Maeve
Él me miró con una mezcla de ternura y preocupación, sus ojos reflejando una emoción que no había notado antes. Sus dedos rozaron mi tobillo mientras me acomodaba, enviando una suave corriente eléctrica por mi piel. El simple contacto me hizo sentir más consciente de su presencia, y mi corazón comenzó a latir un poco más rápido.
—Me dices mucho ese apodo, —dije sonriendo en lo que intentaba ser una sonrisa sensual. —¿Debería darte uno?
¿De verdad estaba pensando en eso? Lo conocía desde hace unos... cuarenta minutos, tal vez más...
—Solo llámame por mi nombre, —respondió alzando la comisura de su boca, su voz baja y seductora.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunté inclinando mi cuerpo hacia el suyo.
—Kane... —dijo suavemente, sentándose sobre sus talones en el suelo frente a mí, sus ojos nunca alejándose de los míos.
La habitación estaba en silencio, salvo por el suave zumbido del tráfico afuera y el sonido de nuestra respiración. Me sentí atraída hacia él, no solo por su apariencia, sino por la conexión inexplicable que me hacía perderme en él.
—Kane... —susurré arrastrando las letras, probando y saboreando su nombre en mis labios. Él sonrió, como si hubiera estado esperando toda la noche que lo dijera.
—Sí, Maeve —respondió, inclinándose un poco más cerca.
El espacio entre nosotros se fue acortando, y pude sentir el calor de su aliento en mi rostro. Había una energía en el aire que no podía ignorar, una que me hacía estar aquí y ahora. Su mano se levantó lentamente, rozando mi mejilla con la punta de sus dedos. El contacto fue tan ligero, tan suave, que me dejó anhelando más.
—No sé por qué, pero me siento... bien contigo —admití, mi voz apenas un susurro.
—Y deberías sentirte así —dijo él, su tono lleno de una promesa que quería, necesitaba, anhelaba que cumpliera.
Sus dedos continuaron su caricia, trazando un camino desde mi mejilla hasta mi mandíbula, y finalmente, hasta mi cuello.
Me incliné hacia él, mis manos encontrando su camino hacia sus hombros, sintiendo la solidez de su cuerpo bajo mis dedos.
—Kane... —dije de nuevo, esta vez con un tono suplicante.
Él no necesitó más invitación. Sus labios encontraron los míos en un beso suave y exploratorio. La sensación de su lengua contra la mía fue como una chispa encendiendo un fuego dentro de mí. Respondí con igual fervor, dejando que el mundo exterior se desvaneciera, centrándome solo en la sensación de estar en sus brazos.
Nos separamos brevemente, nuestras frentes apoyadas una contra la otra, respirando el mismo aire. Sus manos encontraron mi cintura, tirándome suavemente hacia él, mientras nuestras respiraciones se entrelazaban.
—No quiero que te sientas obligada a nada, estás borracha... —dijo, su voz apenas un susurro.
—No estoy borracha, —me ofendí un poco, me sentía más despejada ahora, —bueno, no tanto. Y yo quiero que te quedes —respondí, mi voz temblando de emoción.
Nuestros labios se encontraron de nuevo, esta vez con una intensidad creciente. La sensación de sus manos deslizándose por mi espalda y mis costados, su toque firme pero delicado, me hizo estremecerme.
—Kane... —susurré entre besos, mi voz temblando de deseo y nerviosismo.
—Shh, estoy aquí, ángel —murmuró contra mi piel, su aliento cálido enviando escalofríos por mi columna.
Sus manos encontraron el borde de mi vestido, levantándolo suavemente mientras nuestros cuerpos se movían intentando llegar al cuerpo del otro.
Intenté desprender su camisa, pero mis dedos torpes no estaban colaborando. Frustrada y decidida, rasgué la tela con un tirón brusco, haciendo que los botones saltaran por todos lados. La risa de Kane resonó en mis oídos, una risa profunda y vibrante que hizo eco en mi interior.
—Agresiva... —gruñó entre mis labios, su voz llena de una mezcla de sorpresa y placer. —Me encanta.
Me paró para quedarme frente a él, era demasiado alto, tuve que inclinar la cabeza para mirarlo. Tragué saliva al ver la crudeza de su deseo en sus ojos.
