Fuimos a la audición de Madeleine, fue excelente, el director estaba maravillado por sus melodías, ella preguntó sobre el conservatorio y él complacido le dio los requisitos diciendo que las audiciones serán en cuatro meses, pero que debíamos llenar los requisitos lo más pronto posible. Madeleine se ofreció a darme un curso intensivo de todo lo que sabe del Cello, también podía contratar un instructor, estoy segura que cuando firme el divorcio y consiga a un asesor para administrar mi parte de la empresa podré ir al conservatorio, me sentía algo vieja para eso, pero los chicos me animaron, incluso Madeleine mencionó que cuando ella fue había una mujer de sesenta años aprendiendo, para los sueños no hay edad. Me sentía muy ilusionada a pesar de todas las decepciones que había tenido y hubiera sido posible si no fuera por un pequeño inconveniente.
–¡Embarazada! –gritó Madeleine.
Yo estaba destrozada, lloraba sin control, no podía creer que esto me estuviera pasando, mi periodo era irregular, pero estaba segura que me había cuidado porque Sean no quería tener hijos y justo cuando nos vamos a divorciar resulté embarazada, me enteré por los exámenes médicos que dejaron en el conservatorio.
–Tranquila, Maggie. –Dewey intentó consolarme. – No es el fin del mundo, estamos contigo y tienes dinero, ese bebe será muy afortunado.
– ¿Cómo no pudiste darte cuenta? –reclamó Madeleine.
–Me sentía un poco mal hace unos días, pero creí que era la tristeza por separarme de Sean –sollocé –. No sé que voy a hacer.
–Puedes salir del país y vivir en otra parte.
–Mi dinero está aquí –expresé –. Los negocios de papá, mi vida, mi casa, no me quiero ir.
–Entonces si se entera dile que es de otro.
–No puedo –mencioné –. El contrato de nuestros padres dice que con la infidelidad dentro del matrimonio dejará los bienes a la parte afectada, además, Sean no me creerá y seguro pedirá una prueba de ADN y peleará a mi bebé hasta que sea suyo.
–Tienes que decirle –murmuró Dewey.
–¡Qué tonterías dices, hermano!
–Si yo tuviera un hijo con alguien, me gustaría saberlo aunque no estemos juntos quisiera conocerlo y convivir con él.
–No quiero hacerlo –sollocé.
–Vamos Maggie –me animó –. Eres una mujer fuerte, hazlo bien y demuestrale que eres mejor.
Las palabras de Dewey me hicieron sentir mejor, tiene razón, no voy a huir o a esconderlo, el bebé no tiene la culpa de nada y merece conocer a su padre, si él lo quiere, porque será decisión de Sean si lo acepta.
Por la tarde tomé el auto y fui a la casa, las chicas me dijeron que no se había quedado ahí, recordé el Penthouse en el centro de la ciudad, al estar cerca sentí algo extraño, no me pareció correcto llegar solo así después de discutir toda esta semana, di la vuelta en un restaurante y desde ahí le llamé.
–¿Maggie?
–Si, soy yo –hablé –. Estoy en el restaurante a la vuelta del Penthouse, quiero hablar contigo y creí que…
–Voy para allá.
Corté la llamada y espere, eso fue rápido, me hizo pensar que tal vez estoy siendo demasiado dura con él y podemos llevar una mejor relación, no una donde volvamos a estar juntos, pero al menos dejar de discutir por el bien del bebé.
En menos de cinco minutos apareció, estaba muy nerviosa , pero ya le había llamado y no puedo arrepentirme, un bebé no es algo que se pueda esconder por siempre y luego no quiero que me reclamé por nada o se vuelva un juicio.
El camarero llegó y yo solo pedí un té, Sean pidió un Whisky.
–¿Quieres algo de comer? –dudó.
–Mejor no.
–Si querías que nos viéramos podíamos ir a cenar.
–Eso es algo que se hace cuando se está casado, no cuando nos vamos a divorciar.
–Debí llevarte a algún lugar antes, lo lamento.– Sean bajó la mirada, eso me hizo sentir horrible, pero no era mentira, casi siempre me tenía que encargar de la comida en casa, no salíamos porque siempre estaba cansado y yo le servía complacida cada vez que llegaba, también era mi culpa, nunca se lo pedí. No pensé que sería algo que necesitaramos, cenábamos hablando un poco y luego íbamos a la habitación a hacer el amor, siempre me sentí bien así.
