Se escuchó el sonido de la puerta y pedí que pasaran, Dewey y Madeleine entraron, me limpie las lágrimas levantándome de la cama, me sentí avergonzada que me vieran de esa forma.
–Lo siento, chicos.
–No tienes nada de qué disculparte –comentó Dewey.
–Si, Maggie –continuo Madeleine –. Además, creo saber lo que sucede.
–¿Qué sucede?
–Lo que sucede, es que no has vivido una ruptura como se debe.
Dewey abrió la mochila que había colocado en suelo, no me había dado cuenta que la traía, sacó varias botellas de licor y por supuesto muchas cervezas, los miré a ambos bastante confundida.
–No sabíamos qué es lo que te gusta así que trajimos de todo –mencionó –. Escoge lo que quieras.
–¿Qué significa esto? –sonreí.
–Pues está noche vamos a emborracharnos.
–¡Y jugar videojuegos! –exclamó Dewey.
–No vamos a jugar videojuegos, idiota –escupió Madeleine –. Vamos a ver una estúpida película triste en la televisión y vas a llorar todo lo que quieras.
–No –murmuró Dewey al levantarse –. Mejor estaré jugando abajo, alguien tiene que ser responsable y estar sobrio.
–Meme y Nina están aquí y yo quiero jugar videojuegos –expresé.
No tenía idea de lo que querían hacer, nunca me había emborrachado y menos con todo el licor extraño que traían, apenas y había probado una copa de champán o vino en las fiestas, esto era demasiado.
–Luego podemos ver la película –continué viendo a Madeleine.
No quería que Dewey se sintiera fuera de lugar, podíamos jugar antes de ver la película suicida que Madeleine proponía. Ambos aceptaron y bajamos a la sala, Dewey estaba emocionado que jugaríamos con él, se peleó con Madeleine que se burlaba de él, nos dio unas explicaciones que no entendimos, no me arriesgue con las bebidas y tomé un poco de tequila hasta que Madeleine casi me amenazó para que me terminará la botella, después de un par de tragos no pudimos seguir el juego, ni siquiera veía bien los botones, ni siquiera se pudo colocar la película, la televisión parecía nuestro enemigo, solo se quedo encendido en canal de niños.
–Recuerdo esa caricatura –exclamé al verla –. Pero estoy tan vieja que ya tenía como diez años cuando salió.
Dora la exploradora estaba preguntando qué camino tomar para llegar a su destino que no recuerdo muy bien cual era.
–¡No! –exclamó Madeleine –. No estamos viejas, Maggie, por favor no me hagas sentir más inútil de lo que ya soy.
–Nunca ví esa caricatura –expresó Dewey.
Ambas lo miramos incrédulas, veía el programa con gran afán como si le recordará algo bueno, soltamos una carcajada por su comentario y la forma de ver el programa era tan genuina, él era casi diez años más joven que yo.
–Dewey, me puedes decir qué haces aquí.
–¿A qué te refieres? –le dió un sorbo a su cerveza.
Yo ya estaba demasiado ebria para controlar el filtro de mis palabras, mi falta de experiencia con el alcohol era notoria, ni siquiera había tomado demasiado y ya me sentía mareada. Tomé sus mejillas con las palmas de mis manos y me acerque.
–Deberías estar allá afuera rompiéndole el corazón a una chica –mencioné –. Eres muy guapo deberías aprovechar eso.
Madeleine soltó una carcajada escupiendo su trago, el rostro de Dewey estaba totalmente rojo por lo que le acabo de decir.
–No es cierto –bufó al soltarse y tomar otra cerveza, creo que ya llevaba más de cinco y no parecía ni cerca de la embriaguez, ¿cómo lo hacía?
–Seguramente muchas chicas van a esa cafetería solo porque tu estas ahí, deben tomarte muchas fotos con disimulo y algunas coquetas intentan hacer conversación contigo, el gerente debe estar contento contigo por atraer a tantos clientes.
–Es cierto –carcajeo Madeleine –. Cuando pasó por él, recibo muchas miradas de odio.
–Lo ves.
