Sean y yo llevamos tres años casados, este año no salimos de viaje porque tuvo muchas reuniones de trabajo, manejar la empresa de mi familia y la de su padre le ha absorbido demasiado tiempo, aunque me las arreglé para hacer una cena especial y tuvimos una noche maravillosa.
Hoy es su cumpleaños y he decidido darle una sorpresa, es un viaje a Santorini, el vuelo sale a las diez de la mañana.
Ayer me llamó para decirme que sus compañeros de trabajo le hicieron una pequeña celebración en la oficina y terminó en el apartamento de Richard nuestro amigo del instituto, que nos separamos un tiempo cuando él estudió leyes y nosotros gerencia, cuando Sean se hizo cargo de la empresa lo llamó para el asesoramiento judicial.
Dejé listas las maletas un día antes, todo estaba planeado y ya teníamos un tiempo de no salir solos, estaba decidida a arrastrarlo al aeropuerto si era necesario, le di al chófer la dirección de Richard y nos dirigimos a su apartamento, no quería despertar a todos y recordé que Richard tenía una Rana espantosa en la entrada, dentro de ella se encontraba una copia de su llave porque a veces la olvidaba dentro, no quería despertar a nadie, seguramente bebieron anoche, tomé la llave y al abrir efectivamente el apartamento tenía el olor a alcohol, cigarro y perfume masculino, dos chicos que creo que son del trabajo estaban en el sofá, el lugar estaba sucio, intente ignorarlo buscando a Sean o al menos a Richard, supuse que Richard estaría en su habitación y Sean en el de invitados así que fui directo a la habitación de invitados a buscar a mi esposo o mejor dicho a mi ex esposo por la escena que tuve frente a mí.
Sentí la presión en mi pecho, me faltaba la respiración, mis piernas se debilitaron y el dolor de cabeza fue intenso cuando ví a Sean con Jennifer, su asistente en la cama, mi cuerpo tardó en reaccionar incluso llegué a pensar que era una pesadilla, pero no lo era, salí de la habitación, quería irme. Sin embargo, no podía dejar las cosas así, no iba a ignorar esto, yo le había entregado todo a ese hombre y así era como me correspondía, el enojo lo convertí en valor, me limpie las lágrimas, respiré profundo mientras fui a la cocina por un gran vaso de agua volví a entrar la habitación lanzando el agua sobre ellos.
El cuerpo de Sean se sacudió de inmediato y llevó las manos a su rostro.
–Por Dios, Richard –gruñó mientras se limpiaba el rostro –. Despiértame como una persona normal.
Jennifer comenzó a moverse, pero no abrió los ojos.
–Te despierto como te lo mereces, cerdo asqueroso –escupí –. Aunque estoy ofendiendo al pobre animal.
Dejé el vaso sobre una pequeña mesa.
–Maggie, amor, ¿Qué te pasa? –murmuró mientras abrió los ojos.
Fue en ese momento cuando se dió cuenta que no estaba solo en la cama y que yo estaba frente a él, sus ojos fueron de Jennifer que se quedó en silencio cubriendo su cuerpo con la sábana y luego hacia mí.
–No, no, no, no –titubeo –. Amor, esto no es lo que parece, déjame explicarte.
–Por supuesto que lo vas a explicar –le di una risa amarga –. En el divorcio.
Me di la vuelta para salir de aquí, no tenía idea de a dónde iría, pero ya no quería seguir viendo esa escena.
–¡Maggie! ¡Espera, por favor! –gritó desde la habitación –. ¡Maggie! ¡Amor!
Justo en medio de la sala, sentí que me detuvo sujetando mi brazo.
–Amor, escúchame por favor –suplicó –. Esto fue un error.
Me sacudí para que me soltará y con mi mano libre la estrellé en su mejilla.
–El único error fue haberme casado contigo.
Me di cuenta que Richard había salido de su habitación y nos vio.
–¡Tú lo sabías! –lo señalé.
–¿Saber qué? –dudó al levantar las manos.
