Marko llevó a Valentina hasta su casa, la joven quería bajarse del auto, estaba a pocos pasos de la puerta de estar en su privacidad, sin embargo, él parecía no querer marcharse, la sostenía de una mano y se tomaba su tiempo para hablar.
De pronto, de un impulso, Marko la atrajo y le dio un apasionado beso en los labios. Valentina estaba tan impresionada que quedó con los ojos bien abiertos.
Ella tuvo que colocar todas sus fuerzas para controlarse y no apartarlo para después salir huyendo. Cuando el beso se acabó, Marko la tomó de las mejillas para obligarla a mirarlo fijamente.
—Te prometo, Valentina, que voy a protegerte de ahora en adelante, siempre, siempre —dijo.
No podía entender el actuar de Marko, se lo estaba demasiado fácil el acercarse a él.
La abrazó casi como si quisiera acurrucarla en su pecho para poder protegerla. El corazón de Marko se escuchaba fuerte, con un pulso decidido, lleno de vida. Su mano derecha acariciaba su cabeza con suavidad.
Valentina sintió tanta calidez en el actuar de Marko que volvió a recordar su infancia, cuando lo conoció y él le regaló un ramo de rosas. En esa época los abrazos que él le daban eran tan cálidos y sinceros, llenos de protección.
Si siempre hubiera recibido aquel trato cariñoso por parte de Marko la historia seguramente sería diferente, tal vez estarían casados y Valentina se sentiría la mujer más afortunada del mundo. O tal vez considerara a Marko su mejor amigo o ese primer amor que recordaba con nostalgia. Pero eso nunca podría suceder, porque Marko nada más le dio aquellos abrazos y rosas antes de enterarse que ella provenía de una familia pobre, cuando se enteró… su trato cambió y el infierno comenzó.
Y la realidad era diferente, en esta realidad Valentina quería asesinarlo de la misma forma como él lo hizo con su esposo.
La joven desplegó una sonrisa y después se despidió de Marko.
—¿Mañana vas a ir al trabajo? —preguntó Marko cuando la joven bajó del auto.
—Sí, nos vemos mañana, señor —respondió Valentina.
Marko sonrió y después subió el vidrio de la ventana, el chofer puso el auto en marcha y Valentina los vio alejarse por la larga calle.
Una vez Valentina estuvo a solas, sintió que todas sus fuerzas se alejaron de ella y el estómago se revolvió, obligándola a vomitar tan repentinamente que lo hizo en el jardín.
Tuvo que bañarse de pies a cabeza para lograr quitarse el asco y se lavó la boca hasta que sus dientes sangraron.
Terminó llorando acurrucada en la tina, cuestionándose si podría soportar que Marko la tocara y besara como aquella noche. Lo más probable es que a ese paso tuviera que tener sexo con él y estaba segura que no sedería tanto.
¿Cómo podría acostarse con el mismo hombre que asesinó a sangre fría a su esposo?
No, no podía permitirlo, no sería capaz.
Necesitaba asesinar a Marko y hacerlo pronto, para no vivir con aquel monstruo cerca.
Al salir del baño y cambiarse, se acomodó en la cama con la laptop y empezó a buscar en internet dónde comprar venenos letales. Lo mejor era matarlo de una forma silenciosa y rápida.
***
Sara sentía su corazón palpitar con fuerza, el sudor le corría por las sienes y su pierna izquierda estaba temblando de la ansiedad mientras permanecía sentada en aquella incómoda silla del restaurante. La mujer frente a ella, por el contrario, se mostraba calmada y decidida, era claro que tenía el control de la situación, porque la tenía a ella donde quería que estuviera, en la palma de su mano.
—Entonces, ¿me trajo lo que le pedí? —preguntó la mujer.
Sara sacó de su bolso un sobre de manila que en su interior tenía una cuantiosa suma de dinero y lo deslizó sobre la mesa de madera.
La mujer, alargando una sonrisa de satisfacción, extendió su mano derecha para recoger el sobre, sin embargo, Sara se lo impidió al no soltar el paquete.
—Ya le dije que no podemos seguir viéndonos, tampoco le puedo entregar más dinero —gruñó Sara—. No seguiré aceptando sus chantajes. —Alejó su mano y endureció más su mirada.
Pero la mujer no se veía para nada alterada por sus palabras, de hecho, la estaban divirtiendo.
—Querida… sabes muy bien que nos vamos a seguir viendo y deberás soltar más dinero del que hay en esta bolsa —respondió la mujer mientras ojeaba en el interior del sobre—. Sabes perfectamente que, si yo abro la boca, te vas a hundir y esa perfecta boda que estás planeando… Lo mejor es que sigamos como estamos: yo con la boca cerrada y tú siendo la perfecta niña adinerada que pronto será la señora Rumanof, ¿acaso eso no es lo que más deseas?
Sara soltó un jadeo, indignada y cansada.
¿En qué problema se había metido? Y lo más importante, ¿cómo iba a salir de aquella situación?
