Mateo se apresuró a salir detrás de Yolanda, pero lo detuve agarrándolo del puño de su camisa, y, con una mano presionando mi estómago con fuerza, temblé al pedirle:—Mateo, me duele muchísimo el estómago. ¿Podrías traerme un vaso de agua?Él, sin embargo, me apartó con brusquedad, y mi cabeza chocó contra la pared, dejándome aturdida.Vi un fuerte destello de remordimiento en sus ojos, pero lo único que salió de su boca fue: —Jimena, cada vez te pones más ridícula. ¿Ahora también necesitas que te traigan agua? Dicho esto, salió disparado detrás de Yolanda.Al final, el brillo de su primer amor siempre fue más fuerte, así que yo, su reemplazo durante ocho años, ¿qué podía significar para él?De repente, sentí que el agudo dolor en mi estómago se desvanecía un poco, pero el dolor punzante en mi corazón era lo que ahora me hacía casi imposible respirar.5Mi médico principal seguía insistiendo una y otra vez en que aceptara la quimioterapia. —Eres joven —me decía—, no puedes rendirte
Mi madre enfermó de inmediato del disgusto. Aunque mi padre estaba furioso, no tuvo más remedio que tragarse el orgullo e ir a disculparse con la familia Guzmán, porque si el hombre más rico de Vistaluna decidía tomar represalias contra nosotros, mi padre no tenía forma alguna de enfrentarlo.Mateo, devastado, se sumergió en la bebida, y, en menos de un mes, ya había sido hospitalizado dos veces por hemorragia estomacal. Su madre lloraba a diario, mientras su padre lo regañaba furioso, diciéndole que no valía la pena arruinar su vida por una mujer. Mis padres, sintiéndose culpables con la familia Guzmán, decidieron casarme con él. Sus padres aceptaron con agrado, pues ya había comenzado a demostrar mi capacidad para gestionar la empresa familiar, y, como Mateo no estaba en condiciones de hacerlo, pensaban que al menos su nuera podría sostener el futuro de la compañía. El único que se oponía a todo esto era Mateo. Un día llegó a mi casa, borracho, y me insultó, señalándome con el dedo
Aquel día, el rojo en sus ojos me asustó demasiado. Me agarró del cuello con fuerza, haciéndome pensar que podría morir en sus manos.Al final, me soltó, se vistió y se rio con desprecio. —Si no fuera porque Yolanda se había ido, ¿tú crees que podrías estar en mi cama? — me dijo con sarcasmo.Yo me tapaba el cuello y tosí durante un buen rato antes de responder desafiándolo: —Sí, pero tu Yolanda simplemente no quiere dormir contigo.Él volvió a llenarse de ira, mirándome fijamente.Sonreí y le pregunté en voz baja: —¿Quieres maltratarme de nuevo?Él, furioso, salió de la habitación de un portazo.Pensé que nunca podría entrar en su corazón, ni siquiera teniendo un rostro idéntico al de Yolanda.7Yolanda y yo éramos gemelas, y como nací dos minutos antes que ella, llevaba el título de hermana mayor.Las gemelas de otras familias solían ser muy unidas, vestirse igual, tener peinados iguales y siempre llevar las mismas mochilas.Pero en nuestro caso especial, desde que Yolanda empezó a e
Lo mantuve en el aula después de clases para que hiciera juicioso su tarea, pasándole una hora dándole clases particulares.Los fines de semana, hacíamos videollamadas para supervisar que terminara las tareas que la profesora le había dejado.Mateo se quejaba siempre de manera lastimosa, pero con una sonrisa decía: —¡A mí me encanta escuchar lo que dice mi compañera de escritorio! —Se veía algo travieso.Pero los resultados eran evidentes; aprobó todas las asignaturas.Saltó de alegría y me abrazó efusivo: —¡Ah, mi compañera de escritorio, es la primera vez que apruebo todas las materias en mi vida escolar!Dijo emocionado: —¿Qué regalo pues quieres? ¿Te invito a comer al restaurante Oro? La comida de allí es super deliciosa.—Cuando muestre este boletín a los Guzmán, ¡sus ojos se quedarán deslumbrados, ja, ja!……Mientras Mateo continuaba hablando sin parar sobre su alegría, yo me sonrojé y me solté con suavidad de su abrazo.Volví a mi silla, apoyando la mano derecha sobre mi pecho,
