Claramente puedo leer en sus ojos: deseo urgente, lujuria mezclada con demencia y unas ganas insaciables de devorar mis labios. Las señales son claras, puedo sentir la tensión sexual que lo consume.«Bien, ya sé cómo tratarte…, como Miriam lo haría».—Ni siquiera te pregunto qué haces aquí, de seguro vienes a terminar lo que yo empecé, ¿cierto? —Me cruzo de brazos y me recuesto al marco de la puerta.Giovanni permanece serio, con una mirada que viaja sobre cada curvatura de mi cuerpo, desde el norte hasta el sur. Su mirada es tan intensa que hasta le delata lo ansioso que está.—¿Giovanni?—Volví a pagato para tener sexo contigo, así que non pensare devolverme el dinero —dice entre dientes, sonando a amenaza.Sé que debería tener un poco de dignidad y patearle el culo, pero; primero: este es mi trabajo; segundo: hay un sueño que quiero ver si se vuelve realidad.Con Hard to say I'm sorry sonando en la habitación y la tenue luz iluminando el lugar, respiro hondo y decido abordar la situ
Tengo un par de tetas saltando sobre mí, y otra, ubicada detrás de mi cabeza, esparce aceites sobre mi pecho mientras complementa con deliciosos masajes. He probado todas las variantes, he recurrido a numerosas prostitutas, ninguna repetida, porque en el ámbito sexual, la repetición no me atrae. He permitido el látigo, la penetración anal, la electrocución, y siempre termino insatisfecho. Ninguna otra prostituta ha logrado proporcionarme un sexo tan desenfrenado y sádico como Mimarie. Recuerdo salir del club y, en el auto, repasaba cada palabra, cada susurro. No tengo imágenes porque en ese momento Mimarie me tenía los ojos vendados; solo recuerdo sensaciones, el tono de su voz y su sonrisa perversa. Incluso recuerdo la temperatura de su cuerpo. Esa desgraciada me dejó trastornado; ya no disfruto de esto como antes.—¡Ya, deténganse! —ordeno a las chicas.Ambas abandonan la cama con expresiones de asombro y susto. Se quedan paradas, desnudas, a un metro de distancia, esperando mi próx
Temo que alguno de esos individuos perturbados, que considero como clientes, lleguen a verme como un objeto de su propiedad en algún momento de sus vidas. Por eso, ayer, cuando Giovanni afirmó que en esa noche solo sería para él, una sensación de inquietud me invadió. No deseo ser la esclava sexual de nadie. Se ofreció a llevarme a casa, como si necesitara asegurarse de que no estaría con nadie más durante esa noche. Me sentí atada, de tal manera que la conversación no fluyó en absoluto en nuestro camino de regreso. El trayecto en su auto resultó sumamente incómodo, especialmente al recordar cómo me había tratado en los últimos días. Para él, sigo siendo la mujer que desperdicia su inteligencia en un trabajo tan degradante como la prostitución. El hecho de que sintiera el deseo de tener sexo conmigo no altera en absoluto su percepción: sigo siendo para él una asquerosa puta. Al descender del edificio de mi departamento, lo primero que hago es verificar si Giovanni cumplió su promesa.
