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Capítulo 5: la novia del magnate

Cuando Valentina le soltó la mano a Marko, sintió un asco tremendo. Se le iba a hacer terriblemente difícil el no repudiar al Marko del pasado, pues tenía muy fresco todos los recuerdos de los gritos, las burlas y las humillaciones.

Cuando subió a la camioneta, desgraciadamente tuvo que acomodarse al lado de Marko y su brazo rozaba con el suyo.

Odiaba sentirse intimidada, con los hombros hundidos y la mirada clavada en la ventana, para así no tener que observarlo.

Empezaba a pensar que fue mala idea el aceptar ir a almorzar con ellos. Lo único que deseaba era devolverse a su casa, guardar toda su ropa en una maleta y suplicarles a sus papás que la enviaran a vivir a casa de sus abuelos, convertirse en una campesina y no tener que ver a sus agresores nunca más.

Marko por momentos le echaba miradas y hasta llegó a escucharle a su amiga comentar:

—Es algo tímida.

Valentina nunca había estado en un restaurante parecido. Al entrar había dos escaleras que se entrelazaban como dos serpientes y había una enorme lampara colgando del techo que era estilo cúpula. Los meseros usaban trajes oscuros, parecían pingüinos y se escuchaba música clásica de fondo.

Y cuando llegó el momento de ordenar, Valentina revisó el menú y no entendía nada, eso ni siquiera era español y cuando creía que encontraba un idioma que entendía, no sabía qué rayos era lo que estaba leyendo.

Entonces decidió aplicar la confiable: pedir lo mismo que los demás.

Mariana pidió una disque langosta a la mantequilla de perejil y limón; lo que fuera aquella cosa, Valentina pidió lo mismo, pero presintió que le iban a salir con algo raro; y ella que no estaba acostumbrada a comer carne y mucho menos cosas extravagantes…

Y cuando llegó la comida, Valentina no pudo ocultar su sorpresa al ver a un animal abierto y bañado en salsa. Las náuseas la invadieron y un escalofrío recorrió su cuerpo.

¿Cómo rayos se comían eso?

¿Eso era almorzar?

Valentina tragó saliva. Notó que Mariana y Marko conversaban sobre la loca idea de la joven de estudiar modelaje a escondidas y quería que Marko se lo financiara, ya que los padres de ella no podían enterarse.

Ay no, Valentina se sentía sufrida, quería marcharse de ahí.

Marko volteó a verla y pareció notar su incomodidad, porque le sonrió con amabilidad.

—¿No tienes hambre? —preguntó—. ¿O quieres pedir algo diferente?

Valentina notó que Mariana se estaba comiendo la langosta como si fuera lo más casual del mundo.

—Estoy bien —contestó y le dio un sorbo a su limonada, lo único que le apetecía y le era familiar.

—¿Es cierto que te ganaste la beca el año pasado? —preguntó Marko.

Valentina sintió un miedo recorrerle la columna vertebral. Recordó que Marko la humilló en público por ser pobre junto a Merina.

—Sí, gané la beca —contestó ella, preparada para cualquier comentario de su parte.

Pero Marko sonrió con sorpresa.

—Entonces es cierto lo que dice Mariana, no deja de hablar sobre lo inteligente que eres —dijo—. Me comentó que gracias a ti ha logrado mejorar sus notas.

Mariana se ruborizó.

—Basta, deja de contar mis secretos —pidió su prima.

—No me considero inteligente, únicamente me esfuerzo —comentó Valentina—, necesito la beca.

—Tus papás deben estar orgullosos —siguió diciendo Marko—, no es fácil ganarse la beca Rumanof y mucho menos mantenerla, se necesita de un gran promedio.

Claro que Valentina lo sabía, fue por eso que soportó tantos años de burla y acoso, no necesitaba que se lo recordara.

—¿Qué piensas estudiar? —proseguía Marko con lo que ya parecía interrogatorio.

—Finanzas y negocios internacionales —respondió ella.

El joven abrió los ojos con impresión.

—Vaya, yo voy a estudiar la misma carrera —soltó él—. Así que nos vamos a ver seguido en la universidad, es lo más probable.

Claro, Marko iba a graduarse con honores a costa de ella, amenazándola y obligándola a convertirse en su esclava. Y después la arrastraría a su empresa, haciendo que ella se convirtiera en su sombra, porque ahí era perfecta para explotarla. En el banco, Marko se robaba todos sus proyectos, confiaba ciegamente en Valentina y en sus capacidades, llevaría los proyectos a cabo, los cuales iban a prosperar más de lo que él o Valentina imaginaban, lo que lo iba a volver obscenamente rico, ampliando el imperio de los Rumanof y haciendo que su padre lo pusiera en un pedestal. Y la forma en que Marko le iba a agradecer era asesinándola.

—Claro, lo más probable es que nos veamos a diario de ahora en adelante —aseguró Valentina.

—Entonces debemos llevarnos bien —soltó Marko con una amplia sonrisa y estiró su brazo derecho para acariciarle la cabeza—. Serás como la hermanita que siempre quise tener, pero mis padres prefirieron que fuera hijo único. —Bajó su mano hasta acariciar una de las mejillas de la joven—. Eres como una muñequita. Eres muy tierna. —Hizo que lo observara fijamente—. Si alguien en la escuela te llega a molestar, nada más debes decírmelo, que yo me encargaré de solucionarlo, desde ahora quiero que me veas como tu hermano mayor.

Qué curioso, le había caído en gracia a su asesino.

—Ay, no te preocupes, nadie sería capaz de lastimar a Vale —intervino Mariana—. Todos los que la conocen la adoran, además que muchos la protegen porque ella les hace los trabajos.

Esto confundió a Marko, concentrándose en su prima.

—¿A qué te refieres?

—Valentina cobra por hacer los trabajos, es toda una empresaria —respondió Mariana—. Se ve tan dulce e inocente, pero es un tiburón para los negocios. Hasta a mí me cobra por los ensayos, dice que una cosa son los negocios y otra muy diferente la amistad.

Marko volvió a mirar a Valentina, esta vez respingando las cejas.

—Vaya, qué interesante, te ves tan calladita, pero eres sumamente astuta.

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