Capítulo 5

Apenas podía mover la mano. Dando un claro indicio que su padre entendió, reaccionando al instante. Haciendo a un lado a Anthony se hizo cargo de su hija, notando lo que pasaba.

—Suéltalo. —se fijó en el collar por un instante, mientras la llevó al mueble en donde le revisó las pupilas y los labios. - Tranquilízate. Solo va a empeorarlo. Estarás bien, lo prometo. Solo es una intoxicación.

Génesis asintió al verlo convencido de ello. Pero aún cuando no lo mostrara estaba asustado. Era su hija la que peligraba. Su temple solo escondía su temor.

—Khastiel, prepara el helicóptero. —habló por el móvil, en lo que su ella estaba cayendo en el profundo sueño que la dominó por completo. Sin apartar los ojos de la persona que le brindó ayuda.

El Ángel de la muerte tenía un gesto indescriptible. Por primera vez la tan poderosa muerte no le parecía tan atrayente. No en sus ojos.

Anthony observó el collar en el escritorio, mientras Bastian Blackwood caminó a toda prisa hacia el elevador privado que lo llevó a la azotea.

—¿Intoxicación? —cuestionó sin ver a lo que se refería en verdad. Pero cuando tuvo la pieza ante sus ojos notó lo que el alemán vio.

Podía verse como una pequeña esfera o depósito dentro del collar resaltaba en la parte oculta de una de las decoraciones que tenía. Sus dos primos no dijeron nada. Pero los tres sabían que era eso.

—Es una cápsula de galio. —dijo Anthony hacia su primo. —Inusual. Se derrite con el calor corporal y no lo sabría tan rápido.

—¿Quién la querría envenenar? — la pregunta de Vladimir se percibió como un dardo extrañamente implacable. Mateo lo tomó con un lápiz que elevó un poco. —Quien haya sido, sí que quería lograrlo.

—No se necesita saber quien, solo que alguien lo hizo. —dijo su primo limpiando sus manos para no tener ningún contacto con el humor sin olor o color. —Por lo pronto, es mejor que nos vayamos. Más envenenados es algo que no necesitamos.

Anthony movió la cabeza hacia el chirriar de la puerta cuando se abrió.

—Ah, lo siento. Creí que Génesis estaba aquí. —dijo Ever con marcas de haber estado en una pelea. Pelea que había perdido claramente porque sus manos no tenían un solo signo de haberse defendido.

—Estuvo. —contestó Mateo.

—¿Se fue? —cuestionó el novio de Génesis.

—¿La ves aquí? —preguntó tosco éste de nuevo, pues las preguntas tontas lo sacaban de quicio y que preguntara algo obvio, aún más.

—¿Sabes donde…?—guardó silencio cuando Mateo giró los ojos hacia él de nuevo.

—Solo hay cinco personas que venden algo así en este país. —dijo Anthony sin interesarse en lo que decía Ever.

—¿Te especializaste en detective ahora? —Vladimir solo observó ante la interrogante de Mateo, quien caminó a su lado al atravesar el umbral.

—No, pero no puedo dejar morir a mi diseñadora de joyas especiales. —dijo guardando el móvil.

—Cuando le colocas el “mi” a algo, es porque estás jodido. —Anthony alzó el entrecejo como si fuera una gran estupidez lo que acababa de escuchar.

—O porque lo digo con ironía. —contrarió para no tocar el tema nuevamente.

—¿Cuándo le dirás lo que pasa con su prometido? —lo siguió hasta el elevador común al que los tres hombres se adentraron.

—¿Acaso me incumbe? —soltó con indiferencia. Una infidelidad era nada a la par de lo que pudo darse cuenta. Pero no iba a inmiscuirse en ese asunto. Lo suyo era meramente profesional.

Al menos debía convencerse de eso. La tentación iba de la mano de la tensión y él no iba a caer en el abismo al que lo querían lanzar.

Anthony rara vez disfrutaba siendo el centro de atención. Contaba con los dedos las ocasiones en las que le agradaba la idea de compartir detalles sobre su vida. Reservado y enfocado en sus propios intereses, nunca se dejaba distraer. Era un hombre de matices extremos y actitudes determinantes, pero, sobre todo, creció con la certeza de que había nacido para gobernar.

Ese era su fin y lo sería siempre que tuviera control sobre sus actos. Y aún estaba convencido de que nada podría quitarle eso.

Génesis en cambio apenas despertaba del sueño asfixiante que había tenido. Horas después del envenenamiento, al fin pudo abrir los ojos.

Su padre, su madre y sus hermanos estaban en completo silencio en la habitación, mientras ella comenzó a ubicarse en donde se encontraba.

—No te levantes. —le aconsejó su preocupada madre.

—Solo estoy mareada. Pero me siento mejor. —explicó odiando el olor a ese sitio.

Las clínicas y hospitales no le gustaron jamás. Siempre recurrían a esos lugares cuando uno de ellos se lastimaba.

Todos estaban al tanto, por lo que también usaron sus privilegios para llevarla a su casa. Aunque antes de marcharse, el médico le hizo ver sobre la intoxicación que había tenido, cosa que la desconcertó pues era el tipo de cosas con las que no trabajaba.