Bajé la mirada, mordiéndome el labio inferior y mirándolo a través de mis pestañas, y esos gestos encendieron algo en él. Se terminó de sacar la ropa y envolvió un brazo alrededor de mi cintura levantándome del suelo. Enrollé mis piernas alrededor de él, sintiendo la dureza de su cuerpo contra el mío.
Se sentó en el sofá conmigo a horcajadas sobre él, besándome intensamente mientras sus manos recorrían mi cuerpo, apretando uno de mis senos mientras que la otra se aferraba a mi trasero, moviéndome para frotarme sobre su miembro.
Mordió fuerte mi labio, hasta que saboreé el sabor de mi sangre en mi lengua. Él gimió extasiado y podría jurar que un gruñido bajo vibró desde lo más profundo de su ser.
En vez de preocuparme, eso me excitó aún más, devolviéndole el gesto hasta que nuestra sangre se combinó en nuestros besos, sus manos acercándome más a él, mis manos aferradas a su cabello.
Con una fuerza y delicadeza sorprendente rasgó la última barrera que había entre nosotros, miré mis pobres bragas destrozadas a un lado y levanté la mirada justo para verlo sonreír como si hubiera ganado un premio.
Esa sonrisa arrogante se borró cuando colocó su miembro en mi entrada, sus labios entreabiertos dejando escapar un gemido animal mientras me penetraba muy lentamente. Sentí cada centímetro de él entrando y llenándome, tan perfecto, como si hubiera sido hecho para mí.
Se enterró hasta la empuñadura y se inclinó hacia atrás para mirarme, sus ojos ahora más oscuros, perdidos en la neblina de la lujuria.
—Eres perfecta... —susurró intentando controlar su respiración agitada.
Acortó el espacio entre ambos, apoderándose de mis labios una vez más antes de aferrarse a mis caderas para moverme sobre su eje. Mis dedos temblando de placer se encontraron con su perfecta barba, subiendo hasta llegar a su cabello suave entre mis dedos.
Sus labios recorrieron mi mandíbula dejando un rastro de fuego ardiente hasta llegar a mi cuello. Mordió suavemente antes de pasar su nariz por el lugar, jadeando mientras me olfateaba.
Sentí un pinchazo cuando sus dientes se clavaron en mi piel seguido por un éxtasis que me liberó de los últimos rastros del alcohol en mi sistema, emborrachándome con esta nueva sensación.
Me movía cada vez más rápido, manteniendo el ritmo que me llevaba dulcemente a la perdición y estaba totalmente dispuesta a lanzarme hacia ella.
Su mano me sujetó con fuerza por detrás de la cabeza mientras sus dientes seguían clavados en mi cuello, mi interior era un mar de emociones que se golpeaban una y otra vez contra la fortaleza que era él.
Sentí mis paredes tensarse y apretarlo con más fuerza, haciéndolo gruñir de placer.
Me tomó más fuerte y rápido hasta que mi liberación me golpeó tan duro, deslizándose en toda su longitud, con gemidos que salían de mis labios, otro orgasmo que ya perseguía al anterior, el placer que me debilitaba mientras todo mi cuerpo temblaba.
Me agarró de las caderas para tomar el control, manteniéndome justo donde quería mientras entraba y salía de mi cuerpo con movimientos perfectos. Sus labios se desprendieron de mi cuello pasando la lengua sobre la herida que seguramente había dejado.
Mientras me llevaba a una nueva y estremecedora descarga, mi cuerpo se apretaba con fuerza alrededor de su eje.
Maldijo hasta que sus movimientos comenzaron a calmarse dentro de mí, llenándome y gimiendo por su propio placer, con sus dedos clavados en mis caderas mientras me daba hasta la última gota de sí mismo.
Entró y salió lentamente de mí un par de veces más, dejando que mi cabeza cayera sobre su hombro cuando las fuerzas desaparecieron de mi cuerpo.
—Eres mía, ángel —me dijo suavemente al oído.
Al escucharlo mi cuerpo se estremeció. Pasé mi lengua por mi labio inferior, su sabor y sus besos aún hormigueando sobre mi piel.
—Lo soy, —susurré y giré la cabeza para mirarlo, encontrando en su mirada un brillo de felicidad mientras se inclinaba hacia delante para robarme un beso que me reclamó permanentemente.
