II. Nueva vida

—Australia, ¿eh? —inquirió mamá, dejando de lado los bollos que estaba haciendo para mirarme a los ojos—. ¿Y cuándo van a irse?

—En tres días. Will tiene que estar en la Corporación el lunes a primera hora.

—Vaya, qué apresurado es todo, pero me alegro mucho de que lo hayan elegido como el gerente. Se lo merece —sonrió—. En cuanto a otro tema, sí estarás muy lejos de nosotros, pero comprendo que debes apoyar a tu esposo.

—Vendré en vacaciones y te llamaré todos los días. No creas que para mí es fácil marcharme tan lejos y dejarte a ti y a papá solos.

—No te preocupes por nosotros, mi amor. Tú lugar es donde esté tu esposo, y si Will se va a la China, no tienes de otra que ir con él.

Reí y abracé a mi madre con fuerza, rememorando su aroma a frutas y guardando en mi corazón la calidez de sus brazos.

Con sentimientos encontrados terminamos de cocinar los bollos y el almuerzo. No habíamos dicho nada a nuestras familias para no hacernos ilusiones tan grandes, pero ahora que los sueños de Will se hicieron realidad, no tenemos más opción que disfrutar del tiempo con nuestra familia. En tres días una nueva vida nos espera al otro lado del mundo.

***

Nunca pensé que saldría de mi país, es más, jamás se cruzó por mi mente la idea de abandonarlo. Pero ahora, a solo minutos de descender del avión en un lugar hermoso y desconocido, no puedo dejar de sentir emoción y nerviosismo.

Aunque una parte de mi corazón quedó en casa con mis padres, la otra late llena de diversas emociones. Me he sentido a la expectativa desde que me subí al avión y empezamos a alejarnos de la tierra que me vio nacer. Siento en mi corazón que muchas cosas van a pasar, entre ellas, muchas buenas y nos harán crecer no solo como personas, sino también como marido y mujer.

En ocho años de relación hemos sido tan felices, por lo que tengo el presentimiento que cambiar de aires nos acercará un poco más. Además de que llegamos con el inmenso anhelo de ser padres y hacer crecer a nuestra pequeña familia de dos.

Canberra sin duda alguna es una ciudad que robó mi corazón incluso sin haberla recorrido aún, pero el paisaje, sus calles, el clima fresco que corre en el aire y, sin dudarlo, todos los atractivos turísticos que esperan por mí, son muy agradables. Quisiera recorrer la ciudad y conocerlo todo, pero aún tenemos que alojarnos.

—¿Qué te parece la ciudad? ¿Te gusta? —indagó Will, tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos.

—Es muy bonita. Muero por recorrerla.

—Tan pronto tengamos un espacio libre, haremos una pequeña travesía por la ciudad —su agarre en mi mano se afianzó—. De momento, ¿estás lista para nuestra nueva vida?

—Mientras vaya de tu mano, estoy más que lista.

Me acercó a su cuerpo y me robó un delicioso beso que me dejó con ganas de más, antes de separarse de mí y guiarnos fuera del aeropuerto.

Con tantas emociones que siento latir en mi pecho es difícil describir con una sola palabra todo lo que me está dominando en este momento. Miedo, alegría, ilusión, esperanza y muchas cosas más es lo que siento.

Un auto negro nos esperaba fuera del aeropuerto y nos llevó hasta un edificio lujoso y que me dejó con la boca abierta. Will me había mencionado que la empresa destinó un apartamento para que viviera sin ningún problema, pero jamás imaginé que dicho lugar sería tan costoso y elegante.

Él solo recibidor del edificio resumaba dinero y elegancia, algo que me llegó a generar algo de incomodidad, después de todo, vengo de una familia humilde. Las personas que entraban y salían iban bien trajeados, mujeres con vestidos de marca y hombres de traje y corbata destilaban su elegancia y todo el poder que tenían.

—Sr. y Sra. Lester, les doy la bienvenida en nombre del Sr. Weiss —saludó un hombre de mediana edad en cuanto se acercó a nosotros—. Espero que su viaje haya sido formidable.

—Muchas gracias por este recibimiento, aunque no era necesario hacer todo esto...

—Sr. Lester, en Cooperaciones Weiss nos preocupamos por nuestros trabajadores, más cuando este trabajador viene de otro país. El Sr. Weiss no pudo darle la bienvenida en persona, pero eso no quiere decir que vaya a dejarlo a su suerte. Él mismo me encargó que su recibimiento fuese cálido y sin ningún contratiempo. También me encargó de su seguridad, por lo que seré su chófer a partir de este momento, así que no dude en ponerse en contacto conmigo si desea ir a algún lugar.

¿Chófer? ¿Seguridad? Vaya, de haber sabido que el puesto de gerente traía consigo varios beneficios, le hubiese insistido a Will que se presentara hacia tiempo y no hasta ahora. Aunque he de admitir que tanto formalismo me abruma demasiado.

