Maeve
El sonido molesto de la alarma de mi teléfono me sacó de un sueño tranquilo, dejando mi cabeza resonando con cada repetición.
M*****a sea la mañana, pensé, mientras me levantaba pesadamente de la cama. Con un movimiento rápido y brusco, silencié la alarma y, de golpe, el recuerdo de la noche anterior me invadió la mente.
Corrí al baño y me miré al espejo, buscando desesperadamente algún rastro de lo que había sucedido. Observé mi cuello con atención, pero no había ni la más mínima marca visible. Una oleada de confusión y alivio se mezclaron en mi mente, dejándome aún más desconcertada.
El teléfono empezó a sonar nuevamente, esta vez con una llamada entrante, interrumpiendo mis pensamientos confusos.
Maldito aparato, me quejé con un dolor de cabeza creciente, mientras me apresuraba de vuelta al dormitorio para contestar. Cuando vi que era Clau llamándome, respondí al instante.
—¿¡Dónde estás!? —gritó, la preocupación tiñiendo su voz.
—Buenos días para ti también, —respondí con una mezcla de sarcasmo y burla.
—Por lo menos estás viva, lástima que eso no te servirá para llegar a tiempo a clases, —replicó Clau con una risa arrogante.
Miré la hora en mi teléfono y dejé escapar un grito ahogado.
M****a, m****a, m****a... Llegaré tarde... otra vez.
Mientras me vestía a toda prisa con lo primero que encontré en mi armario, una mezcla de emociones corría por mi mente.
No era conocida por ser una estudiante brillante, aunque amaba lo que hacía, pero no podía permitirme que volvieran a llamar a mamá para informarle de mis situaciones académicas. No es que lo hicieran con todos, pero una de mis profesoras era la mejor amiga de mamá, sí, vaya suerte la mía.
Agarré mis cuadernos y salí disparada de mi apartamento, con el corazón latiendo con fuerza ante la idea de llegar tarde a clase una vez más. Y aunque vivía a unas pocas calles de la universidad, cada segundo se sentía como una eternidad mientras corría.
Llegué al aula, respirando agitada. El frío aire que había inhalado en mi carrera aún quemaba en mis pulmones y cada latido de mi corazón resonaba en mis oídos como un tambor distante.
Me detuve frente a la puerta del salón, tratando de calmar mi respiración y reuní fuerzas para golpear la puerta, sintiendo el pulso acelerado en mis sienes.
Cuando al fin entré, mi intención de disculparme se esfumó por completo al ver al nuevo profesor parado frente al salón.
Estaba allí, con una postura relajada pero imponente, sus ojos encontrándose con los míos en una mirada que parecía detener el tiempo.
Kane me sonrió con una sonrisa que revolvió tantas emociones en mí, pero yo me quedé petrificada, incapaz de moverme o hablar, como si mis pies estuvieran pegados al suelo.
—Adelante, ¿señorita...? —dijo él con una voz calmada y un tono cordial una completa burla a los nervios que se agitaban dentro de mí.
Su invitación sonó tan normal, tan despreocupada, que por un momento olvidé por qué había estado corriendo.
La sorpresa de encontrarlo allí, no solo en mi universidad sino parado justo en frente de mi clase, me descolocó por completo. Era como si cada molécula de aire en ese pasillo se hubiera cargado eléctricamente, y yo fuera incapaz de respirar o responder adecuadamente.
—R-Ryder... —susurré antes de obligarme a mover los pies, entrando a la clase con pasos inseguros que apenas disimulaban mi confusión.
Pasé junto a él, demasiado consciente de su presencia, de la forma en que su perfume se mezclaba sutilmente con el aire que respiraba. Me dirigí a mi lugar, sintiendo la mirada de Kane en mi espalda, una presión que sentí sobre mí como una segunda piel que me hizo temblar ligeramente.
Al sentarme, traté de enfocar mi atención en la pizarra vacía al frente, intentando calmar el remolino de pensamientos y emociones que me asaltaban. ¿Por qué estaba aquí? ¿Y cómo podría concentrarme en algo sabiendo que él estaba a pocos metros, observándome con esos ojos intensos que parecían ver directo a través de mí?
Kane se paró frente a la clase con una seriedad que imponía respeto. Comenzó su clase con voz firme, cada palabra pronunciada con precisión clínica.
