Maeve
Mis manos se movieron instintivamente hacia sus hombros para sostenerme, podía sentir el calor de su piel a través de la tela de su camisa. Una sonrisa tímida en sus labios me hizo suspirar. Lentamente colocó una mano en mi rodilla y con movimientos firmes avanzó a lo largo de mi muslo, casi debajo de mí vestido, mientras se inclinaba hacia mí.
—¿Estás buscando problemas, ángel? —susurró en mi oído, su aliento cálido haciendo destrozos de mi sistema nervioso.
En un segundo recordé por qué estaba ahí. Reuniendo toda la valentía que podía tomé su rostro entre mis manos y lo besé.
Sus labios suaves y tan extrañamente reconfortantes me recibieron enviando una descarga eléctrica por todo mi ser. Dejé escapar un jadeo cuando me separé. Con su rostro sujeto entre mis manos me atreví a ver sus ojos. Brillaban con una emoción que no supe distinguir... ¿Enfado? ¿Anhelo? ¿Deseo?
No me quedé para averiguarlo. Me levanté rápidamente y corrí en dirección a mis amigas.
Las chicas estaban mirándome como si me hubiera salido otra cabeza.
—¡Hecho! —dije con una sonrisa arrogante en mi rostro.
Sarah se atragantó con su trago, mientras Dani y Clau intercambiaban miradas incrédulas.
—¿Qué? ¿Qué has hecho? —preguntó Sarah, poniéndose seria de repente.
—Besé al chico que me pediste que besara —respondí, disfrutando el impacto en sus caras.
Dani soltó una carcajada.
—¡No me digas que realmente lo hiciste! ¡Eres una loca! —exclamó, entre sorprendida y admirada.
Clau se inclinó hacia adelante, con los ojos entrecerrados.
—Y ¿cómo fue? —preguntó con curiosidad, como si estuviera evaluando la calidad de mi hazaña.
—Fue... interesante —contesté sonriendo, sintiendo aún el zumbido del beso en mis labios.
Las chicas se rieron a carcajadas, con una mezcla de incredulidad y diversión en sus ojos.
—Te vimos caerte —dijeron entre risas, casi ahogándose por la diversión, —por eso no sé si interesante sería la palabra correcta.
Sentí el rubor subiendo por mis mejillas. El alcohol nublaba mis pensamientos, pero aún así, sentí un poco de vergüenza.
—Y mucho menos fue... —continuó Sarah, pero se detuvo abruptamente, moviendo la cabeza para señalarme algo detrás de mí.
Me giré lentamente, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.
Allí, parado detrás de mí, estaba el chico que había besado. Su presencia era imponente, su figura alta dominaba el espacio. Sus ojos, esos ojos que me habían atrapado antes, me miraban con una intensidad que me dejó sin aliento.
—Hola de nuevo, ángel —dijo con una voz que parecía acariciar cada nervio de mi cuerpo.
Las chicas se quedaron en silencio, observando la escena con asombro y curiosidad. Sentí mis mejillas enrojecer bajo su escrutinio.
—Hola... —respondí, intentando mantener la compostura, pero sintiendo que mis piernas temblaban ligeramente.
Él dio un paso adelante, cerrando la distancia entre nosotros. Podía oler su colonia, una mezcla de sándalo y especias que me embriagaba.
—No puedes simplemente besarme... —dijo sonriendo con picardía, —y salir corriendo.
—Bueno, fue solo un juego —intenté explicar, mi voz temblando un poco.
—¿Un juego? —repitió, arqueando una ceja. —Entonces, juguemos.
Antes de que pudiera responder, tomó mi mano y me guió hacia la pista de baile. La música pulsaba a nuestro alrededor, una melodía vibrante que se sentía como un latido compartido. Me atrajo hacia él, sus manos firmes en mi cintura, y comenzamos a movernos al ritmo de la música.
Su mirada no se apartaba de la mía, y el mundo alrededor se desvanecía, dejándonos a los dos en una burbuja compartida que parecía contener todas las respuestas y ninguna al mismo tiempo. Mi corazón latía desbocado, y la tensión en el aire era casi tangible.
—Así que, ¿qué hacemos ahora? —preguntó, su voz tan baja que apenas la oí por encima del latido de mi corazón.
No sabía qué decir. Parte de mí quería volver con mis amigas y olvidar que todo esto había pasado, pero otra parte, la más atrevida, quería quedarse aquí con él, descubrir qué había detrás de esa mirada intensa y esa sonrisa enigmática.
