Esa noche el mar estaba en calma. Era uno de esos pocos momentos en los que las aguas estaban tan quietas que se podía ver el reflejo de las estrellas y la luna en ellas, pareciendo un océano sin fin. No corría viento; las velas estaban quietas y la bandera no ondeaba. Catherine miró hacia arriba y se deleitó con ese gran paisaje. Su padre, Lytton Riley; el pirata más temido de los mares del norte; la rodeaba con sus brazos. Ahí, protegida por su padre, ella se sintió la reina del mar.Hacía muchos años que vivían en ese barco. “El fantasma del pacífico” era la nave más veloz de todas, y por supuesto, eso era lo único que ella conocía.Catherine no sabía quién era su madre más allá de saber que por ella llevaba su nombre. Los había abandonado a ella y a su padre muchas lunas atrás. Pero nada de eso importaba, porque la única persona que le importaba en el mundo estaba allí con ella.—Mira papi —dijo emocionada mientras le señalaba unas ondulaciones en el agua. Seguramente debía tratar
15 de agosto de 1741 Los gemidos de Catherine resuenan entre las paredes de madera de aquel barco. El mecer de las olas ayuda a que el movimiento repetitivo que hace Arden dentro de la chica sea mucho más placentero. Gime una vez más con fuerza mientras él sujeta con firmeza sus caderas. Sus cuerpos desnudos y jadeantes se mueven en un vaivén de sensaciones delirantes. Ella siente una oleada de placer recorrer su feminidad y esparcirse por el resto de su cuerpo, enreda los dedos en el cabello negro del pirata y le da un delicado beso en los labios mientras le sonríe. Caen agotados en la cama luego de esa intensa sesión de pasión. El pequeño busto de Catherine se sigue moviendo debido al mecer del barco, el pirata a su lado la mira con deleite y se relame los labios. Todavía no ha terminado de saciar su ansia por ella, pero se da un respiro y se queda recostado admirándola. El sol está por salir del horizonte, se puede ver a través de la pequeña ventana del navío. Ya se escucha el
04 de marzo de 1741 (seis meses antes)Catherine se acerca con determinación al sujeto que le sonríe de medio lado. Varios de sus dientes han sido reemplazados por prótesis de oro. El cabello largo le cae hasta más debajo de los hombros. Sigue recostado y sin ninguna preocupación, al contrario, parece que la situación le divierte. La mujer lleva una mano al mango de su espada, que le cuelga de la cintura y lo acecha con la mirada.—¿Hacia dónde zarpó?—Mmm, no lo sé —responde. Su voz es gruesa y rasposa. Se mira las uñas y se saca algo de ellas. Catherine lo mira con desagrado.—Acabas de decir que si lo sabes.—Sí, pero se me olvidó.No tiene tiempo para estas estupideces. Catherine ama la vida de pirata, pero odia que se compliquen tanto la vida. ¿Qué le cuesta decir las cosas claras? Hoy no está de humor. Desenfunda su espada y la coloca ágilmente contra el cuello del pirata, quien deja de reírse y adopta una postura de desarme.—O hablas, o de ahora en más solo le contarás histori
15 de agosto de 1741 Catherine despierta luego de haberse quedado dormida recordando cómo había conocido a Arden. Aún le costaba creer cómo había sido el desenlace de las cosas, pero al final todo había salido muy bien para ella.Escucha un golpe en la puerta de su camarote; se levanta y se viste con su ropa especial. Un pantalón color beige de tela suave junto a sus botas negras hasta media pierna, una camisa holgada color morado que le había regalado su padre; también se calza el tahalí donde enfunda sus dos pistolas de pólvora; encima, un chaleco de cuero marrón, y en la cintura, el correaje para portar una espada larga y curvada; y un cuchillo. Nunca sale sin ir bien preparada, sobre todo para lo que tiene que hacer este día. Finalmente se coloca el sombrero negro y ancho, con un decorado de plumas moradas y amarillas que; según su padre; perteneció a su madre hace mucho tiempo.Catherine pensaba muy poco en ella. Antes fantaseaba con que algún día volvería por su hija, y entonce
