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Capítulo 4: gánate al magnate

Y ahí estaba la razón para que Valentina creyera que Mariana la iba a traicionar: su cercanía con Marko.

—¿Qué carrera va a estudiar? —preguntó.

—Finanzas, claramente —respondió su amiga.  

Valentina por fin pudo recordar en qué etapa de su vida se encontraba. Marko apenas acababa de mudarse al país, eso quería decir que aún no conocía a Merina y mucho menos la familia Rumanof estaba considerando el comprometerlo con ella. Merina tampoco en ese punto consideraba el empezar a molestarla: ni siquiera existía en su radar.

Así que había regresado al pasado en un punto de paz, donde todo funcionaba perfectamente bien. Pero pronto el caos iba a comenzar.

—Marko va a venir a buscarme al colegio, me invitó a almorzar —informó Mariana—. ¿Quieres venir?

Valentina recordaba que aquel día se negó, la idea de conocer a la familia Rumanof le intimidaba de sobremanera, sobre todo porque no quería ocasionar problemas que pudieran terminar afectando de alguna forma el perder la beca. Pero eso ocasionó que Marko nunca la conociera y ya sabía que Merina en el futuro le lavó la cabeza, haciéndola ver como una bullying; debía hacer que Marko la conociera primero y tomar ventaja de Merina.

—Claro —aceptó y mostró una sonrisa.

.

Lo único que quería era evitar a toda costa el tener algún problema con Merina y Marko. ¿Sería posible evitar que Merina la terminara odiando? ¿O era inevitable que las cosas pasaran?

Estaba en la hora del almuerzo, al lado se encontraba Mariana y no dejaba de hablar sobre sus planes de estudiar en una academia de modelaje a escondidas de sus padres.

—Si nos inscribimos las dos me daría un gran apoyo moral —le dijo, expectante a la reacción de Valentina.

Pero ella estaba distraída observando a lo lejos a la joven de largo cabello negro que sonreía a sus amigos: Merina. Hablaba con gran soltura y seguridad. Era la presidenta estudiantil, algo que claramente hacía que todos la conocieran y la admiraran por ser increíblemente inteligente, además que se mostraba como noble y compasiva.

—¿Inscribirme a clases de modelaje? —cuestionó.

—Claro —aceptó Mariana y sacudió la cabeza, haciendo pequeños sí—. Eres muy bonita y tienes gran cuerpo, lo único que te hace falta es creértelo.

Valentina sonrió. Era cierto, jamás se consideró bonita, tenía el cabello castaño claro y los ojos color miel; creía que era lo único bonito, lo que le pudo heredar a su madre, pero del resto, consideraba que era insulsa.

—¿Crees que, si mi actitud cambia, toda mi vida cambiará? —le preguntó.

—Claro que sí, todo lo que crees que será tu destino cambiará y podrás hacer realidad lo que tú desees.

—Entonces, si sé que alguien me empezará a molestar, ¿crees que debo evitarlo o enfrentarlo?

Mariana arrugó la frente, curiosa por la extraña pregunta de su amiga.

—Oh, bueno, si alguien te va a molestar, es inevitable que pase, si lo evitas, seguirá pasando una y otra vez o puedes vivir con el miedo de que eso pase en cualquier momento, lo mejor es enfrentarlo y demostrarle que no le tienes miedo. Tienes que enseñarle los dientes y atacarla, hasta asustarla y hacer que no vuelva a meterse contigo.

Valentina sonrió ladinamente mientras observaba fijamente hacia la mesa donde se encontraba Merina.

—Es cierto, la persona que es malvada, nunca dejará de serlo, así que… lo mejor es enfrentar lo inevitable —se dijo, aunque Mariana logró escucharla.

Merina volteó hasta observar fijamente a Valentina, la cual siguió sonriéndole, por lo que confundió a la chica al otro lado del comedor.

.

Era la salida de clases, Valentina esperaba en la entrada del colegio junto a Mariana a que llegara Marko.

No sabía cómo sentirse. Iba a volver a ver a su asesino. Aunque aún no podía considerarlo un asesino, éste Marko apenas era un joven de dieciocho años que ni siquiera sabía que ella existía.

Una camioneta negra se estacionó frente a ellas y un joven alto, acuerpado, de cabello negro y ojos verdes, salió, mostrando una enorme sonrisa.

Valentina sintió que su corazón dio un vuelco. Los recuerdos del auto estrellándola y el rostro de Marko observarla en sus últimos momentos empezaron a atormentarla.

Mariana los presentó y los ojos del joven se posaron en ella, le estiró el brazo y Valentina por reflejo le estrechó la mano.

—Es un placer conocerte, Mariana me ha hablado mucho de ti —dijo Marko Rumanof.

Valentina sonrió ampliamente.

—El placer es mío —soltó.

El primer recuerdo que Valentina tenía de Marko era las muchas veces que recogió a Merina el último año de clases. Ella se jactaba de su novio y muchas jóvenes le tenían envidia. Muchas veces Mariana se fue con ellos y con el tiempo ellas se hicieron amigas.

Valentina siempre los veía a lo lejos, aunque ese año nunca logró verlo en persona. Pudo verlo a lo lejos en la universidad, cuando comenzaba el segundo semestre y él le envió la mirada más helada que ella vio en su vida. Nunca supo por qué, pero parecía que él la odiaba.

Y ahí estaba, estrechando la mano de quien probablemente sería su asesino en el futuro. Debía cambiar su trágico destino y eso implicaba que él nunca se volviera esposo de Merina. Más específicamente, tenía que impedir que se volvieran pareja y que la familia Rumanof la protegieran a ella y no a su agresora.

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