—En serio no lo creí hasta este preciso momento. —Nessi pegó el hombro al marco de la puerta a la vez que sus palmas se golpearon una y otra vez, mientras la escena se detuvo abruptamente.
Todo era verdad. Más bien, todo había sido una mentira. Ella preparándose para presentar la nueva creación de la empresa y ellos… —La verdad pensé que tenía una amiga. —jugó con su collar. —Ness, déjame explicarlo. —¿Qué me vas a explicar? ¿Las posiciones en las que te c0giste a quien decía que era mi amiga? No, gracias.—evitó que la tocara al hacer el amago de hacerlo. —Apestas. Quítate. —Amiga,—Carol intentó acercarse. —Ni se molesten, odio el drama. —a ambos los trató con frialdad, con ello los dejó atónitos. —Me llevo mis estuches y pueden seguir con lo suyo. Al pasar, terminó lanzando al suelo y sin cuidado, las revistas en donde mostraban el rostro del hombre que era el foco de admiración de Ever. Anthony Crown. También el objeto de suspiros de Carol, quien se cubrió los senos con la blusa, mientras el hombre al que miraba con asco se arregló el pantalón. —Nessi,—la mirada que obtuvo silenció a la mujer desnuda. —Génesis para tí, mediocre traidora. —dijo con dureza. —Mi amor… —el puño cerrado de la ojinegra le rompió la nariz a Ever, sorprendiendolo al golpear su ingle con la rodilla, aprovechando su dolor estrelló su mano abierta en su mejilla, empeorando el sangrado que corrió por su barbilla. Carol no pudo evitar soltar un grito ahogado, cubriendo su boca con ambas manos al ver a su amante en el suelo, soltando quejidos de dolor. —Pero… —No te rompo la cara también, porque en cinco minutos darás el discurso de bienvenida, y no quiero fallas. —la sujetó por la barbilla. —Así que retoca tu maquillaje y sigue adelante, porque te aseguro que lo puedo hacer mucho mejor que tú. La liberó con desprecio, tomando una toalla húmeda, de las que había en el escritorio para limpiar su mano. Aplastó la mano de Ever con su tacón y salió del lugar, con el mentón en alto, la mirada fría y el cabello ondeando furiosamente con cada paso. No derramaría lágrimas. Le inculcaron que la lealtad era invaluable, que solo mediocres se atrevían a romperlo. Así que priorizaba su éxito sobre sus sentimientos. Al menos en ese instante. Su padre tenía razón, no iba a dejar que su éxito de esa noche fuese opacado por actos estúpidos de otros. Dolía, claro que lo hacía. Ella sí consideraba conservar esa amistad, pero no iba a soltar una lágrima con tantos elogiando sus logros. Su padre la observaba junto a su madre y hermano entre el público, en lugares privilegiados. Por lo que mantuvo la imagen que quería proyectar esa noche. Vio a Carol caminar con rapidez y la seguridad desmoronada hacia el lugar que debía ocupar en tan solo segundos, mientras las enseñanzas sobre las traiciones que le dio su padre siguieron resonando en su cabeza, haciéndose a un lado para que su ex amiga pasara al escenario en donde les mostró a todos su nerviosismo. Sin poder evitarlo. La nueva colección estaba en la vitrina bajo la tela roja, por lo que tuvo que esperar paciente y con una sonrisa victoriosa su turno, oyendo las líneas que Carol había ensayado durante días. —Por lo tanto, pido un gran aplauso para mi gran amiga y la creadora de tan majestuosa colección ¡Génesis Blackwood! —señaló Carola, dándole paso a la mujer de vestido beige, ceñido y que acentuaba sus curvas peligrosas. El brillo de los diamantes en su gargantilla resplandecían como estrellas en la noche, deslumbrando a todos con esa belleza que poseía. Evitó el beso de Carola sin miramientos, tomando el micrófono con el que dio inicio al discurso que improvisó al no querer decir el que su amiga junto a su novio habían preparado con anticipación. —A lo cuál, no retraso más la revelación por la que todos nos encontramos aquí. - culminó moviéndose a la derecha con una enorme sonrisa que su padre veía con gran orgullo. El telón se alzó lentamente, revelando la vitrina. Allí, en su esplendor, estaba la colección de joyas más deslumbrante que nadie hubiera visto jamás. Collares de diamantes, pulseras de zafiros, pendientes de esmeraldas; cada pieza era una obra de arte única. Y en el centro de todo, de pie junto a la vitrina, estaba Génesis Blackwood. Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con una intensidad que hipnotizaba a cualquiera que la mirara. El público estalló en una ovación, y Génesis inclinó la cabeza con humildad, siendo fotografiada por todos mientras continuó con el discurso para describrir cada pieza, dejando a todos anonadados con su experiencia en el campo. —Y ahora, antes de concluir —añadió la castaña, su voz más fría que el hielo —Carol, estás despedida. Un Blackwood desprecia las traiciones y a quienes las apoyan. Que esta lección te sirva y al resto para el futuro. Dejó el micrófono y se retiró, oyendo el mar de murmullos que se levantó, aunque no tardó en volver a convertirse en aplausos que acabaron con el silencio. —¿Necesitas que te saque de aquí? - le preguntó su padre al saber la estrecha relación que tenía con la recién despedida, ella negó. —No tiene importancia. - le sonrió. Pero él supo que habían lastimado a su hija. —Si necesitas descansar, puedes hacerlo. Me haré cargo de mostrar las piezas especiales a los Crown. —propuso su madre. —No es necesario, pero gracias. Iré a revisar los estuches. —dijo evitando hacer un drama mayor. No quiso responder a la pregunta de su hermano tampoco, siendo la misma de siempre frente a todos. Cuando estuvo sola, apenas se pudo tomar el pecho, mientras no quiso pensar en todo el enojo que estaba acumulando. Debía respirar y por ello se quitó el collar que dejó sobre el escritorio. Pero no era suficiente. Sus pulmones estaban siendo presionados por el enojo que no soltó. Su voz no salía debido a su renuencia de aceptar sus lágrimas. Intentó abrir el vestido para poder respirar, pero no logró hacerlo. —Dijeron que… La voz de alguien la hizo girarse para encontrar al hombre que había cerrado la puerta en cuanto entró, quien tenía una mirada desconcertante entre esas pestañas oscuras que la observaron mover las manos con desesperación. —No te muevas. Cálmate —mostró las manos. Entendió lo que quería, por lo que se acercó quedando a sólo centímetros de su rostro, dejándola inmóvil cuando lo tuvo con tan poco espacio. Mientras los truenos y el oscuro cielo cubría la ciudad entera, dando el inicio a la tormenta que escucharon retumbar con fiereza. Ninguno se fijó en nada más que no fuera el otro, pero ella estaba comenzando a creer palabras que no tenían sentido, dichas por alguien que parecía no ser tan charlatán como pensó. El cierre se deslizó con suavidad y ella al fin tuvo alivio, algo momentáneo porque seguido de eso la puerta se abrió dejando ver a su padre y a dos acompañantes más que veían la escena con un enfoque muy distinto. “Lo único que faltaba” pensó.Apenas podía mover la mano. Dando un claro indicio que su padre entendió, reaccionando al instante. Haciendo a un lado a Anthony se hizo cargo de su hija, notando lo que pasaba. —Suéltalo. —se fijó en el collar por un instante, mientras la llevó al mueble en donde le revisó las pupilas y los labios. - Tranquilízate. Solo va a empeorarlo. Estarás bien, lo prometo. Solo es una intoxicación. Génesis asintió al verlo convencido de ello. Pero aún cuando no lo mostrara estaba asustado. Era su hija la que peligraba. Su temple solo escondía su temor. —Khastiel, prepara el helicóptero. —habló por el móvil, en lo que su ella estaba cayendo en el profundo sueño que la dominó por completo. Sin apartar los ojos de la persona que le brindó ayuda. El Ángel de la muerte tenía un gesto indescriptible. Por primera vez la tan poderosa muerte no le parecía tan atrayente. No en sus ojos. Anthony observó el collar en el escritorio, mientras Bastian Blackwood caminó a toda prisa hacia el elevador priva
