—Dijeron que tenía todo listo.—la voz gruesa del hombre que entró a la sala la envolvió, sin comprender cómo podía hacer algo así con solo presentarse. —¿Y tu equipo, señorita Blackwood?
—Tuvieron un contratiempo.—se limitó a responder. —¿Los dos? —la interrogante y el tono usado le hicieron saber que no era la única que tenía esa idea en la mente. —Los dos—contestó abriendo el computador para mostrar el avance. No iba a ventilar por ahí sus problemas, pero no hacía falta cuando el hombre a su lado podía leerlo fácilmente. La escuchó hablar sobre el proceso, darle una idea más clara de las piedras elegidas y el esfuerzo que pondría por tenerlo a tiempo, solo que este también se estaba concentrando en algo más de ella. —¿Dejará de verme como si tengo un mono en la cara?—reclamó abrumada por lo que sentirlo le estaba causando. Estaba enojada y no era solo él, sino lo que tenía aprisionado su razonamiento. —No tienes un mono, pero sí los ojos más negros que he visto en la vida—confesó este y ella giró su cuello. —Sabía del color, pero el tuyo tiene algo más. —¿Te interesa hablar de mi color de ojos más que de la colección?—se enderezaron a la vez. —Sé todo de la colección porque lo has sabido explicar. Prácticamente hiciste todo el trabajo sin tanto tiempo, y es la efectividad que quería—arrastró una silla donde se sentó—Pero puedo escucharte decirlo de nuevo si es lo que quieres. Esa pedantería debía quitarle atractivo, no dárselo. Génesis tuvo la misma osadía que él, en ver ese color extraño y lleno de luz en su mirada. Todo lo contrario a los suyos. Él se removió ante ese acto, desatando la sonrisa ligera que pudo ver en el rostro de la mujer que lo desafió con un solo gesto. —A todo el mundo nos molesta que nos analicen, Anthony—saboreó el nombre, justo como lo hacía él—Pero en tu caso te incomoda. —No me incomoda, si no me llama la atención que eres la primera que lo hace abiertamente—se puso de pie, sobrepasando su altura por más de 30 centímetros, pues aunque ella medía casi 1.70, alcanzaba solo su hombro. —Siempre hago las cosas directamente. Me gusta la transparencia—exclamó disfrutando de la fragancia presente en él. —Me gusta—se inclinó un poco y ella se estremeció cuando lo sintió acercarse a su oreja—La transparencia y tú. El aire se volvió escaso para ella cuando el aliento golpeó su piel sensible y la llevó a cerrar los ojos por un segundo. —Lástima para tí que esté comprometida—trató de recobrar el sentido. —Entonces, ¿porqué no me has alejado, linda sirena de fuego?—le cuestionó rozando su mejilla con la suya. —Porqué estoy esperando a que hagas una sola cosa más para romper tu bonita y perfecta nariz—respondió tranquilamente, haciendo reír a Anthony, el cual suspiró cerca de su oreja. —Soy linda, pero esa palabra será la última en la que pensarás cuando me tengas de frente, si llegas a tocarme. —No eres linda—se acercó un poco más—Eres letalmente hermosa. —Aléjate.—elevó la mirada —Aléjame. —endureció la mandíbula. Sus alientos estaban atacándose mutuamente, sus miradas colisionaron con verdadero peligro. No podía pensar si estaba así de cerca. No quería hacerlo de alguna forma y aún cuando su coherencia estaba presente, fue su inconsciente deseo por sucumbir el que la redujo ante el galope que tenía en su pecho. Eso no debería ser posible. Ella siempre mantenía el control, pero él... —Mi amor, disculpa la tardanza—se giró de inmediato al oír a Ever abrir la puerta. —No sabes. El tráfico estaba horrible. Tuve que hacer malabares para…¿sucede algo? —Sí, que mi tiempo se agotó, pero estoy satisfecho con enterarme que no soy el único que pensó en algunos detalles. —dijo Anthony con un descaro que odió, mientras a ella la cara le ardió de solo saber lo que había pasado. Estaba hiperventilando. ¿Qué estuvo a punto de hacer? ¿Besarlo? ¿De dónde salían esas ideas tan tontas? —Un placer conocer más de la colección, señorita Blackwood. —le habló y ella aclaró su voz siguiendo con lo que estaba haciendo. —Debo