Capítulo 6
Lo mantuve en el aula después de clases para que hiciera juicioso su tarea, pasándole una hora dándole clases particulares.

Los fines de semana, hacíamos videollamadas para supervisar que terminara las tareas que la profesora le había dejado.

Mateo se quejaba siempre de manera lastimosa, pero con una sonrisa decía: —¡A mí me encanta escuchar lo que dice mi compañera de escritorio! —Se veía algo travieso.

Pero los resultados eran evidentes; aprobó todas las asignaturas.

Saltó de alegría y me abrazó efusivo: —¡Ah, mi compañera de escritorio, es la primera vez que apruebo todas las materias en mi vida escolar!

Dijo emocionado: —¿Qué regalo pues quieres? ¿Te invito a comer al restaurante Oro? La comida de allí es super deliciosa.

—Cuando muestre este boletín a los Guzmán, ¡sus ojos se quedarán deslumbrados, ja, ja!

……

Mientras Mateo continuaba hablando sin parar sobre su alegría, yo me sonrojé y me solté con suavidad de su abrazo.

Volví a mi silla, apoyando la mano derecha sobre mi pecho,
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