La sorpresa y el desconcierto se reflejan en mis ojos cuando abro la puerta de mi habitación. En este momento, no tengo ni idea de cómo darle la bienvenida, vuelvo a sentirme como en aquel primer día: inexperta e insegura, nerviosa y patéticamente muda. Cuando lo vi por primera vez, aquella noche mientras me desenvolvía en el tubo, me cautivó al instante, sentía ganas de gritarle mil cosas. Pero ahora, frente a él, todos mis pensamientos parecen colisionarse entre sí. —Hola, Mimarie. Como dije, me tiene muda. El hombre frente a mí, imponente y varonil, me mira con unos ojos penetrantes, como si intentara leerme el alma a través de mi antifaz. Esta noche viste un traje negro de tres piezas; m*****a sea, luce sumamente elegante: camisa blanca; corbata roja y unos zapatos de charol en donde se reflejan mis bubis; y trae con él el mismo aroma a forestas y Whisky. De repente, su mirada pasa de posarse en mis ojos, a lo que hay en el fondo de la habitación. —Con su permiso, señorita. Y
No sé por qué me siento tan atrapada estando en un lugar que creo reconocer, este es el club, y estoy en el escenario principal, frente al dorado tubo de pole dance, rodeada de luces destellantes y una música ensordecedora que se funde en un zumbido incomprensible. La atmósfera es irreal, como si las imágenes y los sonidos estuvieran distorsionados, fusionándose en una experiencia surreal. ¿Qué me pasa? ¿Por qué todo se siente tan extraño? Si estoy sobre el escenario, eso significa que tengo un público que espera inicie el acto; sí, ya los puedo ver son muchos los espectadores. Ágilmente, me deslizo con gracia alrededor del tubo de pole dance, mientras esta audiencia anónima me observa en silencio. La luz tenue ilumina mi cuerpo, y cada movimiento es una sinfonía de sensualidad. Pero este acto toma un giro inesperado cuando Gabriel aparece en el fondo del público, como pasó en algún tiempo atrás. Él no se queda parado esta vez. Con una determinación palpable, da un paso enfrente y se
El aroma tentador de la pizza recién horneada llena el elegante comedor de la mansión Paussini. Me siento en la silla que él ha elegido para mí, frente a una mesa impecablemente preparada. La luz tenue de las lámparas destaca la belleza de la sala, pero mis ojos no pueden apartarse de la obra maestra que yace ante nosotros.Giovanni, con su característica elegancia, sirve una porción generosa de la «italianísima» pizza que ha mandado preparar con la cocinera. Me maravillo ante la vista de los ingredientes frescos, la masa fina y crujiente, y la mezcla perfecta de quesos derretidos. La pizza parece un lienzo culinario, una obra de arte que refleja la pasión por la auténtica cocina italiana.—Miriam, te presento la verdadera essenza de la pizza italiana. —Su voz, suave y persuasiva, me saca de mi trance.Tomando un bocado, mis papilas gustativas bailan de felicidad. No puedo evitar cerrar los ojos por un momento, saboreando cada detalle. La mezcla de sabores es increíblemente intensa y
Narrado desde la perspectiva de Giovanni Paussini.Desde el primer año en la universidad, Miriam se convirtió en un enigma fascinante. Su presenza era un desafío constante para mí, un desafío que acepté con gusto. Aquel interés inicial surgía no solo por su belleza evidente, sino por algo más profondo, algo que no podía comprender. ¿Cómo alguien como ella podría superarme académicamente?En aquellos días de primer año, la percibí como una mujer presuntuosa, alguien que disfrutaba presumir de algo que no poseía, especialmente dinero. Odiaba ver cómo se vestía con réplicas de marcas, como si necesitara aparentar algo que no era. Sin embargo, detrás de esa facciata, intuía que había mucho más, una complejidad que me atraía y me desafiaba a comprenderla.Recuerdo la primera vez que la vi. Aquella cabellera risada di colore negro azabache caía sobre sus hombros, un contraste único con sus amplios ojos grises, bordeados por un tono más oscuro que resaltaba su mirada intrigante. Su cuerpo, d