—Hoy exploraremos la evolución de la narrativa cinematográfica, desde sus humildes comienzos en los primeros días del cine mudo hasta las complejas producciones digitales de la actualidad, —anunció, su tono serio infundiendo un aire de importancia a cada palabra.
A medida que hablaba, sus ojos recorrían la sala, deteniéndose brevemente en cada estudiante para enfatizar sus puntos.
Sin embargo, cada vez que su mirada se encontraba con la mía, una ligera sonrisa se esbozaba en su rostro, suavizando momentáneamente la frialdad de su exposición.
—Considérense las implicaciones culturales de obras revolucionarias como 'El Ciudadano Kane', que no solo redefinió técnicas de narrativa visual sino que también desafió estructuras de poder establecidas, —explicó con una pasión visible.
Una chica levantó la mano, con un tono un poco coqueto que desentonaba con la seriedad del tema.
—Profesor Knight, ya que sabe tanto y tiene tanta experiencia, ¿nos podría contar cómo la tecnología ha influenciado su vida con respecto al cine? ¿Algo más... personal tal vez?
Hubo un silencio breve, todos esperaban ver cómo respondería Kane. Él la miró con una expresión que no dejaba pasar ninguna emoción.
—Gracias por la pregunta, —empezó, manteniendo su voz tranquila y distante. —Si hablamos de tecnología, prefiero concentrarme en cómo las herramientas digitales han hecho que cualquiera que tenga una buena idea pueda hacer películas. Esto ha abierto las puertas a cineastas de todo el mundo, lo cual es fundamental para entender diferentes culturas y narrativas.
Otro estudiante levantó la mano, un chico en la parte trasera de la clase.
—Profesor Knight, ¿cree que el cine en realidad puede cambiar la sociedad, o es solo entretenimiento? —preguntó con curiosidad evidente.
—Es una buena pregunta. —Kane asintió, apreciando el cambio de tema. —Definitivamente, el cine tiene el poder de influenciar y reflejar los cambios sociales. Piensen en películas que abordan temas difíciles o que representan movimientos sociales importantes. No solo entretienen, sino que también provocan discusión y pueden inspirar cambio.
Mientras Kane respondía a la pregunta, yo luchaba para mantenerme anclada al presente, pero mis pensamientos no me lo hacían fácil, haciéndome volver a la noche anterior.
Cada vez que él volteaba ligeramente hacia donde yo estaba, los recuerdos de anoche me consumían, haciendo que mi corazón latiera poco más rápido. Imágenes de él tomándome en el sofá, su sonrisa encantadora, y el tenue roce de sus manos sobre mi piel, continuaban asaltándome.
—Profesor, ¿qué papel juega la edición en la creación de una narrativa poderosa en el cine? —preguntó alguien, ajustándose las gafas con interés.
—La edición es fundamental. Puede cambiar el ritmo de la narrativa, enfocar la atención del espectador en detalles específicos, y alterar emocionalmente al público. Es tanto un arte como una técnica.
Una estudiante del frente levantó rápidamente la mano para no perder la oportunidad de preguntar.
—En su opinión, ¿qué elemento considera más desafiante al hacer una película?
—Uno de los mayores desafíos es equilibrar la visión creativa con las limitaciones prácticas, como el presupuesto y los plazos de tiempo. Encontrar ese equilibrio y aún así producir algo que resuene tanto a nivel visual como narrativo es extremadamente desafiante.
Cada vez que él miraba en mi dirección y nuestras miradas se cruzaban, sentía un eco de aquel calor, una conexión que parecía ir más allá de una simple coincidencia. Su besos en mi cuerpo, la forma en que sus ojos se iluminaban con cada movimiento dentro de mí y cómo eso me hacía sentir inexplicablemente viva...
—¿Cómo cree que el avance tecnológico está redefiniendo el rol del director?
—La tecnología está ampliando lo que es posible en el cine, permitiendo a los directores experimentar con nuevas técnicas y formas de contar historias. Sin embargo, la esencia sigue siendo la capacidad de contar una historia convincente, independientemente de la herramienta que se utilice.
¿Cómo podía estar ahí parado, tan profesional y distante, sin darse cuenta lo que estaba provocando en mí?
Hay Dios mío, tendré que dejar esta clase, pensé desesperadamente. La idea de sentarme allí, día tras día, lidiando con situación, parecía más de lo que podía manejar.
