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VII. ¿Accidente o provocación?

—Espero que no tengas ningún problema con tu esposo por viajar tantos días. Por lo general, mis viajes no tardan más de un día —el Sr. Black rompió el silencio que se había formado en cuanto subimos a su avión privado.

—Mi esposo no se molesta, él entiende la situación a la perfección.

—Oh, qué bueno, porque sería una pena que se molestara por situaciones que no se pueden controlar.

—Will es muy comprensivo —sonreí, observando la bonita vista desde los cielos—. Además de que entiende y respeta mi trabajo. Nunca, en los ocho años que llevamos juntos, hemos tenido algún problema por el ámbito laboral. Entendemos que el otro tiene responsabilidades que cumplir, así que sería una pérdida de tiempo discutir por algo que no vendría al caso, ¿no le parece?

—Desde luego —lo oí decir en voz baja.

—Sr. Black, ¿puedo hacerle una pregunta un poco personal?

—Adelante, estoy para resolver todas tus dudas.

Giré el rostro para verlo y sus fijos en mí más su sonrisa me hicieron sentir una pizca de vergüenza.

—No piense que quiero involucrarme en su vida personal o que soy chismosa, pero ¿no tiene esposa?

Su sonrisa se hizo más grande al tiempo que enarcaba una de sus cejas. Vamos, el tipo es joven y guapo, si no está casado, al menos debe tener una linda novia.

—De hecho, tengo una ex-esposa. Me casé hace diez años, pero mi matrimonio no funcionó luego de dos, así que nos divorciamos por la paz.

—Lamento mucho que su matrimonio no funcionara.

—Quizá era lo mejor para los dos —se encogió de hombros—. Tomamos una decisión apresurada que nos costó tiempo después. No todos encontramos nuestra alma gemela en la primera persona que creemos querer. Pueden pasar incluso cientos de mujeres u hombres antes de que llegue el verdadero amor, y eso mismo me sucedió a mí. Quise mucho a Freya, pero ella no era la mujer de mi vida.

No supe qué decir, ya que desde mi punto de vista no podía vivir sin Will. En mi caso fui demasiado afortunada, porque encontré al amor de mi vida a la primera y sin tanto esfuerzo.

—Llevamos ocho años separados y nunca surgió la necesidad de querer estar juntos de nuevo —me sonrió de tal manera que me puso de los nervios—. Durante todos estos años pensé que no llegaría mi otra mitad, pero el destino me la puso en medio del camino, y ahora que nos encontramos no pienso dejarla escapar.

—¿Está enamorado, Sr. Black? —inquirí, emocionada, como si estuviese hablando con un amigo y no con mi jefe—. Espero que esa mujer de la que habla sí sea la indicada.

—Lo es —aseguró y sonreí—, solo que es complicado.

—¿Por qué? Para el amor no hay nada imposible.

Soltó una risita suave, antes de tirar de su corbata y quitarla de su cuello.

—No, menos para mí.

Fruncí el ceño sin entender por completo sus palabras, más no me atreví a seguir indagando. Lo menos que quiero que piense es que soy una chismosa que le gusta estar pendiente de la vida privada de su jefe. Dijo suficiente al responder mi pregunta y confesar que estaba enamorado.

El resto del viaje fuimos en un silencio cómodo mientras mi jefe trabajaba desde su lugar y yo desde el mío. Aunque la agenda se modificó debido a esta circunstancia de último minuto que surgió, eso no quiere decir que no deba tener listo el informe de las estadísticas de las empresas. Aún tengo mucho por hacer y el tiempo está pasando demasiado rápido.

Tan pronto llegamos a Melbourne, un auto negro nos esperaba en el aeropuerto, así como estaba el gerente de la fábrica quien no tardó en informar de la situación al Sr. Black.

—Por fortuna solo hubo dos trabajadores que resultaron lesionados, pero la mitad de la producción se echó a perder, además de eso, algunas de las máquinas resultaron seriamente averiadas.

—Muy bien —suspiró mi jefe, observando la pantalla de su teléfono con el ceño fruncido—. Amanda, comunícate con el Sr. Miller y programa una reunión lo antes posible con él —ordenó y asentí—. Por más de que hagamos maravillas, la producción no estará lista para el tiempo establecido en el contrato, así que no tenemos más opción que indemnizarlo y llegar a un nuevo acuerdo.

—Sr. Black, puedo hacerme cargo de este asunto sin que trunque sus demás compromisos. Los daños más graves son en las máquinas y ya hay técnicos que se están encargando de ellas.

—Entiendo tu preocupación, Marcel, pero como presidente de las Industrias Black debo poner el pecho. Además, cuento con tus grandes habilidades para no perder a un cliente tan importante como lo es el Sr. Miller.

—Por supuesto, Sr. Black.

De camino a la empresa me comuniqué con la secretaria del Sr. Miller, pactando una reunión de suma importancia para el día siguiente a primera hora de la mañana. Mi jefe se notaba bastante tranquilo ante la situación, pero, de igual manera, debió ser un duro golpe para él lo que estaba sucediendo.

Pensé que el panorama no era tan grave basándome en lo que había dicho el Sr. Ebden, pero la parte de la fábrica que había sido consumida por llamas estaba bastante afectada. La maquinaría estaba completamente destruida y era inservible. Por suerte todo el personal alcanzó a evacuar a tiempo y las únicas dos personas que resultaron heridas fueron las que intentaron que las llamas no consumieran la fábrica completa antes de que los bomberos llegaran.

