Maeve
—Señorita Ryder, ¿me permite un momento?
Mi corazón se aceleró, mis planes interrumpidos por la simple inflexión de su voz.
—Sí, —es tu momento, Maeve, no puedes volver a repetir lo de anoche, —claro, profesor Knight—respondí, mi voz salió más temblorosa de lo que habría querido.
Sonreí nerviosamente mientras esperaba a que la clase se desocupara, cada segundo estirándose como una eternidad.
Una vez solos, él me sonrió como la noche anterior, aquel gesto que me desarmó por completo.
—¡Vaya sorpresa, Maeve! —dijo, su sonrisa radiante iluminando el espacio entre nosotros, su uso casual de mi nombre enviando un escalofrío a través de mí.
—Profesor, no es adecuado que me llame así —respondí, tratando de poner una barrera profesional entre nosotros, aunque cada parte de mí reaccionaba a su presencia.
Kane se movió ligeramente, su incomodidad visible por un momento, y luego se recompuso, como si de repente comprendiera lo que yo no estaba diciendo con palabras.
—¿Así que crees que fue solo una cosa de una noche? —preguntó, levantando una ceja, su tono desafiante pero no enojado.
Perdí mi enfoque, capturada por la profundidad de su mirada. Por un instante, creí ver un destello de fuego en sus ojos, pero él parpadeó y cualquier rastro de esa intensidad desapareció como si nunca hubiera existido.
—No son correctas las relaciones profesor-estudiante... —murmuré, bajando la mirada al suelo, sintiendo cómo la realidad de nuestras circunstancias empezaba a pesar más que la atracción que sentía.
—No, claro que no, —respondió él, y sus palabras sonaron como un martillo golpeando la última estaca en el ataúd de lo que podría haber sido.
Intenté llenar el incómodo silencio que siguió, incapaz de soportar la tensión que nos envolvía.
—Nos veremos todos los días... —dije, intentando sonar indiferente.
—Sí, así es... —dijo él en un suspiro, su voz cargada de una resignación que no esperaba escuchar.
—No es profesional... —me arriesgué a levantar la vista, encontrándome nuevamente con su intensa mirada que parecía ver directo a través de mí.
—No, no lo es, —replicó rápidamente, antes de añadir con una suavidad que rozaba lo personal, —no dentro de estas cuatro paredes al menos, meine.
Iba a responder, tal vez a preguntar qué significaba ese 'meine', cuando mi teléfono vibró agresivamente en mi bolsillo, interrumpiendo la intensidad del momento.
Saqué el móvil, la pantalla iluminada mostraba mensajes de mis amigas preguntando dónde estaba. Miré a Kane, buscando alguna señal de qué hacer o decir, si las cosas habían quedado claras.
—Nos vemos más tarde, meine, —dijo él, recogiendo sus cosas con una eficiencia que ponía fin a nuestra conversación.
Sin decir más, salió del aula, dejándome sola con mis pensamientos revueltos y un corazón que aún latía descontroladamente.
El zumbido constante de mi teléfono en la mano finalmente captó mi atención. Deslicé la pantalla para leer el torrente de mensajes que había ignorado durante la charla.
Clau: "Vamos Eve, te estamos esperando en la cafetería y tienes mucho para ponerte al día con nosotras."
Sarah: "Siiii, queremos detalles de la jugada a jugada de tu noche..."
Dani: "Mueve el culo Eve que no nos da el tiempo!!!"
No pude evitar soltar una risa al leer sus comentarios, tan típicos de ellas, siempre ansiosas por cada chisme y cada detalle picante.
A pesar de mi risa, una sombra de preocupación se cernía sobre mí. Lo de Kane...
El profesor Knight, corregí en mi mente, intentando imponer algo de distancia y formalidad a mis pensamientos revoltosos.
Con un suspiro profundo que no logró aliviar la pesadez en mi pecho, salí del salón. Mis pasos resonaban en el pasillo vacío, marcando el ritmo de mi corazón aún agitado. Las palabras de Kane, ese "meine" final, vibraban en mi cabeza, añadiendo un tono melancólico a mis movimientos.
Mientras caminaba hacia la cafetería, me dije a mí misma que el cambio de clase podía esperar. Ahora, lo que necesitaba era ver las caras de mis amigas.
Al abrir la puerta, el bullicio y el aroma del café recién hecho me envolvieron, proporcionando un contraste reconfortante con la tensa calma del aula que acababa de dejar.