Por la cara de sorpresa de mi esposo, él tampoco se esperaba nada de esto, a menos no lo de un chófer personal. Sé que será el nuevo gerente de la Corporación Weiss, pero pareciera que fuese a convertirse en el presidente de dicha empresa. Por lo que tengo entendido solo será el gerente general de una de las sedes aquí en Canberra.

Mi esposo asintió al hombre y, con una sonrisa en su rostro y un brillo descomunal en su mirada, afianzó su agarre en mi mano y me incentivó a caminar detrás del hombre que no dejaba de hablar no solo de su jefe sino del edificio y del apartamento en el que ahora viviríamos.

No intervine en la conversación porque estaba demasiado sorprendida con todos los beneficios que mi esposo obtendría siendo el gerente general. Fácilmente no tengo de qué preocuparme, aún así, no veo el momento de buscar un empleo y sentirme útil. No me veo estando todo el día en el apartamento, espero a que mi esposo llegue, además de que conozco a nadie en este país y sería muy aburrido mantenerme encerrada.

Si el recibidor me sorprendió, el espacioso y lujoso apartamento me dejó sin la capacidad de pensar algo coherente. Los pisos blancos y pulcros brillaban a contra luz, los ventanales de piso a techo y que daban una vista impresionante de la ciudad eran algo de no creer. Era algo de otro mundo todo lo que había, los muebles que a simple vista lucían muy costosos, los cuadros que decoraban las paredes, incluso las pequeñas cosas que habían allí como una simple mata eran de admirar.

No me quedé con la tentación y, mientras Will hablaba con el Sr. Parker, me decidí a explorar el lujoso apartamento a mis anchas. La cocina estaba completamente equipada y era tan espaciosa que allí podía cocinar para todo un batallón. El apartamento contaba con dos habitaciones, una principal y otra de invitados, así como un despacho que suponía que sería para que Will trabajara desde casa.

La habitación principal tenía una cama enorme, dos mesitas a cada lado y un armario que parecía más otra habitación que un espacio para guardar ropa y zapatos. No contaba con balcón, pero los ampliamos ventanales le daban un toque majestuoso y que seguro usaríamos mucho a nuestro favor durante las noches. El baño privado era tan deslumbrante como el resto del apartamento y lo que más me encantó fue que tenía una gran bañera que daba hacia el ventanal y se podía apreciar la ciudad.

Estaba sin palabras, completamente anonadada con todo lo que estaba viendo. ¿Será que esto es un sueño? Por Dios, aunque nuestra casa en Manhattan era grande y muy bonita, no se podía comparar ni un poco con este apartamento tan lujoso y amplio.

Me lancé de espaldas a la cama, exhausta del recorrido y todavía sorprendida con todo esto. Cerré los ojos por breves instantes, pensando cuánto tardaría en acoplarme a esta nueva vida que pinta ser estrambótica y llena de lujos, pero que sin duda me gustará siempre y cuando Will esté a mi lado.

—Qué linda y sexi te ves —sentí un cuerpo presionar contra el mío y abrí los ojos, observando el guapo rostro de mi esposo—. Tengo muchas ideas pasándome por la cabeza, ¿sabías?

—Ah, ¿sí? —mordí mis labios seductoramente—. ¿Y no me podrías decir todas esas ideas que tienes en mente?

—Mejor te las muestro en lugar de decirlas.

Se apoderó de mis labios con hambre, deslizando sus manos por mi cuerpo con una lentitud agobiante.

—Si el apartamento te parece demasiado ostentoso siempre podemos declinar la oferta y buscar uno donde nos sintamos a gusto —susurró entre besos.

—Sí es demasiado, pero debemos aprovechar esta oportunidad, mi amor. No todos los días nos dan un apartamento tan increíble y con una vista tan impresionante, ¿o sí? —succioné su labio inferior, deshaciéndome de cada botón de su camisa—. Además, ¿no quisieras hacerme el amor mientras me empotras contra ese ventanal? ¿O acaso mi mente es demasiado sucia y esa no era la idea que tenías en mente?

—Sin duda eres una mente sucia, pero como me encanta que seas así —abrió mi vestido de un tirón, mordiendo sus labios y mirándome con lascivia—. No solo te haré el amor contra ese ventanal, te lo haré en la sala, en la barra de la cocina, en la bañera y en mi jodido despacho —enterró el rostro en mi cuello y dejó una mordida en mi piel que me hizo estremecer—. Te haré el amor y te cogeré como tanto te gusta.

Solté un grito ahogado cuando se levantó de la cama conmigo entre sus brazos y me estampó contra el ventanal. No tuve tiempo de absolutamente nada, pues sus besos, sus caricias y la intensidad con la que me devoró y sometió a sus rudos y tiernos empalmes me dejó con la mente en blanco. Si había algo que nunca se había extinguido a lo largo de los años entre nosotros era el fuego de nuestra pasión, todo lo contrario, entre más pasaban los días, más intensos y apasionados nos volvíamos.

La tarde se nos fue teniendo sexo por todo el apartamento hasta caer rendidos uno en brazos del otro en la gran cama, emocionados y muy ilusionados con el inicio de nuestra nueva vida.

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