Nota del autor: Antes de que se sumerjan en la lectura de este capítulo, quiero aclarar que los pensamientos y las opiniones de la protagonista no reflejan las del autor.Siento que hay personas que se nutren del tormento y la irritación ajenos, dedicándose exclusivamente a perturbar la vida de los demás para luego saborear los malos momentos que causan. Es como su pasatiempo favorito, y Giovanni Paussini parece ser un maestro en ello. Su diversión y camaradería con sus amigos se basan en mí; soy su centro de entretenimiento. No puedo evitar sentirme incómoda y observada, esas miradas intensas y sonrisas burlonas hacen que mi piel se erice y mi cuerpo se tense.—Amore mio, nos han descubierto. —Giovanni, con una sonrisa que mezcla burla y malicia, extiende sus brazos como si esperara que saliera corriendo hacia él.Apenas lo dice, todas las chicas emiten chillidos, se oyen aplausos y el bullicio de todos los asistentes a esta fiesta de Halloween. Es como una declaración de amor en púb
Aunque pueda parecer apasionado, mi beso no es más que un «¡Sálvame!» que intento transmitir sobre los labios de Giovanni. Esa sonrisa que puedo sentir curvándose en sus labios, seguro es un «Te tengo en mis manos» que Giovanni está saboreando. Ni siquiera con los clientes del club había dado un beso tan fingido y que al mismo tiempo significara tanto para mí. Porque este es el ultimátum definitivo para mi amistad con Danna; es un «Prefiero estar con la persona que odias» que probablemente esté lacerando su corazón como lija.Cuando nos separamos de esa falsedad, observo fijamente los ojos de Giovanni, esperando una señal que me indique que ya no hay peligro.—Se ha ido, y por la cara que tenía, spero y no esté pensando al suicidio.—No, ni lo menciones.Aunque no me agrade la compañía de Danna en este momento, tampoco deseo que alguien se quite la vida por mi culpa... ¿Será capaz de hacerlo? No, no creo.Y aquí estábamos de nuevo, ambos, bajo las miradas de todo el mundo. Todos nos o
Claramente puedo leer en sus ojos: deseo urgente, lujuria mezclada con demencia y unas ganas insaciables de devorar mis labios. Las señales son claras, puedo sentir la tensión sexual que lo consume.«Bien, ya sé cómo tratarte…, como Miriam lo haría».—Ni siquiera te pregunto qué haces aquí, de seguro vienes a terminar lo que yo empecé, ¿cierto? —Me cruzo de brazos y me recuesto al marco de la puerta.Giovanni permanece serio, con una mirada que viaja sobre cada curvatura de mi cuerpo, desde el norte hasta el sur. Su mirada es tan intensa que hasta le delata lo ansioso que está.—¿Giovanni?—Volví a pagato para tener sexo contigo, así que non pensare devolverme el dinero —dice entre dientes, sonando a amenaza.Sé que debería tener un poco de dignidad y patearle el culo, pero; primero: este es mi trabajo; segundo: hay un sueño que quiero ver si se vuelve realidad.Con Hard to say I'm sorry sonando en la habitación y la tenue luz iluminando el lugar, respiro hondo y decido abordar la situ
Tengo un par de tetas saltando sobre mí, y otra, ubicada detrás de mi cabeza, esparce aceites sobre mi pecho mientras complementa con deliciosos masajes. He probado todas las variantes, he recurrido a numerosas prostitutas, ninguna repetida, porque en el ámbito sexual, la repetición no me atrae. He permitido el látigo, la penetración anal, la electrocución, y siempre termino insatisfecho. Ninguna otra prostituta ha logrado proporcionarme un sexo tan desenfrenado y sádico como Mimarie. Recuerdo salir del club y, en el auto, repasaba cada palabra, cada susurro. No tengo imágenes porque en ese momento Mimarie me tenía los ojos vendados; solo recuerdo sensaciones, el tono de su voz y su sonrisa perversa. Incluso recuerdo la temperatura de su cuerpo. Esa desgraciada me dejó trastornado; ya no disfruto de esto como antes.—¡Ya, deténganse! —ordeno a las chicas.Ambas abandonan la cama con expresiones de asombro y susto. Se quedan paradas, desnudas, a un metro de distancia, esperando mi próx
Temo que alguno de esos individuos perturbados, que considero como clientes, lleguen a verme como un objeto de su propiedad en algún momento de sus vidas. Por eso, ayer, cuando Giovanni afirmó que en esa noche solo sería para él, una sensación de inquietud me invadió. No deseo ser la esclava sexual de nadie. Se ofreció a llevarme a casa, como si necesitara asegurarse de que no estaría con nadie más durante esa noche. Me sentí atada, de tal manera que la conversación no fluyó en absoluto en nuestro camino de regreso. El trayecto en su auto resultó sumamente incómodo, especialmente al recordar cómo me había tratado en los últimos días. Para él, sigo siendo la mujer que desperdicia su inteligencia en un trabajo tan degradante como la prostitución. El hecho de que sintiera el deseo de tener sexo conmigo no altera en absoluto su percepción: sigo siendo para él una asquerosa puta. Al descender del edificio de mi departamento, lo primero que hago es verificar si Giovanni cumplió su promesa.