La mañana se despierta en matices dorados y fríos, un otoño que parece desangrarse a través de las ventanas de las aulas de la universidad. Me encuentro de pie frente al verde pizarrón, mientras el bullicio de mis compañeros anticipa una jornada que promete ser intensa. A mi lado, Giovanni Paussini revisa sus apuntes, sus ojos cargando con unas evidentes ojeras, pero brillantes de determinación.—Buenos días a todos —anuncio, proyectando la energía que solo la cafeína puede brindarme a estas horas.Las miradas se centran en mí y en Giovanni mientras nos preparamos para guiar el barco de nuestro proyecto trimestral. Creamos una empresa ficticia en la que cada estudiante desempeñará un rol crucial. Giovanni y yo, como capitanes de esta travesía académica, distribuimos los puestos y detallamos las responsabilidades de cada departamento.Danna, mi fiel compañera de travesía, respira aliviada al descubrir que no la he destinado a tareas de limpieza. Una sonrisa agradecida ilumina su rostro
Aquí estoy, en la sala de reuniones del club, esperando a Madame Esther, porque dice que tiene que decirme algo muy importante antes de iniciar la noche. Mientras aguardo, mi mente divaga hacia el terreno de la sexualidad. Y es que, de cierto modo, las palabras de Gabriel cavaron groseramente en lo más profundo de mi mente.No estoy de acuerdo en cómo Gabriel ve la sexualidad, para él, el hacer el amor es compartir algo especial con nuestra persona especial, es conectar con la parte más sensible de nuestro ser, un intercambio de emociones románticas. Dejando a un lado las sensaciones físicas y la necesidad de darle gusto al cuerpo.Para mí, es como una forma de conectar con la vida. La gente siempre pone reglas y etiquetas a todo esto, pero yo creo que el sexo es algo natural, algo que nos hace humanos. Es perseguir el placer y la diversión, una búsqueda constante de sentirme viva y libre. Cada encuentro es como una película diferente, con su propio guion y escenas únicas, una aventur
Estoy de pie frente a la puerta, mi corazón late con fuerza, y la tensión se aferra a mis músculos. No estoy lista para recibir a mi segundo cliente de la noche, no después de la discusión con Giovanni. Aun siento la furia en mis venas, la humillación y la vergüenza que me invadieron cuando él descubrió mi secreto.Respiro profundamente, tratando de liberar la ansiedad que me consume. No puedo permitir que mis emociones afecten mi desempeño esta noche. Cierro los ojos por un momento, centrándome en el siguiente servicio de la noche.Al abrir la puerta, me encuentro con un hombre joven, alto y apuesto. Menos mal que es atractivo, parece que apenas ronda los 18 o 19 años. En su mirada puedo leer: miedo e inseguridad.Maldición…«Bueno… Ya sé cómo tratarte».—Hola, bienvenido —mi voz suena amable, intento mostrar más ánimo de lo que realmente siento. Lo invito a entrar, y, al tomarlo de la mano, lo noto tembloroso. Al fijarme en su semblante, lo encuentro un poco angustiado.Llevándolo d
Cruzo la puerta de servicio, esa entrada discreta al club que se esconde en el callejón lateral. Al atravesarla, me sumerjo en el pasillo que conecta la cocina y el camerino. Es entonces cuando la figura de Murgos captura mi atención: sola, inmersa en sus pensamientos, disfrutando de una copa en medio de la tranquilidad y la soledad momentánea de la cocina. Mi curiosidad me guía hacia ella, cambio mi ruta para acercarme y descubrir qué puede estar pasando con la dueña del club. —Hola… —saludo en tono suave mientras tomo asiento en el mueble cercano. Murgos levanta la vista de su copa y me sonríe con complicidad. —Hola, Miriam. —¿Por qué tan sola? —Porque intento enamorarme de la soledad. —¿Crees que sea una buena amante? —Por supuesto, la soledad siempre está esperando por mí, y lo mejor de todo es que nunca traiciona. Su comentario me roba una sonrisa. —Solo alguien muy estúpido dejaría que se le cambie por la soledad —digo al recordar lo distante que puede ser Gabriel frent