Por la mañana Génesis estuvo en una llamada con su madre todo el recorrido hacia la empresa, mientras cargó con su maletín que le entregó a uno de sus mörder al verse con las manos llenas por las carpetas y el móvil, caminando sin mirar atrás, concentrada en su trabajo, mientras las miradas se enfocaban en ella, algo de lo que era consciente, pero le daba igual. Una mujer con su complexión y físico no era fácil de ignorar. La falda de lápiz, ceñida a su figura, realzaba sus curvas mientras sus tacones altos resonaban en el suelo de mármol. La blusa de seda, color marfil, se adhería suavemente a su piel, revelando la delicadeza de sus hombros y la línea de su cuello. En tanto su cabello caía con gracia, moviéndose con el viento y causando un bamboleo de las hebras agrupadas que iban al mismo ritmo de sus pasos. Al llegar al elevador, se detuvo un momento. Sus ojos oscuros escudriñaron la pantalla digital que indicaba los pisos. La puerta se abrió, y ella entró con la misma g
—Dijeron que tenía todo listo.—la voz gruesa del hombre que entró a la sala la envolvió, sin comprender cómo podía hacer algo así con solo presentarse. —¿Y tu equipo, señorita Blackwood?—Tuvieron un contratiempo.—se limitó a responder. —¿Los dos? —la interrogante y el tono usado le hicieron saber que no era la única que tenía esa idea en la mente.—Los dos—contestó abriendo el computador para mostrar el avance. No iba a ventilar por ahí sus problemas, pero no hacía falta cuando el hombre a su lado podía leerlo fácilmente. La escuchó hablar sobre el proceso, darle una idea más clara de las piedras elegidas y el esfuerzo que pondría por tenerlo a tiempo, solo que este también se estaba concentrando en algo más de ella. —¿Dejará de verme como si tengo un mono en la cara?—reclamó abrumada por lo que sentirlo le estaba causando. Estaba enojada y no era solo él, sino lo que tenía aprisionado su razonamiento. —No tienes un mono, pero sí los ojos más negros que he visto en la vid
—En serio no lo creí hasta este preciso momento. —Nessi pegó el hombro al marco de la puerta a la vez que sus palmas se golpearon una y otra vez, mientras la escena se detuvo abruptamente. Todo era verdad. Más bien, todo había sido una mentira. Ella preparándose para presentar la nueva creación de la empresa y ellos… —La verdad pensé que tenía una amiga. —jugó con su collar. —Ness, déjame explicarlo. —¿Qué me vas a explicar? ¿Las posiciones en las que te c0giste a quien decía que era mi amiga? No, gracias.—evitó que la tocara al hacer el amago de hacerlo. —Apestas. Quítate. —Amiga,—Carol intentó acercarse. —Ni se molesten, odio el drama. —a ambos los trató con frialdad, con ello los dejó atónitos. —Me llevo mis estuches y pueden seguir con lo suyo. Al pasar, terminó lanzando al suelo y sin cuidado, las revistas en donde mostraban el rostro del hombre que era el foco de admiración de Ever. Anthony Crown. También el objeto de suspiros de Carol, quien se cubrió los sen
Apenas podía mover la mano. Dando un claro indicio que su padre entendió, reaccionando al instante. Haciendo a un lado a Anthony se hizo cargo de su hija, notando lo que pasaba. —Suéltalo. —se fijó en el collar por un instante, mientras la llevó al mueble en donde le revisó las pupilas y los labios. - Tranquilízate. Solo va a empeorarlo. Estarás bien, lo prometo. Solo es una intoxicación. Génesis asintió al verlo convencido de ello. Pero aún cuando no lo mostrara estaba asustado. Era su hija la que peligraba. Su temple solo escondía su temor. —Khastiel, prepara el helicóptero. —habló por el móvil, en lo que su ella estaba cayendo en el profundo sueño que la dominó por completo. Sin apartar los ojos de la persona que le brindó ayuda. El Ángel de la muerte tenía un gesto indescriptible. Por primera vez la tan poderosa muerte no le parecía tan atrayente. No en sus ojos. Anthony observó el collar en el escritorio, mientras Bastian Blackwood caminó a toda prisa hacia el elevador priva
