—¿Qué pasa? ¿Sucede algo con el bebé? —preguntó una asustada Génesis, mientras sus ojos se movían frenéticamente, tratando de descifrar lo que ocurría. La falta de respuestas la tenían con las venas pulsando descontroladas. El médico, con el ceño fruncido, apartó el doppler y llamó a su enfermera. El silencio en la sala era ensordecedor, cada segundo se sentía como una eternidad. Anthony comenzaba a desesperarse y eso era algo que no podían permitir de ningún modo. El ángel de la muerte no es lo que Génesis quería ver, aunque si lograba hacer hablar al médico no lo iba a detener. —No es nada malo. El tratamiento usado fue un gran éxito. De eso no cabe duda. —dijo éste, mientras pedía el cambio del aparato. Anthony, con el corazón latiendo desbocado, no entendía nada. Génesis aún menos. —Hable de una vez. No le dé largas al asunto. —espetó Anthony, su voz cargada de impaciencia y temor. El doctor sintió que en cualquier momento acabaría con su vida. Aunque era peor dar datos sin e
Génesis caminó con rapidez desde que el avión abrió sus puertas. El tiempo no le era suficiente, pues era la única dama de honor que faltaba y no podía fallar. Tenía solo media hora para llegar a la mansión Crown, vestirse y estar en la iglesia. Sentía que algo se le olvidaba cuando descendió. El clima fresco golpeó su cara dándole un respiro, aunque no era suficiente. Aún esa presión no se iba. —Más despacio, Florence —la detuvo su esposo, esperándola cuando la vio tan agitada. Con su esmoquin le robó un suspiro desde el primer segundo que lo vio. Su figura imponente destacando entre todos los hombres presentes. Con esa mirada llena de luz, pero inundada de soberbia, la sostuvo de la barbilla. La Emperatriz que había frenado de golpe sintió que levitaba por tenerlo tan cerca, entendiendo lo que quería decirle cuando este le mostró una botella con agua. Eso era. Había olvidado la prenatal de ese día. Bajó los hombros y se rió. ¿Cómo lo sabía? Adivino claramente no era, pero siempre
Las semanas se fueron convirtiendo en meses llenos de nuevos retos para una mujer embarazada con cambios en la sensibilidad de su cuerpo. Cambios que también podía percibir su esposo, quien con ciertas molestias no podía tolerar los aromas que nadie más sentía tan fuertes, pero al ver su semblante no tenían más alternativa que alejar la fuente de su molestia. Si los Crown eran estrictos para el cuidado de Génesis, incrementaron luego de saber que eran dos y no uno; para los Blackwood eso no cambió. Mörder se dispusieron específicamente para brindar la protección de los herederos de dos legados. Bastian jamás creyó que algo lo volvería a emocionar como la llegada de sus hijos. Su corazón no era algo dejara libres las emociones pocas vistas por alguien fuera de su familia. Samara celebró por medio del teléfono cuando la noticia llegó a sus oídos. Para Evelyn no fue diferente. Ella y su hija decidieron viajar y los días que estuvieron con Génesis en New York, los regalos no faltaron.
