“Me casaré contigo cuando seamos grandes, Fiorella.”Está en un sueño. Un sueño totalmente profundo. Está descalza, y camina por el jardín de flores qué varias veces ha visto en los mismos sueños. Ella está aquí, más pequeña, siendo una niña. Y esa voz siempre pertenece a un niño, es una voz muy lejana. Sin embargo, nunca lo consigue. Nunca puede ver a ese niño, solamente a sí misma corriendo por los jardines, riendo. Desde la distancia, puede verse. Pero su expresión es de desconcierto. ¿Dónde está aquel niño? ¿De dónde provienen esas palabras?El sueño cambia. Ya no está escuchando risas ni esas mismas palabras qué la han perseguido toda su vida porque ahora divisa con horror la sangre en sus manos, arrodillada en el suelo. Las luces azules y rojas de los carros policiales están difuminadas y nada en su alrededor tiene una forma. Sólo hay sangre, y ella llora desconsoladamente mirándose las manos, mirando hacia adelante, donde sólo hay oscuridad.Y otra vez vuelve a verse, siendo un
—Señor Gianluca, ¿Está seguro qué quieres hacer algo así? —Ahora mismo —y no espera un segundo más en firmar los papeles, robando la atención de todos los presentes, incluidos los integrantes de su familia. Le está respondiendo al gerente de producción—, los asesores lo aprueban, así que el voto es máximo. —Fattoria Verde es un conglomerado con diversas líneas de negocio, incluyendo tecnología, bienes de consumo, y servicios financieros. Entiendo qué quiera la dependencia de los mercados actuales —el asesor financiero de su padre, el único que ha estado todos estos años en Fattoria Verde opina, mirándolo como si lo entendiera—, la diversificación parece prometedora, pero también implica un riesgo financiero significativo. Necesitaríamos una inversión considerable en investigación y desarrollo. —Quiero asegurar el crecimiento sostenible a largo plazo, debemos considerar la expansión a nuevos mercados. Ya he dicho la estrategia que acabo de aprobar, no esperaremos más para expandirnos
—¡Tienen qué parar! ¡Ambos! —Ginette alza la voz, desesperada—, ¿¡Cómo se te ocurre venir a éste lugar, Enrico?! ¿Estás loco?—Hay algo qué éste caballero y yo debemos hablar y él lo sabe bastante bien —Enrico no parece esforzarse en quitar a Gianluca del medio. Su expresión está plena en la burla—, ¿No me das unos minutos?—Largo —Gianluca deja de agarrarlo, como si le causara repulsión—, sal de aquí antes de que no tenga más opción que sacaste a patadas. Largo.—Creo qué eso no se va a poder —Enrico se arregla su corbata. Su cabello negro, y los ojos azules característica de los De Santis son más escalofriantes, más oscuros—, preferiría que estuviésemos a solas. Lo qué te diré te va a importar, y mucho.—Si algo vas a hablar conmigo hazlo con mi abogado —Gianluca observa a su secretaría—, llama a seguridad. Y largo todo el mundo de mi oficina.—Como dice Gianluca, largo todos. Lo qué te diré será muy importante, al menos que lo qué quieras es desprestigiar más tu imagen de lo qué ya
—No diga eso, señora Mancini. De inmediato llamaré al señor Gianluca, esto tiene qué saberlo —Gaby interrumpe sus pensamientos al darse la vuelta, corriendo hacia el teléfono—, ¿Está segura qué está bien?—Mis mareos se me pasarán —Elena, todavía con la mano en la frente, siente todo el cuerpo entumecido. Y debido a lo qué ha dicho, está volviéndose loca al creer que alguien la está viendo desde lejos.—Señora, acaba de salir de un desmayo profundo. Estaba prendida en fiebre y esto —Gaby se acerca con el teléfono local en su mano, señalando los moretones en sus brazos—, señora, esto tiene qué ser pagado cómo sea.—Dios —Elena se observa los brazos, horrorizada.—El señor Gianluca ya ha puesto la denuncia, pero como ahora los secuestradores están muertos, la situación ha cambiado, señora. ¡Dios! —Gaby la mira cuando Elena cierra los ojos—, ¿Se siente bien? Señora, dígame algo.Elena se apoya con fuerza en la mano de Gaby. Traga saliva, respira y abre los ojos. La debilidad se está apod