retirarme, tengo un problema muy grande que solucionar. El doble sentido de las palabras le dio motivos para matar a otros antes. —Para el día de la revelación de la nueva colección tendrá la suya lista también. —Ever lo interrumpió. —¿Lo veremos ahí? —No me perdería eso por nada—extendió la mano para recibir la del prometido de Génesis, mientras ella tan solo veía la hipocresía de ser tan amable con el hombre de quien juzgó la piedra que le había dado por su compromiso. Se despidió sin contacto, pues su sangre ardía demasiado y la cuestión era que no tenía claro si era enojo o algo más. No estaba tan claro como pensó. —Amor, como te decía. —No me interesa, Ever. —juntó sus bocetos—Si vas a ser el irresponsable que deja todo a última hora de nuevo, es mejor que no te acerques a mí. Necesito ayuda, no más agobio. —Si estás molesta… —Sí, estoy molesta. —declaró saliendo del lugar al sentir un aroma desconocido en él cuando quiso acercarse. Se limitó a trabajar los siguientes días, pero pensar en la cercanía que hubo la tenía enojada, pues no era normal que quisiera cruzar sus propios límites. Pero las palabras sin sentido ahora la tenían más abrumada que el día que las escuchó. Era estúpido. Ni siquiera debía considerarlo. Por ello, su cabeza sólo dio a basto para verificar por sí misma que las piezas fuesen exactamente como en los prototipos, ya que era un trabajo que le tocaba a Ever, pero aun cuando este estuvo presente también, no teniendo más llegadas tarde, algo le dijo que no debía confiarse para nada. —Este líquido deben usarlo en poca cantidad—señaló el bote que había a la par de una de las piezas. —Podría resultar tóxico si se utiliza en exceso y envenenar a nuestros clientes es lo que no necesitamos. Una mirada severa acompañada de una sugerencia de ella era más temida que cuando Ever o algún otro de los expertos gritaba. Su calma era más temida que la tormenta de otros. Una santa letal podía ser más calculadora que un diablo desatado. Ella era lo primero y odiaba en demasía lo segundo. El día había llegado y por ello cuando estuvo lista para la revelación de todo lo que mantuvo en auténtico hermetismo, admiró en su reflejo la imagen que quiso lograr. Usando más la gracia, que la excentricidad, siempre. —Tardas como si tuvieras que fabricar el maquillaje—exclamó Khastiel impaciente. —Te limpie los mocos, KB1. Cierra la boca y llévame a la empresa—su hermano hizo mala cara, pero al final le sonrió levemente llevándola al auto que condujo hasta el lugar en donde el dueño de la empresa, su esposa y Kahín se encontraban. Apenas saludó, se dirigió en búsqueda de su equipo, por lo que pidió que nada debía descuidarse en su ausencia. En el elevador se hizo a la idea de que debía tener lista la otra colección para que su dueño pudiera llevarla con él esa misma noche, además de recibir el collar que le entregaron y se colocó, haciendo juego con su imagen, con piedras que solo resaltaban aún más sus labios carmesí. Abrió su caja fuerte y revisó el primer estuche, estando más que complacida con el resultado, sintió su pulso acelerarse, pero lo dejó en el olvido cuando escuchó unos ruidos que la hicieron girar a la ventana, el picoteo de una paloma golpeaba el cristal con gran esmero. A la vez que el ruido en la siguiente puerta la distrajo. La oficina de Ever. Su prometido. Cerró el estuche y con lentitud caminó hacia la puerta, escuchando como el silencio seguía siendo interrumpido por un mismo ruido que tenía una sola dueña. Escuchó las voces agitadas y su mano se movió al pomo que giró con cuidado. El golpe de asco le llegó de inmediato cuando pudo ver los rostros de las dos personas que estaban en ese lugar, uno sobre el otro, sin ropa. Podía tomar el arma que tenía en su oficina y acabarlos ahí mismo. Matar a uno y torturar al otro o hacer que uno asesinara al segundo. Tantas posibilidades, sin embargo con sus acciones les dejaría claro que la habían logrado lastimar y eso no lo merecían los dos traidores que estaban sin saber aún que alguien estaba eligiendo cuál sería la forma de castigarle.