—Los rumores plantean una reunión con el señor Pembroke. ¿Retoma una amistad con él, luego de los incidentes que tuvieron? Porque es el menor de los rumores que rondan por ahí —comentó el periodista, dirigiéndose a la mujer de vestido marrón y vientre abultado. Las cámaras enfocaron su sonrisa, mientras su esposo se mostraba indiferente hacia la pregunta.Aunque sólo Génesis podía saber cuánto le molestaba que ese apellido volviera a mencionarse.—Te seré sincera —respondió con humor—. Ni siquiera tenía conocimiento de que el señor Ever Pembroke se encontraba en ese sitio. Fue una desafortunada casualidad.El periodista colocó las tarjetas sobre la mesa, buscando provocar una reacción.—Él afirmó que podría haber una bonita amistad entre ustedes. ¿Qué opina usted sobre eso, señor Crown?El periodista sabía que podía obtener una buena entrevista si hacía preguntas al hombre que tachaban de celoso extremo.—No me conciernen en absoluto las afirmaciones que haga Pembroke —dijo Anthony, c
La luz del amanecer se filtraba suavemente a través de las cortinas de la habitación, iluminando el rostro de Génesis. Ella arrugó la cara, buscando a su lado ese torso que siempre la acompañaba por las mañanas, aunque en ese momento no lo encontró. Abrió los ojos rápidamente, notando que no se encontraba en la habitación, las cortinas se habían abierto ligeramente y el móvil estaba en la mesita de noche, por lo que no salió por trabajo. Sacudió su cabello yendo directamente a la habitación donde estaba convencida que lo hallaría. Y no se equivocó. Ahí se encontraba su esposo con la bebé en su brazo, mientras con la otra mano sostenía el biberón de su hijo. Tenía solo dos meses y medio y ya lo hacían maniobrar para darles atención a ambos. —Braulio tenía hambre y Linneth no quería su biberón, pero tampoco en su cuna. —exhaló. —Solo así se calmaron ambos. —¿Dónde quedó el “Aquí no estamos para complacer a nadie"? —se rió de él al verlo no descuidar a ninguno, después que a solo dí
Tres años después... En un sitio alejado del resto del mundo, con inexistente contacto con el mundo y la privacidad suficiente para hacerlo tener paz y tranquilidad por fin, luego de interminables meses llenos de trabajo, se encontraba Génesis sentada en una roca, mientras veía la cascada frente a sus ojos. La camisa seca cubría su cuerpo, brindando un poco de calor luego de haber estado durante varios minutos dentro del agua, algo que ahora solo se dedicaba a ver, pues logró que esa atención de sus hijos se fuera con su padre. Por lo que ver a Anthony ocupado, tratando de seguirle el paso a dos terremotos era motivo para ser espectadora. Linneth por lo visto se dedicaba a crear desafíos para poner a prueba la respuesta de su padre, quien debía lograr distraerla con alguna otra cosa, pues lograba que este no le quitara los ojos de encima en ningún momento. Linneth a sus 3 años era una niña con una energía contagiosa y una curiosidad insaciable. Todo lo que quería saber lo pregun
—¿Una vidente?—preguntó la menor de las dos mujeres con incredulidad. —¿Te estás escuchando? —Dicen que lee tu futuro. Obviamente no lo creo, pero podemos burlarnos luego. Una anécdota más. —propuso su amiga. —Solo sígueme el juego. Tampoco es para tanto. —No te entiendo, pero bien. —se resignó. —Es tu diversión. Solo escucharé ¿ok? —Por mí está bien. —la puerta fue abierta por una mujer de aspecto desaliñado, sin embargo olía a nuez, con su cabello crespo y una banda roja cubriéndolo. —Sabina… —Las estaba esperando—dijo la mujer y ambas chicas se vieron la una a la otra. Sabían que era una técnica muy utilizada por los charlatanes, pero jamás lo habían oído directamente.—Siéntate. —No, es ella… —Iniciaré contigo. —tomó la mano de Génesis.—Tienes alma de ángel. Pero tu corazón arde. —¿Por qué arde?—le siguió el juego. Carol la vio de reojo con la misma burla con la que llegó. —De seguro por Ever.—exclamó a su vez. Nessi sonrió hacia ella. —No lo hace por él.—c
Por la mañana Génesis estuvo en una llamada con su madre todo el recorrido hacia la empresa, mientras cargó con su maletín que le entregó a uno de sus mörder al verse con las manos llenas por las carpetas y el móvil, caminando sin mirar atrás, concentrada en su trabajo, mientras las miradas se enfocaban en ella, algo de lo que era consciente, pero le daba igual. Una mujer con su complexión y físico no era fácil de ignorar. La falda de lápiz, ceñida a su figura, realzaba sus curvas mientras sus tacones altos resonaban en el suelo de mármol. La blusa de seda, color marfil, se adhería suavemente a su piel, revelando la delicadeza de sus hombros y la línea de su cuello. En tanto su cabello caía con gracia, moviéndose con el viento y causando un bamboleo de las hebras agrupadas que iban al mismo ritmo de sus pasos. Al llegar al elevador, se detuvo un momento. Sus ojos oscuros escudriñaron la pantalla digital que indicaba los pisos. La puerta se abrió, y ella entró con la misma g