–Son clientas que viven o trabajan cerca –justificó Dewey –. No tiene nada de malo que lleguen y yo siempre soy amable.
–Tu amabilidad nos trajo hasta aquí, así que eso no lo discuto –bufó Madeleine levantando su vaso.
–Sean también es muy guapo –recordé cuando mis ojos se llenaron de lágrimas –. Seguramente por eso se acostó con alguien más, yo no era suficiente para él.
–No, no, no –murmuró Madeleine –. Eres muy hermosa y elegante, Maggie.
–No es cierto –sollocé –. No lo merecía, nunca fui tan bonita o importante, solo se casó conmigo por mi dinero, siempre lo supe, pero yo lo amaba.
–No digas eso –intervino Dewey –. Eres la mujer más bonita que he visto, él es un tonto por hacerte eso.
Las lágrimas salieron sin control, Dewey y Madeleine intentaron consolarme, pero era inútil, todo terminó cuando vomité en el baño habíamos bebido demasiado y no nos arriesgamos a subir las escaleras, nos acomodamos en la sala hasta que nos quedamos dormidos. Fue una noche extraña, horrible por todos los sentimientos que tenía y también una noche maravillosa porque pude sacarlo y no estaba sola.
*
Cuando abrí los ojos seguía en el sofá, Madeleine estaba en el otro sofá con una manta encima, yo también tenía una, me dí cuenta que Dewey ya no estaba, me levanté para ir a mi habitación fui al baño y volví a vomitar, me lavé los dientes y una larga ducha, sentía un dolor horrible de cabeza, al bajar a la cocina Nina estaba haciendo el desayuno, olía delicioso, pero el sabor amargo en mi boca me decía que mi estómago no recibiría nada.
–Buenos días Nina.
–Buenos días a las seis mi niña –mencionó –. Son las diez de la mañana.
–Lo siento mucho –bajé la mirada –. ¿Sabes dónde está Dewey?
–El muchachito se levantó temprano y salió, dijo que tenía que ir a trabajar y no sabía cuánto tiempo le llevaría llegar a su trabajo, le dí un buen desayuno.
–Muchas gracias, Nina.
–Es un buen muchacho, trabajador y se ve que es honesto –expresó –. Quisiera decir lo mismo de su hermana.
Madeleine seguía durmiendo en el sofá, creo que ella fue la que bebió más que todos.
–Son buenas personas y mis amigos.
–Espero que no te lleven por el mal camino –me regañó –. Siempre has sido una buena niña.
Sus palabras me hicieron sentir mal, tenía razón siempre era Margareth la que hacía todo bien, la que siempre se controlaba, la respetuosa, la buena hija, hermana y esposa, siempre era yo quien debía tener los buenos modales, tal vez estaba cansada de todo eso, tal vez quería algo diferente ahora.
Cuando Madeleine se levantó se devoró todo lo que Nina le había preparado, ojalá yo tuviera el mismo apetito, salió al jardín a tocar un poco el violín, le hice compañía, la melodía era muy hermosa y me hacía sentir mejor.
Almorzamos y por la tarde Dewey regreso, querían hacer otra ronda de alcohol al parecer la ruptura tenía que durar al menos una semana, yo estaba pensando que ellos eran unos ebrios que solo querían un pretexto para tomar, les dije que no podía porque al día siguiente me tenía que levantar temprano para ir a la empresa y enfrentarme a Sean, llamé a Richard para acordar la hora de llegada, desde ahora cada vez que viera a Sean sería con un abogado presente, confiaba en Richard, es nuestro amigo y sé que hará lo mejor para nosotros.