Esto no es lo que esperaba de mi futuro. No es lo que visualizaba cuando miraba a mi reflejo en el espejo y me decía a mí misma que estábamos destinadas a triunfar en la vida. Me imaginaba en un elegante y hermoso despacho, sentada sobre un sillón de cuero negro y respaldo alto, frente a un imponente escritorio de madera perfectamente lustrada. Sobre él, un pequeño letrero con mi nombre grabado junto a la palabra CEO; yo, la imponente CEO de una prestigiosa empresa. Así era mi mayor sueño. Pero, a veces, la vida nos lleva por caminos inesperados, y ahora ese sueño parece estar a años luz de distancia. Me encuentro en el lugar menos indicado para cumplir esa visión, frente a la persona que me sacó de la pobreza y ahora, gracias a ella, puedo permitirme ciertos lujos. Creo que a partir de ahora voy a permitirme mucho más, porque acabo de firmar el contrato que me convierte en la nueva "ranita dorada" del club.—Miriam, sé que esta no era la profesión en la que esperabas ascender —me dic
El desconcierto se refleja en la mirada de Gabriel cuando le doy mi respuesta. Estoy segura de que esperaba un sí rotundo, como si fuera un acuerdo sellado desde hace tiempo. Y habría sido así meses atrás, cuando recorría las puertas de varias empresas en busca de cualquier oportunidad laboral. Pero ahora las cosas son diferentes. Ahora, no puedo simplemente entrar en ese mundo siendo quien soy: la prostituta más codiciada de Londres.—¿No? —insiste Gabriel, buscando confirmación.—No —respondo, con determinación, pero con la mirada baja.—¿Por qué? —comienza su interrogatorio, cruzándose de brazos—... ¿Te ofrecieron otro contrato?—Sí.La respuesta parece incomodar a Gabriel; golpea suavemente el tubo de la baranda y deja escapar un breve gruñido.—Maldición... ¿Y en qué empresa te contrataron?—En la misma en la que ya estoy.—¿Ya te encuentras laborando en el mundo de los negocios? —pregunta, confundido.—No, ojalá... —susurro, con un dejo de resignación.Gabriel toma un profundo r
Ambos han optado por ignorar mis deseos de estudiar y han aparecido frente a la puerta de mi apartamento; uno ya está cómodamente sentado en uno de los sillones de mi sala, con un vaso de whisky en la mano, mientras que el otro está de pie frente a mí, sosteniendo una pila de libros entre sus brazos. Este último no parece estar muy contento; es evidente su furia, las llamas en sus ojos arden como si la presencia de Gabriel estuviese atizando el fuego que le quema por dentro.—Vaya —reacciono, soltando una risita nerviosa—. Normalmente, suelen aparecer bajo mi puerta con rosas —comento, antes de tomar los libros entre mis manos—. Pero como soy una nerd, supongo que los libros son mi preferencia —añado. Como si se tratara de un ramo de rosas, acerco los libros a mi rostro y disfruto de su fragancia—. Qué bien huelen, gracias.Giovanni deja de prestar atención a Gabriel y clava su mirada en mí con un ceño fruncido, lo que me hace sentir aún más nerviosa.—E-Es que me encanta el olor a li
En la universidad, Giovanni y yo nos encontramos en la biblioteca del campus, frente a los otros dos miembros de la presidencia del aula que nos ha tocado para negociar el contrato. —Muy bien, Paussini. Es como lo habíamos acordado —dice el vicepresidente del otro aula. —Naturalmente, el precio al que le vendiamo los productos les deja un amplio margine para que elijan su precio di vendita al pubblico—añade Giovanni. Me aclaro la garganta, tomando la palabra como presidenta de mi aula: —Estamos de acuerdo en los términos de la negociación. Solo asegurémonos de que todos los detalles estén claramente especificados en el contrato final para evitar malentendidos en el futuro. Giovanni se me queda viendo con desdén. —Miriam, ¿futuro?... Todas estas negociaciones no tienen futuro, es ficticio y únicamente para ganar una nota. ¿Sí ricordi? —Por supuesto que lo sé… Solo déjenme disfrutar de mi papel como presidenta, no se sabe si en algún otro momento volveré a tener este puesto —respo
En la noche, en el club, mientras espero a mi primer cliente sentada frente a tocador, mientras retoco mis pestañas frente al espejo, escucho una voz italiana que creo reconocer muy bien. —¡Quiero toda la noche de Mimarie! —el italiano grita, rabioso, tan alto que hasta retumba por toda mi habitación y, posiblemente, por todo el pasillo —¡Mas te vale que me la des a mí! Desconcertada, me levanto del taburete y camino hacia la puerta de la habitación. Antes de abrirla, me coloco el antifaz y asomo la cabeza. Lo veo, era Giovanni, como sospechaba. Las otras chicas también salen de sus habitaciones y se asoman, sorprendidas. Escuchar a un cliente gritando y causando alboroto por una prostituta no es algo común en el club. —Mimarie… ¿Todo bien? —Me pregunta Nadina. Cuando Nadina menciona mi nombre, Giovanni voltea a verme y, sin esperar la aprobación de Madame Esther, se dirige hacia mí. —Sí, tranquilas, es solo un fanático de Mimarie… — respondo entre risas, intentando restarle impor