Apenas podía mover la mano. Dando un claro indicio que su padre entendió, reaccionando al instante. Haciendo a un lado a Anthony se hizo cargo de su hija, notando lo que pasaba.
—Suéltalo. —se fijó en el collar por un instante, mientras la llevó al mueble en donde le revisó las pupilas y los labios. - Tranquilízate. Solo va a empeorarlo. Estarás bien, lo prometo. Solo es una intoxicación. Génesis asintió al verlo convencido de ello. Pero aún cuando no lo mostrara estaba asustado. Era su hija la que peligraba. Su temple solo escondía su temor. —Khastiel, prepara el helicóptero. —habló por el móvil, en lo que su ella estaba cayendo en el profundo sueño que la dominó por completo. Sin apartar los ojos de la persona que le brindó ayuda. El Ángel de la muerte tenía un gesto indescriptible. Por primera vez la tan poderosa muerte no le parecía tan atrayente. No en sus ojos. Anthony observó el collar en el escritorio, mientras Bastian Blackwood caminó a toda prisa hacia el elevador privado que lo llevó a la azotea. —¿Intoxicación? —cuestionó sin ver a lo que se refería en verdad. Pero cuando tuvo la pieza ante sus ojos notó lo que el alemán vio. Podía verse como una pequeña esfera o depósito dentro del collar resaltaba en la parte oculta de una de las decoraciones que tenía. Sus dos primos no dijeron nada. Pero los tres sabían que era eso. —Es una cápsula de galio. —dijo Anthony hacia su primo. —Inusual. Se derrite con el calor corporal y no lo sabría tan rápido. —¿Quién la querría envenenar? — la pregunta de Vladimir se percibió como un dardo extrañamente implacable. Mateo lo tomó con un lápiz que elevó un poco. —Quien haya sido, sí que quería lograrlo. —No se necesita saber quien, solo que alguien lo hizo. —dijo su primo limpiando sus manos para no tener ningún contacto con el humor sin olor o color. —Por lo pronto, es mejor que nos vayamos. Más envenenados es algo que no necesitamos. Anthony movió la cabeza hacia el chirriar de la puerta cuando se abrió. —Ah, lo siento. Creí que Génesis estaba aquí. —dijo Ever con marcas de haber estado en una pelea. Pelea que había perdido claramente porque sus manos no tenían un solo signo de haberse defendido. —Estuvo. —contestó Mateo. —¿Se fue? —cuestionó el novio de Génesis. —¿La ves aquí? —preguntó tosco éste de nuevo, pues las preguntas tontas lo sacaban de quicio y que preguntara algo obvio, aún más. —¿Sabes donde…?—guardó silencio cuando Mateo giró los ojos hacia él de nuevo. —Solo hay cinco personas que venden algo así en este país. —dijo Anthony sin interesarse en lo que decía Ever. —¿Te especializaste en detective ahora? —Vladimir solo observó ante la interrogante de Mateo, quien caminó a su lado al atravesar el umbral. —No, pero no puedo dejar morir a mi diseñadora de joyas especiales. —dijo guardando el móvil. —Cuando le colocas el “mi” a algo, es porque estás jodido. —Anthony alzó el entrecejo como si fuera una gran estupidez lo que acababa de escuchar. —O porque lo digo con ironía. —contrarió para no tocar el tema nuevamente. —¿Cuándo le dirás lo que pasa con su prometido? —lo siguió hasta el elevador común al que los tres hombres se adentraron. —¿Acaso me incumbe? —soltó con indiferencia. Una infidelidad era nada a la par de lo que pudo darse cuenta. Pero no iba a inmiscuirse en ese asunto. Lo suyo era meramente profesional. Al menos debía convencerse de eso. La tentación iba de la mano de la tensión y él no iba a caer en el abismo al que lo querían lanzar. Anthony rara vez disfrutaba siendo el centro de atención. Contaba con los dedos las ocasiones en las que le agradaba la idea de compartir detalles sobre su vida. Reservado y enfocado en sus propios intereses, nunca se dejaba distraer. Era un hombre de matices extremos y actitudes determinantes, pero, sobre todo, creció con la certeza de que había nacido para gobernar. Ese era su fin y lo sería siempre que tuviera control sobre sus actos. Y aún estaba convencido de que nada podría quitarle eso. Génesis en cambio apenas despertaba del sueño asfixiante que había tenido. Horas después del envenenamiento, al fin pudo abrir los ojos. Su padre, su madre y sus hermanos estaban en completo silencio en la habitación, mientras ella comenzó a ubicarse en donde se encontraba. —No te levantes. —le aconsejó su preocupada madre. —Solo estoy