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CAPÍTULO V. EL FRUTO PROHIBIDO.

El mercado local es un hervidero de actividad y comercio constante, aunque los fines de semana es más activo aún, pues la mayoría de familias utilizan los días sábados o domingos libres para abastecerse de alimentos y este es el sitio ideal, pues todo lo puedes comprar acá, y las verduras son más económicas que en un supermercado, gracias a que los productores venden directamente sus cosechas aquí. Es normal ver niños corriendo entre los puestos mientras va detrás algún hermano mayor o madre preocupada por una posible caída.

Nos bajamos del auto, y lo primero que veo es un círculo de gente alrededor de dos personas, parece que está sucediendo una pelea o algo por el estilo, me acerco casi hipnotizada y con la curiosidad picándome, y lo noto, se trata de una pareja, no parecen muy viejos, a lo sumo el hombre debe tener unos 30 años y la mujer parece un poco menor, están gritando.

-¡No hagas un espectáculo!- dice él tratando de contener la situación.

-¿No quieres espectáculo?, pues ¡me importa una m****a! Eres un cerdo, ¡vi cómo la mirabas!- dice la mujer mientras le propina semejantes puñetazos por el hombro y le acierta en el rostro.

Se ve que el hombre se está conteniendo, pero la mujer está fuera de sí.

-¡Ya cálmate! ¡No sé de qué hablas!- dice protegiéndose con las manos.

-¡No me engañas infeliz! ¡Me estás siendo infiel!- y sigue golpeándolo. Todo el mundo observa pero nadie se atreve a separar a la pareja en conflicto. Yo misma no sé qué pensar al respecto.

-¡Ya basta! ¡Estás enferma! ¡Tú y tus malditos celos me tienen harto! ¡Esto fue lo último!- y acto seguido la empuja y la mujer caer al suelo gritando, en tanto el hombre avanza y la multitud le abre paso.

-¡No! ¡No te vayas! ¡Yo te amo!- grita la mujer entre lágrimas y sin levantarse del suelo, parece víctima de un dolor desgarrador. Personalmente me parece que tiene un tornillo flojo.

Me aparto cuando el hombre pasa a mi lado y vuelvo a mirar la escena, me da algo de vergüenza ajena la situación, veo como se empieza a dispersar la multitud cuando un vistazo capta mi atención, siento que me están mirando y al girar a mi izquierda a unos 10 metros del otro lado de la gente veo a un hombre extremadamente guapo rubio, parece un modelo y me mira con una sonrisa leve, vuelve la mirada a la mujer en llanto y yo sigo su mirada, regreso a verlo y observo que tiene una sonrisa más amplia que antes, entonces lleva un dedo a su boca y me hace una seña de guardar silencio y vuelve a sonreír. Yo solo puedo observarlo idiotizada, hasta que siento una mano en mi hombro.

-¿Vamos? No me gusta este tipo de riñas- dice mi padre un poco incómodo.

-Dale ok, vamos- y vuelvo a mirar hacia el desconocido guapo que me sonrió pero ya no está.

Caminamos los metros del estacionamiento que nos separan de los puestos de verduras y sigo pensando en ese extraño desconocido. Era demasiado guapo, sobresalía entre la multitud pero nadie lo observaba. Además parecía que disfrutaba de la bochornosa situación que había allí. ¿Quién sabe si realmente me miraba a mi? O si esa seña era conmigo, por demás de raro, he de decir.

-No sé qué le pasa al mundo últimamente- dice mi padre a modo de queja.

-¿Qué quieres decir?- pregunto distrayendo mis pensamientos de ese galán esporádico.

-Pues esa escena de celos desmedida que acabamos de ver. En mis tiempos- empieza a decir como si fuese muy antiguo- la gente guardaba mucho esos modales, una pelea en la calle de esa naturaleza entre pareja era inimaginable. Las personas han perdido la vergüenza. Si lo quiere y lo cela como psicópata bien, es su problema, pero nadie tiene porque enterarse de eso. Y menos en un sitio público como éste. La gente le ha perdido el temor a Dios.

-Umm quizás estaba desesperada por su amor- me atrevo a decir,  yo no conozco nada de romance, a mis 17 años sólo tuve una especie de noviazgo con un compañero de clases, con el que no pasé de un beso.

-Eso no es amor- dice con convicción- el amor ve más allá de los celos que son ciegos, y cuando se ama a alguien, uno confía, y esa confianza produce tranquilidad en el otro.

-Umm no estoy muy convencida de eso…- digo sin entusiasmo.

-¿Por qué lo dices?- pregunta intrigado.

-No lo sé, yo no conozco de eso, pero me parece que si amas a alguien no quieres que esté con nadie más- digo tratando de explicar mi punto.