—Me reclamas a mí como si no hubieses hecho lo mismo. —dijo Ever al entrar a la oficina, soltando el periódico que dejó sobre la mesa. —No sé cuántos mensajes dejé para disculparme en tu contestadora y tú…—Y yo me estaba revolcando con el socio de mi padre. —acomodó el bolígrafo en su sitio. —Ya lo dijiste, ahora vete. —¿No lo negarás? —ni siquiera se alteró con su pregunta. —¿Para qué? ¿Eso subirá los dígitos en mis cuentas bancarias? Subirá las de los periodistas, no los míos. —Génesis apoyó la espalda en su silla. —¿Es todo? Estás apestando mi oficina. —¿Por qué eres tan fría con el tema? —quiso saber. —Me haces sentir como si lo nuestro jamás fue importante para tí. —Entiendo. Quieres que me arrastre detrás de tí pidiendo una explicación del porqué lo hiciste. —simuló comprender. —Pensabas que estaría llorando en un rincón preguntándome qué hice mal. —No me refería a eso. —Que bueno. Porque no soy de las que se quedan en la cama llorando a moco tendido. ¿Ahora sí te vas? —
—¿Cómo es que te vas a casar? — Lina con la mano en la cintura fue la imagen que recibió a Anthony al llegar a su casa.—¿Casarme yo? —abrió la otra puerta para sacar el primer maletín.—Con una tal…—Ya sé de lo que hablas y la respuesta es no. —pasó a su lado, le revolvió el pelo y continuó. —¿Papá llegó?—No me cambies de tema. —pasó de Mateo para alcanzarlo de nuevo. —Quiero que me digas cada detalle. —Cada detalle. —exclamó Anthony abriendo el maletín, oyendo el alegato de su hermana. —Muéstrame tu mano. —¿Son las joyas? —dejó el periódico a un lado cuando encontró el primero que era para ella. —No me olvido de lo otro, pero muéstrame que hacen. Vladimir fue quien extendió el computador, ingresó el número de serie y le hizo ver el funcionamiento de las piezas que habían llevado para su nueva protección.Más sofisticado. Más caro también, pues la pieza más barata no superaba el millón de dólares por poco menos de doscientos mil. No era solo el material, sino la tecnología, el a
La calidez se le subió a las mejillas a Nessi, el aliento mentolado le golpeó el rostro y con la mirada amielada que este le dedicó toda la coherencia que debía tener se había esfumado. —¿Qué te hace pensar que tú y yo funcionamos en algo así? —miró sus labios. —Somos tan iguales que no podemos compenetrar. —¿Aceptas o te rindes? —la castaña sonrió mirando su clavícula salpicada. —Sabes que puedes conmigo. —Sueñas. —se dio la vuelta liberando sus manos. —No estoy para juegos. Menos para ver a un tipo “todo lo puedo” alzar más su ego. Ten un buen día, Anthony.—Dicen que eres la reina del hielo o de las tinieblas, pero solo es una máscara. —le dijo desde su espalda. —Las usas para otros, pero jamás van a cubrirte de tí misma.El neoyorquino solo pudo ver como ella se volvió a subir a su camioneta, dejándolo anonadado por el cambio tan repentino. Estaba seguro que iba a aceptar. Que había logrado sacar esa destrucción que llevaba por dentro, pero no fue así. La alemana al parecer t
La pelea dio inicio. Los presentes soltaron los gritos más fuertes que pudo escuchar Génesis. A su lado un sujeto casi iba a besarle los pies a Anthony cuando su líder respondió el ataque de su contrincante. A su padre lo adoraban prácticamente. Pero ese hombre superaba ese tipo de veneración no la había visto jamás. Anthony evadió el golpe del sujeto, encestando el codazo que mandó al otro luchador de bruces al suelo. —No durará dos minutos. —dijo el hombre de aspecto robusto, con músculos muy apropiados para su altura resaltante. Cabello rojizo y chaleco de cuero sobre una remera oscura que a ella le pareció curioso hiciera de esa talla. En la pelea se pudo ver reflejada la listeza en la lucha de parte del hombre, el cuál no tuvo que hacer mucho esfuerzo para saber cómo abordar los fallos en la lucha de su contrincante. Los puños apenas lo rozaron. Sus pies sabían estabilizarse para no caer cuando el impacto era total en su estómago y para Génesis lo único que la hizo e