XIII. Miedo

Quería descansar, dormir, ver televisión, leer un libro, incluso comer helado. Tenía en mente ir a cenar con mi esposo, pero con lo que ocurrió en la clínica, apenas si he podido analizar bien la situación. La doctora no mencionó que fuese grave o que no pudiéramos tener hijos, pero era de lógica sentir ciertos temores. Además de que me preocupaba más como estaba mi esposo que cualquier otra cosa.

Durante el día traté de no pensar demasiado, pero cuando menos lo esperaba mi mente ya se encontraba divagando nuevamente, haciéndose escenarios tanto buenos como malos. Ahora entendía lo que decían, que la mente es el peor enemigo que pueda existir.

Lo que debió ser un día para descansar del estrés del trabajo, se volvió en uno donde estuve dando vueltas por todo el apartamento sin encontrar sosiego alguno, tratando de no pensar en lo malo, y sin poder sacar de mi mente esa mirada acongojada de mi esposo.

La noche llegó más rápido de lo que pensé y con ello la desesperación al ver correr la
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