Es un negocio

Adeline entró en la casa con pasos lentos y vacilantes. Se sentía como un niño que acababa de hacer una travesura y que temía ser descubierto.

El recuerdo de la noche anterior la asaltó de repente, haciendo que sus mejillas se tornaran de un carmesí intenso.

—Mamá —la voz de su hijo Camilo, la sorprendió en medio del vestíbulo.

—Cariño—se giró para verlo.

Los niños corrieron desde la sala, con la niñera siguiendo sus pasos.

—¿Dónde estabas, mamá?—frunció el ceño su pequeño. Por alguna razón, sintió que la pregunta estaba cargada de reproche.

Adeline se mordió el labio inferior, buscando una respuesta en su mente.

—Estuve con una amiga —dijo, tratando de sonar convincente—. Había perdido la noción del tiempo, mientras conversábamos, y como se hizo muy tarde me quedé a dormir en su casa. Lo siento.

—Oh —los niños se sorprendieron, por la inesperada información.

—¿Conocemos a tu amiga, mami? —preguntó el más pequeño.

—Aún no. Pero la conocerán muy pronto —prometió. Eso pareció s
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