–No estoy para bromas, prepara el trámite de divorcio y no me vas a cobrar un solo centavo por tu servicio, sin trampas, ni beneficios, es lo mínimo que puedes hacer.
Entonces Richard vio salir a Jennifer de la habitación, la muy descarada todavía se colocó la camisa de Sean, pero que se quede con ella, eso no me importa.
–De acuerdo –murmuró Richard.
–Maggie, no puedes hacer esto –intervino Sean –. Tenemos que hablarlo, no me puedes dejar, te amo.
–Que forma tan patética de amar –me di la vuelta para irme, Sean quiso seguirme, pero Richard lo detuvo.
–Dejala, ya se le pasará.
Cómo si eso fuera tan fácil, bajé el ascensor pensando en aquel hombre tan perfecto que siempre creí que era, Sean Ford, el hombre cariñoso, impecable y perfecto, aquel chico por el que suspiraba cada vez que lo tenía frente a mí.
–¡Señora Ford! ¡Señora Ford!
Me detuve para ver al chófer del auto llamándome, había bajado del ascensor y caminado a la salida, no tenía idea de a dónde iba, pero no quería subirme a ese auto y volver a esa solitaria mansión.
–El auto está por aquí, señora Ford.
–Regrese a casa y dígale a Ceci que desempaque.
–Señora Ford, tengo que llevarla a casa.
–No se preocupe por mí –mencioné –. Regresé a casa y haga lo que le digo.
Me di la vuelta y seguí caminando, no tengo idea de cuánto tiempo lo hice, solo sé que mis pies empezaron a doler, mi cabeza daba vueltas entre todo lo que Sean y yo habíamos vivido estos años hasta la última imagen que ví de él con Jennifer.
Yo conocí el amor con Sean Ford, fuimos juntos a la preparatoria y nos volvimos grandes amigos, él tuvo algunas novias en esa época y aunque cada vez que aparecía con una chica nueva me hacía sentir un poco triste intentaba darle mi mejor sonrisa, yo era demasiado tímida y aunque nunca me faltaron las invitaciones para salir, intenté centrarme en mis estudios, al final me hice a la idea de que la amistad era lo único que tendría con Sean.
Eso fue hasta que su familia entró en una crisis económica poco tiempo después de graduarnos, el señor Ford le habló a mi padre para que lo apoyará y él aceptó comprar lo que le quedaba de la empresa, pero con la condición de un matrimonio.
Aún recuerdo el día en que Sean se inclinó sobre su rodilla colocando aquel diamante en mi dedo anular. Después me enteré por mi hermana que era un matrimonio arreglado y hablé con él, no quería forzarlo a nada que él no quisiera, aunque yo me estuviera muriendo por dentro.
Yo me quiero casar contigo, Maggie.
Esas palabras se guardaron en mi corazón. Papá compró los bienes de la empresa Ford y dejó como CEO de la empresa a Sean, había demostrado ser digno del puesto y por supuesto que no dejaría a ninguna de sus hijas en su lugar, siempre decía que el lugar de una mujer era la casa.
La mayoría de veces se mantenía en el trabajo y yo hice lo que mi padre dijo, me quedé en casa, tomé algunas clases de cocina, poco a poco me dedique más a tareas del hogar, incluso me emocionaba la idea de tener un bebé, pero cuando lo hable con Sean, me dijo que quería pagar las deudas con mi padre, volver a tener la empresa de su familia y darles buenas condiciones económicas.
Siempre fue un hombre al que admiraba, pero de pronto esa perfección se desvaneció. Nunca he conocido al verdadero Sean Ford.
