Destinada a los brazos del Angel.
Destinada a los brazos del Angel.
Por: Nelsy Díaz
Capítulo 1.

—¿Una vidente?—preguntó la menor de las dos mujeres con incredulidad. —¿Te estás escuchando?

—Dicen que lee tu futuro. Obviamente no lo creo, pero podemos burlarnos luego. Una anécdota más. —propuso su amiga. —Solo sígueme el juego. Tampoco es para tanto.

—No te entiendo, pero bien. —se resignó. —Es tu diversión. Solo escucharé ¿ok?

—Por mí está bien. —la puerta fue abierta por una mujer de aspecto desaliñado, sin embargo olía a nuez, con su cabello crespo y una banda roja cubriéndolo. —Sabina…

—Las estaba esperando—dijo la mujer y ambas chicas se vieron la una a la otra. Sabían que era una técnica muy utilizada por los charlatanes, pero jamás lo habían oído directamente.—Siéntate.

—No, es ella…

—Iniciaré contigo. —tomó la mano de Génesis.—Tienes alma de ángel. Pero tu corazón arde.

—¿Por qué arde?—le siguió el juego. Carol la vio de reojo con la misma burla con la que llegó.

—De seguro por Ever.—exclamó a su vez. Nessi sonrió hacia ella.

—No lo hace por él.—continuó Sabina. —Tu corazón arde y seguirá ardiendo de por vida. Pero solo será desatado por quien pueda resistir su fuerza.—la miró directo a los ojos, para luego cerrar los párpados.—Cuando la nieve se endureció, fue cuando sellaste tu destino.

—¿De cuando?—lo tomó con humor.

—Hace muchos años.—una vez más le dio razones para tomarlo como charlatanería.—Las brasas del amor queman. Las de la pasión destruyen y tú, mi niña, tienes alma de Fénix.

—¿Eso que quiere decir?—cuestionó viéndola abrir los ojos y clavarlos fríamente en Carol.

La chica de cabello negro como la noche se enderezó al sentirla robarse sus más íntimos secretos con solo observarla.

Sintió la garganta seca y sus ojos ardieron.

—La palabra lealtad tiene un solo significado y no todos lo conocen. —no apartó los ojos de Carol.—El engaño se viste de hermosos colores. Sonríe dulce y suele darte lo que quieres cuando lo pides. Pero no es real.

—No entiendo.

—Cuida tu corazón, mi niña,— susurró, fijando sus ojos dulces en Génesis. —Las tormentas muchas veces comienzan cuando las palomas alzan el vuelo. —añadió entregando algo en su mano. —No esquives jamás. Si llega ese momento, no tengas piedad. Nadie la tendrá de tí.

Habían demasiadas palomas en toda la ciudad. Eso era algo muy común como para creer lo que decía. No obstante solo le ciñó sus cejas al sentir algo en el interior de su mano.

Génesis abrió la mano para encontrar un colgante de obsidiana negra, facetada y montada en una cadena de plata. La piedra tenía bordes afilados y una superficie lisa y brillante. En el centro había grabado lo que parecía una sirena en llamas.

—Hoy es el día, mi niña. —se levantó riendo con una chispa de anticipación en sus ojos. —Anda, con prisa. La corona te espera. —su voz como un cuchillo afilado. —La corona es tuya. La corona te pertenece solo a tí, a nadie más. —sus ojos se fijaron en Carol, una acusación silenciosa que cortó como un puñal en su contra. Parecía saber todo lo que pasaba por su cabeza, por lo que sintió que debía escapar de ese sitio del demonio cuánto antes.

Carol reaccionó, sus dedos temblando mientras soltaba a Génesis de Sabina.

—Debemos irnos, usted está loca. —dijo alejando a su amiga. —Con razón todos dicen que es una mentira.

Su risa no se hizo esperar, sacó un billete que le entregó, pero Sabina no lo recibió. Acción que llevó a su amiga a darle un billete pagando por el colgante y la sesión.

A ella sí se lo recibió, siendo una reacción extraña que la hizo reír al salir del lugar.

—Es una desquiciada. —mencionó Carol. —¿Viste como me veía?

—También lo noté. Pero tú misma lo dijiste, solo servirá como anécdota divertida. —guardó el collar y miró la hora. Aunque sin esperarlo el grupo de aves que emprendió vuelo a unos metros de ellas las dejó mudas, viendo como se alejaban, y sin dejar de verse, sacudieron su cabeza.

—No lo diré. —Carol se negó a creer, aunque no pudo evitar los retortijones en su estómago.

—Se nos hará tarde. Salimos a comer, no a dar un paseo. El diseño de las piezas del socio de mi padre debe iniciar hoy. —No iba a mencionar una sola palabra al respecto.

—Hice eso por tí. Tengo bocetos. —se esmeró su amiga en buscar el coche en el que viajaban dándole un archivo que ella pudo ver desde su teléfono, mientras Carol era quien conducía para llegar a tiempo.

Casi corriendo bajaron ambas. Génesis hablando por teléfono con Kasthiel, pues sería quien recibiría al dueño de la exclusividad que debía comenzar a preparar ese mismo día con las especificaciones del americano que había visto de lejos y mencionaban mucho por todos lados.