Las chicas estaban allí, agitando las manos para que me uniera a ellas, sus rostros iluminados por sonrisas que prometían hacerme olvidar, al menos por un momento, la complicada red de emociones que Kane había tejido alrededor de mi corazón.
Al acercarme a la mesa donde mis amigas ya habían ocupado un rincón acogedor, sus rostros se iluminaron aún más al verme. Dejé caer mi bolso en la silla y me desplomé junto a ellas, sintiendo un alivio instantáneo al estar rodeada por su energía familiar y cariñosa.
—¡Por fin! Pensamos que te habías perdido en el camino, —bromeó Clau, empujándome suavemente el hombro.
—O peor, que te habías escapado con un misterioso desconocido... otra vez, —añadió Sarah con un guiño.
—Bueno, casi, —respondí, dejando escapar un suspiro teatral que provocó una ráfaga de risas entre nosotras.
Dani, siempre la más directa, se inclinó hacia adelante con los ojos brillantes de curiosidad.
—Vamos, Eve, no nos dejes con la intriga. ¿Qué pasó anoche después de que se fueran juntos?
Justo cuando estaba a punto de sumergirme en los detalles jugosos de la noche anterior, la puerta de la cafetería se abrió de nuevo. Un silencio repentino cayó sobre nuestro grupo mientras todas las cabezas, incluida la mía, se giraban hacia la entrada.
Kane.
Su presencia en la cafetería era como un imán, atrayendo todas las miradas hacia él mientras avanzaba con esa confianza que le era tan característica.
Mis amigas seguían su trayectoria con los ojos muy abiertos, luego volteaban hacia mí, sus expresiones eran una mezcla de sorpresa e incredulidad. Clau me dio un codazo suave, un brillo travieso en sus ojos.
—¿Ese es...?
No necesité responder. La manera en que lo miraba probablemente revelaba más de lo que quería admitir.
Kane, por su parte, parecía estar buscando algo o alguien, su mirada escaneando la cafetería. Cuando finalmente sus ojos se encontraron con los míos, una breve sonrisa triste se dibujó en sus labios, enviando chispas a través de la sala y de mi corazón.
—Dios mío, Maeve, ¡tienes que contarnos todo ahora! —exclamó Dani, su voz un susurro emocionado que apenas lograba mantenerse bajo.
Sarah y Clau asentían fervientemente, ambas con una mezcla de asombro y diversión danzando en sus miradas.
—Es complicado, —murmuré, mi atención dividida entre mis amigas que exigían detalles y Kane, quien ahora se dirigía al mostrador para pedir algo. —Resulta que mi compañero de anoche, hoy es mi profesor... Pero ya le dije que no podía pasar nada más entre nosotros. Ayer no sabía quién era y eso es poco ético.
Mis amigas intercambiaron miradas rápidas y significativas, y la mesa quedó envuelta en un breve silencio.
—Wow, eso sí que es complicado, —dijo Clau finalmente, rompiendo el silencio con un tono de voz que mezclaba sorpresa con una pizca de preocupación.
—¿Y solo te diste cuenta hoy que era tu profesor? —preguntó Sarah, inclinándose hacia adelante, sus ojos llenos de curiosidad.
Asentí lentamente, sintiendo cómo la realidad del asunto se asentaba aún más al hablar de ello.
—Sí, cuando entré al salón esta mañana y lo vi allí, parado, esperando comenzar la clase... No te imaginas cómo me sentí.
—Debe haber sido un shock total, —comentó Dani, su voz baja pero intensa. —Pero, ¿y esa química? ¿Vas a intentar olvidarla solo porque ahora es tu profesor?
—Sí, —respondí en un suspiro, aunque mi corazón no estaba completamente convencido. —Es lo correcto, no puedo arriesgar su carrera ni la mía. Tiene que ser profesional.
Antes de que pudieran continuar, Kane terminó de pedir en el mostrador y, con su café en mano, comenzó a caminar hacia nuestra mesa. Mis amigas se tensaron, sus ojos seguían cada uno de sus movimientos.
Al llegar, Kane nos miró a todas con una sonrisa educada y cortés.
—Buen día, —dijo, su voz tranquila y controlada. —Espero no interrumpir, solo quería decirte, Maeve, buena charla después de la clase, pero creo que deberíamos... reconsiderar ciertos puntos.
Las miradas de mis amigas iban y venían de mí a Kane, claramente intrigadas por la dinámica entre nosotros.