Antes de que pudiera responder, una risa estridente rompió el hechizo. Me giré y vi a Clau y las chicas mirándonos con curiosidad desde la mesa, obviamente disfrutando del espectáculo.
—¿Tus amigas? —preguntó él, siguiendo mi mirada.
Asentí, sintiendo un poco de vergüenza y diversión a partes iguales. Él sonrió de nuevo, pero esta vez fue una sonrisa más contenida, sus ojos fríos evaluando a las chicas.
—¿Vienes? —le pregunté, intentando no mostrar cuánto me importaba su respuesta.
—No, gracias —dijo él, su tono ahora cortante y distante. —Prefiero no unirme a... eso.
Su rechazo me dejó un poco desconcertada, pero antes de que pudiera responder, él dio un paso más cerca, acortando la distancia entre nosotros. Su mano rozó la mía, enviando una descarga de electricidad por mi piel.
—Pero... no estoy preparado para dejarte ir —susurró en mi oído. —Estás demasiado borracha para quedarte aquí. Déjame llevarte a casa.
Sus palabras se hicieron eco en mi mente, y me encontré asintiendo, intrigada por la confianza innata que sentía hacia este desconocido.
Saqué mi teléfono y envié un mensaje rápido al grupo de mis amigas: "Me voy con él. No se preocupen. Hablamos mañana."
Nos alejamos del Craver tomados de la mano, su agarre firme y cálido. Al salir a la calle, el aire fresco de la noche me despejó un poco la mente, pero todavía sentía el mareo del alcohol. Me guió hacia su auto, un coche oscuro y elegante que reflejaba la luz de las farolas.
—Sube —dijo con suavidad, abriéndome la puerta del pasajero. Me acomodé en el asiento, sintiendo el cuero fresco bajo mis piernas desnudas.
Él se sentó en el asiento del conductor y encendió el motor, la música suave llenando el silencio entre nosotros.
—Dime tu dirección —pidió, mirándome con esos ojos intensos que ahora parecían más cálidos.
Balbuceé algo, intentando recordar mi dirección exacta. Él se rió, un sonido bajo y dulce que me hizo sonreír a pesar de mi estado.
—Está bien, vamos a hacer esto de la manera fácil —dijo, tomando mi teléfono y buscando mi dirección en la aplicación de mapas. Cuando la encontró, la ingresó en su teléfono y comenzó a conducir.
Durante el viaje, intenté mantener mis ojos abiertos, pero el movimiento suave del auto y la música relajante me arrullaban. Sentía su mirada sobre mí de vez en cuando, y cada vez que lo hacía, me sentía más segura y protegida.
—Gracias por hacer esto —murmuré, mis palabras apenas audibles.
—No tienes que agradecerme, Maeve —respondió, su tono suave y dulce. —Quiero asegurarme de que llegues a casa a salvo.
Llegamos a mi edificio y él apagó el motor. Se bajó del auto y caminó hacia mi lado, abriendo la puerta para ayudarme a salir. Me sostuvo firmemente mientras caminábamos hacia la entrada.
—¿Puedes subir sola? —preguntó, la preocupación evidente en su voz.
—Sí, puedo —respondí, aunque no estaba completamente segura de mis palabras. Él me miró con escepticismo, pero finalmente asintió.
Al llegar a la puerta del edificio, traté de subir los escalones, pero mis piernas temblaban demasiado. Él puso su brazo alrededor de mi cintura para apoyarme.
—Está claro que no puedes subir sola —dijo con una sonrisa divertida. —Vamos, te ayudaré.
Nos movimos lentamente por las escaleras, él sosteniéndome firmemente mientras yo me apoyaba en él. El calor de su cuerpo y su presencia tranquilizadora me hicieron sentir más segura.
—¿Cuál es tu apartamento? —preguntó cuando llegamos al segundo piso.
—El 204 —dije, señalando la puerta al final del pasillo.
Nos dirigimos hacia allí y saqué las llaves de mi bolso con manos temblorosas. Él tomó las llaves suavemente de mis manos y abrió la puerta, guiándome adentro.
Me ayudó a llegar hasta el sofá y me senté, sintiendo el agotamiento de la noche caer sobre mí. Se agachó frente a mí, asegurándose de que estuviera cómoda.