La furia del Sr. Black explotó en cuestión de segundos. Toda esa amabilidad y tranquilidad que había visto a lo largo de estos días se esfumó y solo pude ver un hombre iracundo, que maldecía por lo alto y que dejaba en claro que cabezas iban a rodar si se llegaba a descubrir si el incendio había sido provocado o se había tratado de un accidente. Aunque el hombre estaba furioso y podía fácilmente matar y comer del muerto, me ponía en sus zapatos. De estar en su lugar, no estaría nada contenta luego de lo ocurrido. Es su empresa, su vida entera y la de sus antecesores se había hecho cenizas sin explicación alguna.

Y la cereza que adornó el pastel fue el hecho de que al momento de pedir las grabaciones del día, nos informaron que estaban en mantenimiento cuando el incendio ocurrió, algo que llamó mi atención y me hizo despertar muchas dudas.

—Quiero esas grabaciones a más tardar a la media noche, Marcel. No es posible que justo en el momento del incendio estuvieran en mantenimiento —gruñó, mirando al hombre con un aura peligrosa y severa—. Si descubro que tienes algo que ver con este "accidente", atente a las consecuencias. Me conoces y sabes que no voy a dejar ni una sola cabeza puesta en su lugar.

—Sr. Black, le juro que no tengo nada que ver con lo que sucedió, es más, ni siquiera sabía que las cámaras estaban en mantenimiento. Acabo de enterarme al igual que usted —excusó el hombre, bastante nervioso y sudando frío.

—¿No eres el gerente de la fábrica?

—S-sí, por supuesto que sí.

—¡¿Entonces dime cómo demonios no vas a saber lo que pasa en tus malditas narices?! Estoy empezando a creer que esto no fue un accidente, sino que fue provocado por alguien de tu personal —bramó en un tono tan alto que todos los que estábamos presentes en la sala de seguridad dejamos de respirar—. Quiero todas las grabaciones de esas cámaras, ¿entendido?

—S-sí, señor —respondió el maquinista,  temblando y ajustando sus gafas en su lugar—. T-rataré de recuperar todas las grabaciones...

—¿Tratar? —el Sr. Black rio sin gracia, sujetando al hombre del uniforme con una fuerza que nos sorprendió a todos—. Tratar no es parte de tu trabajo, ¿o sí?

El chico negó con rapidez.

—Quiero toda la información a la media noche, ni un minuto más ni un minuto menos, o estarás despedido —lo soltó y salió de la sala de seguridad dando grandes pasos, por lo que me apresuré a seguirlo en completo silencio y con miedo a ser reprendida.

Iba caminando a su misma velocidad con la cabeza baja, así que no me di cuenta de que se había detenido, por lo que terminé estampada contra su ancha espalda.

—Lo siento, no vi que se detuvo, Sr. Black.

—Nunca te das cuenta por donde vas, joder —gruñó, molesto, y se giró hacia mí, soltando un profundo suspiro mientras mi estómago se contraía con temor a salir regañada—. Lo lamento mucho, Amanda. No tienes la culpa de lo que está pasando, solo que esta situación no me tiene de muy buen humor que digamos.

—Es comprensible que esté de mal humor con lo que está pasando, Sr. Black. No tiene que disculparse conmigo, después de todo, es su empresa y entiendo su posición.

—Es que es demasiado extraño que justo entonces las cámaras estuvieran en mantenimiento.

—Le doy toda la razón, es una coincidencia demasiado extraña. Espero que toda esta situación se arregle pronto, y si detrás del incendio hay alguien, espero que lo atrapen y pague por todos los daños que cometió.

Mi jefe sonrió más relajado y siguió caminando hasta que salimos de la fábrica y subimos al auto. En todo el camino hacia el hotel lo vi ladrando y rugiendo órdenes por el teléfono, demasiado molesto por saber lo que había pasado en su fábrica, y no era para menos. Hasta a mí me entró la desconfianza con el gerente, después de todo, es el encargado de que todo lo que suceda en la fábrica.

—Ha sido un día largo, ¿no crees? —suspiró mi jefe una vez colgó la llamada, recostando la cabeza hacia atrás—. Desde que llegamos a Melbourne no hemos tenido descanso alguno.

—Con todo lo que pasó es imposible descansar, Sr. Black. Seguro que con un buen baño de agua tibia se relajará un poco.

Guardó silencio y carraspeó, incorporándose nuevamente.

—¿Te gustaría cenar y beber una copa antes de subir a tu habitación a descansar? Debes tener hambre y yo necesito un poco de alcohol para relajarme y pensar todo con más calma.

—No quisiera incomodarlo, además de que me gustaría descansar.

—Pero debes cenar —dijo y le di la razón—. Si no quieres beber, no hay problema, pero me basta con que me acompañes en la mesa.

—Está bien, Sr. Black, pero si me permite darle un consejo, no debería beber demasiado. Recuerde que mañana tiene una reunión a primera hora con el Sr. Miller.

—Una m****a más que resolver —murmuró entre dientes y guardé silencio—. Tomaré tu consejo, Amanda.

Llegamos al hotel y bajó del auto con rapidez, estirando su mano para ayudarme a bajar.

Aunque dudé un poco, al final acepté su mano para no ser descortés, y de nuevo sentí por mi piel aquella corriente de incomodidad. Su mirada se posó en la mía y su mano se afianzó a la mía por unos cuantos segundos, antes de soltarme con suavidad y sonreír con amabilidad, indicándome el camino como todo un caballero hacia el interior del hotel.

No es que me ponga nerviosa su toque, es su forma de mirarme y en la que su toque se siente sobre mi piel. Es como si una parte de mí no quisiera que me tocara nunca pese a no existir nada más que las ideas que yo sola me hago en la cabeza.

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