—En serio no lo creí hasta este preciso momento. —Nessi pegó el hombro al marco de la puerta a la vez que sus palmas se golpearon una y otra vez, mientras la escena se detuvo abruptamente. Todo era verdad. Más bien, todo había sido una mentira. Ella preparándose para presentar la nueva creación de la empresa y ellos… —La verdad pensé que tenía una amiga. —jugó con su collar. —Ness, déjame explicarlo. —¿Qué me vas a explicar? ¿Las posiciones en las que te c0giste a quien decía que era mi amiga? No, gracias.—evitó que la tocara al hacer el amago de hacerlo. —Apestas. Quítate. —Amiga,—Carol intentó acercarse. —Ni se molesten, odio el drama. —a ambos los trató con frialdad, con ello los dejó atónitos. —Me llevo mis estuches y pueden seguir con lo suyo. Al pasar, terminó lanzando al suelo y sin cuidado, las revistas en donde mostraban el rostro del hombre que era el foco de admiración de Ever. Anthony Crown. También el objeto de suspiros de Carol, quien se cubrió los sen
Apenas podía mover la mano. Dando un claro indicio que su padre entendió, reaccionando al instante. Haciendo a un lado a Anthony se hizo cargo de su hija, notando lo que pasaba. —Suéltalo. —se fijó en el collar por un instante, mientras la llevó al mueble en donde le revisó las pupilas y los labios. - Tranquilízate. Solo va a empeorarlo. Estarás bien, lo prometo. Solo es una intoxicación. Génesis asintió al verlo convencido de ello. Pero aún cuando no lo mostrara estaba asustado. Era su hija la que peligraba. Su temple solo escondía su temor. —Khastiel, prepara el helicóptero. —habló por el móvil, en lo que su ella estaba cayendo en el profundo sueño que la dominó por completo. Sin apartar los ojos de la persona que le brindó ayuda. El Ángel de la muerte tenía un gesto indescriptible. Por primera vez la tan poderosa muerte no le parecía tan atrayente. No en sus ojos. Anthony observó el collar en el escritorio, mientras Bastian Blackwood caminó a toda prisa hacia el elevador priva
—Me reclamas a mí como si no hubieses hecho lo mismo. —dijo Ever al entrar a la oficina, soltando el periódico que dejó sobre la mesa. —No sé cuántos mensajes dejé para disculparme en tu contestadora y tú…—Y yo me estaba revolcando con el socio de mi padre. —acomodó el bolígrafo en su sitio. —Ya lo dijiste, ahora vete. —¿No lo negarás? —ni siquiera se alteró con su pregunta. —¿Para qué? ¿Eso subirá los dígitos en mis cuentas bancarias? Subirá las de los periodistas, no los míos. —Génesis apoyó la espalda en su silla. —¿Es todo? Estás apestando mi oficina. —¿Por qué eres tan fría con el tema? —quiso saber. —Me haces sentir como si lo nuestro jamás fue importante para tí. —Entiendo. Quieres que me arrastre detrás de tí pidiendo una explicación del porqué lo hiciste. —simuló comprender. —Pensabas que estaría llorando en un rincón preguntándome qué hice mal. —No me refería a eso. —Que bueno. Porque no soy de las que se quedan en la cama llorando a moco tendido. ¿Ahora sí te vas? —
—¿Cómo es que te vas a casar? — Lina con la mano en la cintura fue la imagen que recibió a Anthony al llegar a su casa.—¿Casarme yo? —abrió la otra puerta para sacar el primer maletín.—Con una tal…—Ya sé de lo que hablas y la respuesta es no. —pasó a su lado, le revolvió el pelo y continuó. —¿Papá llegó?—No me cambies de tema. —pasó de Mateo para alcanzarlo de nuevo. —Quiero que me digas cada detalle. —Cada detalle. —exclamó Anthony abriendo el maletín, oyendo el alegato de su hermana. —Muéstrame tu mano. —¿Son las joyas? —dejó el periódico a un lado cuando encontró el primero que era para ella. —No me olvido de lo otro, pero muéstrame que hacen. Vladimir fue quien extendió el computador, ingresó el número de serie y le hizo ver el funcionamiento de las piezas que habían llevado para su nueva protección.Más sofisticado. Más caro también, pues la pieza más barata no superaba el millón de dólares por poco menos de doscientos mil. No era solo el material, sino la tecnología, el a