***
Valentina se encontraba en su oficina, sorpresivamente toda la empresa la trataba como si fuera un objeto frágil que temían romper, tuvo que pedirles a todos que la trataran con normalidad o de lo contrario la harían sentir incómoda. Afortunadamente ese segundo día de trabajo todos se esforzaban por tratarla como siempre y pudo estar en su oficina trabajando como le gustaba hacer.
Curiosamente a Valentina le gustaba su cargo en la compañía, el trabajar la hacía sentirse productiva y la llenaba de vida. Todo sería perfecto si su jefe no fuera Marko Rumanof. Pero de ese se encargaría pronto, ya tenía en el bolso el frasco de veneno que usaría para enviarlo al otro mundo. Se encargó de comprar el veneno que diera una muerte lenta y sumamente dolorosa, lo vería agonizar y le dejaría en claro que ella era la culpable y cuáles eran sus razones para asesinarlo. Quería ver su reacción, la cara que pondría cuando se lo dijera.
Marko abrió la puerta de la oficina de Valentina. Tenía la costumbre de entrar siempre sin tocar.
—Vale, buenos días, ¿cómo estás hoy? —preguntó con una sonrisa alegre en su rostro.
Se sentó en una silla frente a ella y la joven se percató que traía una cajita negra entre las manos.
—Buenos días, señor —saludó ella, aún consternada de tenerlo en frente, era raro verlo y saber que segundos antes estaba pensando en cómo se vería su rostro cuando lo asesinara—. Eh… yo estoy bien, ¿y usted? —Estaba segura de que debía tener las mejillas hinchadas de rubor.
Marko parecía ansioso por mostrarle lo que tenía para ella. Así que colocó la caja sobre la mesa y la deslizó hacia ella con lentitud.
—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó.
Valentina arrugó el entrecejo.
—Oh, no, señor, me temo que no sé qué fecha es —respondió—. Al menos, no es mi cumpleaños.
—No, claro que no, sé que tu cumpleaños es a finales de este mes —contestó él—. Pero hoy es un día igual de importante. Un día como hoy fue tu primer día como empleada de esta empresa. Feliz aniversario.
Valentina abrió la cajita y sus ojos se sobresaltaron en gran manera al encontrar un costosísimo collar de diamantes. ¡Debía valer una fortuna!
—¡Oh, por Dios! —exclamó Valentina.
La joven llevó una mano a su boca. Jamás había recibido una joya tan costosa, sentía que sus manos no eran dignas de tocarla.
Volvió a mirar a Marko y éste de un impulso se abalanzó a ella y le dio un beso en la frente.
—Te mereces esto y mucho más —le susurró.
Marko le estaba regalando increíbles joyas y ella le iba a regalar un boleto VIP directo al infierno.
Aparte de la voz de su hermana, Valentina lograba escuchar el tictac del reloj que colgaba de la pared color mostaza. La casa siempre había sido silenciosa, pero después de la muerte de Lorenzo se volvió aún más quieta, con un ambiente fúnebre, pesado y gris.—Es peligroso lo que estás haciendo —advirtió Rosa, se acodó sobre la mesa de cristal—. Vale, deberías aceptar el traslado de sede y con el dinero comprar una casa, esta… podrías alquilarla, te iría bien, estarías cerca de mamá, ella dice que le encantaría poder verte, que compres una casa cerca, para que puedan verse a diario. Sé que esta pérdida debe ser sumamente dolorosa para ti, pero… puedes intentar verlo como una nueva oportunidad en tu vida… para por fin estar lejos de ese cruel jefe, ¿qué crees que vas a ganar con verlo todos los días? Por Dios, Vale, se trata del asesino de tu esposo…Valentina tenía la mirada posada en el pocillo de café caliente, deslizaba el dedo anular izquierdo por los bordillos de la porcelana, pa
—Valentina… ¿estás segura de que a ti te hace bien el verme diariamente? —cuestionó el hombre.—¿Por qué lo pregunta, señor?—Ante todo es por mi culpa que tú perdiste a tu esposo —explicó él—. Por más joyas que yo te regale o por más perdón que intente pedirte, nunca podré traerte de vuelta al hombre que amabas.Aquellas palabras golpearon duramente el pecho de Valentina, impidiéndole respirar. Los labios le temblaban y las lágrimas querían acumularse en sus ojos. Tuvo que poner todas sus fuerzas para poder controlarse.—Señor… —dijo después de aclararse la garganta—. Usted y yo nos conocemos desde que éramos niños, sé que nuestra relación no ha sido la mejor… pero… yo lo conozco muy bien, sé que usted no es mala pe
Valentina, seis años de edad:Una niña se escondía tímidamente detrás de las piernas de su padre, apretaba la tela del pantalón con fuerza y sus mejillas se ruborizaban mientras su boca hacía un puchero.El pequeño Marko sonreía e inclinaba un poco hacia la derecha su cabeza para intentar ver a la niñita que acababa de llegar con el invitado de su padre.—Adelante, pasen, la reunión acaba de comenzar —informó el señor Rumanof.El padre de Valentina la tomó de una mano, pidiéndole que dejara de esconderse detrás de él. Se sentía intimidada por los intensos ojos esmeralda del niño que no dejaban de observarla, le generaban miedo; su papá antes de entrar en la casa le advirtió que se portara bien, pues se trataba de la casa de su jefe y si ella hacía algo mal, podrían despedirlo.Aunque Valentina era una niña pequeña, ya entendía lo que eran las clases sociales. Había personas como ella y su padre, después se encontraban personas como el señor Rumanof y su hijo, el cual estaba perfectame