Sus manos se movieron con cuidado hacia mis pies, y suavemente sacó mis tacones, dejándolos a un lado. El alivio inmediato que sentí al liberarme de ellos fue abrumador.
—Gracias —murmuré, dejando que mi cabeza descansara en el respaldo del sofá.
—Cualquier cosa por tí, ángel, —susurró mirándome con intensidad en sus ojos claros.
Maeve Él me miró con una mezcla de ternura y preocupación, sus ojos reflejando una emoción que no había notado antes. Sus dedos rozaron mi tobillo mientras me acomodaba, enviando una suave corriente eléctrica por mi piel. El simple contacto me hizo sentir más consciente de su presencia, y mi corazón comenzó a latir un poco más rápido.—Me dices mucho ese apodo, —dije sonriendo en lo que intentaba ser una sonrisa sensual. —¿Debería darte uno?¿De verdad estaba pensando en eso? Lo conocía desde hace unos... cuarenta minutos, tal vez más...—Solo llámame por mi nombre, —respondió alzando la comisura de su boca, su voz baja y seductora. —¿Cuál es tu nombre? —pregunté inclinando mi cuerpo hacia el suyo.—Kane... —dijo suavemente, sentándose sobre sus talones en el suelo frente a mí, sus ojos nunca alejándose de los míos. La habitación estaba en silencio, salvo por el suave zumbido del tráfico afuera y el sonido de nuestra respiración. Me sentí atraída hacia él, no solo por su apariencia
MaeveEl sonido molesto de la alarma de mi teléfono me sacó de un sueño tranquilo, dejando mi cabeza resonando con cada repetición. Maldita sea la mañana, pensé, mientras me levantaba pesadamente de la cama. Con un movimiento rápido y brusco, silencié la alarma y, de golpe, el recuerdo de la noche anterior me invadió la mente. Corrí al baño y me miré al espejo, buscando desesperadamente algún rastro de lo que había sucedido. Observé mi cuello con atención, pero no había ni la más mínima marca visible. Una oleada de confusión y alivio se mezclaron en mi mente, dejándome aún más desconcertada.El teléfono empezó a sonar nuevamente, esta vez con una llamada entrante, interrumpiendo mis pensamientos confusos. Maldito aparato, me quejé con un dolor de cabeza creciente, mientras me apresuraba de vuelta al dormitorio para contestar. Cuando vi que era Clau llamándome, respondí al instante.—¿¡Dónde estás!? —gritó, la preocupación tiñiendo su voz.—Buenos días para ti también, —respondí con
Maeve—Señorita Ryder, ¿me permite un momento?Mi corazón se aceleró, mis planes interrumpidos por la simple inflexión de su voz.—Sí, —es tu momento, Maeve, no puedes volver a repetir lo de anoche, —claro, profesor Knight—respondí, mi voz salió más temblorosa de lo que habría querido.Sonreí nerviosamente mientras esperaba a que la clase se desocupara, cada segundo estirándose como una eternidad. Una vez solos, él me sonrió como la noche anterior, aquel gesto que me desarmó por completo.—¡Vaya sorpresa, Maeve! —dijo, su sonrisa radiante iluminando el espacio entre nosotros, su uso casual de mi nombre enviando un escalofrío a través de mí.—Profesor, no es adecuado que me llame así —respondí, tratando de poner una barrera profesional entre nosotros, aunque cada parte de mí reaccionaba a su presencia.Kane se movió ligeramente, su incomodidad visible por un momento, y luego se recompuso, como si de repente comprendiera lo que yo no estaba diciendo con palabras.—¿Así que crees que fu
Maeve—No sé, chicas, —suspiré, sintiéndome ahogada por la situación. —Todo esto es nuevo para mí, y no quiero meterme en problemas.—Bueno, solo ten cuidado, —dijo Sarah, su tono serio por un momento. —Pero también, escucha a tu corazón. A veces, las cosas complicadas merecen una segunda mirada.Asentí, agradecida por su apoyo, pero mi mente seguía divagando, dividida entre lo que debería hacer y lo que deseaba hacer. La figura de Kane, sentado solo en su mesa, seguía capturando mi atención, y sabía, en lo más profundo de mí, que esto no había terminado. —¿Escucharon de la fiesta esta noche en la casa de Amelia? —dijo Dani, cambiando de tema abruptamente, —ya saben, por el inicio de clases.—Yo no, me levanté directamente a la clase, —me reí, el recuerdo aún fresco de haber saltado de la cama y casi volar hacia la universidad.—¿Les sirve que las pase a buscar a las ocho? —propuso Clau con un tono sugestivo, arqueando una ceja, claramente emocionada por la idea de otra noche fuera.
