Saludos lectores!! ¿Quieren un maratón? Les traeré cinco capítulos si me dejan veinte comentarios en las reseñas de la novela. Estos comentarios no pueden ser palabras cortas o comentarios sin sentido, quiero su opinión sincera sobre la novela, qué les gusta, como va hasta ahora, e invitando a los demás a leer si es que la recomienda. Espero leer sus comentarios, gracias!!
Su estado de ánimo no mejoró después del incidente con Humberto. Sin embargo, tomó medidas drásticas al respecto, así que esa misma mañana llamó a su hermano y lo puso al tanto del chantaje de su exmarido. —¿Ese malnacido se atrevió a eso? —la voz de Gustavo estaba cargada de rabia. —Quiere dinero. No sabe qué hacer ahora que se le cerraron todas las puertas para posibles trabajos —explicó el motivo del actuar tan desesperado de su exesposo, aunque claro, eso no justificaba ninguna de sus acciones. —Y se le seguirán cerrando, porque esto no se quedará así —soltó Gustavo, decidido a seguir haciendo la vida de cuadritos a Humberto—. Quédate tranquila, Adeline. De ese infeliz me encargaré yo. —¿Qué harás, Gustavo?—Asegurarme de que desee no haber nacido. —Por favor, no hagas nada malo —le pidió. —No puedo garantizarte eso. Y ahora, hablando de otro tema, ¿cómo es eso de que estás saliendo con alguien? —indagó. —Eso fue un error —las palabras tuvieron un sabor amargo, pero sabía q
—Encárgate de darle una paliza. Lo quiero suplicando de rodillas. —Sí, señor —contestó el hombre del otro lado de la línea. Gustavo dejó el teléfono sobre su regazo, mientras una sonrisa retorcida se mostraba en sus facciones. En una esquina, una menuda figura lo observaba con cautela, se trataba de Carol, la niñera de su hija Sophie. —Disculpe —carraspeó ella—, le traje una taza de té. Gustavo arqueó una ceja al verla junto al umbral de la puerta. —¿Cuánto tiempo llevas ahí? —preguntó con aspereza. —Acabo de llegar —mintió, para evitar evidenciar que había escuchado su inquietante conversación. Él, en cambio, no pareció creerle porque su mirada se oscureció. —¿Qué clase de té es ese? —preguntó, en lugar de insistir con su falta de credibilidad. —Es un té de canela —explicó ella, su voz titubeante, al igual que sus pasos al entrar—. Se dice que tiene propiedades antiinflamatorias, y que también puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.—Enfermedades cardiovasc
“Lorena está embarazada”Esas tres simples palabras fueron suficientes para hacer que Adeline aterrizará de una vez por todas. —¡Largo!—su barbilla tembló y sus labios crujieron ante la rabia. —Adeline, te he dicho que…—¡Y yo te he dicho que te largues!Anthony se apartó al ver la furia en su mirada. El verde de sus ojos relucía con un fuego malicioso. La ventana emitió un sonido silbante ante el viento que entraba, Adeline notó en ese instante que de esa forma era como Anthony había entrado a su casa. Colándose por la ventana.—Vete por dónde entraste y no te atrevas a regresar nunca más—señaló a la ventana—. En este momento se acaba nuestro negocio y cualquier posible relación comercial. No quiero verte nunca más en mi vida, ¡¿te quedo claro?!Lágrimas de impotencia empañaban su rostro ante la realidad. Había embarazado a otra mujer, pero, se atrevía a presentarse en su casa en busca de quién sabe qué. No, ella no sería esa mujer. No sería su amante por mucho que lo amara. —¡
La mansión Spencer gritaba riqueza y opulencia a través de cada uno de sus muebles y cuadros, que costaban nada menos que una fortuna. El mármol pulido, las lámparas de araña y el exquisito gusto de Roberto se reflejaba en cada tramo por dónde pasaba. Lorena pisó fuerte al entrar y el mayordomo no se tomó la molestia de guiarla hasta la habitación matrimonial. El personal sabía de sus andanzas con su suegro, pero todos habían firmado acuerdos de confidencialidad, así que nadie se atrevía a delatar al jefe. —Puedo pasar —dijo la mujer, asomándose por la puerta entreabierta. —Puedes —la voz gruesa y firme envió un estremecimiento a su espina dorsal. Roberto se encontraba junto al ventanal, viendo el cielo nocturno, mientras parecía cavilar muy profundamente. —¿Llegué muy temprano a nuestra cita? —preguntó, al ver que no se giraba para saludarla como era costumbre. —No preguntes tonterías y ponte ese maldito vestido con el que te voy a follar toda la noche —sus palabras, más que ar