—Me reclamas a mí como si no hubieses hecho lo mismo. —dijo Ever al entrar a la oficina, soltando el periódico que dejó sobre la mesa. —No sé cuántos mensajes dejé para disculparme en tu contestadora y tú…—Y yo me estaba revolcando con el socio de mi padre. —acomodó el bolígrafo en su sitio. —Ya lo dijiste, ahora vete. —¿No lo negarás? —ni siquiera se alteró con su pregunta. —¿Para qué? ¿Eso subirá los dígitos en mis cuentas bancarias? Subirá las de los periodistas, no los míos. —Génesis apoyó la espalda en su silla. —¿Es todo? Estás apestando mi oficina. —¿Por qué eres tan fría con el tema? —quiso saber. —Me haces sentir como si lo nuestro jamás fue importante para tí. —Entiendo. Quieres que me arrastre detrás de tí pidiendo una explicación del porqué lo hiciste. —simuló comprender. —Pensabas que estaría llorando en un rincón preguntándome qué hice mal. —No me refería a eso. —Que bueno. Porque no soy de las que se quedan en la cama llorando a moco tendido. ¿Ahora sí te vas? —
—¿Cómo es que te vas a casar? — Lina con la mano en la cintura fue la imagen que recibió a Anthony al llegar a su casa.—¿Casarme yo? —abrió la otra puerta para sacar el primer maletín.—Con una tal…—Ya sé de lo que hablas y la respuesta es no. —pasó a su lado, le revolvió el pelo y continuó. —¿Papá llegó?—No me cambies de tema. —pasó de Mateo para alcanzarlo de nuevo. —Quiero que me digas cada detalle. —Cada detalle. —exclamó Anthony abriendo el maletín, oyendo el alegato de su hermana. —Muéstrame tu mano. —¿Son las joyas? —dejó el periódico a un lado cuando encontró el primero que era para ella. —No me olvido de lo otro, pero muéstrame que hacen. Vladimir fue quien extendió el computador, ingresó el número de serie y le hizo ver el funcionamiento de las piezas que habían llevado para su nueva protección.Más sofisticado. Más caro también, pues la pieza más barata no superaba el millón de dólares por poco menos de doscientos mil. No era solo el material, sino la tecnología, el a
La calidez se le subió a las mejillas a Nessi, el aliento mentolado le golpeó el rostro y con la mirada amielada que este le dedicó toda la coherencia que debía tener se había esfumado. —¿Qué te hace pensar que tú y yo funcionamos en algo así? —miró sus labios. —Somos tan iguales que no podemos compenetrar. —¿Aceptas o te rindes? —la castaña sonrió mirando su clavícula salpicada. —Sabes que puedes conmigo. —Sueñas. —se dio la vuelta liberando sus manos. —No estoy para juegos. Menos para ver a un tipo “todo lo puedo” alzar más su ego. Ten un buen día, Anthony.—Dicen que eres la reina del hielo o de las tinieblas, pero solo es una máscara. —le dijo desde su espalda. —Las usas para otros, pero jamás van a cubrirte de tí misma.El neoyorquino solo pudo ver como ella se volvió a subir a su camioneta, dejándolo anonadado por el cambio tan repentino. Estaba seguro que iba a aceptar. Que había logrado sacar esa destrucción que llevaba por dentro, pero no fue así. La alemana al parecer t