mareada. Pero me siento mejor. —explicó odiando el olor a ese sitio. Las clínicas y hospitales no le gustaron jamás. Siempre recurrían a esos lugares cuando uno de ellos se lastimaba. Todos estaban al tanto, por lo que también usaron sus privilegios para llevarla a su casa. Aunque antes de marcharse, el médico le hizo ver sobre la intoxicación que había tenido, cosa que la desconcertó pues era el tipo de cosas con las que no trabajaba. Génesis, no quería sentirse inútil por lo que pidió caminar hasta el auto, el cual fue la recomendación del médico que sí podía seguir gustosa. —¿De verdad te sientes mejor? —la duda en la voz de Kahín sonó dura, pero en ella estaba presente el tinte de preocupación que su hermana calmó con una media sonrisa. —Apenas supe que estabas aquí. —la voz de Ever en el estacionamiento la hizo frenar sus lentos pasos. —¿Estás mejor? Ella siguió su camino, deseando que su padre no viera eso. Ella no lo quería muerto. Sus formas de resolver las cosas eran distintas. Sin embargo, este ya había llegado y le abrió la puerta. —Señor, dijeron que nadie tenía permitido decirme sobre… —Averigua quien lo hizo y despidelo. —ordenó el alemán con los dientes apretados a su hijo. Le estaba costando un mundo no hacerse cargo él mismo. Prefirió entrar al auto de nuevo. Su hija lo tendría si pedía ayuda, pero en ese momento, con una mirada le dejaba claro que no era momento para intervenir. —Bebé. Podemos hablar de una vez y arreglar lo nuestro. Ever quiso tocarla, pero ella solo se fijó en una cosa; el auto que iba llegando. —Bebé. —KB2 hazte cargo. Tienes vía limitada, pero diviértete. —dijo sin siquiera verlo. Kahín sonrió creando en su cabeza algunas ideas que intimidaron a Ever aún sin que dijera una sola palabra. Mientras Genesis solo pudo ver el vehículo que aparcó. De este bajó Anthony Crown. Con ese gesto implacable que había visto poco. La presión en su pecho se intensificó, apretando la mano de Kahín sin saber por qué, pero la confusa reacción se volvió tenebrosa cuando un grupo notable de palomas elevaron su vuelo desde la acera, pasando a un lado de los autos. El escalofrío que la cubrió la desconcertó, mirando a la única que quedó en pie, la cual extrañamente se posó sobre la mano que tenía aferrada a la puerta. Las palabras antes escuchadas volvieron a su cabeza y aunque no creía en esas cosas, comenzó a dudar. —Atraes cosas muy extrañas. —dijo el americano al acercarse y alejar al ave. —Lo he notado. —contestó recibiendo el pañuelo. —¿A qué has venido? Porque dudo que te preocupe mi bienestar. Anthony río alzando el rostro. —Solo vengo a pagar el favor de haber hecho un buen trabajo. —sacó de su abrigo el papel que le entregó. —Es quien vendió Galio para tu collar. —Pude averiguarlo por mí misma. —lo detuvo al verlo marcharse. —Cómo dije, atraes cosas extrañas. —la dejó perdida ante su declaración. ¿Qué significaba eso? Pero extrañamente, era la incógnita que menos le interesaba desenredar. Anthony por su parte tenía sus propios asuntos qué resolver. Llegando al hotel la comunicación a New York se extendió más de lo debido, había que tomar decisiones, pues aunque un concejo ya no regulara las acciones de la familia, sí había un tiempo para cumplir lo que aseguraba el futuro. Pero todo era a su tiempo. A su manera. Para la mañana recibió un manual con la funcionalidad de las joyas que, al no estar el equipo especializado, iba a tener que revisar solo. —Supongo que ya tienes planeado hablar con ella. —dijo Mateo, mientras revisaba el compartimento secreto del reloj. —Si fueras un consejero, serías pésimo. —Anthony dejó a un lado el collar de titanio. —¿Dónde está Vladimir? —Buscando manzanas. Ese no es el caso. —dijo su primo. —El caso aquí es que debemos partir a New York por la mañana y esto no debe tener un solo error. —señaló dejando el collar de rubíes que dio el resultado esperado. Tenía negocios que atender. Seguridad que reforzar. Reuniones que continuar. —Sigue procrastinando. Eso dará grandes resultados. —exclamó Mateo al ver que no quería tocar más el tema. Anthony guardó silencio y tomó el móvil cuando Vladimir lo llamó. Cualquier cosa que lo liberara del escrutinio de Mateo era bien recibido. —¿Hace cuánto que no ves las noticias? —Eso lo haces tú. No yo. —contestó Anthony guardando un estuche. —Pues