En cuanto el timbre sonó, mis movimientos fueron mecánicos. Me levanté rápidamente, con la firme idea de ir a cambiar mi clase tan pronto como fuera posible. Pero justo cuando me disponía a salir del salón, su voz, clara y autoritaria, me detuvo en seco.
—Señorita Ryder, ¿me permite un momento?
Maeve—Señorita Ryder, ¿me permite un momento?Mi corazón se aceleró, mis planes interrumpidos por la simple inflexión de su voz.—Sí, —es tu momento, Maeve, no puedes volver a repetir lo de anoche, —claro, profesor Knight—respondí, mi voz salió más temblorosa de lo que habría querido.Sonreí nerviosamente mientras esperaba a que la clase se desocupara, cada segundo estirándose como una eternidad. Una vez solos, él me sonrió como la noche anterior, aquel gesto que me desarmó por completo.—¡Vaya sorpresa, Maeve! —dijo, su sonrisa radiante iluminando el espacio entre nosotros, su uso casual de mi nombre enviando un escalofrío a través de mí.—Profesor, no es adecuado que me llame así —respondí, tratando de poner una barrera profesional entre nosotros, aunque cada parte de mí reaccionaba a su presencia.Kane se movió ligeramente, su incomodidad visible por un momento, y luego se recompuso, como si de repente comprendiera lo que yo no estaba diciendo con palabras.—¿Así que crees que fu
Maeve—No sé, chicas, —suspiré, sintiéndome ahogada por la situación. —Todo esto es nuevo para mí, y no quiero meterme en problemas.—Bueno, solo ten cuidado, —dijo Sarah, su tono serio por un momento. —Pero también, escucha a tu corazón. A veces, las cosas complicadas merecen una segunda mirada.Asentí, agradecida por su apoyo, pero mi mente seguía divagando, dividida entre lo que debería hacer y lo que deseaba hacer. La figura de Kane, sentado solo en su mesa, seguía capturando mi atención, y sabía, en lo más profundo de mí, que esto no había terminado. —¿Escucharon de la fiesta esta noche en la casa de Amelia? —dijo Dani, cambiando de tema abruptamente, —ya saben, por el inicio de clases.—Yo no, me levanté directamente a la clase, —me reí, el recuerdo aún fresco de haber saltado de la cama y casi volar hacia la universidad.—¿Les sirve que las pase a buscar a las ocho? —propuso Clau con un tono sugestivo, arqueando una ceja, claramente emocionada por la idea de otra noche fuera.
MaeveDespués de un día que se sintió como una montaña rusa emocional, me arrastré hasta mi apartamento esperando no toparme con nadie en el camino. Y por "nadie", me refiero específicamente a Kane. Por suerte no estaba por ningún lado. La idea de encontrarme con él y tener que mirarlo a la cara después de lo que pasó con Jonas me hacía sentir un nudo en el estómago.Al llegar, dejé caer la mochila sobre una silla con un suspiro de alivio. Mi estómago gruñó, recordándome que había saltado el almuerzo, así que rebusqué en la cocina hasta encontrar algo rápido: unas galletitas y un café para despertarme un poco. Preparé el café, dejando que el aroma llenara la cocina, una dulce promesa de energía que necesitaba desesperadamente.Puse algo de música suave de fondo, algo tranquilo, y me senté en la pequeña mesa de la cocina para empezar a estudiar, masticando una galleta mientras abría mis apuntes, tratando de concentrarme en las palabras frente a mí.Justo entonces, mi teléfono vibró s
Maeve—Buenas noches, —respondió él con una voz tranquila, girándose hacia nosotras. Su mirada se detuvo en mí, evaluándome de pies a cabeza de una forma que envió un escalofrío por mi columna.El shock de verlo allí me dejó momentáneamente sin palabras. La sorpresa debió notarse claramente en mi rostro.—Buenas noches, profesor, —conseguí decir, mi voz un poco más alta de lo normal debido a la sorpresa. —¿Qué hace aquí?Kane me evaluó con una mirada que bien podría haberme desnudado allí mismo, una media sonrisa apareciendo en su rostro. —Recién me mudé. Parece que seremos vecinos.Clau, captando la tensión y la sorpresa en el aire, intervino con entusiasmo. —¡Vaya, qué pequeño es el mundo! Bueno, estamos de salida. Maeve y yo vamos a una fiesta.—Espero que lo pasen bien, —dijo él, su mirada aún fija en mí por un momento antes de desearnos una buena noche y entrar a su apartamento.Clau y yo continuamos hacia las escaleras, y ella no pudo resistirse a comentar. —Wow, eso es una c