-Claro, eso lo entiendo, pero la cosa está, en que si amas, y eres amado, ósea que ese amor sea correspondido, tienes la certeza y por tanto la tranquilidad de que esa persona no mirará siquiera a alguien más, cosa distinta cuando la persona ama y siente que no es correspondido, o aún siéndolo, sus inseguridades no lo dejan ver eso y termina cayendo en los celos- dice con elocuencia.

-Wow papá, no lo había visto así, de verdad que eres muy sabio- digo más metida en el tema de lo que quería admitir.

-No, sabio no nena, sino más bien observador. Observando a la gente te das cuenta de muchas cosas, tienes que abrir bien los ojos para notarlo, así como estoy notando en este momento unos tomates hermosos, ven por acá. Buenas, ¿qué precio los tomates?- pregunta a una señora de unos 70 años con cabello canoso y un delantal azul oscuro que está pasando a marrón gracias a la tierra que ha llevado, estamos en un puesto que es de verduras exclusivamente y todas se ven divinamente bien.

Me quedo simplemente viendo las verduras mientras mi papá se encarga de escoger e ir pesando, un kilo de cada cosa, excepto las papás y plátanos, de lo cual llevamos siempre en aproximado cinco kilos de cada uno. Como no estoy haciendo nada productivo decido ir a mirar frutas en otro puesto para ir escogiendo todo lo necesario. Voy caminando hasta conseguir el puesto de Francisco, nuestro “frutero de confianza”, a quien siempre le compramos. Lo veo como siempre, casi en sus 25 años, bajando cestas de frutas de una carrucha, y recuerdo en ese momento que se dedicó desde joven, antes incluso de mi edad, a ayudar a su madre con el negocio de las frutas a la muerte de su padre, algo que me parece muy admirable, la señora Adela, está en su puesto detrás de la caja registradora, y me saluda apenas me ve.

-Buenos días Luna ¿cómo estás?- dice con una sonrisa amable.

-Buenos días Adelita, chévere y usted ¿cómo está?- digo al tiempo que agarro una bolsa y empiezo a escoger una mano de cambures, y prosigo en la búsqueda de una piña para un invento que quiero hacer.

-Muy bien, hoy tenemos manzanas a mitad de precio- menciona mientras vuelve a su labor contando dinero.

-Gracias, ya las miro Adelita- le digo devuelta.

Escojo una lechoza grande y prosigo hacia las naranjas cuando veo que se acerca Francisco con una bolsa en las manos.

-Dos kilos de naranjas para la linda señorita- me dice con una sonrisa radiante, entregándome la bolsa- y como los limones están al mismo precio, va ahí también un kilo de limones, más la ñapa- me guiña un ojo.

-Jajaja gracias Francisco- digo recibiendo la bolsa y poniéndola en el mini carrito de compras que traigo.

Francisco es alto, yo calculo que debe llegar al metro ochenta, y tiene gran físico, pudiera decir que está bueno, parece que cargar cestas de frutas diariamente te saca músculos definidos, y su rostro es atractivo salvo por una cicatriz que atravesaba su ceja izquierda y le daba aspecto de chico malo, de esos problemáticos que no quieres en tu vida.

-¿Qué me cuentas bella?- pregunta con una sonrisa coqueta en el rostro, como siempre que vengo.

-Los números galán- le respondo con una sonrisa igual de coqueta. Las primeras veces que me hablaba así no sabía dónde meterme por la vergüenza, pero al darme cuenta que era su forma de tratar a todas las mujeres que llegaban al local, me relajé y decidí seguirle el juego, lo cual a la larga generó una especie de amistad entre nosotros. De esos que intercambian números y se envían cadenas de W******p con mensajes de reflexión o chistes.

-Jaja chistosita- dice dándome un toque en la nariz.

-Ugh, tienes las manos llenas de tierra- le digo con asco.

-¡Ay si! Ni que te fueses a morir por un poquito de tierra.

-Eres una vaina seria chamo- digo limpiándome con la mano- y tú ¿qué has hecho?

-Aquí lindura, trabajando arduamente, y con las clases ya sabes- dice encogiéndose de hombros.

-Cierto ¿qué tal la nocturna?- me intereso en preguntar.

-Muy bien, hay chicas que están buenas, no tanto como tú, pero si hay colirio- dice sonriente.

-Jajaja, no me refiero a eso bobito, ya te queda poco para graduarte ¿no?

-Jaja, algún día tendrás que aceptar mi amor- dice riéndose y se le nota un hoyuelo, lo cual lo hace muy sexi- y si, ya voy en el último semestre al fiiin! Ya estoy en promoción y de una vez te digo que estás invitada para todas esas actividades que hacen, como la cervezada y eso- dice entusiasmado.

-Bueno ya sabes cómo es… tienes que pedirle mi mano primero a mi papá- digo con fingida inocencia.

