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42. Un mal día... o tal vez no
Temo que alguno de esos individuos perturbados, que considero como clientes, lleguen a verme como un objeto de su propiedad en algún momento de sus vidas. Por eso, ayer, cuando Giovanni afirmó que en esa noche solo sería para él, una sensación de inquietud me invadió. No deseo ser la esclava sexual de nadie. Se ofreció a llevarme a casa, como si necesitara asegurarse de que no estaría con nadie más durante esa noche. Me sentí atada, de tal manera que la conversación no fluyó en absoluto en nuestro camino de regreso. El trayecto en su auto resultó sumamente incómodo, especialmente al recordar cómo me había tratado en los últimos días. Para él, sigo siendo la mujer que desperdicia su inteligencia en un trabajo tan degradante como la prostitución. El hecho de que sintiera el deseo de tener sexo conmigo no altera en absoluto su percepción: sigo siendo para él una asquerosa puta.

Al descender del edificio de mi departamento, lo primero que hago es verificar si Giovanni cumplió su promesa.
Angélica De León

¡Díos! Ahora se me hacen más largos los capítulos, pero ni modo, se escribe lo que el capítulo exige. Gracias a todos por seguir leyendo. Amo leer sus comentarios. Saludos.

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