—Tengo todo. —alzó la voz Carol. —No te preocupes. Todo está controlado.

—Lo sé, lo sé. Pero siento que falta algo. —se arregló la ropa, el cabello y soltó una bocanada de aire. —Dile a Ever que venga. Él debe estar presente.

—Apoyo moral y su presencia como novio, ¿eh? —la molestó. —Voy por él.

Génesis tomó agua mientras esperaba a la llamada de confirmación de su hermano menor, por lo que cuando llegó entró en pánico. Sabía de cuánto adoraban las cosas exclusivas los sujetos como esos, había tratado con ellos mucho tiempo y jamás se puso nerviosa, pero este era distinto.

Era la primera vez que eran socios de su padre, por lo tanto, una sola falla lo dejaría mal parado. Le pidió que no hubiera faltas mientras estaba de viaje con su madre, así que la misión era no fallarle al "Angel".

—¡Estoy aquí! —exclamó Ever entrando apresurado, Carol iba del mismo modo detrás suyo. Génesis recibió el beso en su mejilla y le sonrió. —Todo saldrá bien, ya lo verás.

—Estoy nerviosa.

—Tú jamás estás nerviosa. —le recordó Ever dándole aire, para luego quitarle una pelusa de la mejilla. —Mi prometida es excepcionalmente bella, inteligente y capaz. Grábalo bien en esa cabecita preciosa que tienes.

Dos golpes en la puerta los separó. Génesis mantuvo su porte elegante y cauteloso, mientras los demás se colocaron a su altura, viendo a Khastiel, su hermano siendo el primero en entrar al lugar, con esa mirada oscura como la de su hermana mayor, igual a la de su gemelo. Siendo fantástica e imponente, justo como la de su padre también.

Pero eso no llamó más la atención que el hombre que usaba traje de dos piezas que lo seguía.

—Anthony, ella es de quien te hablé. Mi hermana es la mejor para obtener lo que quieres de esas joyas. Génesis. —la presentó Khastiel. —Génesis, él es Anthony Crown.

—Un placer.—extendió la mano en dirección del sujeto de cabello oscuro.

No sabía que estaba pasando en su torrente sanguíneo, pero como una llamarada, la calidez se volvió un incendio que arrasó con su funcionalidad.

—Espero que lo que se dice de tí, sea cierto. - correspondió al saludo de la misma forma. Mientras las suaves manos de la ojinegra escondieron muy bien el mar de reacciones que tenía, pues ella estaba sintiendo el pinchazo en una parte de su tórax que la dejó fría al sentir su voz fallando. —Estaré gustoso de confirmarlo.

¿Acaso eso era...?

No, no podía creer en la charlatanería de una "vidente". Eso solo era por conocer al tan mencionado Angel de la muerte, como le llamaban en la organización que él dirigía. Sólo era la impresión, no precisamente debía ser algo relacionado a esas palabras. Era escéptica, nadie cambiaría eso.

—No habrán errores, señor Crown.—liberó su mano adormecida sin explicación, alcanzando a presentar a su equipo. Quienes saludaron del mismo modo.

—Anthony, el señor no es tan necesario.—acabó con la formalidad, mientras dejar de verse fue imposible.

La impresión sin razón seguía controlando sus latidos, con martillos golpeando su tórax y chispas saliendo de sus ojos.

Génesis mantuvo su pose indiferente, pero algo sucedía. Algo sin explicación.

Su presencia era como un vendaval en la habitación, un contraste agudo con la elegancia contenida de los demás. Su altura contrastaba con su postura impecable y sus rasgos afilados le conferían una imponente figura. El cabello oscuro, creaba una cortina leve en sus ojos que parecían contener secretos insondables.

Sus ojos… eran de un ámbar tan extraño y tan profundo como el abismo, y cuando se posaron en Génesis, algo se encendió dentro de ella, surgiendo una mezcla de intriga y temor. ¿Por qué su mirada la atravesaba como un rayo láser? Era como si conociera cada uno de sus secretos más oscuros.

—Podemos tener algo secreto—Génesis sacudió la cabeza al oírlo.

—¿Cómo?, perdón.—disimuló rápido su falta de concentración.

—El reloj. Tendrá un compartimento secreto.— señaló con amabilidad para ella, pero un aire siniestro se filtró a través de su sonrisa irónica y su mirada penetrante.

Génesis sintió su pulso acelerarse, una extraña mezcla de atracción y advertencia. ¿Por qué este hombre la afectaba de esta manera? Ella, que estaba acostumbrada a mantener el control en todo momento. Pero ahora, con su corazón latiendo desbocado, se dio cuenta de que había algo en él que la desarmaba.

Carol la observó con una ceja alzada, como si también hubiera sentido la electricidad en el aire. Ever, ajeno a la tensión, siguió hablando sobre los diseños. Pero Génesis solo podía pensar en el hombre de ojos ámbar.

Ella no sabía si explicar sobre las incrustaciones o preguntar por qué la veía con curiosidad, pero una cosa era segura: nada volvería a ser igual después de ese encuentro

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