La pelea dio inicio. Los presentes soltaron los gritos más fuertes que pudo escuchar Génesis. A su lado un sujeto casi iba a besarle los pies a Anthony cuando su líder respondió el ataque de su contrincante. A su padre lo adoraban prácticamente. Pero ese hombre superaba ese tipo de veneración no la había visto jamás. Anthony evadió el golpe del sujeto, encestando el codazo que mandó al otro luchador de bruces al suelo. —No durará dos minutos. —dijo el hombre de aspecto robusto, con músculos muy apropiados para su altura resaltante. Cabello rojizo y chaleco de cuero sobre una remera oscura que a ella le pareció curioso hiciera de esa talla. En la pelea se pudo ver reflejada la listeza en la lucha de parte del hombre, el cuál no tuvo que hacer mucho esfuerzo para saber cómo abordar los fallos en la lucha de su contrincante. Los puños apenas lo rozaron. Sus pies sabían estabilizarse para no caer cuando el impacto era total en su estómago y para Génesis lo único que la hizo e
—Cómo quieras. —dijo Anthony con tosquedad. —Siempre es como yo quiero. —señaló su pesadilla andante, viendo las puertas abrirse. Llamaban la atención al ir a la par. Demasiado como para ignorarlo. Génesis se dio cuenta de todas las miradas que tenían sobre ellos. Anthony de que algunos incluso tomaron fotografías, como si fuera un evento sin precedentes.—Si que les interesa tu vida. —mencionó la ojinegra al ver todo el alboroto que formaron. —Ahora tienen que mierd4 perseguir. —murmuró con descontento. Que siguieran engrandeciendo el problema no le parecía nada agradable. Ligando su nombre al de una persona que apenas soportaba era la gota que derramó el vaso. Parecía que el universo se unía en su contra, como si no tuviera suficiente con las situaciones que debía resolver solo por ser quien era. —Hubiese dicho que sí, si me interesaras o si el complejo de héroe con capa no lo tuvieras. —dijo cuando pasó a su lado en el vehículo que desapareció luego de eso. ¿Sí le interesaba?
—Nos están viendo todos. —dijo Nessi sin alejarse de él. —¿Te estoy obligando a estar aquí? —su voz ronca la hizo apretar sus pies contra el suelo. —Prácticamente. —movió el brazo y Anthony la liberó. —Ya tienen más tomas nuestras. Con eso les quedará libre que estamos en una relación, pese a que acabo de terminar una hace unos días solamente. —¿Y eso me debería preocupar? —Anthony no le quitó los ojos de encima. —Puedes decir que fui el tercero en discordia. Mi reputación no me importa. —¿Prefieres que te tilden de un maldit0 que no respeta una relación, pero no que se diga que sostienes una relación conmigo? —El problema es que lo primero sí lo soy y lo segundo no. —siguió su camino hasta el elevador. —¿Tú lado caballeroso no lo encontraste hoy o definitivamente lo perdiste? —cuestionó ella alcanzándolo. —Esto durará una semana. —El problema de Anthony dolía con cada paso. Además de que Vladimir prefirió darles espacio y no intervenir. Mal momento para que lo hicier
—Por tercera y última ocasión, sí KB2, estoy segura de hacer esto. —alcanzó a decir Génesis hacia su hermano. —Khastiel opina igual que yo. —señaló el menor de los gemelos. —Se necesita ser muy frío para lograr algo así y tú, en este momento no estás para estas cosas. Su hermana dejó de comer, mirando a todos a su alrededor. —No te menosprecio. Sé de lo que eres capaz, pero necesitas primero enfocarte en una cosa, antes de tomar otra. —declaró en medio del restaurante en el que se encontraban. —Tu falso noviazgo puede ser más complicado de lo que crees. —Entonces, instrúyeme, KB2. —pidió colocando ambas manos juntas. —No te lo digo porque me crea experto. Solo no quiero que lo uses como bloqueo para lo que necesitas de verdad. —exhaló. —Un enamoramiento de meses no se va de un día para otro. —Auch eine Schwärmerei hält nicht ewig och jag tvivlar på şüphe ediyorum в своих sentimenti per lui. —dijo ella con un tono más apagado. —No me vengas con ese juego de idiomas. —alegó su he