—Y cuando seamos grandes me casaré contigo. Un pequeño de seis años corrió tras la niña de hermosos cabellos rizados y largos por el camino de arena lejos de sus casas. Un rincón oculto al que siempre acudían. Donde el niño la invitaba a jugar, donde no existía otra cosa que sus inocentes juegos de piratas, de aventuras, y de una princesa a la cual debía siempre rescatar en los castillos de arenas. En ese momento, corrían por el camino de piedras hacia las praderas, cerca de un arroyo de río que los esperaba todo el tiempo. El cielo azul, nítido, sin verse nubes borrascosas en la llanura. —¡Eso no puede ser posible! —la pequeña niña de cinco años repitió con risas, tomando su vestido para correr, sin detenerse, mientras atrás de ella un osado y valiente pequeño también la seguía. —Nos casaremos como mi mamá y mi papá —el niño se acercó a la pequeña, quien se detuvo frente al parque. Inmensos arreboles verdes con frutos, un pasto verde y llamativo que había florecido por las ante
20 años después. —¡Hey tú! ¡Muévete! Aquí no hay sitio para que duermas, princesita. ¡Apresúrate! —una mujer alta y fumando un cigarro es quien exclama, empujando a la otra mujer delante de ella—, ¡Aquí comemos todas la misma basura! Su empuje hace que su contrincante se tambalee hacia adelante, y la bandeja de aluminio donde lleva la comida caiga al suelo en un fuerte y doloroso estruendo. Es tan abrupto el golpe que inclusive se puede creer que se ha fracturado uno de los huesos. —¡Demuéstrale que manda, Vidente! —¡Dile a esa zorra que deje de hacerse la víctima! —Y haz que coma tierra. En medio de la cocina de la prisión, el ruido es fuerte, estruendoso, casi rompe las paredes oscuras de éste lugar. El bullicio alejado empieza a murmurar. A reírse en voz baja. A mirar con indiferencia a la mujer que está en el suelo. —Déjame levanto a la princesa. ¡Oigan, déjenme y levanto a Su Majestad! —la misma mujer todavía con su cigarro, a quien gritan como “Vidente”, observa a la mujer
Elena no lo cree hasta que la reja de su celda se abre, y desde la distancia es Vidente quien observa con incredulidad todo esto. En el pasillo hacia la salida, las visitas a las reclusas están ya permitidas pero no ve a nadie conocido. Sólo lleva el vestido que lavó la noche anterior y nada más que una manta doblada en su brazo.—Rápido, camina —Elvira la empuja con fuerza. Está indignada y furiosa—, ¡Muévete!—Me sigues empujando y te voy arrancar el cuello —se zafa Elena de su agarre.Sin embargo, una voz retumba entre todas las voces en la sala de las visitas.—¡¿Es que cómo se te ocurre decirme qué no?! ¡A mí! Pagué mucho por ti y estás aquí por evadir impuestos ¿sabes cuánto dinero perdí por tu culpa? ¡No sabes!Los gritos pueden escucharse desde aquí hasta el centro de la ciudad, o hasta el centro del caribe, y es el único sonido que se oye en todo el lugar. Mientras se acerca Elena al final del pasillo, vuelve a oír la voz: pertenece a una mujer que ya ha visto en el patio.—¿
—Sé que quieres recuperar la empresa y tu reputación, Gianluca. Lo mejor es que te concentres ahora en tu boda —el hombre que está bebiéndose su whiskey, mira a su primo con su traje negro frente al espejo.A quien se dirige tiene el cabello peinado hacia un lado. Lo bastante atractivo como para que sea difícil apartar la mirada, y una taciturna personalidad que es la fuente de su encanto. Se arregla las mangas del traje y responde:—Della Famiglia es mía, Valentino —es una respuesta contundente.—Era, primo. Era tuya —responde Valentino, levantándose y dejando el vaso de whiskey en la mesa—, Enrico ya tiene en su poderío todo lo que era tuyo. Y me parece que está convencido de que no dejará nada ni para ti ni para nadie. Además, Renata no estará contenta de que pienses en esa clase de cosa. Eres ambicioso. Tu prometida será más escandalosa que antes —dice Valentino.Se da la vuelta y recibe el saco de su mayordomo. —Esto es simple compromiso —se acomoda su reloj—, Renata y yo no es