MaeveEl sonido molesto de la alarma de mi teléfono me sacó de un sueño tranquilo, dejando mi cabeza resonando con cada repetición. Maldita sea la mañana, pensé, mientras me levantaba pesadamente de la cama. Con un movimiento rápido y brusco, silencié la alarma y, de golpe, el recuerdo de la noche anterior me invadió la mente. Corrí al baño y me miré al espejo, buscando desesperadamente algún rastro de lo que había sucedido. Observé mi cuello con atención, pero no había ni la más mínima marca visible. Una oleada de confusión y alivio se mezclaron en mi mente, dejándome aún más desconcertada.El teléfono empezó a sonar nuevamente, esta vez con una llamada entrante, interrumpiendo mis pensamientos confusos. Maldito aparato, me quejé con un dolor de cabeza creciente, mientras me apresuraba de vuelta al dormitorio para contestar. Cuando vi que era Clau llamándome, respondí al instante.—¿¡Dónde estás!? —gritó, la preocupación tiñiendo su voz.—Buenos días para ti también, —respondí con
Maeve—Señorita Ryder, ¿me permite un momento?Mi corazón se aceleró, mis planes interrumpidos por la simple inflexión de su voz.—Sí, —es tu momento, Maeve, no puedes volver a repetir lo de anoche, —claro, profesor Knight—respondí, mi voz salió más temblorosa de lo que habría querido.Sonreí nerviosamente mientras esperaba a que la clase se desocupara, cada segundo estirándose como una eternidad. Una vez solos, él me sonrió como la noche anterior, aquel gesto que me desarmó por completo.—¡Vaya sorpresa, Maeve! —dijo, su sonrisa radiante iluminando el espacio entre nosotros, su uso casual de mi nombre enviando un escalofrío a través de mí.—Profesor, no es adecuado que me llame así —respondí, tratando de poner una barrera profesional entre nosotros, aunque cada parte de mí reaccionaba a su presencia.Kane se movió ligeramente, su incomodidad visible por un momento, y luego se recompuso, como si de repente comprendiera lo que yo no estaba diciendo con palabras.—¿Así que crees que fu
Maeve—No sé, chicas, —suspiré, sintiéndome ahogada por la situación. —Todo esto es nuevo para mí, y no quiero meterme en problemas.—Bueno, solo ten cuidado, —dijo Sarah, su tono serio por un momento. —Pero también, escucha a tu corazón. A veces, las cosas complicadas merecen una segunda mirada.Asentí, agradecida por su apoyo, pero mi mente seguía divagando, dividida entre lo que debería hacer y lo que deseaba hacer. La figura de Kane, sentado solo en su mesa, seguía capturando mi atención, y sabía, en lo más profundo de mí, que esto no había terminado. —¿Escucharon de la fiesta esta noche en la casa de Amelia? —dijo Dani, cambiando de tema abruptamente, —ya saben, por el inicio de clases.—Yo no, me levanté directamente a la clase, —me reí, el recuerdo aún fresco de haber saltado de la cama y casi volar hacia la universidad.—¿Les sirve que las pase a buscar a las ocho? —propuso Clau con un tono sugestivo, arqueando una ceja, claramente emocionada por la idea de otra noche fuera.