MaeveDespués de un día que se sintió como una montaña rusa emocional, me arrastré hasta mi apartamento esperando no toparme con nadie en el camino. Y por "nadie", me refiero específicamente a Kane. Por suerte no estaba por ningún lado. La idea de encontrarme con él y tener que mirarlo a la cara después de lo que pasó con Jonas me hacía sentir un nudo en el estómago.Al llegar, dejé caer la mochila sobre una silla con un suspiro de alivio. Mi estómago gruñó, recordándome que había saltado el almuerzo, así que rebusqué en la cocina hasta encontrar algo rápido: unas galletitas y un café para despertarme un poco. Preparé el café, dejando que el aroma llenara la cocina, una dulce promesa de energía que necesitaba desesperadamente.Puse algo de música suave de fondo, algo tranquilo, y me senté en la pequeña mesa de la cocina para empezar a estudiar, masticando una galleta mientras abría mis apuntes, tratando de concentrarme en las palabras frente a mí.Justo entonces, mi teléfono vibró s
Maeve—Buenas noches, —respondió él con una voz tranquila, girándose hacia nosotras. Su mirada se detuvo en mí, evaluándome de pies a cabeza de una forma que envió un escalofrío por mi columna.El shock de verlo allí me dejó momentáneamente sin palabras. La sorpresa debió notarse claramente en mi rostro.—Buenas noches, profesor, —conseguí decir, mi voz un poco más alta de lo normal debido a la sorpresa. —¿Qué hace aquí?Kane me evaluó con una mirada que bien podría haberme desnudado allí mismo, una media sonrisa apareciendo en su rostro. —Recién me mudé. Parece que seremos vecinos.Clau, captando la tensión y la sorpresa en el aire, intervino con entusiasmo. —¡Vaya, qué pequeño es el mundo! Bueno, estamos de salida. Maeve y yo vamos a una fiesta.—Espero que lo pasen bien, —dijo él, su mirada aún fija en mí por un momento antes de desearnos una buena noche y entrar a su apartamento.Clau y yo continuamos hacia las escaleras, y ella no pudo resistirse a comentar. —Wow, eso es una c
MaeveMe giré lentamente, enfrentando la figura que se recortaba contra las luces tenues del patio. La luz de la luna iluminaba su rostro, destacando los contornos fuertes de su mandíbula y el brillo penetrante de sus ojos. Su mirada, cargada de una intensidad que me hacía temblar, se fijó en la mía, buscando respuestas o quizás, entendimiento.—Kane, yo... —comencé, intentando encontrar las palabras adecuadas, pero la sorpresa de encontrarlo aquí, en este lugar, en este momento, enredaba mis pensamientos.El sonido de la música de la fiesta se desvanecía en un segundo plano, y todo lo que podía oír era el latido acelerado de mi corazón y nuestra respiración en la quietud de la noche. La cercanía de Kane era abrumadora, y a pesar del miedo inicial provocado por el encuentro anterior, su presencia traía consigo un tipo de calma extraña, casi como si, en su compañía, ningún verdadero mal podría tocarme.—No deberías estar aquí sola —continuó él, su voz baja y preocupada, rompiendo la t
Maeve—Kane, esto... nosotros... es complicado. Tú eres mi profesor, y hay tantas razones por las que no deberíamos... —intenté explicar, aunque cada palabra era una batalla contra el deseo que su cercanía avivaban.—Lo sé, ángel. Y lo último que quiero es hacerte daño o ponerte en una posición difícil. Si me dices que pare, —dijo cerrando los ojos un segundo antes de volver a abrirlos, como si lo que fuera a decir le doliera, —lo haré. Sin preguntas, sin expectativas.La sinceridad en su voz me conmovió profundamente, y en ese momento, supe que, sin importar lo que decidiera, Kane respetaría mi elección. Eso, más que cualquier promesa de pasión, profundizó mi afecto por él, haciéndome valorar la rareza de lo que estaba surgiendo entre nosotros.Me acerqué a sus labios y lo besé antes de siquiera pensarlo bien.—Sí, lo quiero... pero esto es arriesgado, —dije entre besos mientras él se agachaba para empujar su mano debajo del dobladillo de mi vestido.—Lo sé, —gruñó cuando sus dedos e