Hablé con Madeleine y Dewey, se limitaron a decir que era mi casa, mi decisión, que ellos podían irse, yo les pedí que no, me agradaba tenerlos aquí y estar a solas con Sean era peligroso, terminaría cediendo a todo lo que él me pidiera, ya no quería esa vida y mucho menos con un bebé en camino.Sean apareció con varias maletas el fin de semana, lo guíe a la habitación que la empleada había preparado, Madeleine estaba tocando el violín y Dewey había ido a su turno en la cafetería.–Acá tendrás todo lo necesario y ya conoces la casa.–¿Dónde te quedas?–Cruzando el pasillo, en la habitación principal –mencioné –. Cierro la puerta con llave, si necesitas algo puedes ir tú mismo o tocar.–Tienes miedo que entre a tu habitación en la noche –sonrió.–No lo harás si quieres estar aquí.Era un tipo de coqueteo de su parte y no se lo iba a permitir, ahora quiere hacerse el buen esposo, pero no lo pensó cuando se acostó con esa mujer. –La chica toca muy bien –señaló. El violín se escuchaba p
–¡Maggie! No sabes como he estado preocupado por ti todos estos días. –Lo siento, Richard –respondí –. No he estado con mucho ánimo. –¿Quieres ir a patinar este sábado? Sería fabuloso viajar.–Me gustaría –lo interrumpí –. Pero tengo que ir a una fiesta en el club esté sábado. –A tí no te gustan esas fiestas, recuerdas que siempre te dije que podía ir contigo. Era verdad, Richard pasaba tiempo conmigo y cuando Sean comenzó a trabajar demasiado propuso acompañarme a esas fiestas, pero yo no quería ir, no me gustaba relacionarme con ellos.–Iré con Sean –confesé avergonzada. –¿Lo perdonaste?–No – respondí de inmediato –. Pospondremos el divorcio unos meses…–Justo lo que Sean quiere –mencionó –. Maggie, te vi ese día cuando entramos a su oficina y lo viste con Jennifer, es mi amigo, pero no sabe valorarte.–Estoy embarazada, Richard –solté. Se quedó en silencio cuando solté mi confesión, seguramente estará decepcionado de mí, no era posible que justo cuando estaba decidida esto m
–Vamos a comer –murmuró al separarse. Fuimos a la mesa donde se encontraba Jessia y su esposo.–Felicidades Sean por el embarazo –sonrió Jessia –. Espero que tengan un varón, como nosotros con nuestro primer hijo.Ella miró a su esposo con orgullo, yo solo esperaba a que viniera sano, no me importaba lo que fuera, pero me limité a sonreír.–Yo solo espero que esté saludable y sea feliz –respondió Sean. Lo miré sorprendida nunca había contestado de esa manera, siempre le daba la razón a todos. –Por supuesto –masculló Jessia –. Es lo importante.Después de la comida, Sean mencionó que teníamos planes y pidió disculpas por retirarnos, admito que agradecí que hiciera eso, no sé cuánto tiempo hubiera aguantado a Jessia con sus consejos. –Gracias por sacarme de ahí –mencioné en el auto.–También fue por mí, no aguantaba a Jessia.–Yo tampoco –sonreí.–Li crimi hidritinti is impirtinti –se burló Sean y yo solté una carcajada por su intento de imitación de Jessia.–Y qué tal el… coloca un
–Felicidades es un varón –comentó la doctora. Sean me besó la frente y me sentí incómoda, era uno de esos días que no quería que se me acercará. Nos tocó una cita con la doctora y mencionó que podíamos ver si era niño o niña, Sean estaba desesperado por saber, quería pintar la habitación y seguramente ahora saber que era un niño lo mantendría ocupado un par de días. El chequeo terminó y la doctora nos felicitó, todo iba muy bien, el vientre no había crecido tanto. Regresamos a casa, Dewey estaba en la cafetería y Madeleine tendría un concierto, hablaron algo que sus horarios coincidían y que Madeleine pasaría por Dewey al terminar. –Déjame, yo puedo –escupí cuando Sean intentó ayudarme a salir del auto.–Solo quería ayudarte.–Estoy bien, apenas se ve el embarazo. Me siguió hasta la casa en silencio, yo no lo quería ver y a veces parecía demasiado insistente, tal vez solo era yo. –¿Quieres algo de cenar?–No. –Tienes que comer algo, Maggie.–Voy a comer, pero no ahora, ni contigo