La gente alrededor se agacha en menos de un segundo. Los gritos de sobresalto atrapan toda la calle de forma qué se siente incapaz de oír de nuevo la voz de Gianluca.Sigue abrazando su cuello.—¡Señor! —Flavio intenta empujarlos hacia atrás. Hay una estación policial no muy lejos de dónde están, y el único sonido de disparo ha llamado la atención de las autoridades—, ¡Al edificio!—¡Elena! —Gianluca sube las manos hacia su rostro, y se separan del abrazo, olvidándose un momento del mundo a su alrededor.—¿Estás bien? —con el corazón en el cuello y la garganta seca Elena pregunta sin apartarle la mirada —, ¡¿Estás bien?!—Estoy bien, mia cara. Pero tú —la expresión de Gianluca es de desconcierto y de sobresalto a la misma vez—, ¿Qué fue lo qué pasa? ¿Qué sucede?—Vi a un hombre extraño dirigiéndose hacia ti —Elena traga saliva, calmando la respiración—, venía hacia ti, Gianluca. Y yo-—¿Qué cosas estás diciendo? —la mirada de Gianluca cambia a la desesperada molestia, tomando su rostr
—¿Qué relación tiene? ¿quién lo envió? Es la voz de Gianluca lo que se escucha con fuerza. Está de brazos cruzados, sus bíceps trabajados sobresaliendo de su camisa, y con su altura intimida incluso al oficial qué está hablando con él. Gianluca tiene qué mirar siempre hacia abajo para encontrar a las personas. —Confesó qué la orden fue hecha en anonimato. Recibió unos miles de dólares para llevar el acometido, qué según él, sólo fue para asustarlo, fue lo qué dijo —responde el oficial, escribiendo en la pequeña nota—, ¿dónde está la dama qué estaba con usted? —Mi esposa está ocupada en estos momentos. —El sospechoso estará en prisión hasta qué el gobierno pueda otorgarle un abogado. —Ese hombre no saldrá de donde está —habla Gianluca con severidad—, atentó en medio de la calle. Mujeres y niños estaban presentes, mi esposa incluida. Puede qué su confesión sea un intento de susto, pero el intento de homicidio es un hecho. No sólo conmigo, sino con mi esposa hace un par de días.
*Horas antes*Jamás había sentido esa clase de conmoción qué dejaba sin habla y revolvía el estómago hasta el punto de vomitar. Y era lo que ocurría en en ese momento. Las manos de Elena de pronto habían temblado peor de lo qué alguna vez imaginó, e incluso más cuando el juez la sentenció a pasa tantos años en la cárcel. Las manos de Elena sudaron frío, y casi se tambaleó hacia atrás.—¿Usted cómo sabe eso? —¿No lo niega? —el señor Orlando preguntó aún con las manos entrelazadas. Seguía teniendo una expresión de piedra, como si le reprochara con la mirada. Había pasado demasiado tiempo desde qué sentía miedo por alguien. En realidad, pavor.Las palabras de Elena se las llevó el viento. ¿Ahora qué sería de su vida? ¿Ahora qué iba a ser de su futuro y de su sed de venganza? Nadie. Absolutamente nadie debía saber la verdad de su pasado y del porqué se cambió el nombre. ¡Nadie! Era pavor lo que sus gestos guardadan, rígidos por lo qué había escuchado. Sin saber qué hacer, qué de
—Ese hijo en tu vientre no es mío.Las palabras de Gianluca están cargadas de antipatía, un aborrecimiento qué nace desde lo más profundo de su ser.Renata es quien se aleja del abrazo, y sus ojos cambian totalmente de la felicidad a la dolorosa incredulidad, aunque sigue sosteniendolo del cuello, tan cerca qué ya pueden compartir el aliento. —¿Qué estás diciendo? —pregunta Renata. Su tono rebosa el dolor, frunciendo el ceño en tristeza—, ¿Qué estás diciendome, Gianluca?Gianluca vuelve a vista hacia ella, bajando la mirada para encontrarse con las largas pestañas negras de Renata. Lleva su flequillo desornedado.—Eres una mujer, Renata. No te insultaré jamás —Gianluca busca las manos de Renata tras su cuello, y las aleja de él—, pero no sigas haciendo esto. Ese hijo no es mío.—Estás insultandome, es precisamente lo qué haces. ¿Cómo qué esto hijo no es tuyo? ¿Cómo no va a hacerlo? —los planes de Renata resultaron fatales. Pero esto tiene qué funcionar—, nos acostamos, Gianluc