agradece que lo haga. —escuchó como aclaró su voz. —Revisa la foto que acabo de enviarte. Va a interesarte mucho. El mayor de los tres deslizó los dedos por la pantalla sin creer que de verdad algo lo hiciera, pero sin discutir, yendo al chat con el menor. Quedándose sin palabras debido a la imagen que había plasmada en primera plana de un periódico. “Escándalo del año: Confirmado…¡Genesis Blackwood sostuvo un amorío con el multimillonario heredero, Anthony Crown!” ¿De qué demonios hablaban? ¿Lo confirmó quién? Bajo esta, una captura de ellos dos en la segunda reunión que tuvieron a solas. La posición de la cámara dejaba muy poco a la imaginación, y mucho de lo que podía arrepentirse.—Me reclamas a mí como si no hubieses hecho lo mismo. —dijo Ever al entrar a la oficina, soltando el periódico que dejó sobre la mesa. —No sé cuántos mensajes dejé para disculparme en tu contestadora y tú…—Y yo me estaba revolcando con el socio de mi padre. —acomodó el bolígrafo en su sitio. —Ya lo dijiste, ahora vete. —¿No lo negarás? —ni siquiera se alteró con su pregunta. —¿Para qué? ¿Eso subirá los dígitos en mis cuentas bancarias? Subirá las de los periodistas, no los míos. —Génesis apoyó la espalda en su silla. —¿Es todo? Estás apestando mi oficina. —¿Por qué eres tan fría con el tema? —quiso saber. —Me haces sentir como si lo nuestro jamás fue importante para tí. —Entiendo. Quieres que me arrastre detrás de tí pidiendo una explicación del porqué lo hiciste. —simuló comprender. —Pensabas que estaría llorando en un rincón preguntándome qué hice mal. —No me refería a eso. —Que bueno. Porque no soy de las que se quedan en la cama llorando a moco tendido. ¿Ahora sí te vas? —
—¿Cómo es que te vas a casar? — Lina con la mano en la cintura fue la imagen que recibió a Anthony al llegar a su casa.—¿Casarme yo? —abrió la otra puerta para sacar el primer maletín.—Con una tal…—Ya sé de lo que hablas y la respuesta es no. —pasó a su lado, le revolvió el pelo y continuó. —¿Papá llegó?—No me cambies de tema. —pasó de Mateo para alcanzarlo de nuevo. —Quiero que me digas cada detalle. —Cada detalle. —exclamó Anthony abriendo el maletín, oyendo el alegato de su hermana. —Muéstrame tu mano. —¿Son las joyas? —dejó el periódico a un lado cuando encontró el primero que era para ella. —No me olvido de lo otro, pero muéstrame que hacen. Vladimir fue quien extendió el computador, ingresó el número de serie y le hizo ver el funcionamiento de las piezas que habían llevado para su nueva protección.Más sofisticado. Más caro también, pues la pieza más barata no superaba el millón de dólares por poco menos de doscientos mil. No era solo el material, sino la tecnología, el a
La calidez se le subió a las mejillas a Nessi, el aliento mentolado le golpeó el rostro y con la mirada amielada que este le dedicó toda la coherencia que debía tener se había esfumado. —¿Qué te hace pensar que tú y yo funcionamos en algo así? —miró sus labios. —Somos tan iguales que no podemos compenetrar. —¿Aceptas o te rindes? —la castaña sonrió mirando su clavícula salpicada. —Sabes que puedes conmigo. —Sueñas. —se dio la vuelta liberando sus manos. —No estoy para juegos. Menos para ver a un tipo “todo lo puedo” alzar más su ego. Ten un buen día, Anthony.—Dicen que eres la reina del hielo o de las tinieblas, pero solo es una máscara. —le dijo desde su espalda. —Las usas para otros, pero jamás van a cubrirte de tí misma.El neoyorquino solo pudo ver como ella se volvió a subir a su camioneta, dejándolo anonadado por el cambio tan repentino. Estaba seguro que iba a aceptar. Que había logrado sacar esa destrucción que llevaba por dentro, pero no fue así. La alemana al parecer t
La pelea dio inicio. Los presentes soltaron los gritos más fuertes que pudo escuchar Génesis. A su lado un sujeto casi iba a besarle los pies a Anthony cuando su líder respondió el ataque de su contrincante. A su padre lo adoraban prácticamente. Pero ese hombre superaba ese tipo de veneración no la había visto jamás. Anthony evadió el golpe del sujeto, encestando el codazo que mandó al otro luchador de bruces al suelo. —No durará dos minutos. —dijo el hombre de aspecto robusto, con músculos muy apropiados para su altura resaltante. Cabello rojizo y chaleco de cuero sobre una remera oscura que a ella le pareció curioso hiciera de esa talla. En la pelea se pudo ver reflejada la listeza en la lucha de parte del hombre, el cuál no tuvo que hacer mucho esfuerzo para saber cómo abordar los fallos en la lucha de su contrincante. Los puños apenas lo rozaron. Sus pies sabían estabilizarse para no caer cuando el impacto era total en su estómago y para Génesis lo único que la hizo e
