31 de mayo de 1742Al principio, el rey Julius parecía escéptico a escuchar la historia, pues la magia es algo que los reinos continentales olvidaron hace mucho, desde la época de Nasea, cuando Burchard todavía era un príncipe y no un pirata.La caída de aquel reino había provocado un cambio en todo el mundo. Los dioses nunca más volvieron a interactuar directamente con los humanos, y, por ende, con el paso del tiempo, la gente había olvidado que alguna vez existió la magia real. Solo pequeños retazos de aquellas artes antiguas se habían conservado. Bien sea por rumores, como con Xuan Xinyue, o de pergaminos e información recolectada antiguamente, y bien conservada en las islas piratas.De resto, solo quedaban más que mitos y leyendas, cosas que ya la gente actual era incapaz de dar crédito sin quedar como unos completos locos.Por eso el rey la mira con una ceja enarcada mientras ella le cuenta toda la historia de Burchard, el tesoro, la bruja, la maldición y los dioses.—Comprendo q
06 de diciembre de 1742Siete meses han pasado desde todo aquello. Nasea seguía prosperando como un gran reino. Ya habían construido todo un castillo y reconstruido la civilización. Durante las excavaciones, hallaron restos de lo que alguna vez fue hace mil años.Andrew no ha vuelto desde que partió aquella noche, sigue realizando la tarea para la que se había ofrecido voluntariamente. Muchos piratas sobrevivientes de las islas fueron; gracias a él; a buscar refugio en Nasea.Esa noche del seis de diciembre hay una tormenta. Los relámpagos y truenos retumban por todo el mar y el reino, apagando los gritos de dolor de Catherine Riley.La pelirroja se encuentra en su cama en el palacio, de piernas abiertas, el sudor le recorre por la frente, convencida de que va a morir en cualquier momento.—¡Es un bebé! —avisa la mujer a su lado, su dama de confianza.Lin Shi también la acompaña esa noche.—¿Un bebé? Pero ¿cómo es posible? —se pregunta Lin.—¡¿Qué?! —exclama la pelirroja, pero no pued
Esa noche el mar estaba en calma. Era uno de esos pocos momentos en los que las aguas estaban tan quietas que se podía ver el reflejo de las estrellas y la luna en ellas, pareciendo un océano sin fin. No corría viento; las velas estaban quietas y la bandera no ondeaba. Catherine miró hacia arriba y se deleitó con ese gran paisaje. Su padre, Lytton Riley; el pirata más temido de los mares del norte; la rodeaba con sus brazos. Ahí, protegida por su padre, ella se sintió la reina del mar.Hacía muchos años que vivían en ese barco. “El fantasma del pacífico” era la nave más veloz de todas, y por supuesto, eso era lo único que ella conocía.Catherine no sabía quién era su madre más allá de saber que por ella llevaba su nombre. Los había abandonado a ella y a su padre muchas lunas atrás. Pero nada de eso importaba, porque la única persona que le importaba en el mundo estaba allí con ella.—Mira papi —dijo emocionada mientras le señalaba unas ondulaciones en el agua. Seguramente debía tratar
15 de agosto de 1741 Los gemidos de Catherine resuenan entre las paredes de madera de aquel barco. El mecer de las olas ayuda a que el movimiento repetitivo que hace Arden dentro de la chica sea mucho más placentero. Gime una vez más con fuerza mientras él sujeta con firmeza sus caderas. Sus cuerpos desnudos y jadeantes se mueven en un vaivén de sensaciones delirantes. Ella siente una oleada de placer recorrer su feminidad y esparcirse por el resto de su cuerpo, enreda los dedos en el cabello negro del pirata y le da un delicado beso en los labios mientras le sonríe. Caen agotados en la cama luego de esa intensa sesión de pasión. El pequeño busto de Catherine se sigue moviendo debido al mecer del barco, el pirata a su lado la mira con deleite y se relame los labios. Todavía no ha terminado de saciar su ansia por ella, pero se da un respiro y se queda recostado admirándola. El sol está por salir del horizonte, se puede ver a través de la pequeña ventana del navío. Ya se escucha el