MaeveMe giré lentamente, enfrentando la figura que se recortaba contra las luces tenues del patio. La luz de la luna iluminaba su rostro, destacando los contornos fuertes de su mandíbula y el brillo penetrante de sus ojos. Su mirada, cargada de una intensidad que me hacía temblar, se fijó en la mía, buscando respuestas o quizás, entendimiento.—Kane, yo... —comencé, intentando encontrar las palabras adecuadas, pero la sorpresa de encontrarlo aquí, en este lugar, en este momento, enredaba mis pensamientos.El sonido de la música de la fiesta se desvanecía en un segundo plano, y todo lo que podía oír era el latido acelerado de mi corazón y nuestra respiración en la quietud de la noche. La cercanía de Kane era abrumadora, y a pesar del miedo inicial provocado por el encuentro anterior, su presencia traía consigo un tipo de calma extraña, casi como si, en su compañía, ningún verdadero mal podría tocarme.—No deberías estar aquí sola —continuó él, su voz baja y preocupada, rompiendo la t
Maeve—Kane, esto... nosotros... es complicado. Tú eres mi profesor, y hay tantas razones por las que no deberíamos... —intenté explicar, aunque cada palabra era una batalla contra el deseo que su cercanía avivaban.—Lo sé, ángel. Y lo último que quiero es hacerte daño o ponerte en una posición difícil. Si me dices que pare, —dijo cerrando los ojos un segundo antes de volver a abrirlos, como si lo que fuera a decir le doliera, —lo haré. Sin preguntas, sin expectativas.La sinceridad en su voz me conmovió profundamente, y en ese momento, supe que, sin importar lo que decidiera, Kane respetaría mi elección. Eso, más que cualquier promesa de pasión, profundizó mi afecto por él, haciéndome valorar la rareza de lo que estaba surgiendo entre nosotros.Me acerqué a sus labios y lo besé antes de siquiera pensarlo bien.—Sí, lo quiero... pero esto es arriesgado, —dije entre besos mientras él se agachaba para empujar su mano debajo del dobladillo de mi vestido.—Lo sé, —gruñó cuando sus dedos e
Kane¡Por los mil demonios!Esta chica entró en mi vida y se aferró a mi ser como una maldita larva. Y amaba cada segundo de eso. Maeve tenía algo... algo que movió todo mi interior, que había estado dormido por mucho, mucho tiempo. Su presencia era como un incendio que había encendido una chispa en la parte más oscura y olvidada de mi ser, y ahora, consumía todo con una intensidad que no podía ni quería sofocar.Aunque debería darme un poco de crédito, estaba manejando muy bien las situaciones con ella, principalmente las de celos. Ese ex novio suyo, en mi mente ya debería estar bajo tierra. Cada vez que pensaba en él, una ola de ira primaria me recorría, pero al mirar a Maeve, ver ese brillo en sus ojos, me calmaba de formas que nunca había experimentado.Mi pequeña ángel ya estaba dormida entre mis brazos, y maldita sea si no se sentía fabuloso poder tenerla así. Su respiración suave, casi musical, y la sensación de su piel contra la mía me hacían sentir extrañamente completo,
MaeveLa cama se sentía fría esta mañana, las sábanas ahora revueltas y vacías donde una vez Kane había estado. Una sensación de abandono y tristeza me invadió mientras me sentaba en la cama, con la vista todavía nublada por el sueño y la confusión de despertar sola. Suspiré, sintiendo la ausencia de su calor como un vacío en mi interior. Me moví lentamente, dejando que mis pies tocaran el suelo frío.—Buenos días, ángel, —su voz rompió el silencio, cálida y sorprendentemente cerca. Me giré para mirarlo, encontrándome con su presencia reconfortante. Él ya estaba vestido con un traje elegante, listo para comenzar el día que tenía por delante. La visión de él tan formal tan temprano en la mañana me hacía sentir un contraste extraño pero agradable entre su apariencia sofisticada y mi propio desaliño.—Te traje café, —dijo, acercándose a mí con un vaso humeante en su mano. Se inclinó para depositar un suave beso en mis labios, un gesto tan cotidiano como extraordinario que hizo que mi