Actualidad: Valentina tuvo que esperar por más de dos horas a que Marko se durmiera para poder escabullirse por la mansión. Sabía dónde estaba la caja fuerte, varias veces vio a su jefe guardar documentos importantes como escrituras de propiedades y muchas joyas importantes, hasta barras de oro. —¿Alguna vez en tu vida has visto una barra de oro? —le preguntó Marko una tarde. Esa vez Valentina no sabía cómo reaccionar ante lo que veían sus ojos. Marko le extendió el lingote de oro y la joven lo tomó con sus dos manos, era pesado, ancho y duro como un bloque, resplandecía y casi se podía ver reflejada en el oro. —Con un único lingote podrías vivir cómodamente para el resto de tu vida y dejar una fortuna a tus hijos —le comentó Marko. —¿Y cuántos de estos posee la familia Rumanof? —indagó Valentina. El hombre ladeó una sonrisa. —Somos dueños de muchas minas de oro, en pocas palabras, somos los que creamos los lingotes de oro que se almacenan en los bancos, nos pertenecen —conte
Valentina caminó como toda una gata seductora hacia Marko, rodeó la mesa de escritorio y después se recostó a este; estiró una mano hasta acariciar el cabello castaño claro y liso del hombre, lo tenía sumamente sedoso.—¿Otra vez discutieron? —preguntó ella.Las mejillas de Marko estaban ruborizadas y su entrecejo se fruncía.—Sí, está más irritada de lo usual —contestó él.—Debe ser por la boda, organizar una boda es sumamente difícil y más si es tan importante y elegante como la que ustedes quieren. —Las manos de Valentina acariciaban las mejillas de Marko con suavidad y era evidente que él lo estaba disfrutando, pues su ceño fruncido se había relajado.—Yo no me quiero casar con ella —confesó el hombre, cerró los ojos mientras tomaba las manos de Valentina—. No me voy a casar con Sara.Esto sorprendió en gran manera a la jovencita. No estaba en sus planes que Marko tomara la decisión de no casarse, ella necesitaba que él siguiera con Sara, al menos por un tiempo y que toda la boda
Era la primera vez que Valentina visitaba la tumba de su difunto esposo en compañía. De hecho, era la primera vez desde la muerte de Lorenzo que Valentina aceptaba conversar con alguien que no fuera su hermana.Hugo era uno de los pocos amigos de Valentina que conservó de la escuela, claramente el muchacho provenía de una familia adinerada como todos los que la rodearon en la infancia y adolescencia, pues el colegio de donde se graduó era de élite.Aunque Hugo era un joven sencillo, si bien era guapo, con clase, su forma de ser era bastante humilde y muy cariñoso. Él, al ser amigo de la infancia de Valentina, conocía toda la historia que pasó entre ella y el heredero Rumanof, de hecho, tuvo que vivir esa historia, consolar a Valentina y llenarse de impotencia por no poder reclamarle a Marko, pues si lo hacía era como condenarse a la desgracia.La pareja de amigos observaba la tumba de L
Se encontraban en la cama, Marko comía a besos la piel de Valentina, acariciándola con sus manos.Ella podía escuchar la respiración agitada del hombre, lograba sentir su peso encima suyo, no tenía escapatoria, era inevitable, debía tener sexo con su jefe.Estaba completamente desnuda, así como él también. En otra situación, donde no lo odiara y repudiara habría estado emocionada de que un hombre tan guapo e importante la besara y acariciara.Pero esa no era la situación. Lo único que podía hacer era cerrar los ojos y esperar a que todo acabase.—Me encantas, me fascinas —susurró Marko a su oído.Tal vez era porque Marko estaba bastante borracho que no notó que ella no estaba nada emocionada con que él la tocase. Por esta misma razón Valentina le dio bastante vino, así él nunca notaría
Contrario a lo que Marko quería para su mañana, tuvo que soportar la visita de Sara a primera hora. Le disgustó encontrar que Valentina se había marchado y no le informó.Tomaba el desayuno en silencio, sorpresivamente, Sara no tenía mucho para decir, todo lo contrario a como siempre se comportaba, se le veía nerviosa, como si ocultara algo.—¿Qué te pasa? —preguntó Marko.—Nada, ¿por qué? —Sara fingió tomar de su taza de café.—Estás nerviosa, te sucede algo, te conozco bien. ¿Qué estás ocultando?Una gota de sudor corrió por la frente de Sara. Echó su cabello en la espalda, llevaba un buen rato acomodándose el cabello, primero de un lado, después del otro y así…—Oh, por favor, no me pasa nada, estoy estresada por los preparativos de la bo