Ha pasado una semana. Una jodida semana desde que Gianluca no sabe nada de ella.Está caminando de un lado al otro en su oficina. Son las 8 de la mañana, no ha dormido y tampoco fue a la casa. No quiero tocar esa casa, no quiere entrar a ese cuarto y no quiere tocar esa cama.Frustrado, enojado. Jamás se le había visto así antes. Desesperado.Renata ya fue dada de alta, y quiere que traigan a la niña a la oficina. De Renata no quiere saber nada. Es más, para Gianluca no existe otra mujer en el mundo que una sola.Su esposa.Sí, su esposa. Cada vez que llega un nuevo documento del divorcio lo rompe en dos. No firmará nada. Y ahora que lleva una semana buscándola sin parar su cuerpo pierde la cordura y así lo lleva a la desesperación.Ha tratado de localizarla por todas partes y no tiene respuesta. Cristina no sabe nada, pero en realidad no quiere decirle. También se dio cuenta que Gaby se marchó de la casa, y posiblemente con ella. Si encuentra a Gaby, la encuentra a ella.No come, no
Le recorre un escalofrío infernal a Elena cuando escucha ese nombre.Las coincidencias en ésta vida no pueden pasar desapercibidas. Tampoco la forma en la que Constanza lo dice, narra y deja en claro cómo fueron los acontecimientos de aquel accidente.Porque Constanza ha elegido contar todo lo que había investigado de aquel trágico accidente 20 años antes, y Elena simplemente se queda callada, con el nudo en la garganta. Es como si no oyera nada en realidad, y para su propia sorpresa, se encuentra en el limbo. Cree que ha dejado de ser ella, porque le quita la vida misma, lo hace.—Ese es el nombre de mi sobrina.Elena traga saliva, parpadeando. La mirada de consternación vuelve a Constanza, y pasa saliva cuando se da cuenta que tanto Gaby como Constanza la están observando.—Señora Moretti, lamento interrumpir. Usted no me conoce, lo sé y lamento mi imprudencia —Gaby menciona, con sus labios blancos por la impresión—, pero sus palabras coinciden con la misma historia que nos han con
Todo deja de existir en estos momentos. Absolutamente todo deja de existir. La vida se esfuma con el viento. Las palabras de Mónica golpean una y otra vez la mente que ya antes había colapsado. Tampoco puede creer que algo así ocurriría. Lo dudó, creyó que no era real. Pierde la noción del tiempo.Pero no dice nada.Nicole deja caer su carpeta al suelo, abriendo los labios. Mónica se aguanta los sollozos porque no le caben más. Existe algo en él que no puede hablar. Gianluca sigue en silencio, mirando a Mónica.Hay algo irreal en éstas palabras. Preguntó, dudó, la vida le confirmó que la niña sería suya, todo era real, todo se reduciría a esto, donde conoce a su hija, la tiene en brazos y le entrega todo lo que tenía preparado para su vida, para la vida de ésta niña.Su hija.No…Gianluca coloca los ojos en la pequeña que duerme. La espera por tenerla había terminado, y ella está aquí, acurrucada en sus brazos como la niña de sus ojos. Ésta bebé que lo tiene embelesado desde que naci
—¿Me estás diciendo la verdad, Elena…?La voz conmocionada de Constanza Moretti se la esperaba, pero no a ésta escala. La misma reacción la tuvo ella cuando Gaby habló y Constanza mencionó el accidente.Le dieron incluso hasta ganas de vomitar, donde no esperaba oír ésta enorme casualidad. Elena se toma de las manos, vacilando cuando la observa directo a los ojos.—No sabía mi verdad, Constanza. Lo qué se hoy de mí vida es reciente. Mi madre, Raffaella, ella me crio en Estados Unidos y luego después de su muerte seguía creyendo lo de siempre. No creas que es fácil para mí pensar en esto, pero mencionaste ese accidente…—¿Sabes de ese accidente? —Constanza se pone de pie. Ya su expresión de calma ha cambiado por completo porque ahora es una persona de rostro preocupado mezclado con asombro—, ¡¿Elena…?!Elena también se coloca de pie, y en éste momento su corazón también se detiene. Constanza le toma de las manos, y Elena parpadea.—¿Tu nombre es…?Elena se muerde los labios. No sabe qu
