Capítulo 14

Rosario se mantuvo refugiada en la casa de Lucrecia. Sus días transcurrían de forma monótona y temeraria. Corría del trabajo a la casa de su compañera, que a pesar de no coincidir con la vida de ella, la ayudaba.

      — Chica, creo que es hora de que vayas a la comisaría. — Se le acercó Lucrecia, mientras Rosario continuaba cociendo ropa con su máquina industrial. — ¡Oye Rosario!— Golpeo la mesa.

      — ¡¿Qué?!

      — Que te estoy diciendo, ¡mujer!, debes ir a hacer la denuncia de lo que te ha sucedido y de tus hijos.

      — Ya lo hablamo. — Contestó seca, sin sacar los ojos de su trabajo.

      — Lo hemos hablado, pero todavía creo que es importante que lo hagas.— Se cruz
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