A la mañana siguiente me sentía mejor aunque amanecí un poco hinchada por haber llorado toda la noche, me di una ducha y al bajar Madeleine tenía listo el desayuno. –¿Dónde están Sean y Dewey?–Se fueron a trabajar, cada quien a donde le toque por supuesto –mencionó –. ¿Cómo estás?–Me siento mejor. –Bien, entonces comé.Madeleine no preguntó nada sobre lo que pasó con Sean anoche, yo tampoco le dije, tuve todo el día para pensar, me había gustado estar con Sean otra vez, para que mentir, era el hombre al que amaba y decirle la verdad sobre lo que me pasaba me había ayudado, tal vez podíamos darnos otra oportunidad, por nuestro bebé, hablaría con él cuando regresará. Eso pensé, pero esa noche no regresó, al segundo día llamé a su teléfono, pero fue Francis quien me respondió diciendo que Sean estaba en un viaje de trabajo, que estaba ocupado, ya no insistí, quería darle su espacio como él a mí, eso pensé, pero los días pasaron y Sean no apareció, a la semana apareció Richard, fue e
Creí que Sean y yo podríamos arreglar todo después del nacimiento del bebé, pero las actitudes de Sean conforme el embarazo avanzó me hicieron sentir peor, se fue de la casa diciendo que se le dificulta ir a la oficina, solo asistió a las visitas al médico y a la fiesta que me hicieron las chicas del club por la llegada del bebé, tenía tiempo libre y contrate a un instructor de cello, aprendí hasta que el estómago me creció demasiado y me enfoque para ocupar mi mente en la música, pase el último mes tocando el piano, la habitación del bebé ya estaba preparada, Dewey me ayudó con algunos detalles, Madeleine se la pasaba en conciertos y prácticas, estaba muy ocupada y la entendía.Estaba tocando una melodía en el piano cuando sentí algo húmedo en mis piernas seguido de un dolor intenso en el vientre, espere a que pasará y salí de la habitación, encontré a Dewey en la sala, le arrebate el control de sus manos, me miró extraño, sentí otro dolor en el vientre.–¡El bebé va a nacer! –grité.
Tardé tres días en el hospital por lo mal que estaba después de la situación con Sean, finalmente me dieron de alta, pero en casa fue peor, tuve una depresión que duró largos meses, Madeleine y Dewey prácticamente se hacían cargo del pequeño Johan, no podía creer que Sean me había hecho eso y el día del nacimiento de su propio hijo, me sentía muy mal conmigo, con mi cuerpo, como mujer, un fracaso total que no merecía nada, Richard llevó ayuda psicológica que con mucho esfuerzo logré salir, continúe con mis clases de cello con Madeleine, ella estaba en una buena situación económica, pero no se fue de la casa, también tocaba de vez en cuando el piano y aprendí algo del violín. Richard hizo el trámite de la custodia compartida. Richard mencionó que Sean dijo que no le interesaba saber nada, que la custodia me quedará a mí, yo le pedí que hiciera los trámites de custodia compartida, no quería ningún problema después, fue una ventaja porque pedí los mejores días, me entregó los documentos
–¡¡¡Mami!!! –exclamó Johan corriendo a mis brazos, le di un beso atrapandolo entre mis brazos, era un niño adorable y cariñoso. –Mi vida, ya llegue, ¿cómo estás? Te amo. Él me besó las mejillas como lo hace cada tarde cuando regresó de la oficina, está vez se detuvo cuando vió a Sean detrás. –Papi.–Si mi vida, tu papi vino a verte. Se bajó de mis brazos y tomó a Sean de la mano, él no entendió así que tuve que decirle.–Quiere llevarte a algún lugar, seguro a jugar –mencioné. –Está bien, vamos campeón. Sean se fue con Johan a la sala donde parece que tenía muchos juguetes, la niñera me informó sobre el día de Johan, había dejado preparada la comida antes de irse. –¿Tienes hambre? –le pregunté a Sean. –No quiero molestar. –Johan tiene que comer y lo hacemos juntos –mencioné. Ellos estaban jugando con un libro músical. –Si hay algo para mí, comeré con ustedes. Me di la vuelta y serví la comida para los tres, los llamé para comer, Johan tomó lugar en medio de nosotros, tenía