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Capítulo 4: la élite y los que están abajo

Marko llevó a Valentina hasta su casa, la joven quería bajarse del auto, estaba a pocos pasos de la puerta de estar en su privacidad, sin embargo, él parecía no querer marcharse, la sostenía de una mano y se tomaba su tiempo para hablar.

De pronto, de un impulso, Marko la atrajo y le dio un apasionado beso en los labios. Valentina estaba tan impresionada que quedó con los ojos bien abiertos.

Ella tuvo que colocar todas sus fuerzas para controlarse y no apartarlo para después salir huyendo. Cuando el beso se acabó, Marko la tomó de las mejillas para obligarla a mirarlo fijamente.

—Te prometo, Valentina, que voy a protegerte de ahora en adelante, siempre, siempre —dijo.

No podía entender el actuar de Marko, se lo estaba demasiado fácil el acercarse a él.

La abrazó casi como si quisiera acurrucarla en su pecho para poder protegerla. El corazón de Marko se escuchaba fuerte, con un pulso decidido, lleno de vida. Su mano derecha acariciaba su cabeza con suavidad.

Valentina sintió tanta calidez en el actuar de Marko que volvió a recordar su infancia, cuando lo conoció y él le regaló un ramo de rosas. En esa época los abrazos que él le daban eran tan cálidos y sinceros, llenos de protección.

Si siempre hubiera recibido aquel trato cariñoso por parte de Marko la historia seguramente sería diferente, tal vez estarían casados y Valentina se sentiría la mujer más afortunada del mundo. O tal vez considerara a Marko su mejor amigo o ese primer amor que recordaba con nostalgia. Pero eso nunca podría suceder, porque Marko nada más le dio aquellos abrazos y rosas antes de enterarse que ella provenía de una familia pobre, cuando se enteró… su trato cambió y el infierno comenzó.

Y la realidad era diferente, en esta realidad Valentina quería asesinarlo de la misma forma como él lo hizo con su esposo.

La joven desplegó una sonrisa y después se despidió de Marko.

—¿Mañana vas a ir al trabajo? —preguntó Marko cuando la joven bajó del auto.

—Sí, nos vemos mañana, señor —respondió Valentina.

Marko sonrió y después subió el vidrio de la ventana, el chofer puso el auto en marcha y Valentina los vio alejarse por la larga calle.

Una vez Valentina estuvo a solas, sintió que todas sus fuerzas se alejaron de ella y el estómago se revolvió, obligándola a vomitar tan repentinamente que lo hizo en el jardín.

Tuvo que bañarse de pies a cabeza para lograr quitarse el asco y se lavó la boca hasta que sus dientes sangraron.

Terminó llorando acurrucada en la tina, cuestionándose si podría soportar que Marko la tocara y besara como aquella noche. Lo más probable es que a ese paso tuviera que tener sexo con él y estaba segura que no sedería tanto.

¿Cómo podría acostarse con el mismo hombre que asesinó a sangre fría a su esposo?

No, no podía permitirlo, no sería capaz.

Necesitaba asesinar a Marko y hacerlo pronto, para no vivir con aquel monstruo cerca.

Al salir del baño y cambiarse, se acomodó en la cama con la laptop y empezó a buscar en internet dónde comprar venenos letales. Lo mejor era matarlo de una forma silenciosa y rápida.

                                                                            ***

Sara sentía su corazón palpitar con fuerza, el sudor le corría por las sienes y su pierna izquierda estaba temblando de la ansiedad mientras permanecía sentada en aquella incómoda silla del restaurante. La mujer frente a ella, por el contrario, se mostraba calmada y decidida, era claro que tenía el control de la situación, porque la tenía a ella donde quería que estuviera, en la palma de su mano.

—Entonces, ¿me trajo lo que le pedí? —preguntó la mujer.

Sara sacó de su bolso un sobre de manila que en su interior tenía una cuantiosa suma de dinero y lo deslizó sobre la mesa de madera.

