Ambos han optado por ignorar mis deseos de estudiar y han aparecido frente a la puerta de mi apartamento; uno ya está cómodamente sentado en uno de los sillones de mi sala, con un vaso de whisky en la mano, mientras que el otro está de pie frente a mí, sosteniendo una pila de libros entre sus brazos. Este último no parece estar muy contento; es evidente su furia, las llamas en sus ojos arden como si la presencia de Gabriel estuviese atizando el fuego que le quema por dentro.—Vaya —reacciono, soltando una risita nerviosa—. Normalmente, suelen aparecer bajo mi puerta con rosas —comento, antes de tomar los libros entre mis manos—. Pero como soy una nerd, supongo que los libros son mi preferencia —añado. Como si se tratara de un ramo de rosas, acerco los libros a mi rostro y disfruto de su fragancia—. Qué bien huelen, gracias.Giovanni deja de prestar atención a Gabriel y clava su mirada en mí con un ceño fruncido, lo que me hace sentir aún más nerviosa.—E-Es que me encanta el olor a li
En la universidad, Giovanni y yo nos encontramos en la biblioteca del campus, frente a los otros dos miembros de la presidencia del aula que nos ha tocado para negociar el contrato. —Muy bien, Paussini. Es como lo habíamos acordado —dice el vicepresidente del otro aula. —Naturalmente, el precio al que le vendiamo los productos les deja un amplio margine para que elijan su precio di vendita al pubblico—añade Giovanni. Me aclaro la garganta, tomando la palabra como presidenta de mi aula: —Estamos de acuerdo en los términos de la negociación. Solo asegurémonos de que todos los detalles estén claramente especificados en el contrato final para evitar malentendidos en el futuro. Giovanni se me queda viendo con desdén. —Miriam, ¿futuro?... Todas estas negociaciones no tienen futuro, es ficticio y únicamente para ganar una nota. ¿Sí ricordi? —Por supuesto que lo sé… Solo déjenme disfrutar de mi papel como presidenta, no se sabe si en algún otro momento volveré a tener este puesto —respo
En la noche, en el club, mientras espero a mi primer cliente sentada frente a tocador, mientras retoco mis pestañas frente al espejo, escucho una voz italiana que creo reconocer muy bien. —¡Quiero toda la noche de Mimarie! —el italiano grita, rabioso, tan alto que hasta retumba por toda mi habitación y, posiblemente, por todo el pasillo —¡Mas te vale que me la des a mí! Desconcertada, me levanto del taburete y camino hacia la puerta de la habitación. Antes de abrirla, me coloco el antifaz y asomo la cabeza. Lo veo, era Giovanni, como sospechaba. Las otras chicas también salen de sus habitaciones y se asoman, sorprendidas. Escuchar a un cliente gritando y causando alboroto por una prostituta no es algo común en el club. —Mimarie… ¿Todo bien? —Me pregunta Nadina. Cuando Nadina menciona mi nombre, Giovanni voltea a verme y, sin esperar la aprobación de Madame Esther, se dirige hacia mí. —Sí, tranquilas, es solo un fanático de Mimarie… — respondo entre risas, intentando restarle impor
Es viernes y la profesora de finanzas repasa los últimos temas que estarán en el examen de la próxima semana. Para mí, la materia es pan comido; la entiendo de memoria. Por eso, me encuentro momentáneamente intercambiando miradas coquetas con Giovanni, que está sentado al otro extremo del aula. Nuestras sonrisas cargadas de significados candentes, insinuaciones que me calientan en medio de la clase: un lápiz girando lentamente dentro de un sacapuntas deja mucho a la imaginación. «Dios mío, Giovanni, ¿qué imágenes están pasando en el pegajoso pasillo de tu putrefacta mente?». Al finalizar la clase, todos los estudiantes salimos del aula. Veo a Giovanni recostado contra la pared del pasillo, dedicándome una sonrisa pícara. No puedo evitar sonreír de la misma manera mientras me acerco a él. Pongo mis manos sobre su pecho y le susurro al oído: —¿Necesitas sacarle punta a tu lápiz? —Sí, pero necesito de un sacapuntas. —Creo que hay un sacapuntas en el viejo salón de música esperando po
