Y ahí estaba la razón para que Valentina creyera que Mariana la iba a traicionar: su cercanía con Marko.
—¿Qué carrera va a estudiar? —preguntó.
—Finanzas, claramente —respondió su amiga.
Valentina por fin pudo recordar en qué etapa de su vida se encontraba. Marko apenas acababa de mudarse al país, eso quería decir que aún no conocía a Merina y mucho menos la familia Rumanof estaba considerando el comprometerlo con ella. Merina tampoco en ese punto consideraba el empezar a molestarla: ni siquiera existía en su radar.
Así que había regresado al pasado en un punto de paz, donde todo funcionaba perfectamente bien. Pero pronto el caos iba a comenzar.
—Marko va a venir a buscarme al colegio, me invitó a almorzar —informó Mariana—. ¿Quieres venir?
Valentina recordaba que aquel día se negó, la idea de conocer a la familia Rumanof le intimidaba de sobremanera, sobre todo porque no quería ocasionar problemas que pudieran terminar afectando de alguna forma el perder la beca. Pero eso ocasionó que Marko nunca la conociera y ya sabía que Merina en el futuro le lavó la cabeza, haciéndola ver como una bullying; debía hacer que Marko la conociera primero y tomar ventaja de Merina.
—Claro —aceptó y mostró una sonrisa.
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Lo único que quería era evitar a toda costa el tener algún problema con Merina y Marko. ¿Sería posible evitar que Merina la terminara odiando? ¿O era inevitable que las cosas pasaran?
Estaba en la hora del almuerzo, al lado se encontraba Mariana y no dejaba de hablar sobre sus planes de estudiar en una academia de modelaje a escondidas de sus padres.
—Si nos inscribimos las dos me daría un gran apoyo moral —le dijo, expectante a la reacción de Valentina.
Pero ella estaba distraída observando a lo lejos a la joven de largo cabello negro que sonreía a sus amigos: Merina. Hablaba con gran soltura y seguridad. Era la presidenta estudiantil, algo que claramente hacía que todos la conocieran y la admiraran por ser increíblemente inteligente, además que se mostraba como noble y compasiva.
—¿Inscribirme a clases de modelaje? —cuestionó.
—Claro —aceptó Mariana y sacudió la cabeza, haciendo pequeños sí—. Eres muy bonita y tienes gran cuerpo, lo único que te hace falta es creértelo.
Valentina sonrió. Era cierto, jamás se consideró bonita, tenía el cabello castaño claro y los ojos color miel; creía que era lo único bonito, lo que le pudo heredar a su madre, pero del resto, consideraba que era insulsa.
—¿Crees que, si mi actitud cambia, toda mi vida cambiará? —le preguntó.
—Claro que sí, todo lo que crees que será tu destino cambiará y podrás hacer realidad lo que tú desees.
—Entonces, si sé que alguien me empezará a molestar, ¿crees que debo evitarlo o enfrentarlo?
Mariana arrugó la frente, curiosa por la extraña pregunta de su amiga.
—Oh, bueno, si alguien te va a molestar, es inevitable que pase, si lo evitas, seguirá pasando una y otra vez o puedes vivir con el miedo de que eso pase en cualquier momento, lo mejor es enfrentarlo y demostrarle que no le tienes miedo. Tienes que enseñarle los dientes y atacarla, hasta asustarla y hacer que no vuelva a meterse contigo.
Valentina sonrió ladinamente mientras observaba fijamente hacia la mesa donde se encontraba Merina.
—Es cierto, la persona que es malvada, nunca dejará de serlo, así que… lo mejor es enfrentar lo inevitable —se dijo, aunque Mariana logró escucharla.
Merina volteó hasta observar fijamente a Valentina, la cual siguió sonriéndole, por lo que confundió a la chica al otro lado del comedor.
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Era la salida de clases, Valentina esperaba en la entrada del colegio junto a Mariana a que llegara Marko.
No sabía cómo sentirse. Iba a volver a ver a su asesino. Aunque aún no podía considerarlo un asesino, éste Marko apenas era un joven de dieciocho años que ni siquiera sabía que ella existía.
Una camioneta negra se estacionó frente a ellas y un joven alto, acuerpado, de cabello negro y ojos verdes, salió, mostrando una enorme sonrisa.
Valentina sintió que su corazón dio un vuelco. Los recuerdos del auto estrellándola y el rostro de Marko observarla en sus últimos momentos empezaron a atormentarla.
Mariana los presentó y los ojos del joven se posaron en ella, le estiró el brazo y Valentina por reflejo le estrechó la mano.
—Es un placer conocerte, Mariana me ha hablado mucho de ti —dijo Marko Rumanof.