—Bueno, no les quito más tiempo. Disfruten de la jornada, —añadió Kane antes de darse la vuelta y dirigirse a una mesa vacía en la esquina, donde se sentó solo.
Una vez que estuvo lo suficientemente lejos, Clau se inclinó hacia mí, bajando la voz a un susurro conspirativo.
—Maeve, eso no parece el final de nada. Parece más bien el comienzo de algo.
Maeve—No sé, chicas, —suspiré, sintiéndome ahogada por la situación. —Todo esto es nuevo para mí, y no quiero meterme en problemas.—Bueno, solo ten cuidado, —dijo Sarah, su tono serio por un momento. —Pero también, escucha a tu corazón. A veces, las cosas complicadas merecen una segunda mirada.Asentí, agradecida por su apoyo, pero mi mente seguía divagando, dividida entre lo que debería hacer y lo que deseaba hacer. La figura de Kane, sentado solo en su mesa, seguía capturando mi atención, y sabía, en lo más profundo de mí, que esto no había terminado. —¿Escucharon de la fiesta esta noche en la casa de Amelia? —dijo Dani, cambiando de tema abruptamente, —ya saben, por el inicio de clases.—Yo no, me levanté directamente a la clase, —me reí, el recuerdo aún fresco de haber saltado de la cama y casi volar hacia la universidad.—¿Les sirve que las pase a buscar a las ocho? —propuso Clau con un tono sugestivo, arqueando una ceja, claramente emocionada por la idea de otra noche fuera.
MaeveDespués de un día que se sintió como una montaña rusa emocional, me arrastré hasta mi apartamento esperando no toparme con nadie en el camino. Y por "nadie", me refiero específicamente a Kane. Por suerte no estaba por ningún lado. La idea de encontrarme con él y tener que mirarlo a la cara después de lo que pasó con Jonas me hacía sentir un nudo en el estómago.Al llegar, dejé caer la mochila sobre una silla con un suspiro de alivio. Mi estómago gruñó, recordándome que había saltado el almuerzo, así que rebusqué en la cocina hasta encontrar algo rápido: unas galletitas y un café para despertarme un poco. Preparé el café, dejando que el aroma llenara la cocina, una dulce promesa de energía que necesitaba desesperadamente.Puse algo de música suave de fondo, algo tranquilo, y me senté en la pequeña mesa de la cocina para empezar a estudiar, masticando una galleta mientras abría mis apuntes, tratando de concentrarme en las palabras frente a mí.Justo entonces, mi teléfono vibró s
Maeve—Buenas noches, —respondió él con una voz tranquila, girándose hacia nosotras. Su mirada se detuvo en mí, evaluándome de pies a cabeza de una forma que envió un escalofrío por mi columna.El shock de verlo allí me dejó momentáneamente sin palabras. La sorpresa debió notarse claramente en mi rostro.—Buenas noches, profesor, —conseguí decir, mi voz un poco más alta de lo normal debido a la sorpresa. —¿Qué hace aquí?Kane me evaluó con una mirada que bien podría haberme desnudado allí mismo, una media sonrisa apareciendo en su rostro. —Recién me mudé. Parece que seremos vecinos.Clau, captando la tensión y la sorpresa en el aire, intervino con entusiasmo. —¡Vaya, qué pequeño es el mundo! Bueno, estamos de salida. Maeve y yo vamos a una fiesta.—Espero que lo pasen bien, —dijo él, su mirada aún fija en mí por un momento antes de desearnos una buena noche y entrar a su apartamento.Clau y yo continuamos hacia las escaleras, y ella no pudo resistirse a comentar. —Wow, eso es una c
MaeveMe giré lentamente, enfrentando la figura que se recortaba contra las luces tenues del patio. La luz de la luna iluminaba su rostro, destacando los contornos fuertes de su mandíbula y el brillo penetrante de sus ojos. Su mirada, cargada de una intensidad que me hacía temblar, se fijó en la mía, buscando respuestas o quizás, entendimiento.—Kane, yo... —comencé, intentando encontrar las palabras adecuadas, pero la sorpresa de encontrarlo aquí, en este lugar, en este momento, enredaba mis pensamientos.El sonido de la música de la fiesta se desvanecía en un segundo plano, y todo lo que podía oír era el latido acelerado de mi corazón y nuestra respiración en la quietud de la noche. La cercanía de Kane era abrumadora, y a pesar del miedo inicial provocado por el encuentro anterior, su presencia traía consigo un tipo de calma extraña, casi como si, en su compañía, ningún verdadero mal podría tocarme.—No deberías estar aquí sola —continuó él, su voz baja y preocupada, rompiendo la t