A través de las ventanas de la camioneta puedo apreciar como el sol de la mañana brilla sobre el dorado paisaje de Ashbourne mientras Murgos estaciona la lujosa camioneta por el camino de tierra que conduce a la humilde cabaña donde viven mis padres. El otoño tiñe los árboles de tonos marrones y rojizos, creando un espectáculo de colores que contrasta con el amarillo intenso de los campos circundantes. Al abrir la puerta de la camioneta, puedo percibir el reconfortante aroma a calabaza, café y pan horneado que se esparce por todo el patio. Es uno de mis olores favoritos, y me transporta instantáneamente a momentos felices de mi infancia. La cabaña, construida con maderas envejecidas por el tiempo, se alza modestamente entre un par árboles. Tiene un pequeño pórtico con un par de taburetes fuera. Su tejado de tejas rojas está coronado por una chimenea que expulsa suavemente el humo hacia el cielo despejado. Las ventanas están adornadas con cortinas de encaje blanco, y macetas de flores
En medio de la fresca tarde del sábado, salgo de la casa y me dirijo hacia el auto de Murgos para sacar mis maletas. Al poner un pie sobre el césped del jardín, quedo impresionada no por la cantidad de maletas apiladas detrás del auto, sino por el enorme telescopio que Murgos ha comenzado a armar. A su lado, Delancis da pequeños saltos y observa a su madre con una expresión de ilusión en su rostro, lo cual me hace sonreír.—Por favor, yo también necesito ver las estrellas en esa maravilla —digo a Murgos mientras camino hacia el auto.—Cuando mi hija se canse de usarlo, te lo presto—responde con una sonrisa divertida.Mientras saco mis maletas del auto, no puedo evitar voltear a verlas y pensar en lo mucho que Murgos consiente a su hija y cómo trata de cumplir cada uno de sus deseos. Me hace reflexionar sobre mi futuro y mis posibles hijos, ¿seré igual de complaciente? No, con esta vida que llevo no merezco tan siquiera pensar en tener un hijo… Por ahora no.Una vez tengo mis maletas en
Nos encontramos en el pórtico de la antigua casa de mis padres, Murgos y yo, mientras compartimos una taza de té negro, somos testigos silenciosas de la fascinación de Delancis ante el firmamento. Bajo un manto de estrellas relucientes, la noche se viste con el murmullo rítmico de los búhos, el canto nostálgico de las cigarras y el coro enigmático de los anfibios. En la distancia, la oscuridad se funde con la tierra, creando un horizonte misterioso y profundo.—Ni todo el dinero del mundo podría comprar tan hermosa noche —musita Murgos con su tono sereno, cargado de un deleite, mientras nuestras miradas se pierden en el vasto lienzo de estrellas sobre nosotros.—Es el tipo de retiro que todos anhelamos en ciertos momentos de la vida.—Absolutamente —concuerda ella, llevándose la taza de té a los labios antes de continuar—. ¿Sabes? Aquella noche en la discoteca, creí haber encontrado a un par de chicas que compartían una amistad inquebrantable.—Yo también lo pensaba.Nuestros ojos se
No puedo negar que me preocupa un poco la reacción de Danna, pero no puedo darme el lujo de desviar mi atención de los estudios. Seguramente lo de Danna es solo un malestar estomacal, lo más probable es que mañana esté mejor. Decido enfocarme en lo que realmente importa y continúo mi camino hacia la biblioteca.Al llegar, mis ojos se posan en Giovanni Paussini, quien está sentado frente a una de las mesas de la biblioteca. Se le ve sumamente concentrado, absorto en sus estudios. Paso frente a él, esperando que note mi presencia. Por alguna razón, siento una necesidad repentina de llamar su atención. Giovanni levanta la mirada y me observa brevemente, pero luego vuelve a sus libros. Es evidente que está decidido a mantenerse en el primer lugar. Decido concentrarme en mis propios asuntos; necesito recuperar el puesto que siempre me ha pertenecido: el primero.Cuando llega la hora del examen, todos los estudiantes de la clase nos encontramos en espera de recibir la hoja del examen. Mi at