—No es lo que buscamos, siguiente.—¿Esto es lo que haces? ¿No tienes experiencia? No podemos perder el tiempo enseñándote.—¿Estás hablando en serio? He oído hablar de ti y prefiero no meterme en problemas. Gracias.Son las palabras de las numerosas compañías que no han querido contratarla.Se supone que Simone le conseguiría un trabajo como modelo publicitaria en las campañas de su compañía, pero la mayoría de sus compañeros han dicho sencillamente qué no y Elena ha pasado toda una semana sin poder encontrar un trabajo donde no la rechacen.Intentó un día entero buscar como mesera en cafeterías, restaurantes, pero debido a su debilidad y a su expediente, sólo NO.“Te diré algo sencillo, señorita Russo. Usted no puede trabajar aquí porque no aceptamos personas con antecedentes penales. Así qué si no le molesta, le pediré que deje mi tienda ahora mismo si no quiere que llame a la policía.”Simone es la única que le ha ofrecido un trabajo e incluso permite que se quede en su departamen
Por un instante, para Gianluca hay una pincelada de recuerdo que hace años no salía a flote, porque tenía que superar esa página de su vida. La forma de sus ojos, esa manera de fruncir el ceño y su cabello salvaje.—Deja a ésta mujer en paz, hay mucho tráfico detrás de nosotros—absorto por su belleza, le responde Valentino—, ahora vámonos.—¡Pero ella tiene que ir a la cárcel porque ser tan inconsciente! —expresa Valentino con rabia, mirándola.—He dicho: vámonos —habla otra vez, con dureza. Mira fijamente a Valentino—, no esperaré otro minuto más. Sino quédate aquí y yo sigo por mi cuenta.Vuelve a caminar directo hacia el auto. Es sencillamente increíble que esto ocurra, y justo en estos momentos. Debe ser el peor día de su vida ahora.Cuando salió del hotel ésta mañana, no quería encontrarse con ningún periodista y no quería recibir ninguna llamada dando explicaciones. Su mañana lo está poniendo de mal humor como para qué tenga que lidiar con ésta situación.Valentino enmudece y pa
Quizás tan sólo Elena está soñando. Quizás todo esto tiene una explicación que tiene que ver no con un sueño sino una pesadilla. Le basta mirar unos segundos más los ojos del hombre frente suyo para que el mundo le recuerde que vive en una realidad.—Señor, lo esperan en la camioneta —ésta nueva voz surge desde la entrada del edificio.—Dame un segundo, Flavio —lo oye decir. Flavio se dirige de nuevo hacia la camioneta así que alza la vista hacia él otra vez—, no tengo todo el tiempo del mundo —parece un animal gruñendo de molestia—, sígame.—Un momento ¿Se está escuchando? —Elena muestra su palma indicando que se detenga. Por lo tanto llama su atención y sus cejas negras junto a sus ojos grises amenazan hasta congelar sus huesos. Pero es experta en aparentar algo que no es por fuera—, si quiere que yo salga con usted por esa puerta necesito que me explique exactamente qué es lo que desea. La gente cree que usted y yo —Elena cierra la boca, no quiere continuar desafiando a su mente co
Momentos después Gianluca entra al auto.Se sorprende al ver la cantidad de personas afuera del auto lanzando flashes que provienen de las cámaras.—¡Por Dios! ¿Qué es esto? —expresa Elena con horror.Elena siente unas manos, de repente, en su rostro, cuyos dedos la giran para que lo observe. Deja de respirar cuando miran directo a los ojos de éste hombre mientras el auto comienza a ser arremetido otra vez por las cámaras y los micrófonos.Sus dedos en la piel de sus mejillas le arrebatan una respiración.—Puede ser atosigador, pero no por mucho. —Esa gente cree que soy la amante.—¿Amante? —Gianluca dobla las cejas en una expresión confundida, pero sólo está fingiendo—, ¿Le interesa las opiniones de los demás antes de conseguir lo que desea?Elena entreabre los labios.—Para salvar mi reputación, jamás —contesta Elena, alejándose de sus dedos—, pero antes quiero dejarle en claro lo que quiero en cambio.Está consciente de que su aceptación fue hecha bajo la rabia y la satisfacción d