Me detuve frente al edificio de la empresa, mi padre había construido este imperio con su astucia, él se encargaba de negocios internacionales, mediadores comprando empresas extranjeras, cerrando tratos que nos beneficiaban a todos y al final las vendía a otras empresas, un negocio algo tramposo, pero el dinero que dejaba era inmenso. Siempre tuvimos una buena vida, nunca nos faltó nada, ni siquiera el cariño de nuestros padres porque mamá estaba en casa todo el tiempo haciéndose cargo de nosotros, había sirvientes para cocinar y los aseos de la casa, el personal era tanto que no podíamos saber el nombre de todos incluso de las otras casas que tenía, pero la favorita de papá era la casa del lago por eso luche por ella. Richard estaba esperándome cerca del ascensor, quería hacer esto rápido, subimos directo a la oficina de Sean, espero que tenga al menos los documentos para revisarlos.–Creo que debí traer un asesor financiero –mencioné.–Podemos llamar a alguien para que venga, conoz
Casi no había visto a los chicos en varios días, Dewey iba a trabajar a la cafetería y Madeleine se la pasaba practicando con su violín, la audición sería este sábado y estaba muy nerviosa.Al salir del edificio para el estacionamiento me encontré con Sean en el ascensor, me sentí nerviosa por estar cerca de él, tenía su traje y peinado impecable, se veía tan imponente y atractivo como siempre, ese hombre perfecto que ahora en mi mente solo quedaba la fachada.–¿Cómo están las cuentas? –preguntó.–Hay algunas inconsistencias, pero se puede solucionar –respondí.–¿Inconsistencias?–Si, parece que son errores en la redacción, pequeñas confusiones, lo vamos a solucionar.–Jennifer se encarga de eso –mencionó –. Le diré que lo revise.–No es necesario, lo arreglaremos ahí mismo, después de todo sigo teniendo mi derecho en esta empresa.Sean bajó la mirada al suelo, se veía triste.–Nunca vas a perdonarme.–No.–¿Ni siquiera te duele?–Si no me doliera, te perdonaría, ¿No lo crees?Las pue
Fuimos a la audición de Madeleine, fue excelente, el director estaba maravillado por sus melodías, ella preguntó sobre el conservatorio y él complacido le dio los requisitos diciendo que las audiciones serán en cuatro meses, pero que debíamos llenar los requisitos lo más pronto posible. Madeleine se ofreció a darme un curso intensivo de todo lo que sabe del Cello, también podía contratar un instructor, estoy segura que cuando firme el divorcio y consiga a un asesor para administrar mi parte de la empresa podré ir al conservatorio, me sentía algo vieja para eso, pero los chicos me animaron, incluso Madeleine mencionó que cuando ella fue había una mujer de sesenta años aprendiendo, para los sueños no hay edad. Me sentía muy ilusionada a pesar de todas las decepciones que había tenido y hubiera sido posible si no fuera por un pequeño inconveniente. –¡Embarazada! –gritó Madeleine.Yo estaba destrozada, lloraba sin control, no podía creer que esto me estuviera pasando, mi periodo era irre
Sus ojos se abrieron por la sorpresa, vio a todos lados y sonrió nervioso.–¿De mí? –No Sean, es del chófer –rodé los ojos –. Ya te lo dije, es tu problema si crees que es tuyo o no, después de todo no necesito nada…–Espera, espera, es solo que… bueno… me puedes dar un minuto para procesarlo.Me detuve al ver su rostro confundido, acepté esperando en silencio, él movió sus manos nervioso, miro a la mesa, estaba inquieto, no pasó mucho antes de que hablará.–¿Cuánto tiempo tienes? –Tal vez dos meses, no estoy muy segura –contesté –. Llamaré a la doctora Becker para programar una cita lo antes posible –murmuré –. Sé que no querías tener hijos por un tiempo y mucho menos ahora, pero sucedió, no te voy a pedir nada, tampoco…–¡Estás embarazada! –sonrió –. ¡Oh vaya! ¡Qué maravilloso! –Se levantó del asiento y gritó. – ¡Mi esposa está embarazada!Todos alrededor aplaudieron, agradecí súper incómoda, uno de los meseros se acercó a dejarnos un pequeño pastel de chocolate cortesía del resta