–También fue mi culpa –mencioné –. Pero no estoy aquí por eso, quería decirte algo, no necesito nada, pero quiero que estés enterado.
–¿Qué pasa?
–Sean, estoy embarazada.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa, vio a todos lados y sonrió nervioso.–¿De mí? –No Sean, es del chófer –rodé los ojos –. Ya te lo dije, es tu problema si crees que es tuyo o no, después de todo no necesito nada…–Espera, espera, es solo que… bueno… me puedes dar un minuto para procesarlo.Me detuve al ver su rostro confundido, acepté esperando en silencio, él movió sus manos nervioso, miro a la mesa, estaba inquieto, no pasó mucho antes de que hablará.–¿Cuánto tiempo tienes? –Tal vez dos meses, no estoy muy segura –contesté –. Llamaré a la doctora Becker para programar una cita lo antes posible –murmuré –. Sé que no querías tener hijos por un tiempo y mucho menos ahora, pero sucedió, no te voy a pedir nada, tampoco…–¡Estás embarazada! –sonrió –. ¡Oh vaya! ¡Qué maravilloso! –Se levantó del asiento y gritó. – ¡Mi esposa está embarazada!Todos alrededor aplaudieron, agradecí súper incómoda, uno de los meseros se acercó a dejarnos un pequeño pastel de chocolate cortesía del resta
Programe mi cita con la doctora Becker, tenía que saber que mi bebé estaba bien y los cuidados que debería tener, con o sin Sean iba a tenerlo, fui sola al consultorio porque Madeleine tenía práctica de violín, Dewey tenía que trabajar y no quería interrumpir su rutina, estaba esperando a que me llamarán cuando la puerta se abrió y casi quedé en shock cuando ví a Sean entrar. –Me retrasé –tomó lugar a mi lado y besó mi mejilla –. Había un poco de tráfico, lo lamento.–¿Qué haces aquí?–Es el día de la cita, no me lo voy a perder. Estaba a punto de reclamarle cuando me llamaron, solté un suspiro, me levanté y ambos caminamos hacía el consultorio. La doctora nos saludo muy alegre, ella siempre había sido mi ginecologa incluso cuando vine por los anticonceptivos hace un par de años, me atendió muy amable haciendo unas preguntas, Sean tuvo la sensatez de quedarse en silencio la mayor parte del tiempo, me emocioné demasiado cuando escuché los latidos de su corazoncito, estaba tan feliz,
Hablé con Madeleine y Dewey, se limitaron a decir que era mi casa, mi decisión, que ellos podían irse, yo les pedí que no, me agradaba tenerlos aquí y estar a solas con Sean era peligroso, terminaría cediendo a todo lo que él me pidiera, ya no quería esa vida y mucho menos con un bebé en camino.Sean apareció con varias maletas el fin de semana, lo guíe a la habitación que la empleada había preparado, Madeleine estaba tocando el violín y Dewey había ido a su turno en la cafetería.–Acá tendrás todo lo necesario y ya conoces la casa.–¿Dónde te quedas?–Cruzando el pasillo, en la habitación principal –mencioné –. Cierro la puerta con llave, si necesitas algo puedes ir tú mismo o tocar.–Tienes miedo que entre a tu habitación en la noche –sonrió.–No lo harás si quieres estar aquí.Era un tipo de coqueteo de su parte y no se lo iba a permitir, ahora quiere hacerse el buen esposo, pero no lo pensó cuando se acostó con esa mujer. –La chica toca muy bien –señaló. El violín se escuchaba p
–¡Maggie! No sabes como he estado preocupado por ti todos estos días. –Lo siento, Richard –respondí –. No he estado con mucho ánimo. –¿Quieres ir a patinar este sábado? Sería fabuloso viajar.–Me gustaría –lo interrumpí –. Pero tengo que ir a una fiesta en el club esté sábado. –A tí no te gustan esas fiestas, recuerdas que siempre te dije que podía ir contigo. Era verdad, Richard pasaba tiempo conmigo y cuando Sean comenzó a trabajar demasiado propuso acompañarme a esas fiestas, pero yo no quería ir, no me gustaba relacionarme con ellos.–Iré con Sean –confesé avergonzada. –¿Lo perdonaste?–No – respondí de inmediato –. Pospondremos el divorcio unos meses…–Justo lo que Sean quiere –mencionó –. Maggie, te vi ese día cuando entramos a su oficina y lo viste con Jennifer, es mi amigo, pero no sabe valorarte.–Estoy embarazada, Richard –solté. Se quedó en silencio cuando solté mi confesión, seguramente estará decepcionado de mí, no era posible que justo cuando estaba decidida esto m