Me detuve en un pequeño parque, quería tomar lugar en un banca y comenzar a llorar, pero no creo que sea la mejor de mis ideas, de esto sólo resultaría dos escenarios, alguien llamaría a la policía y terminaría en un centro psiquiátrico o me tomarían una foto y mañana saldría en los titulares Margareth Ford llorando como una loca en público.Caminé a una pequeña cafetería, busque la mesa más alejada de todos, un joven de cabello rubio me atendió, después de que me llevo una taza de café con una rebanada de pastel, las lágrimas salieron descontroladas, cayeron sobre mi pastel, no quería nada, tampoco sabia qué hacer o a dónde ir, no tenía amigas, mi madre seguramente estaría enfada si le digo lo del divorcio, estaba totalmente sola.–Señorita, ¿Quiere que le traiga algo? –dudó chico.–Supongo que la cuenta.Él se retiró, tardó un poco en volver antes de colocar el papel con la cantidad en la mesa.–¿Usted sabe qué idioma habla la tortuga?–¿Qué?–¿Usted sabe qué idioma habla la tortuga
Pasamos por un par de hamburguesas y luego fuimos a su departamento, era un edificio retirado del centro, mi atuendo no quedaba con ese lugar, yo no quedaba con ese lugar, ellos hablaban por momentos en Alemán y otros en español cuando se dirigían a mí, tenía la sospecha que iban diciendo algo sobre mí porque de vez en cuando Madeleine me miraba con una sonrisa fingida.Su departamento era pequeño, apenas tenía dos habitaciones, un baño y una cocina en donde también se encontraba un sofá con una pequeña mesa y televisor con varios aparatos conectados, parece que son videojuegos. –Y bien Maggie –habló Madeleine –. ¿Qué te tenía tan triste? –Problemas familiares –respondí –. Cuando Dewey me habló no sabía que iba a hacer al salir de la cafetería. –¿Cómo que no sabías que hacer? –Soy casada –confesé –. Encontré a mi esposo con alguien más y lo único que se me ocurrió fue caminar por la ciudad –murmuré –. Suena ridículo, pero no sé que voy a hacer ahora. Bajé la mirada avergonzada, a
La casa se sintió muy alegre con ellos, Dewey intentó instalar la consola que trae, pero casi incendia la casa, creo que es demasiado vieja, compre una por internet que llegó en un par de horas, solo compré la más costosa sin tener idea, pero cuando llegó Dewey pareció como un niño al recibir un regalo de Navidad, después de almuerzo Madeleine propuso ir al lago.–No puedo creer que te ibas a quedar en nuestro departamento y tienes esta casa.–En realidad, había olvidado por completo está casa –respondí –. Solía pasar los veranos con mi familia aquí –sonreí –. Mi hermana y yo montamos un columpio por allá y nos lanzábamos al lago.–Siempre has sido rica. –Mi padre tiene una empresa multimillonaria –generalicé –. El abuelo la comenzó y él continuó con su legado, a pesar de que tenía mucho trabajo siempre nos dedicaba tiempo. Me sentí un poco triste porque no había ido a la tumba de papá desde que murió, nunca entendí muchas de sus acciones y ahora menos con casarme con Sean, solo ten
Se escuchó el sonido de la puerta y pedí que pasaran, Dewey y Madeleine entraron, me limpie las lágrimas levantándome de la cama, me sentí avergonzada que me vieran de esa forma.–Lo siento, chicos.–No tienes nada de qué disculparte –comentó Dewey.–Si, Maggie –continuo Madeleine –. Además, creo saber lo que sucede.–¿Qué sucede?–Lo que sucede, es que no has vivido una ruptura como se debe. Dewey abrió la mochila que había colocado en suelo, no me había dado cuenta que la traía, sacó varias botellas de licor y por supuesto muchas cervezas, los miré a ambos bastante confundida.–No sabíamos qué es lo que te gusta así que trajimos de todo –mencionó –. Escoge lo que quieras.–¿Qué significa esto? –sonreí.–Pues está noche vamos a emborracharnos.–¡Y jugar videojuegos! –exclamó Dewey.–No vamos a jugar videojuegos, idiota –escupió Madeleine –. Vamos a ver una estúpida película triste en la televisión y vas a llorar todo lo que quieras.–No –murmuró Dewey al levantarse –. Mejor estaré j