—Y cuando seamos grandes me casaré contigo. Un pequeño de seis años corrió tras la niña de hermosos cabellos rizados y largos por el camino de arena lejos de sus casas. Un rincón oculto al que siempre acudían. Donde el niño la invitaba a jugar, donde no existía otra cosa que sus inocentes juegos de piratas, de aventuras, y de una princesa a la cual debía siempre rescatar en los castillos de arenas. En ese momento, corrían por el camino de piedras hacia las praderas, cerca de un arroyo de río que los esperaba todo el tiempo. El cielo azul, nítido, sin verse nubes borrascosas en la llanura. —¡Eso no puede ser posible! —la pequeña niña de cinco años repitió con risas, tomando su vestido para correr, sin detenerse, mientras atrás de ella un osado y valiente pequeño también la seguía. —Nos casaremos como mi mamá y mi papá —el niño se acercó a la pequeña, quien se detuvo frente al parque. Inmensos arreboles verdes con frutos, un pasto verde y llamativo que había florecido por las ante
20 años después. —¡Hey tú! ¡Muévete! Aquí no hay sitio para que duermas, princesita. ¡Apresúrate! —una mujer alta y fumando un cigarro es quien exclama, empujando a la otra mujer delante de ella—, ¡Aquí comemos todas la misma basura! Su empuje hace que su contrincante se tambalee hacia adelante, y la bandeja de aluminio donde lleva la comida caiga al suelo en un fuerte y doloroso estruendo. Es tan abrupto el golpe que inclusive se puede creer que se ha fracturado uno de los huesos. —¡Demuéstrale que manda, Vidente! —¡Dile a esa zorra que deje de hacerse la víctima! —Y haz que coma tierra. En medio de la cocina de la prisión, el ruido es fuerte, estruendoso, casi rompe las paredes oscuras de éste lugar. El bullicio alejado empieza a murmurar. A reírse en voz baja. A mirar con indiferencia a la mujer que está en el suelo. —Déjame levanto a la princesa. ¡Oigan, déjenme y levanto a Su Majestad! —la misma mujer todavía con su cigarro, a quien gritan como “Vidente”, observa a la mujer
Elena no lo cree hasta que la reja de su celda se abre, y desde la distancia es Vidente quien observa con incredulidad todo esto. En el pasillo hacia la salida, las visitas a las reclusas están ya permitidas pero no ve a nadie conocido. Sólo lleva el vestido que lavó la noche anterior y nada más que una manta doblada en su brazo.—Rápido, camina —Elvira la empuja con fuerza. Está indignada y furiosa—, ¡Muévete!—Me sigues empujando y te voy arrancar el cuello —se zafa Elena de su agarre.Sin embargo, una voz retumba entre todas las voces en la sala de las visitas.—¡¿Es que cómo se te ocurre decirme qué no?! ¡A mí! Pagué mucho por ti y estás aquí por evadir impuestos ¿sabes cuánto dinero perdí por tu culpa? ¡No sabes!Los gritos pueden escucharse desde aquí hasta el centro de la ciudad, o hasta el centro del caribe, y es el único sonido que se oye en todo el lugar. Mientras se acerca Elena al final del pasillo, vuelve a oír la voz: pertenece a una mujer que ya ha visto en el patio.—¿
—Sé que quieres recuperar la empresa y tu reputación, Gianluca. Lo mejor es que te concentres ahora en tu boda —el hombre que está bebiéndose su whiskey, mira a su primo con su traje negro frente al espejo.A quien se dirige tiene el cabello peinado hacia un lado. Lo bastante atractivo como para que sea difícil apartar la mirada, y una taciturna personalidad que es la fuente de su encanto. Se arregla las mangas del traje y responde:—Della Famiglia es mía, Valentino —es una respuesta contundente.—Era, primo. Era tuya —responde Valentino, levantándose y dejando el vaso de whiskey en la mesa—, Enrico ya tiene en su poderío todo lo que era tuyo. Y me parece que está convencido de que no dejará nada ni para ti ni para nadie. Además, Renata no estará contenta de que pienses en esa clase de cosa. Eres ambicioso. Tu prometida será más escandalosa que antes —dice Valentino.Se da la vuelta y recibe el saco de su mayordomo. —Esto es simple compromiso —se acomoda su reloj—, Renata y yo no es