—Cómo quieras. —dijo Anthony con tosquedad. —Siempre es como yo quiero. —señaló su pesadilla andante, viendo las puertas abrirse. Llamaban la atención al ir a la par. Demasiado como para ignorarlo. Génesis se dio cuenta de todas las miradas que tenían sobre ellos. Anthony de que algunos incluso tomaron fotografías, como si fuera un evento sin precedentes.—Si que les interesa tu vida. —mencionó la ojinegra al ver todo el alboroto que formaron. —Ahora tienen que mierd4 perseguir. —murmuró con descontento. Que siguieran engrandeciendo el problema no le parecía nada agradable. Ligando su nombre al de una persona que apenas soportaba era la gota que derramó el vaso. Parecía que el universo se unía en su contra, como si no tuviera suficiente con las situaciones que debía resolver solo por ser quien era. —Hubiese dicho que sí, si me interesaras o si el complejo de héroe con capa no lo tuvieras. —dijo cuando pasó a su lado en el vehículo que desapareció luego de eso. ¿Sí le interesaba?
—Nos están viendo todos. —dijo Nessi sin alejarse de él. —¿Te estoy obligando a estar aquí? —su voz ronca la hizo apretar sus pies contra el suelo. —Prácticamente. —movió el brazo y Anthony la liberó. —Ya tienen más tomas nuestras. Con eso les quedará libre que estamos en una relación, pese a que acabo de terminar una hace unos días solamente. —¿Y eso me debería preocupar? —Anthony no le quitó los ojos de encima. —Puedes decir que fui el tercero en discordia. Mi reputación no me importa. —¿Prefieres que te tilden de un maldit0 que no respeta una relación, pero no que se diga que sostienes una relación conmigo? —El problema es que lo primero sí lo soy y lo segundo no. —siguió su camino hasta el elevador. —¿Tú lado caballeroso no lo encontraste hoy o definitivamente lo perdiste? —cuestionó ella alcanzándolo. —Esto durará una semana. —El problema de Anthony dolía con cada paso. Además de que Vladimir prefirió darles espacio y no intervenir. Mal momento para que lo hicier
—Por tercera y última ocasión, sí KB2, estoy segura de hacer esto. —alcanzó a decir Génesis hacia su hermano. —Khastiel opina igual que yo. —señaló el menor de los gemelos. —Se necesita ser muy frío para lograr algo así y tú, en este momento no estás para estas cosas. Su hermana dejó de comer, mirando a todos a su alrededor. —No te menosprecio. Sé de lo que eres capaz, pero necesitas primero enfocarte en una cosa, antes de tomar otra. —declaró en medio del restaurante en el que se encontraban. —Tu falso noviazgo puede ser más complicado de lo que crees. —Entonces, instrúyeme, KB2. —pidió colocando ambas manos juntas. —No te lo digo porque me crea experto. Solo no quiero que lo uses como bloqueo para lo que necesitas de verdad. —exhaló. —Un enamoramiento de meses no se va de un día para otro. —Auch eine Schwärmerei hält nicht ewig och jag tvivlar på şüphe ediyorum в своих sentimenti per lui. —dijo ella con un tono más apagado. —No me vengas con ese juego de idiomas. —alegó su he
—No le hemos querido decir nada a Logan, pero está claro que alguien sabe de qué ese cuento de que nuestro apellido es mera coincidencia no es verdad. —dijo Fletcher. —La investigación está dirigida a varios apellidos, pero Xander tiene la sospecha de que está enfocada a nosotros. —¿Por qué lo cree? —consultó Anthony, yendo a la par de su padre. —La orden viene de arriba. El fiscal federal lo firmó, pero murió en un accidente hace una semana. Eso fue lo que nos hizo sospechar al principio. —indicó aclarando su voz. —Xander va a renunciar a su cargo de juez para que, en dado caso de que el rumor que llegó a sus oídos de destituirlo sea cierto, no acabe con su nombre. —Tenemos todo cubierto. —exclamó Anthony. —Ya me hice cargo de eso estos días. —Tal vez no sea suficiente. —dijo Fletcher hacia los dos hombres frente a él, mientras Leonardo permanecía en silencio. —Hasta donde tengo entendido se hizo algo similar en Europa hace más de un año, por lo que pudimos enterarnos de que