Génesis, no quería sentirse inútil por lo que pidió caminar hasta el auto, el cual fue la recomendación del médico que sí podía seguir gustosa.

—¿De verdad te sientes mejor? —la duda en la voz de Kahín sonó dura, pero en ella estaba presente el tinte de preocupación que su hermana calmó con una media sonrisa.

—Apenas supe que estabas aquí. —la voz de Ever en el estacionamiento la hizo frenar sus lentos pasos. —¿Estás mejor?

Ella siguió su camino, deseando que su padre no viera eso. Ella no lo quería muerto. Sus formas de resolver las cosas eran distintas. Sin embargo, este ya había llegado y le abrió la puerta.

—Señor, dijeron que nadie tenía permitido decirme sobre…

—Averigua quien lo hizo y despidelo. —ordenó el alemán con los dientes apretados a su hijo.

Le estaba costando un mundo no hacerse cargo él mismo. Prefirió entrar al auto de nuevo. Su hija lo tendría si pedía ayuda, pero en ese momento, con una mirada le dejaba claro que no era momento para intervenir.

—Bebé. Podemos hablar de una vez y arreglar lo nuestro.

Ever quiso tocarla, pero ella solo se fijó en una cosa; el auto que iba llegando.

—Bebé.

—KB2 hazte cargo. Tienes vía limitada, pero diviértete. —dijo sin siquiera verlo. Kahín sonrió creando en su cabeza algunas ideas que intimidaron a Ever aún sin que dijera una sola palabra.

Mientras Genesis solo pudo ver el vehículo que aparcó. De este bajó Anthony Crown. Con ese gesto implacable que había visto poco.

La presión en su pecho se intensificó, apretando la mano de Kahín sin saber por qué, pero la confusa reacción se volvió tenebrosa cuando un grupo notable de palomas elevaron su vuelo desde la acera, pasando a un lado de los autos.

El escalofrío que la cubrió la desconcertó, mirando a la única que quedó en pie, la cual extrañamente se posó sobre la mano que tenía aferrada a la puerta.

Las palabras antes escuchadas volvieron a su cabeza y aunque no creía en esas cosas, comenzó a dudar.

—Atraes cosas muy extrañas. —dijo el americano al acercarse y alejar al ave.

—Lo he notado. —contestó recibiendo el pañuelo. —¿A qué has venido? Porque dudo que te preocupe mi bienestar.

Anthony río alzando el rostro.

—Solo vengo a pagar el favor de haber hecho un buen trabajo. —sacó de su abrigo el papel que le entregó. —Es quien vendió Galio para tu collar.

—Pude averiguarlo por mí misma. —lo detuvo al verlo marcharse.

—Cómo dije, atraes cosas extrañas. —la dejó perdida ante su declaración.

¿Qué significaba eso?

Pero extrañamente, era la incógnita que menos le interesaba desenredar.

Anthony por su parte tenía sus propios asuntos qué resolver. Llegando al hotel la comunicación a New York se extendió más de lo debido, había que tomar decisiones, pues aunque un concejo ya no regulara las acciones de la familia, sí había un tiempo para cumplir lo que aseguraba el futuro.

Pero todo era a su tiempo. A su manera.

Para la mañana recibió un manual con la funcionalidad de las joyas que, al no estar el equipo especializado, iba a tener que revisar solo.

—Supongo que ya tienes planeado hablar con ella. —dijo Mateo, mientras revisaba el compartimento secreto del reloj.

—Si fueras un consejero, serías pésimo. —Anthony dejó a un lado el collar de titanio. —¿Dónde está Vladimir?

—Buscando manzanas. Ese no es el caso. —dijo su primo.

—El caso aquí es que debemos partir a New York por la mañana y esto no debe tener un solo error. —señaló dejando el collar de rubíes que dio el resultado esperado. Tenía negocios que atender. Seguridad que reforzar. Reuniones que continuar.

—Sigue procrastinando. Eso dará grandes resultados. —exclamó Mateo al ver que no quería tocar más el tema.

Anthony guardó silencio y tomó el móvil cuando Vladimir lo llamó. Cualquier cosa que lo liberara del escrutinio de Mateo era bien recibido.

—¿Hace cuánto que no ves las noticias?

—Eso lo haces tú. No yo. —contestó Anthony guardando un estuche.

—Pues agradece que lo haga. —escuchó como aclaró su voz. —Revisa la foto que acabo de enviarte. Va a interesarte mucho.

El mayor de los tres deslizó los dedos por la pantalla sin creer que de verdad algo lo hiciera, pero sin discutir, yendo al chat con el menor. Quedándose sin palabras debido a la imagen que había plasmada en primera plana de un periódico.

“Escándalo del año: Confirmado…¡Genesis Blackwood sostuvo un amorío con el multimillonario heredero, Anthony Crown!”

¿De qué demonios hablaban? ¿Lo confirmó quién?

Bajo esta, una captura de ellos dos en la segunda reunión que tuvieron a solas. La posición de la cámara dejaba muy poco a la imaginación, y mucho de lo que podía arrepentirse.

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