Valentina sonrió ampliamente.
—El placer es mío —soltó.
El primer recuerdo que Valentina tenía de Marko era las muchas veces que recogió a Merina el último año de clases. Ella se jactaba de su novio y muchas jóvenes le tenían envidia. Muchas veces Mariana se fue con ellos y con el tiempo ellas se hicieron amigas.
Valentina siempre los veía a lo lejos, aunque ese año nunca logró verlo en persona. Pudo verlo a lo lejos en la universidad, cuando comenzaba el segundo semestre y él le envió la mirada más helada que ella vio en su vida. Nunca supo por qué, pero parecía que él la odiaba.
Y ahí estaba, estrechando la mano de quien probablemente sería su asesino en el futuro. Debía cambiar su trágico destino y eso implicaba que él nunca se volviera esposo de Merina. Más específicamente, tenía que impedir que se volvieran pareja y que la familia Rumanof la protegieran a ella y no a su agresora.
Cuando Valentina le soltó la mano a Marko, sintió un asco tremendo. Se le iba a hacer terriblemente difícil el no repudiar al Marko del pasado, pues tenía muy fresco todos los recuerdos de los gritos, las burlas y las humillaciones.Cuando subió a la camioneta, desgraciadamente tuvo que acomodarse al lado de Marko y su brazo rozaba con el suyo.Odiaba sentirse intimidada, con los hombros hundidos y la mirada clavada en la ventana, para así no tener que observarlo.Empezaba a pensar que fue mala idea el aceptar ir a almorzar con ellos. Lo único que deseaba era devolverse a su casa, guardar toda su ropa en una maleta y suplicarles a sus papás que la enviaran a vivir a casa de sus abuelos, convertirse en una campesina y no tener que ver a sus agresores nunca más.Marko por momentos le echaba miradas y hasta llegó a escucharle a su amiga comentar:—Es algo tímida.Valentina nunca había estado en un restaurante parecido. Al entrar había dos escaleras que se entrelazaban como dos serpientes
No sabía qué pensar sobre su situación, su propósito era que Marko la conociera y creara un concepto positivo de ella, para que así, si alguna vez llegaran a sus oídos malos rumores de ella, pudiera cuestionarlos. Conocía tanto a Marko que sabía que pecaba de ingenuo y era demasiado fiel a las personas que consideraba cercanas.En los muchos años que tuvo que estar obligada a convivir con él, vio atisbos en Marko que la hacían cuestionarse qué tan despiadado podría ser y llegó a la conclusión de que no lo era, todo lo contrario, era demasiado inocente como para darse cuenta de que su esposa Merina lo manejaba como un títere. Y Marko tenía demasiado poder como para destruirle la vida a las personas que él quisiera con sólo señalar con el dedo índice.Por esas razones y muchas más necesitaba mantener la distancia de él, simplemente convertirse en invisible, alguien que operaba desde las sombras.Pero ahí estaba, siendo maquillada por Mariana. Había sido invitada por Marko a su fiesta de
Valentina usaba un vestido rosa pastel con una falda acampanada, de mangas cortas y llevaba el cabello suelto, rizado en las puntas; el maquillaje era suave, pero resaltaba sus intensos ojos color miel. Parecía inocente, como un ángel. Era un ángel que estaba decidido a destruir vidas.Merina los seguía observando a lo lejos, como una serpiente que ha encontrado a su presa y espera el momento perfecto para atacar. En su mirada encontraba la envidia hacia Valentina por estar tomada del brazo de Marko Rumanof, recibiendo toda la atención de los invitados.Marko la presentó con sus padres.—Es la ganadora de la beca Rumanof del año pasado —dijo con una gran sonrisa—, es increíblemente inteligente y desea estudiar finanzas.Los señores Rumanof la observaron con asombro.—Claro, tú eres la hija del señor Alonso —dijo el señor y le dio un apretón de manos a la jovencita—. Es evidente que la inteligencia se hereda, tu papá es un excelente empleado e imagino que serás igual o mejor que él en e
—Ah… sí, pero soy amiga de Mariana —aclaró Merina.—Supongo que se conocen, están obligadas, por sus familias —dijo Valentina y la barrió de pies a cabeza.Las mejillas de Merina se ruborizaron, sobre todo cuando Marko la observó con detención, casi confundido, como si se cuestionara el por qué había mentido.Entonces, Valentina tomó una mano del joven, entrelazándola con la suya.—Quiero seguir tomándome el vino, ¿qué te parece si jugamos una partida de ajedrez en tu habitación? Tal vez y esta vez te permita ganarme.El joven respingó sus cejas, sorprendido por el tono seductor que usó.—Claro, vamos —aceptó.Salieron del balcón tomados de la mano, dejando a una Merina con la boca abierta, llena de estupor..En la habitación de Marko no se escuchaba sonido alguno, era casi abrumador para la chica. Movía las piezas del tablero con calma, sintiendo una pesadez creada por el fuerte vino en su cuerpo, el cual no estaba acostumbrado a tomar alcohol.—¿Te incomodó que hablara con Merina? —