La calidez se le subió a las mejillas a Nessi, el aliento mentolado le golpeó el rostro y con la mirada amielada que este le dedicó toda la coherencia que debía tener se había esfumado. —¿Qué te hace pensar que tú y yo funcionamos en algo así? —miró sus labios. —Somos tan iguales que no podemos compenetrar. —¿Aceptas o te rindes? —la castaña sonrió mirando su clavícula salpicada. —Sabes que puedes conmigo. —Sueñas. —se dio la vuelta liberando sus manos. —No estoy para juegos. Menos para ver a un tipo “todo lo puedo” alzar más su ego. Ten un buen día, Anthony.—Dicen que eres la reina del hielo o de las tinieblas, pero solo es una máscara. —le dijo desde su espalda. —Las usas para otros, pero jamás van a cubrirte de tí misma.El neoyorquino solo pudo ver como ella se volvió a subir a su camioneta, dejándolo anonadado por el cambio tan repentino. Estaba seguro que iba a aceptar. Que había logrado sacar esa destrucción que llevaba por dentro, pero no fue así. La alemana al parecer t
La pelea dio inicio. Los presentes soltaron los gritos más fuertes que pudo escuchar Génesis. A su lado un sujeto casi iba a besarle los pies a Anthony cuando su líder respondió el ataque de su contrincante. A su padre lo adoraban prácticamente. Pero ese hombre superaba ese tipo de veneración no la había visto jamás. Anthony evadió el golpe del sujeto, encestando el codazo que mandó al otro luchador de bruces al suelo. —No durará dos minutos. —dijo el hombre de aspecto robusto, con músculos muy apropiados para su altura resaltante. Cabello rojizo y chaleco de cuero sobre una remera oscura que a ella le pareció curioso hiciera de esa talla. En la pelea se pudo ver reflejada la listeza en la lucha de parte del hombre, el cuál no tuvo que hacer mucho esfuerzo para saber cómo abordar los fallos en la lucha de su contrincante. Los puños apenas lo rozaron. Sus pies sabían estabilizarse para no caer cuando el impacto era total en su estómago y para Génesis lo único que la hizo e
—Cómo quieras. —dijo Anthony con tosquedad. —Siempre es como yo quiero. —señaló su pesadilla andante, viendo las puertas abrirse. Llamaban la atención al ir a la par. Demasiado como para ignorarlo. Génesis se dio cuenta de todas las miradas que tenían sobre ellos. Anthony de que algunos incluso tomaron fotografías, como si fuera un evento sin precedentes.—Si que les interesa tu vida. —mencionó la ojinegra al ver todo el alboroto que formaron. —Ahora tienen que mierd4 perseguir. —murmuró con descontento. Que siguieran engrandeciendo el problema no le parecía nada agradable. Ligando su nombre al de una persona que apenas soportaba era la gota que derramó el vaso. Parecía que el universo se unía en su contra, como si no tuviera suficiente con las situaciones que debía resolver solo por ser quien era. —Hubiese dicho que sí, si me interesaras o si el complejo de héroe con capa no lo tuvieras. —dijo cuando pasó a su lado en el vehículo que desapareció luego de eso. ¿Sí le interesaba?
—Nos están viendo todos. —dijo Nessi sin alejarse de él. —¿Te estoy obligando a estar aquí? —su voz ronca la hizo apretar sus pies contra el suelo. —Prácticamente. —movió el brazo y Anthony la liberó. —Ya tienen más tomas nuestras. Con eso les quedará libre que estamos en una relación, pese a que acabo de terminar una hace unos días solamente. —¿Y eso me debería preocupar? —Anthony no le quitó los ojos de encima. —Puedes decir que fui el tercero en discordia. Mi reputación no me importa. —¿Prefieres que te tilden de un maldit0 que no respeta una relación, pero no que se diga que sostienes una relación conmigo? —El problema es que lo primero sí lo soy y lo segundo no. —siguió su camino hasta el elevador. —¿Tú lado caballeroso no lo encontraste hoy o definitivamente lo perdiste? —cuestionó ella alcanzándolo. —Esto durará una semana. —El problema de Anthony dolía con cada paso. Además de que Vladimir prefirió darles espacio y no intervenir. Mal momento para que lo hicier