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CAPITULO II. SOÑANDO.

Jamás pensé que me vería tan bonita en un vestido verde, realmente no es mi color favorito, pero este verde oliva se me ve bien, y ayuda que el vestido sea entallado y remarque bien mis curvas.

Me observo en el elegante espejo de cuerpo completo con detalles antiguos muy rococó. Me encanta mi peinado, no decorado con mis rizos de siempre sino ahora se ve liso con un cintillo de trenza y mi cabello luce de color de la plata, es interesante este estilo para mí, no sé cómo definirlo pero no puedo dejar de mirarme.

Creo que con este look pudiera conquistar a quien quisiera, aunque no estoy muy interesada en los hombres, me interesa más saber qué haré con mi vida en las vacaciones y posterior a ellas. Mi sonrisa es deslumbrante, y mi piel se ve radiante. De verdad que no puedo dejar de mirar lo perfecta que estoy en este momento, pero en mi mente poco a poco empieza a crecer un murmullo de incomodidad que me indica que algo no va bien.

Deseo mirar que hay más allá de este espejo y mi reflejo, pero no puedo moverme, sólo me veo ahí sonriendo como para una foto de revista, vestida elegante, con maquillaje que parece muy costoso, pero hasta ahí. Parezco una muñeca vacía y sin vida.

La sonrisa deslumbrante empieza a desaparecer a medida que se acrecenta la sensación de malestar. Hay algo erróneo en esta escena y lo preocupante es que yo soy la protagonista.

Intento mirar de nuevo algo más que no sea yo, todo luce borroso y sin color, como si mirara a través de una ventana sucia. Deseo ver que hay más allá del espejo y sigo sin poder moverme. Debe haber alguna forma. Ya no hay más sonrisa en mi rostro, mi sentido común me indica que hay algo que no cuadra en todo esto y se refleja en mi rostro. Intento sonreír de nuevo para comprobar que al menos mis expresiones faciales puedo controlar, y parece surtir efecto, sonrío y el espejo me devuelve la sonrisa.

Bien. Ahora debo descubrir cómo moverme. Algo en el fondo de mi mente me grita que no es normal esto, pero mientras dure tengo que adaptarme y sobrevivir, salir de esta es la prioridad.

Intento mover mi mano hacia mi cabello sin resultados cuando de pronto escucho una voz.

-¿En serio crees que tienes una ventaja?.- preguntó una voz masculina que parecía ser joven.

-Ciertamente la tengo. En dos meses de observación sólo yo he logrado que me perciba- contestó otra voz de hombre con la seguridad de quien cree ya tener ganada una batalla.

Escucho esas voces a mi espalda y no puedo voltear, no puedo moverme, ni saber quiénes son los dueños de dichas voces. ¿De quién están hablando? Tengo la leve sensación que se están refiriendo a mí, pero quién podría saberlo en realidad. Todo esto es muy confuso.

Cierro los ojos con frustración, deseando que esto, lo que sea que esté ocurriendo cese, que pare porque no estoy entendiendo nada. Respiro profundo, decidida a gritar si no logro moverme al abrir de nuevo los ojos.

Abro los ojos y ya no hay espejo, ya no estoy yo, ni escucho más voces, ahora es peor, no hay nada, sólo oscuridad. No siento mi cuerpo, ni siento siquiera si estoy parada en algún punto o simplemente estoy flotando.

Oscuridad donde quiera que miro es lo que veo. Es lo único que hay.

Lo normal en esta situación sería entrar en pánico y gritar pero curiosamente siento calma, aunque el murmullo de incomodidad de mi cerebro sigue ahí, en segundo plano, recordándome que algo extraño sucede, quizás esta es la calma que antecede a la tormenta.

No entiendo nada de lo que está sucediendo, ahora sí creo que he enloquecido. Primero escucho voces… Un momento… Aquella voz… La voz que decía algo sobre percibirme, era la misma voz de la despensa.

No sé cómo no lo identifiqué antes, pero ahora que lo he hecho, creo que ha sido una mala idea notarlo porque el sentimiento de temor que tenía en la despensa vuelve a mí.

Aunque no sienta plenamente mi cuerpo siento que mi corazón se agita acelerado y empiezo a tener realmente miedo.

Un profundo pánico empieza a amenazarme y deseo con gran fervor salir de donde quiera que esté y huir sin rumbo, simplemente alejarme de este sentimiento de temor que me invade.

Cierro los ojos y solo hay oscuridad, los abro y la oscuridad persiste. Esto es muy frustrante. Vuelvo a cerrar los ojos con la esperanza de despertar sí es que estoy soñando o que esto acabe ya. Tengo mucho miedo.

Vuelvo a abrir los ojos y el panorama ha cambiado. Ya no hay oscuridad. Ahora estoy en una habitación con paredes y piso de piedra. Parece como de castillo antiguo. La habitación es de regular tamaño y forma heptagonal creo... Tiene siete puertas, no sé si corresponde con lo que dije, pero nunca he sido buena con las matemáticas.

Al inicio no veo nada extraño, bueno a menos que una habitación con siete paredes y una puerta de madera oscura grande en cada de ellas pueda considerarse normal. Sobre cada puerta hay símbolos pero no alcanzo a reconocerlos, los veo borrosos. Sólo uno puedo mirar bien y es un ojo dentro de un triángulo. ¡Lo que me faltaba! Teorías de los iluminatis en esta locura.

No tengo tiempo para reflexionar sobre eso porque empiezo a sentir un frío que me hiela las venas y tengo la necesidad de acurrucarme en el suelo como un bebé para protegerme de la repentina tempestad que parece afectarme sólo a mí.

El frío me arropa completamente y no puedo pensar con claridad pero tengo la certeza inconsciente de que no importa a cuál puerta acuda, en ninguna de ellas está el auxilio y el calor que anhelo, por el contrario tengo la sensación de que en esa habitación sólo se espera mi inevitable fin con la muerte.

El pánico y terror me invaden de semejante forma que tarde noto par de figuras espectrales, sombras flotantes consistentes de bruma oscura casi negra que me atraviesan con una paciencia irritantemente sobrenatural hasta llegar a la puerta del ojo, la cual se abre para dejarlas pasar únicamente a ellas, mientras mi ser se consume en el frío antinatural que me aqueja y congela hasta el alma.

Empiezo a sentir nuevamente ese temor que se ha hecho constante en los últimos acontecimientos, y por mis mejillas empiezan a correr lágrimas calientes de una agonía que no comprendo. ¿Es el temor a la muerte lo que estoy sintiendo? ¿De ésta forma terminará mi vida? ¿Abandonada y sola y en un sitio sin sentido? ¿Alguna de estas puertas me salvará si acudo a ella? Realmente creo que no.

La oscuridad consume mi agonía y todo se tiñe de negro, mientras una última lágrima cae y alcanzo a divisar como humedece ligeramente la piedra del suelo de esa extraña habitación.

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