoso. Él, al ser amigo de la infancia de Valentina, conocía toda la historia que pasó entre ella y el heredero Rumanof, de hecho, tuvo que vivir esa historia, consolar a Valentina y llenarse de impotencia por no poder reclamarle a Marko, pues si lo hacía era como condenarse a la desgracia.La pareja de amigos observaba la tumba de L
Se encontraban en la cama, Marko comía a besos la piel de Valentina, acariciándola con sus manos.Ella podía escuchar la respiración agitada del hombre, lograba sentir su peso encima suyo, no tenía escapatoria, era inevitable, debía tener sexo con su jefe.Estaba completamente desnuda, así como él también. En otra situación, donde no lo odiara y repudiara habría estado emocionada de que un hombre tan guapo e importante la besara y acariciara.Pero esa no era la situación. Lo único que podía hacer era cerrar los ojos y esperar a que todo acabase.—Me encantas, me fascinas —susurró Marko a su oído.Tal vez era porque Marko estaba bastante borracho que no notó que ella no estaba nada emocionada con que él la tocase. Por esta misma razón Valentina le dio bastante vino, así él nunca notaría
Contrario a lo que Marko quería para su mañana, tuvo que soportar la visita de Sara a primera hora. Le disgustó encontrar que Valentina se había marchado y no le informó.Tomaba el desayuno en silencio, sorpresivamente, Sara no tenía mucho para decir, todo lo contrario a como siempre se comportaba, se le veía nerviosa, como si ocultara algo.—¿Qué te pasa? —preguntó Marko.—Nada, ¿por qué? —Sara fingió tomar de su taza de café.—Estás nerviosa, te sucede algo, te conozco bien. ¿Qué estás ocultando?Una gota de sudor corrió por la frente de Sara. Echó su cabello en la espalda, llevaba un buen rato acomodándose el cabello, primero de un lado, después del otro y así…—Oh, por favor, no me pasa nada, estoy estresada por los preparativos de la bo
—Señor, nada más estábamos conversando —informó Valentina con tranquilidad y una sonrisa educada—. La señorita Sara me hablaba sobre los avances de la boda, al parecer todo está saliendo muy bien. —Observó a una Sara abrumada por la situación—. Me alegro mucho por ustedes, espero deseosa el poder asistir a su boda.Marko soltó a Sara, intentando calmarse.—La señorita Sandoval se encuentra en horario laboral, está demasiado ocupada como para atenderte en este momento —dijo Marko a Sara—. Y tú y yo debemos hablar ahora mismo, sígueme.Sara no tuvo otra opción que seguir a su novio.Una vez Valentina se encontró a solas en su oficina, dejó salir una risa de satisfacción, tomó el esfero y le dio vuelta entre sus dedos.—Oh, todo está marchando tan bien, se avecina un