Programe mi cita con la doctora Becker, tenía que saber que mi bebé estaba bien y los cuidados que debería tener, con o sin Sean iba a tenerlo, fui sola al consultorio porque Madeleine tenía práctica de violín, Dewey tenía que trabajar y no quería interrumpir su rutina, estaba esperando a que me llamarán cuando la puerta se abrió y casi quedé en shock cuando ví a Sean entrar. –Me retrasé –tomó lugar a mi lado y besó mi mejilla –. Había un poco de tráfico, lo lamento.–¿Qué haces aquí?–Es el día de la cita, no me lo voy a perder. Estaba a punto de reclamarle cuando me llamaron, solté un suspiro, me levanté y ambos caminamos hacía el consultorio. La doctora nos saludo muy alegre, ella siempre había sido mi ginecologa incluso cuando vine por los anticonceptivos hace un par de años, me atendió muy amable haciendo unas preguntas, Sean tuvo la sensatez de quedarse en silencio la mayor parte del tiempo, me emocioné demasiado cuando escuché los latidos de su corazoncito, estaba tan feliz,
Hablé con Madeleine y Dewey, se limitaron a decir que era mi casa, mi decisión, que ellos podían irse, yo les pedí que no, me agradaba tenerlos aquí y estar a solas con Sean era peligroso, terminaría cediendo a todo lo que él me pidiera, ya no quería esa vida y mucho menos con un bebé en camino.Sean apareció con varias maletas el fin de semana, lo guíe a la habitación que la empleada había preparado, Madeleine estaba tocando el violín y Dewey había ido a su turno en la cafetería.–Acá tendrás todo lo necesario y ya conoces la casa.–¿Dónde te quedas?–Cruzando el pasillo, en la habitación principal –mencioné –. Cierro la puerta con llave, si necesitas algo puedes ir tú mismo o tocar.–Tienes miedo que entre a tu habitación en la noche –sonrió.–No lo harás si quieres estar aquí.Era un tipo de coqueteo de su parte y no se lo iba a permitir, ahora quiere hacerse el buen esposo, pero no lo pensó cuando se acostó con esa mujer. –La chica toca muy bien –señaló. El violín se escuchaba p
–¡Maggie! No sabes como he estado preocupado por ti todos estos días. –Lo siento, Richard –respondí –. No he estado con mucho ánimo. –¿Quieres ir a patinar este sábado? Sería fabuloso viajar.–Me gustaría –lo interrumpí –. Pero tengo que ir a una fiesta en el club esté sábado. –A tí no te gustan esas fiestas, recuerdas que siempre te dije que podía ir contigo. Era verdad, Richard pasaba tiempo conmigo y cuando Sean comenzó a trabajar demasiado propuso acompañarme a esas fiestas, pero yo no quería ir, no me gustaba relacionarme con ellos.–Iré con Sean –confesé avergonzada. –¿Lo perdonaste?–No – respondí de inmediato –. Pospondremos el divorcio unos meses…–Justo lo que Sean quiere –mencionó –. Maggie, te vi ese día cuando entramos a su oficina y lo viste con Jennifer, es mi amigo, pero no sabe valorarte.–Estoy embarazada, Richard –solté. Se quedó en silencio cuando solté mi confesión, seguramente estará decepcionado de mí, no era posible que justo cuando estaba decidida esto m
–Vamos a comer –murmuró al separarse. Fuimos a la mesa donde se encontraba Jessia y su esposo.–Felicidades Sean por el embarazo –sonrió Jessia –. Espero que tengan un varón, como nosotros con nuestro primer hijo.Ella miró a su esposo con orgullo, yo solo esperaba a que viniera sano, no me importaba lo que fuera, pero me limité a sonreír.–Yo solo espero que esté saludable y sea feliz –respondió Sean. Lo miré sorprendida nunca había contestado de esa manera, siempre le daba la razón a todos. –Por supuesto –masculló Jessia –. Es lo importante.Después de la comida, Sean mencionó que teníamos planes y pidió disculpas por retirarnos, admito que agradecí que hiciera eso, no sé cuánto tiempo hubiera aguantado a Jessia con sus consejos. –Gracias por sacarme de ahí –mencioné en el auto.–También fue por mí, no aguantaba a Jessia.–Yo tampoco –sonreí.–Li crimi hidritinti is impirtinti –se burló Sean y yo solté una carcajada por su intento de imitación de Jessia.–Y qué tal el… coloca un