-¿Qué? ¡No! Jajajaja prefiero enfrentarme a una manada de lobos hambrientos, tu papá es otro level- exclama con exageración.

-Jajaja ya lo sé, no lo decía en serio. Me avisas por mensaje cuando sea todo eso. Ahorita tengo todo el tiempo libre del mundo.

-Bueno, pero lo digo en serio, no me dejes plantado, ¿qué piensas hacer después de las vacaciones? ¿Ya escogiste universidad?- pregunta.

-¿Puedes creer que no sé?, hay tantas cosas que quiero hacer y a la vez quiero hacer nada- río- quiero estudiar y también trabajar para generar un ingreso extra, pero todavía no sé qué quiero estudiar y tampoco sé en qué puedo trabajar- digo un poco avergonzada.

-Eso sí está grave bella, pero es fácil, escoge algo que te guste, por ejemplo yo, estudio administración de empresas, eso me ayudará a hacer crecer el negocio, estudio algo que me gusta, porque este negocio me apasiona, así que mato dos pájaros de un tiro- dice mientras pasa mangos a una canasta vacía.

-Ojalá me fuese tan fácil como a ti- digo un poco esperanzada, queriendo tener la misma determinación de Francisco para elegir una meta de vida.

-Ya verás que sí, te dejo bella, porque hay asuntos que requieren mi atención- dice guiñándome un ojo de forma coqueta y se retira a saludar a un par de clientas que entran a preguntar algo.

Sigo escogiendo frutas, ya he tomado una bolsa de moras y otra de fresas y me dirijo a las manzanas en oferta, las cuales se ven provocativamente rojas, tienen toda la apariencia de estar muy dulces, voy a tomar una y no soy consciente cuando otra mano toma la mía, hasta que lo noto y entiendo que ambos íbamos a tomar la misma manzana.

Volteo a mi derecha a ver de quien se trata y me quedo muda a ver al mismo hombre guapo del incidente de la pareja, está muy cerca de mí, y tengo que mirar hacia arriba para poder ver su rostro, es muy alto, calculo que debe pasar del metro ochenta, tiene el cabello rubio largo, y de su patilla izquierda resalta un mechón de cabello rosado, extraño, tiene unos ojos increíblemente bellos, grises como una nube previo a la tormenta, una nariz regia y unos labios carnosos que parecían tan provocativos como la manzana que estaba mirando al inicio. Parece tener la misma edad de Francisco.

Veo que va vestido de traje, camisa formal, pantalón de vestir gris, corbata, y con este calor, ojalá no sea un Testigo de Jehová, aunque por alguien como él aceptaría unas clases sobre la palabra del Señor. Tengo que patearme mentalmente y despabilarme al notar que sigue tomando mi mano y que no me he disculpado.

-Curioso ¿no crees?- dice con una voz gruesa, un poco ronca que me resulta extremadamente sensual.

-¿El qué?- pregunto absorta en la belleza de aquel sujeto.

-Que por un fruto fuesen arrojados del paraíso, y ahí empezaron los problemas- dice mirando mi mano, la cual sigue en la suya. Ahora soy consciente del calor que emana su mano y envuelve la mía y la retiro rápidamente sintiendo algo de vergüenza.

-Disculpa- digo entregándole la manzana- tú la ibas a tomar.

-No te preocupes, tómala tú. ¿Escuchaste lo que dije?- pregunta serio. Este hombre es extraño.

-Emmm si, lo del fruto y el paraíso, ¿esa es la nueva forma de predicar la palabra?- pregunto medio sonriente.

-¿A qué te refieres?- parece que mi pregunta lo ha sorprendido.

-Ustedes los testigos de Jehová…-digo pareciendo evidente- ¿ahora predican en las fruterías sobre el fruto prohibido y todo eso? Con todo respeto es bastante original, te doy un like por eso.

-¿Estás creyendo que soy uno de esos siervos?- pregunta pareciendo confundido.

-Bueno eso es lo que pareces vestido así, en un mercado, un día domingo- digo haciendo énfasis con mi mano mientras señalo el sitio, el cual está lleno de personas con looks veraniegos si se quiere, bermudas, shorts, faldas, sandalias y toda clase de prendas diseñadas para el calor es lo que se ve donde quiera. Con ese traje este sujeto resalta demasiado, y con todo a la vez parece que nadie lo determina, es inusual que no llame la atención  alguien con ese porte sacado de revista de alta factura.

-Umm puede que tengas razón sobre eso. Pero no soy uno de esos que me has llamado- dice seriamente.

-Ah bueno- río con un poco de incomodidad- disculpa entonces. Puedes seguir escogiendo manzanas- le digo con una sonrisa amable mientras yo prosigo escogiendo una docena de manzanas, tengo un pote de leche condensada con el nombre de estas manzanas impreso.