Esto no es lo que esperaba de mi futuro. No es lo que visualizaba cuando miraba a mi reflejo en el espejo y me decía a mí misma que estábamos destinadas a triunfar en la vida. Me imaginaba en un elegante y hermoso despacho, sentada sobre un sillón de cuero negro y respaldo alto, frente a un imponente escritorio de madera perfectamente lustrada. Sobre él, un pequeño letrero con mi nombre grabado junto a la palabra CEO; yo, la imponente CEO de una prestigiosa empresa. Así era mi mayor sueño. Pero, a veces, la vida nos lleva por caminos inesperados, y ahora ese sueño parece estar a años luz de distancia. Me encuentro en el lugar menos indicado para cumplir esa visión, frente a la persona que me sacó de la pobreza y ahora, gracias a ella, puedo permitirme ciertos lujos. Creo que a partir de ahora voy a permitirme mucho más, porque acabo de firmar el contrato que me convierte en la nueva "ranita dorada" del club.—Miriam, sé que esta no era la profesión en la que esperabas ascender —me dic
El desconcierto se refleja en la mirada de Gabriel cuando le doy mi respuesta. Estoy segura de que esperaba un sí rotundo, como si fuera un acuerdo sellado desde hace tiempo. Y habría sido así meses atrás, cuando recorría las puertas de varias empresas en busca de cualquier oportunidad laboral. Pero ahora las cosas son diferentes. Ahora, no puedo simplemente entrar en ese mundo siendo quien soy: la prostituta más codiciada de Londres.—¿No? —insiste Gabriel, buscando confirmación.—No —respondo, con determinación, pero con la mirada baja.—¿Por qué? —comienza su interrogatorio, cruzándose de brazos—... ¿Te ofrecieron otro contrato?—Sí.La respuesta parece incomodar a Gabriel; golpea suavemente el tubo de la baranda y deja escapar un breve gruñido.—Maldición... ¿Y en qué empresa te contrataron?—En la misma en la que ya estoy.—¿Ya te encuentras laborando en el mundo de los negocios? —pregunta, confundido.—No, ojalá... —susurro, con un dejo de resignación.Gabriel toma un profundo r
Ambos han optado por ignorar mis deseos de estudiar y han aparecido frente a la puerta de mi apartamento; uno ya está cómodamente sentado en uno de los sillones de mi sala, con un vaso de whisky en la mano, mientras que el otro está de pie frente a mí, sosteniendo una pila de libros entre sus brazos. Este último no parece estar muy contento; es evidente su furia, las llamas en sus ojos arden como si la presencia de Gabriel estuviese atizando el fuego que le quema por dentro.—Vaya —reacciono, soltando una risita nerviosa—. Normalmente, suelen aparecer bajo mi puerta con rosas —comento, antes de tomar los libros entre mis manos—. Pero como soy una nerd, supongo que los libros son mi preferencia —añado. Como si se tratara de un ramo de rosas, acerco los libros a mi rostro y disfruto de su fragancia—. Qué bien huelen, gracias.Giovanni deja de prestar atención a Gabriel y clava su mirada en mí con un ceño fruncido, lo que me hace sentir aún más nerviosa.—E-Es que me encanta el olor a li