04 de marzo de 1741 (seis meses antes)Catherine se acerca con determinación al sujeto que le sonríe de medio lado. Varios de sus dientes han sido reemplazados por prótesis de oro. El cabello largo le cae hasta más debajo de los hombros. Sigue recostado y sin ninguna preocupación, al contrario, parece que la situación le divierte. La mujer lleva una mano al mango de su espada, que le cuelga de la cintura y lo acecha con la mirada.—¿Hacia dónde zarpó?—Mmm, no lo sé —responde. Su voz es gruesa y rasposa. Se mira las uñas y se saca algo de ellas. Catherine lo mira con desagrado.—Acabas de decir que si lo sabes.—Sí, pero se me olvidó.No tiene tiempo para estas estupideces. Catherine ama la vida de pirata, pero odia que se compliquen tanto la vida. ¿Qué le cuesta decir las cosas claras? Hoy no está de humor. Desenfunda su espada y la coloca ágilmente contra el cuello del pirata, quien deja de reírse y adopta una postura de desarme.—O hablas, o de ahora en más solo le contarás histori
15 de agosto de 1741 Catherine despierta luego de haberse quedado dormida recordando cómo había conocido a Arden. Aún le costaba creer cómo había sido el desenlace de las cosas, pero al final todo había salido muy bien para ella.Escucha un golpe en la puerta de su camarote; se levanta y se viste con su ropa especial. Un pantalón color beige de tela suave junto a sus botas negras hasta media pierna, una camisa holgada color morado que le había regalado su padre; también se calza el tahalí donde enfunda sus dos pistolas de pólvora; encima, un chaleco de cuero marrón, y en la cintura, el correaje para portar una espada larga y curvada; y un cuchillo. Nunca sale sin ir bien preparada, sobre todo para lo que tiene que hacer este día. Finalmente se coloca el sombrero negro y ancho, con un decorado de plumas moradas y amarillas que; según su padre; perteneció a su madre hace mucho tiempo.Catherine pensaba muy poco en ella. Antes fantaseaba con que algún día volvería por su hija, y entonce
4 de marzo de 1741 (seis meses antes)La feroz capitana vuelve casi dando zancadas hasta el puerto. Por suerte para ella, su contramaestre aún no había sido capaz de recuperar el dinero. Le temblaron los pantalones cuando la vio acercarse con las manos empuñadas y el ceño fruncido.—Heinrik, olvídalo. Nos llevaremos el bote.—¿Qué? ¿Qué pasó con Portgas?—No necesito la ayuda de ese inútil —asegura. Se voltea hacia Berry y lo señala con el dedo—. Tú, traza la mejor ruta para poder alcanzarlos. Ya hemos perdido demasiado tiempo.—¿Alcanzarlos? El fantasma del pacífico es demasiado veloz —refuta. Ella le da una mirada de pocos amigos y él se calla.Catherine camina; o más bien, corre hacia el bote de vela. Se sube y espera a que los otros tres aborden con ella. Sujeta las cuerdas y suelta los amarres para liberar toda la vela, necesitará todo el viento necesario para alcanzarlos.De inmediato el bote empieza a moverse, al principio lento, luego va a agarrando velocidad a medida que el v
15 de agosto de 1741Los ojos miel del enigmático hombre se centran en los de Catherine. Ambos parecen tener un duelo de miradas, ninguno parpadea. El comodoro camina alrededor de ella, y la chica lo sigue, desafiante.—¿Nuevo comodoro? —pregunta en tono de burla—. ¡Ja! Es obvio que no tienes idea de con quien estás tratando.—Por supuesto que sí, esto lo planeé especialmente para ti.Catherine enarca una ceja, no tiene idea de a qué se está refiriendo este hombre, sin embargo, no puede quitarle los ojos de encima. Lleva unos pantalones color negro, una camisa blanca muy pulcra, demasiado para estar en alta mar; encima lleva un gabán azul marino, se nota que la tela es muy fina, en las solapas lo decoran una hilera de botones dorados. El hombre también lleva un sombrero de triangulo y la característica peluca blanca que suelen llevar todos los soldados como él. La pelirroja quiere reírse al verlo con esa ridícula peluca.—Entonces sabes que esto no resultará —replica muy segura. De re