4 de marzo de 1741 (seis meses antes)La feroz capitana vuelve casi dando zancadas hasta el puerto. Por suerte para ella, su contramaestre aún no había sido capaz de recuperar el dinero. Le temblaron los pantalones cuando la vio acercarse con las manos empuñadas y el ceño fruncido.—Heinrik, olvídalo. Nos llevaremos el bote.—¿Qué? ¿Qué pasó con Portgas?—No necesito la ayuda de ese inútil —asegura. Se voltea hacia Berry y lo señala con el dedo—. Tú, traza la mejor ruta para poder alcanzarlos. Ya hemos perdido demasiado tiempo.—¿Alcanzarlos? El fantasma del pacífico es demasiado veloz —refuta. Ella le da una mirada de pocos amigos y él se calla.Catherine camina; o más bien, corre hacia el bote de vela. Se sube y espera a que los otros tres aborden con ella. Sujeta las cuerdas y suelta los amarres para liberar toda la vela, necesitará todo el viento necesario para alcanzarlos.De inmediato el bote empieza a moverse, al principio lento, luego va a agarrando velocidad a medida que el v
15 de agosto de 1741Los ojos miel del enigmático hombre se centran en los de Catherine. Ambos parecen tener un duelo de miradas, ninguno parpadea. El comodoro camina alrededor de ella, y la chica lo sigue, desafiante.—¿Nuevo comodoro? —pregunta en tono de burla—. ¡Ja! Es obvio que no tienes idea de con quien estás tratando.—Por supuesto que sí, esto lo planeé especialmente para ti.Catherine enarca una ceja, no tiene idea de a qué se está refiriendo este hombre, sin embargo, no puede quitarle los ojos de encima. Lleva unos pantalones color negro, una camisa blanca muy pulcra, demasiado para estar en alta mar; encima lleva un gabán azul marino, se nota que la tela es muy fina, en las solapas lo decoran una hilera de botones dorados. El hombre también lleva un sombrero de triangulo y la característica peluca blanca que suelen llevar todos los soldados como él. La pelirroja quiere reírse al verlo con esa ridícula peluca.—Entonces sabes que esto no resultará —replica muy segura. De re
04 de marzo de 1741 (seis meses antes)Los segundos parecen eternas horas. Arden continúa sobre el cuerpo de la chica. Se miran directo a los ojos, pero en sus miradas no hay reto, no hay odio o desprecio, en cambio, una creciente tensión empieza a formarse entre los dos. Tener a ese pirata encima de ella de esa forma, solo le hace recordar a la apasionante noche anterior, donde lo tenía entre sus piernas y la hacía gemir de placer. Su miembro grueso roza la entrepierna de Catherine; carraspea incómoda ante la situación, ladea la cabeza porque no quiere imaginarse de nuevo así con él, no lo merece, aunque la haya salvado de un destino mortal.—Quítate de encima —demanda.—¿Prometes que no me matarás? —pregunta él con un tono pícaro que a ella le irrita. Gira los ojos y asiente levemente—. Quiero escucharlo en voz alta —exige.—Ok, muy bien. No te mataré.—Ni ahora, ni después —remarca. Ella suelta una risa y asiente otra vez.—Ni ahora, ni después —repite.Arden se levanta y le extien
18 de agosto de 1741Catherine termina rendida en la cama a pesar de que había jurado que iría a hablar con los señores pirata esa misma tarde. La mañana siguiente llega y se despierta de golpe con el sol entrando por la ventana. Frunce los ojos hasta que se adapta a la luz, su cabello enmarañado le cae por la espalda desnuda, a su lado, Arden duerme plácidamente. Envidia demasiado la facilidad que tiene ese hombre para quedarse dormido, así se estuviese incendiando el mundo.Catherine se cubre el pecho desnudo con las sábanas y se queda allí sentada pensando en los eventos del día anterior. Vuelve a preguntarse por qué decidió salvar al comodoro en primer lugar. Ya ella estaba dispuesta a matarlo cuando le apuntó con aquella arma. Sin embargo, la capitana es una mujer muy creyente en el destino, y si las circunstancias se habían dado para evitar su fallecimiento prematuro, tal vez era porque no era su momento de morir.Si algo en su interior la había impulsado a salvarlo, lo más prob