La mujer, alargando una sonrisa de satisfacción, extendió su mano derecha para recoger el sobre, sin embargo, Sara se lo impidió al no soltar el paquete.

—Ya le dije que no podemos seguir viéndonos, tampoco le puedo entregar más dinero —gruñó Sara—. No seguiré aceptando sus chantajes. —Alejó su mano y endureció más su mirada.

Pero la mujer no se veía para nada alterada por sus palabras, de hecho, la estaban divirtiendo.

—Querida… sabes muy bien que nos vamos a seguir viendo y deberás soltar más dinero del que hay en esta bolsa —respondió la mujer mientras ojeaba en el interior del sobre—. Sabes perfectamente que, si yo abro la boca, te vas a hundir y esa perfecta boda que estás planeando… Lo mejor es que sigamos como estamos: yo con la boca cerrada y tú siendo la perfecta niña adinerada que pronto será la señora Rumanof, ¿acaso eso no es lo que más deseas?

Sara soltó un jadeo, indignada y cansada.

¿En qué problema se había metido? Y lo más importante, ¿cómo iba a salir de aquella situación?

                                                                                   ***

Valentina se encontraba en su oficina, sorpresivamente toda la empresa la trataba como si fuera un objeto frágil que temían romper, tuvo que pedirles a todos que la trataran con normalidad o de lo contrario la harían sentir incómoda. Afortunadamente ese segundo día de trabajo todos se esforzaban por tratarla como siempre y pudo estar en su oficina trabajando como le gustaba hacer.

Curiosamente a Valentina le gustaba su cargo en la compañía, el trabajar la hacía sentirse productiva y la llenaba de vida. Todo sería perfecto si su jefe no fuera Marko Rumanof. Pero de ese se encargaría pronto, ya tenía en el bolso el frasco de veneno que usaría para enviarlo al otro mundo. Se encargó de comprar el veneno que diera una muerte lenta y sumamente dolorosa, lo vería agonizar y le dejaría en claro que ella era la culpable y cuáles eran sus razones para asesinarlo. Quería ver su reacción, la cara que pondría cuando se lo dijera.

Marko abrió la puerta de la oficina de Valentina. Tenía la costumbre de entrar siempre sin tocar.

—Vale, buenos días, ¿cómo estás hoy? —preguntó con una sonrisa alegre en su rostro.

Se sentó en una silla frente a ella y la joven se percató que traía una cajita negra entre las manos.

—Buenos días, señor —saludó ella, aún consternada de tenerlo en frente, era raro verlo y saber que segundos antes estaba pensando en cómo se vería su rostro cuando lo asesinara—. Eh… yo estoy bien, ¿y usted? —Estaba segura de que debía tener las mejillas hinchadas de rubor.

Marko parecía ansioso por mostrarle lo que tenía para ella. Así que colocó la caja sobre la mesa y la deslizó hacia ella con lentitud.

—¿Sabes qué día es hoy? —preguntó.

Valentina arrugó el entrecejo.

—Oh, no, señor, me temo que no sé qué fecha es —respondió—. Al menos, no es mi cumpleaños.

—No, claro que no, sé que tu cumpleaños es a finales de este mes —contestó él—. Pero hoy es un día igual de importante. Un día como hoy fue tu primer día como empleada de esta empresa. Feliz aniversario.

Valentina abrió la cajita y sus ojos se sobresaltaron en gran manera al encontrar un costosísimo collar de diamantes. ¡Debía valer una fortuna!

—¡Oh, por Dios! —exclamó Valentina.

La joven llevó una mano a su boca. Jamás había recibido una joya tan costosa, sentía que sus manos no eran dignas de tocarla.

Volvió a mirar a Marko y éste de un impulso se abalanzó a ella y le dio un beso en la frente.

—Te mereces esto y mucho más —le susurró.

Marko le estaba regalando increíbles joyas y ella le iba a regalar un boleto VIP directo al infierno.

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