10Yolanda me envió una vez más, solo a mí, una foto de ella en la cama con Mateo. Sentí un asco profundo y corrí temblorosa al baño, donde vomité sin parar durante tres minutos.Al mirarme al espejo, mis ojos se veían vacíos, sin vida alguna, y mi rostro ya no era joven. Me di cuenta de que había gastado demasiada energía en la familia Guzmán y en Mateo, pero nunca me había prestado atención a mí misma.Al principio, pensé que mientras Mateo no proclamara de manera pública que iba a estar con Yolanda y no me pidiera el divorcio, podríamos simplemente pasar estos últimos meses juntos.Pero al verlos acostados juntos, me invadió una repugnancia insoportable, realmente no quería tener ninguna relación más con él.Él ya estaba manchado, y era hora de que yo soltara todo.Redacté apresurada el acuerdo de divorcio y estaba a punto de enviárselo cuando, de repente, Mateo volvió con Yolanda.Entraron en la casa, y al verme tranquila sentada en la mesa comiendo, él se sentó frente a mí sin nin
—Aunque te pareces muchísimo a Yolanda, ella parece ser más dulce y amable que tú. Deberías sonreír más a partir de ahora, compañera.¡Mateo sabía a la perfección cómo herirme!¿Dulce y amable? ¿Por qué no dijo eso cuando me prometió protegerme?Mientras me escondía detrás de un árbol, observando sorprendida cómo él se arrodillaba ante Yolanda y le decía “te amo”, supe que, para él, yo siempre sería solo su compañera de clase.En ese justo momento, Yolanda alzó la voz con un tono algo agudo que interrumpió mis pensamientos.—¡Jimena! Ven a sentarte aquí. Teo quiere decirte algo.11Apenas me senté, Mateo sacó unos papeles de su maletín y los lanzó rabioso hacia mí.Al fijarme bien, vi que era un acuerdo de divorcio.Recordé el que tenía guardado en mi cajón. Qué irónico, ¿verdad? por una vez estábamos de acuerdo en algo.Mateo se acomodó en el sofá y, con toda seriedad, dijo: —Ábrelo y échale un vistazo. Si no hay ningún problema, en este momento firma.Al notar el leve destello de imp
El banco, al ver que la familia Guzmán tenía insuficiencia de fondos, quiso que Carlos hipotecara el proyecto para obtener de esta forma el préstamo. Pero él no estaba dispuesto a arriesgar todo el proyecto solo por los pagos finales.Lo veía tan preocupado que apenas podía comer, aunque insistía en que yo comiera más. Pensé que sería la última vez que lo ayudaría.Había salvado la vida del presidente de la familia Medina una vez, cuando un coche a toda velocidad iba a atropellarlo. Corrí desesperada hacia él y lo empujé a un lado, rodando juntos por el suelo.Él me prometió que me debía tres favores incondicionales.Este sería el primero y tal vez el último: pedirle que ayudara a la familia Guzmán a superar esta crisis.Cuando colgué, tanto Carlos como Karen respiraron aliviados.Karen me tomó cariñosa la mano y me preguntó cómo iba todo con Mateo, insistiéndome en que les diera pronto un nieto para cuidar.Quise darle una respuesta superficial, pero justo cuando vi el video que Yolan
Semejante farsa finalmente terminó cuando Carlos dejó inconsciente a Mateo tras golpearlo una y otra vez.El médico llegó para revisar sus heridas, mientras que Yolanda fue expulsada de la casa y yo terminé durmiendo en la habitación de invitados del segundo piso.Cada uno de los involucrados salió herido de alguna manera, pero tal vez quienes más sufrieron fueron Carlos y Karen. Tener un hijo tan terco como este, hacía temer por el futuro de la familia Guzmán.14Las heridas de Mateo eran serias, lo que demostraba que su padre realmente no se había contenido. Lo dejaron en la casa para que pronto se recuperara.Karen insistió en que yo me quedara también, con la esperanza de que lo cuidara.Sabía muy bien que, ella intentaba unirnos de nuevo, pero tanto Mateo como yo ya no teníamos interés alguno en continuar con nuestra relación.Cada vez que me veía, Mateo lanzaba insultos, y estoy segura de que, si no estuviera herido, habría intentado golpearme también.Todos los días hablaba por