Maeve—Kane, esto... nosotros... es complicado. Tú eres mi profesor, y hay tantas razones por las que no deberíamos... —intenté explicar, aunque cada palabra era una batalla contra el deseo que su cercanía avivaban.—Lo sé, ángel. Y lo último que quiero es hacerte daño o ponerte en una posición difícil. Si me dices que pare, —dijo cerrando los ojos un segundo antes de volver a abrirlos, como si lo que fuera a decir le doliera, —lo haré. Sin preguntas, sin expectativas.La sinceridad en su voz me conmovió profundamente, y en ese momento, supe que, sin importar lo que decidiera, Kane respetaría mi elección. Eso, más que cualquier promesa de pasión, profundizó mi afecto por él, haciéndome valorar la rareza de lo que estaba surgiendo entre nosotros.Me acerqué a sus labios y lo besé antes de siquiera pensarlo bien.—Sí, lo quiero... pero esto es arriesgado, —dije entre besos mientras él se agachaba para empujar su mano debajo del dobladillo de mi vestido.—Lo sé, —gruñó cuando sus dedos e
Kane¡Por los mil demonios!Esta chica entró en mi vida y se aferró a mi ser como una maldita larva. Y amaba cada segundo de eso. Maeve tenía algo... algo que movió todo mi interior, que había estado dormido por mucho, mucho tiempo. Su presencia era como un incendio que había encendido una chispa en la parte más oscura y olvidada de mi ser, y ahora, consumía todo con una intensidad que no podía ni quería sofocar.Aunque debería darme un poco de crédito, estaba manejando muy bien las situaciones con ella, principalmente las de celos. Ese ex novio suyo, en mi mente ya debería estar bajo tierra. Cada vez que pensaba en él, una ola de ira primaria me recorría, pero al mirar a Maeve, ver ese brillo en sus ojos, me calmaba de formas que nunca había experimentado.Mi pequeña ángel ya estaba dormida entre mis brazos, y maldita sea si no se sentía fabuloso poder tenerla así. Su respiración suave, casi musical, y la sensación de su piel contra la mía me hacían sentir extrañamente completo,
MaeveLa cama se sentía fría esta mañana, las sábanas ahora revueltas y vacías donde una vez Kane había estado. Una sensación de abandono y tristeza me invadió mientras me sentaba en la cama, con la vista todavía nublada por el sueño y la confusión de despertar sola. Suspiré, sintiendo la ausencia de su calor como un vacío en mi interior. Me moví lentamente, dejando que mis pies tocaran el suelo frío.—Buenos días, ángel, —su voz rompió el silencio, cálida y sorprendentemente cerca. Me giré para mirarlo, encontrándome con su presencia reconfortante. Él ya estaba vestido con un traje elegante, listo para comenzar el día que tenía por delante. La visión de él tan formal tan temprano en la mañana me hacía sentir un contraste extraño pero agradable entre su apariencia sofisticada y mi propio desaliño.—Te traje café, —dijo, acercándose a mí con un vaso humeante en su mano. Se inclinó para depositar un suave beso en mis labios, un gesto tan cotidiano como extraordinario que hizo que mi
MaeveSe giró hacia Sophia con una expresión de hielo, y su voz, cuando habló, fue cortante, cada palabra era una cuchillada en el aire cargado del aula.—Señorita No me interesa, es inaceptable esparcir comentarios maliciosos y sexistas sobre sus compañeros —dijo, su tono implacable y su mirada perforando la falsa inocencia de Sophia. —Y si vamos a hablar de conductas cuestionables, quizás deberíamos considerar su propia historia, ¿no es cierto? No es ningún secreto lo que ha hecho, robando el novio de otra compañera. ¿Eso le parece profesional o ético?El silencio que siguió fue absoluto. Todos en el aula contenían el aliento, impactados por la confrontación directa.—Creo que esta clase se beneficiaría de su ausencia hoy, señorita No me interesa —continuó Kane, señalando la puerta con un gesto despectivo. —Salga ahora y no regrese hasta que pueda comportarse como una adulta y no como una chismosa de patio de recreo.Sophia, ahora completamente pálida y con los ojos muy abiertos, re