Marko llevó a Valentina hasta su casa, la joven quería bajarse del auto, estaba a pocos pasos de la puerta y de estar en su privacidad, sin embargo, él parecía no querer marcharse, la sostenía de una mano y se tomaba su tiempo para hablar.De pronto, de un impulso, Marko la atrajo y le dio un apasionado beso en los labios. Valentina estaba tan impresionada que quedó con los ojos bien abiertos.Ella tuvo que colocar todas sus fuerzas para controlarse y no apartarlo para después salir huyendo. Cuando el beso se acabó, Marko la tomó de las mejillas para obligarla a mirarlo fijamente.—Te prometo, Valentina, que voy a protegerte de ahora en adelante, siempre, siempre —dijo.No podía entender el actuar de Marko, se le estaba haciendo demasiado fácil el acercarse a él.La abrazó casi como si quisiera acurrucarla en su pecho para poder protegerla. El corazón de Marko se escuchaba fuerte, con un pulso decidido, lleno de vida. Su mano derecha acariciaba su cabeza con suavidad.Si siempre hubier
Valentina llevó las manos a su cabeza, frotando su cuero cabelludo con desesperación. Estaba frente a un gran dilema ético. ¿Y si en esta nueva oportunidad que le brindaba la vida se equivocaba y terminaba siendo ella la que se convirtiera en Merina y le hiciera daño a personas inocentes como los señores Rumanof? ¡O peor, que Mariana, su mejor amiga, se enterara de toda la maldad que ella ocasionara y volviera a herirla como en el pasado!Cuando ella se apartó de Mariana cuando estaban en la universidad, notó un cambio en su amiga, se había vuelto apagada, pronto dejó de ir a la universidad y después se mudó del país. Habían tenido una discusión sumamente fuerte, donde Valentina le dijo palabras muy hirientes y Mariana lloraba desconsoladamente.Después se enteró que Mariana unos días antes se había enfrentado a Merina, pues había descubierto el abuso que le había infringido a Valentina (Mariana nunca supo que Merina la había acosado) y por esto recibió fuertes represalias por parte de
Salió de sus pensamientos cuando Marko comenzó a hablar de algo y ella no sabía de qué, por estar concentrada en su venganza. Con el paso de los minutos entendió que se trataba de la universidad, que pronto comenzaría el nuevo semestre y que se sentía nervioso.—No sé si lograré adaptarme —confesó.—Claro que sí, lo harás bastante bien —soltó ella con rapidez al parecerle ridícula su inseguridad.Marko se volvería sumamente popular al inscribirse al equipo de tenis e ir a campeonatos y dejar en alto la universidad. Sería la mezcla perfecta entre un hombre multimillonario, guapo y atleta; las mujeres se iban a volver locas por él.El joven le sonrió mientras la contemplaba, algo que le incomodó de sobremanera, obligándola a tomar un largo trago de su vinotinto. —Cuidado, no es agua —advirtió Marko.A Valentina definitivamente no le estaba gustando el curso que tomaba su relación con él. A ese paso se iban a convertir en pareja a final de mes. Pero si quería ocupar el puesto de Merina,
—¿Alguna vez en tu vida has visto una barra de oro? —le preguntó Marko una tarde.Esa vez Valentina no sabía cómo reaccionar ante lo que veían sus ojos. Marko le extendió el lingote de oro y la joven lo tomó con sus dos manos, era pesado, ancho y duro como un bloque, resplandecía y casi se podía ver reflejada en el oro.—Con un único lingote podrías vivir cómodamente para el resto de tu vida y dejar una fortuna a tus hijos —le comentó Marko.—¿Y cuántos de estos posee la familia Rumanof? —indagó Valentina. El hombre ladeó una sonrisa.—Somos dueños de muchas minas de oro, en pocas palabras, somos los que creamos los lingotes de oro que se almacenan en los bancos, nos pertenecen —contestó.Valentina le devolvió el oro y Marko lo guardó en la caja fuerte, pudo vislumbrar otras barras de oro que estaban en el fondo de la caja.Marko confiaba tanto en ella que le había mostrado el lugar secreto de la mansión Rumanof donde se guardaba la caja fuerte. Se encontraba en una pequeña bibliotec