MaeveDespués de un día que se sintió como una montaña rusa emocional, me arrastré hasta mi apartamento esperando no toparme con nadie en el camino. Y por "nadie", me refiero específicamente a Kane. Por suerte no estaba por ningún lado. La idea de encontrarme con él y tener que mirarlo a la cara después de lo que pasó con Jonas me hacía sentir un nudo en el estómago.Al llegar, dejé caer la mochila sobre una silla con un suspiro de alivio. Mi estómago gruñó, recordándome que había saltado el almuerzo, así que rebusqué en la cocina hasta encontrar algo rápido: unas galletitas y un café para despertarme un poco. Preparé el café, dejando que el aroma llenara la cocina, una dulce promesa de energía que necesitaba desesperadamente.Puse algo de música suave de fondo, algo tranquilo, y me senté en la pequeña mesa de la cocina para empezar a estudiar, masticando una galleta mientras abría mis apuntes, tratando de concentrarme en las palabras frente a mí.Justo entonces, mi teléfono vibró s
Maeve—Buenas noches, —respondió él con una voz tranquila, girándose hacia nosotras. Su mirada se detuvo en mí, evaluándome de pies a cabeza de una forma que envió un escalofrío por mi columna.El shock de verlo allí me dejó momentáneamente sin palabras. La sorpresa debió notarse claramente en mi rostro.—Buenas noches, profesor, —conseguí decir, mi voz un poco más alta de lo normal debido a la sorpresa. —¿Qué hace aquí?Kane me evaluó con una mirada que bien podría haberme desnudado allí mismo, una media sonrisa apareciendo en su rostro. —Recién me mudé. Parece que seremos vecinos.Clau, captando la tensión y la sorpresa en el aire, intervino con entusiasmo. —¡Vaya, qué pequeño es el mundo! Bueno, estamos de salida. Maeve y yo vamos a una fiesta.—Espero que lo pasen bien, —dijo él, su mirada aún fija en mí por un momento antes de desearnos una buena noche y entrar a su apartamento.Clau y yo continuamos hacia las escaleras, y ella no pudo resistirse a comentar. —Wow, eso es una c
MaeveMe giré lentamente, enfrentando la figura que se recortaba contra las luces tenues del patio. La luz de la luna iluminaba su rostro, destacando los contornos fuertes de su mandíbula y el brillo penetrante de sus ojos. Su mirada, cargada de una intensidad que me hacía temblar, se fijó en la mía, buscando respuestas o quizás, entendimiento.—Kane, yo... —comencé, intentando encontrar las palabras adecuadas, pero la sorpresa de encontrarlo aquí, en este lugar, en este momento, enredaba mis pensamientos.El sonido de la música de la fiesta se desvanecía en un segundo plano, y todo lo que podía oír era el latido acelerado de mi corazón y nuestra respiración en la quietud de la noche. La cercanía de Kane era abrumadora, y a pesar del miedo inicial provocado por el encuentro anterior, su presencia traía consigo un tipo de calma extraña, casi como si, en su compañía, ningún verdadero mal podría tocarme.—No deberías estar aquí sola —continuó él, su voz baja y preocupada, rompiendo la t
Maeve—Kane, esto... nosotros... es complicado. Tú eres mi profesor, y hay tantas razones por las que no deberíamos... —intenté explicar, aunque cada palabra era una batalla contra el deseo que su cercanía avivaban.—Lo sé, ángel. Y lo último que quiero es hacerte daño o ponerte en una posición difícil. Si me dices que pare, —dijo cerrando los ojos un segundo antes de volver a abrirlos, como si lo que fuera a decir le doliera, —lo haré. Sin preguntas, sin expectativas.La sinceridad en su voz me conmovió profundamente, y en ese momento, supe que, sin importar lo que decidiera, Kane respetaría mi elección. Eso, más que cualquier promesa de pasión, profundizó mi afecto por él, haciéndome valorar la rareza de lo que estaba surgiendo entre nosotros.Me acerqué a sus labios y lo besé antes de siquiera pensarlo bien.—Sí, lo quiero... pero esto es arriesgado, —dije entre besos mientras él se agachaba para empujar su mano debajo del dobladillo de mi vestido.—Lo sé, —gruñó cuando sus dedos e
Kane¡Por los mil demonios!Esta chica entró en mi vida y se aferró a mi ser como una maldita larva. Y amaba cada segundo de eso. Maeve tenía algo... algo que movió todo mi interior, que había estado dormido por mucho, mucho tiempo. Su presencia era como un incendio que había encendido una chispa en la parte más oscura y olvidada de mi ser, y ahora, consumía todo con una intensidad que no podía ni quería sofocar.Aunque debería darme un poco de crédito, estaba manejando muy bien las situaciones con ella, principalmente las de celos. Ese ex novio suyo, en mi mente ya debería estar bajo tierra. Cada vez que pensaba en él, una ola de ira primaria me recorría, pero al mirar a Maeve, ver ese brillo en sus ojos, me calmaba de formas que nunca había experimentado.Mi pequeña ángel ya estaba dormida entre mis brazos, y maldita sea si no se sentía fabuloso poder tenerla así. Su respiración suave, casi musical, y la sensación de su piel contra la mía me hacían sentir extrañamente completo,