-Nunca he probado manzanas con leche condensada.

-¿Qué?- pregunto. El desconocido guapo me está mirando fijamente. Y me pongo nerviosa al notar que no he hablado y parece que él sabe lo que estaba pensando. Oh no…

-¿Sabe bien? Debe ser muy dulce, tienes gustos extraños- me dice con total confianza y ahora sonríe pícaramente.

-¿Có… cómo supiste lo que… que estaba pensando?- maldita tartamudez nerviosa la mía.

-No debería sorprenderte tanto, tengo entendido que ya has conocido a mi hermano y él es igual que yo- se acerca a mi oreja y dice casi en un susurro- o es que ¿tienes miedo?- y sonríe maliciosamente. Huele deliciosamente bien y podría jurar que sus colmillos son más largos que los de una persona común.

Siento que el alma me cae a los pies y por instinto me alejo rápidamente dos pasos hacia atrás y derribo sin querer una pila de peras que estaba perfectamente acomodada. Varias personas me miran intrigadas y yo volteo a ver, al extraño, quien sólo me da una sonrisa de picardía nuevamente y se agacha a recoger las peras.

-Lo… lo siento… yo las recojo- digo aún nerviosa y un poco más alto de lo que pretendía.

Me agacho recogiendo las peras vuelta un manojo de nervios, y lo veo a él recogiendo unas cuantas con bastante calma. Aún agachada me acerco a él y le digo.

-¿Quién eres y qué sabes? ¿Por qué parece que ahora todo el mundo sabe lo que pienso?- pregunto en un susurro con determinación.

-Me llaman Chamuel, y respecto a lo otro esa pregunta puede tener muchas respuestas- dice con una sonrisa sexi. Necesito mucha paciencia para entender esto.

-¿Samuel?

-También, pero preferiría que me digas Chamuel, es lo más cercano a mi nombre original- dice con total calma.      

-Ok…- ya estoy de pie regresando las peras a su lugar, aunque nunca en el orden que tenían en inicio, al igual que Chamuel, inmediatamente me alejo de él diciendo- mira yo no sé quién eres, o qué eres, tú y tu “hermano”, pero no me gusta lo que están haciendo. Nadie me ha avisado que adquirí poderes para ver fantasmas y oír voces o que me lean el cerebro, ni tengo ningún hada madrina, o padrino mágico así que en lo que a mí respecta deseo que me dejen tranquila- hago una pausa dramática para enfatizar mi punto- Gracias, la gerencia.

Veo como se queda boquiabierto, con expresión perpleja y hasta así se ve increíblemente sexy, pero no me interesa. Me volteo sin dejar que diga nada, y me dirijo como un rayo hacia la caja registradora a cancelar todo lo que he escogido con la esperanza de que al verme con otras personas, el no tan desconocido guapo se abstenga de acercarse a mí.

Adelita empieza a pesar y marcar todo, mientras va sacando la cuenta total, en tanto yo miro hacia atrás y lo veo aún de pie al lado de las peras, mientras me observa con lo que pudiera llamar interés. Estoy tamborileando los dedos nerviosamente sobre el mostrador, y deseando pagar ya y desaparecer de acá como Flash.

-No me dijiste tu nombre- dice como decepcionado al lado mío y yo siento cómo el corazón me empieza a latir desbocado por la impresión de tenerlo al lado. No sentí en qué momento se acercó.

-No te quiero cerca de mí- susurro casi imperceptiblemente- por favor vete- y mi voz es casi una súplica inaudible.

-¿Dijiste algo Luna?- pregunta Adelita interrumpiendo su labor de darme la cuenta.

-No, no, nada Adelita, tranquila- digo disimulando. No sé si yo soy la única que ve a este hombre y no quiero quedar como una loca que habla sola.

-Bien, dígame joven ¿qué se le ofrece?- pregunta ella en su habitual tono de comerciante.

-Gracias señora, por ahora nada, sólo estoy acompañando a Luna- dice Chamuel como si me conociera de toda la vida.

En estos momentos creo que mi impresión no puede ser mayor, y aseguro que mi expresión sería digna de una foto o un programa de cámara escondida. Esa frase de los escritores “ y abrió los ojos como platos” se quedó pendeja en comparación con mi cara al escuchar con qué tamaña confianza este hombre, inmensamente guapo casi al punto del delirio, me ha nombrado como si me conociera íntimamente, mientras tiene una sonrisa en su rostro que transmite su pequeño triunfo. Sabe que no me he podido librar de él.

-Por cierto, tienes un nombre exótico, casi tanto como esos rizos- dice cerca de mi oreja en un susurro y siento como el corazón me da un vuelco y se me eriza la piel de los brazos.

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