Me detuve frente al edificio de la empresa, mi padre había construido este imperio con su astucia, él se encargaba de negocios internacionales, mediadores comprando empresas extranjeras, cerrando tratos que nos beneficiaban a todos y al final las vendía a otras empresas, un negocio algo tramposo, pero el dinero que dejaba era inmenso. Siempre tuvimos una buena vida, nunca nos faltó nada, ni siquiera el cariño de nuestros padres porque mamá estaba en casa todo el tiempo haciéndose cargo de nosotros, había sirvientes para cocinar y los aseos de la casa, el personal era tanto que no podíamos saber el nombre de todos incluso de las otras casas que tenía, pero la favorita de papá era la casa del lago por eso luche por ella. Richard estaba esperándome cerca del ascensor, quería hacer esto rápido, subimos directo a la oficina de Sean, espero que tenga al menos los documentos para revisarlos.–Creo que debí traer un asesor financiero –mencioné.–Podemos llamar a alguien para que venga, conoz
Casi no había visto a los chicos en varios días, Dewey iba a trabajar a la cafetería y Madeleine se la pasaba practicando con su violín, la audición sería este sábado y estaba muy nerviosa.Al salir del edificio para el estacionamiento me encontré con Sean en el ascensor, me sentí nerviosa por estar cerca de él, tenía su traje y peinado impecable, se veía tan imponente y atractivo como siempre, ese hombre perfecto que ahora en mi mente solo quedaba la fachada.–¿Cómo están las cuentas? –preguntó.–Hay algunas inconsistencias, pero se puede solucionar –respondí.–¿Inconsistencias?–Si, parece que son errores en la redacción, pequeñas confusiones, lo vamos a solucionar.–Jennifer se encarga de eso –mencionó –. Le diré que lo revise.–No es necesario, lo arreglaremos ahí mismo, después de todo sigo teniendo mi derecho en esta empresa.Sean bajó la mirada al suelo, se veía triste.–Nunca vas a perdonarme.–No.–¿Ni siquiera te duele?–Si no me doliera, te perdonaría, ¿No lo crees?Las pue
Fuimos a la audición de Madeleine, fue excelente, el director estaba maravillado por sus melodías, ella preguntó sobre el conservatorio y él complacido le dio los requisitos diciendo que las audiciones serán en cuatro meses, pero que debíamos llenar los requisitos lo más pronto posible. Madeleine se ofreció a darme un curso intensivo de todo lo que sabe del Cello, también podía contratar un instructor, estoy segura que cuando firme el divorcio y consiga a un asesor para administrar mi parte de la empresa podré ir al conservatorio, me sentía algo vieja para eso, pero los chicos me animaron, incluso Madeleine mencionó que cuando ella fue había una mujer de sesenta años aprendiendo, para los sueños no hay edad. Me sentía muy ilusionada a pesar de todas las decepciones que había tenido y hubiera sido posible si no fuera por un pequeño inconveniente. –¡Embarazada! –gritó Madeleine.Yo estaba destrozada, lloraba sin control, no podía creer que esto me estuviera pasando, mi periodo era irre
Sus ojos se abrieron por la sorpresa, vio a todos lados y sonrió nervioso.–¿De mí? –No Sean, es del chófer –rodé los ojos –. Ya te lo dije, es tu problema si crees que es tuyo o no, después de todo no necesito nada…–Espera, espera, es solo que… bueno… me puedes dar un minuto para procesarlo.Me detuve al ver su rostro confundido, acepté esperando en silencio, él movió sus manos nervioso, miro a la mesa, estaba inquieto, no pasó mucho antes de que hablará.–¿Cuánto tiempo tienes? –Tal vez dos meses, no estoy muy segura –contesté –. Llamaré a la doctora Becker para programar una cita lo antes posible –murmuré –. Sé que no querías tener hijos por un tiempo y mucho menos ahora, pero sucedió, no te voy a pedir nada, tampoco…–¡Estás embarazada! –sonrió –. ¡Oh vaya! ¡Qué maravilloso! –Se levantó del asiento y gritó. – ¡Mi esposa está embarazada!Todos alrededor aplaudieron, agradecí súper incómoda, uno de los meseros se acercó a dejarnos un pequeño pastel de chocolate cortesía del resta