—¡Papá, papá! ¿Qué te pasó en la cara? Los niños rodearon a un Humberto con la nariz rota y el rostro amoratado, quien se encontraba de pie en la entrada de la casa dispuesto a hacer una de sus visitas rutinarias. La mirada de Humberto se dirigió a Adeline, quien estaba al lado de los pequeños. —Fue un accidente. Me caí de las escaleras —mintió descaradamente, sin apartar sus ojos de ella. —¿Te duele, papá?—uno de sus hijos se atrevió a tocar una de las heridas y Humberto emitió un quejido de sufrimiento. —Niños, dejen a su padre —los regaño Adeline con voz suave—. Porque mejor no van por un poco de hielo para que le ayuden a bajar la hinchazón en el rostro. Sus tres varones salieron corriendo con dirección a la cocina, y los dos adultos se quedaron finalmente solos. —Ahora sin mentir, Humberto. ¿Qué fue lo que le sucedió a esa cara tuya? —¿Qué pasa, Adeline? ¿Estás preocupada por mí? —Ya quisieras, pero no. Me preocupa que mis hijos te vean así —contestó rotunda. —Pue
—¿Novio falso?El rostro de Mauricio se contorsionó en una mueca de confusión.—Sí, ya sé que tú y Humberto tienen una cuenta pendiente. Así que este es tu momento perfecto para desquitarte con él —explicó Adeline como si no fuese una cuestión muy difícil de entender. —Pero, Adeline, ¿no entiendo a qué te refieres?—Bien, déjame explicarte—se acomodó mejor en su asiento y procedió a dar un repaso con lujos de detalles de su brillante plan—. Humberto pretende usar a los niños para presionarme a que vuelva con él. Yo necesito hacer que los niños desistan de esa idea y que Humberto se dé cuenta de que no hay otra oportunidad conmigo, que ya tengo a alguien nuevo en mi vida. Claro, no es como si a él realmente le importara eso, lo único que le interesa es recuperar su anterior estatus, extraña el dinero y tener un nombre respetado. —Oh, comprendo, pero aun así —negó Mauricio, mostrándose en desacuerdo—, no me gusta la idea de ser un novio falso. Quiero decir, siempre me has parecido una
Lorena se paseaba de un lado a otro como una felina hambrienta a punto de realizar su caza, mientras hablaba con firmeza a través del teléfono. —Los manteles deben ser de un blanco puro, sin arrugas —su voz era autoritaria—. Las flores, rosas blancas y lirios, en arreglos simétricos en cada mesa. Y no toleraré ni un solo detalle fuera de lugar. ¿Entendido?—Sí, señora —contestó la decoradora de bodas del otro lado de la línea. La mujer lanzó el teléfono hacia el sofá, justo después de terminar la llamada; en el mismo se encontraba Anthony, quien no parecía un novio feliz, sino un hombre sentenciado a la horca. Ambos se miraron a los ojos en ese instante y la idea de saltar por la ventana y escapar de ese compromiso infernal, pasó por la mente del hombre. Pero sabía que no podía. No cuando Lorena estaba al mando y su futuro parecía sellado con ese niño que venía en camino.—Intenta al menos sonreír, ¿quieres? —lo riñó ella. Anthony dibujó una sonrisa grotesca en su rostro antes de
Esa noche no pudo dormir, no había manera de que pudiera hacerlo luego de ver a la mujer que amaba al lado de otro. La idea de secuestrarla y alejarla de ese idiota pasaba por su mente con mayor fuerza con cada segundo. Quería mandarlo todo al diablo, comenzando con Lorena y su flamante boda. Anthony apretó la botella de licor en su mano un segundo antes de estrellarla contra el suelo. Rápidamente, el piso se manchó del líquido y los pedazos de vidrios se dispersaron en todas direcciones. Era un caos. Pero ese caos no se comparaba con el que había en su interior, jamás se había sentido tan perdido como en ese momento. Había desesperación, angustia, odio, mucho odio. Odiaba al hombre que le estaba robando a su Adeline. Porque era suya. Suya. —Mira nada más este desastre—la puerta del departamento se abrió revelando la figura de Lorena, quien acababa de llegar de quién sabe dónde. A Anthony no podía importarle menos la mujer y sus palabras hirientes. —Al parecer estás ans