–Vamos a comer –murmuró al separarse. Fuimos a la mesa donde se encontraba Jessia y su esposo.–Felicidades Sean por el embarazo –sonrió Jessia –. Espero que tengan un varón, como nosotros con nuestro primer hijo.Ella miró a su esposo con orgullo, yo solo esperaba a que viniera sano, no me importaba lo que fuera, pero me limité a sonreír.–Yo solo espero que esté saludable y sea feliz –respondió Sean. Lo miré sorprendida nunca había contestado de esa manera, siempre le daba la razón a todos. –Por supuesto –masculló Jessia –. Es lo importante.Después de la comida, Sean mencionó que teníamos planes y pidió disculpas por retirarnos, admito que agradecí que hiciera eso, no sé cuánto tiempo hubiera aguantado a Jessia con sus consejos. –Gracias por sacarme de ahí –mencioné en el auto.–También fue por mí, no aguantaba a Jessia.–Yo tampoco –sonreí.–Li crimi hidritinti is impirtinti –se burló Sean y yo solté una carcajada por su intento de imitación de Jessia.–Y qué tal el… coloca un
–Felicidades es un varón –comentó la doctora. Sean me besó la frente y me sentí incómoda, era uno de esos días que no quería que se me acercará. Nos tocó una cita con la doctora y mencionó que podíamos ver si era niño o niña, Sean estaba desesperado por saber, quería pintar la habitación y seguramente ahora saber que era un niño lo mantendría ocupado un par de días. El chequeo terminó y la doctora nos felicitó, todo iba muy bien, el vientre no había crecido tanto. Regresamos a casa, Dewey estaba en la cafetería y Madeleine tendría un concierto, hablaron algo que sus horarios coincidían y que Madeleine pasaría por Dewey al terminar. –Déjame, yo puedo –escupí cuando Sean intentó ayudarme a salir del auto.–Solo quería ayudarte.–Estoy bien, apenas se ve el embarazo. Me siguió hasta la casa en silencio, yo no lo quería ver y a veces parecía demasiado insistente, tal vez solo era yo. –¿Quieres algo de cenar?–No. –Tienes que comer algo, Maggie.–Voy a comer, pero no ahora, ni contigo
A la mañana siguiente me sentía mejor aunque amanecí un poco hinchada por haber llorado toda la noche, me di una ducha y al bajar Madeleine tenía listo el desayuno. –¿Dónde están Sean y Dewey?–Se fueron a trabajar, cada quien a donde le toque por supuesto –mencionó –. ¿Cómo estás?–Me siento mejor. –Bien, entonces comé.Madeleine no preguntó nada sobre lo que pasó con Sean anoche, yo tampoco le dije, tuve todo el día para pensar, me había gustado estar con Sean otra vez, para que mentir, era el hombre al que amaba y decirle la verdad sobre lo que me pasaba me había ayudado, tal vez podíamos darnos otra oportunidad, por nuestro bebé, hablaría con él cuando regresará. Eso pensé, pero esa noche no regresó, al segundo día llamé a su teléfono, pero fue Francis quien me respondió diciendo que Sean estaba en un viaje de trabajo, que estaba ocupado, ya no insistí, quería darle su espacio como él a mí, eso pensé, pero los días pasaron y Sean no apareció, a la semana apareció Richard, fue e
Creí que Sean y yo podríamos arreglar todo después del nacimiento del bebé, pero las actitudes de Sean conforme el embarazo avanzó me hicieron sentir peor, se fue de la casa diciendo que se le dificulta ir a la oficina, solo asistió a las visitas al médico y a la fiesta que me hicieron las chicas del club por la llegada del bebé, tenía tiempo libre y contrate a un instructor de cello, aprendí hasta que el estómago me creció demasiado y me enfoque para ocupar mi mente en la música, pase el último mes tocando el piano, la habitación del bebé ya estaba preparada, Dewey me ayudó con algunos detalles, Madeleine se la pasaba en conciertos y prácticas, estaba muy ocupada y la entendía.Estaba tocando una melodía en el piano cuando sentí algo húmedo en mis piernas seguido de un dolor intenso en el vientre, espere a que pasará y salí de la habitación, encontré a Dewey en la sala, le arrebate el control de sus manos, me miró extraño, sentí otro dolor en el vientre.–¡El bebé va a nacer! –grité.