Valle Sereno.Llegué después de cuatro horas en tren de alta velocidad. Las primeras luces de la noche empezaban a encenderse. Aunque no era tan bullicioso como Cañada Real, las luces brillaban con el encanto romántico de una bella y pequeña ciudad.La llamada de Paula llegó puntual. —¿Ya llegaste? ¿Encontraste dónde alojarte?Le sorprendió un poco que me fuera tan rápido. Cuando me preguntó a dónde iba, le di la dirección y el horario correspondiente del tren.Me preguntó si me había ido tan aprisa para evitar que Carlos me buscara.Le dije que se equivocaba. Que, en realidad Carlos no lo haría.Seguramente estaría enojado porque lo dejé plantado, porque no le obedecí.Parece que tenía razón. Después de preguntarme por qué no fui a casarnos, no me envió ni un mensaje ni una sola llamada.Vine aquí con gran rapidez, porque siempre quise venir, y también para evitar complicaciones, pero no con Carlos, sino con Gabriel y Alicia.Seguro me buscarían para convencerme.Pero mi decisión est
Su aspecto era rudo y áspero, con una dureza que resultaba ser intimidante. Contrastaba radicalmente con los hombres refinados a los que estaba acostumbrada en Cañada Real, siempre impecables con sus camisas bien planchadas, corbatas de seda, trajes a medida y abrigos elegantes. Este hombre, con su apariencia bastante descuidada y mirada intensa, me dio la impresión inmediata de ser alguien que acababa de salir de prisión.Instintivamente, apreté mi bolso con fuerza contra mi cuerpo, recordando en ese momento los objetos de seguridad que Paula había insistido en que llevara: el spray pimienta y la pequeña navaja de defensa personal. Su preocupación, que antes me había parecido exagerada, ahora todo cobraba sentido.Sin embargo, antes de que pudiera siquiera rozar estos objetos, el hombre arrancó el auto sin mediar palabra. Su silencio era tan desconcertante como la mirada penetrante que me había lanzado. ¿Qué significaba entonces esa mirada? ¿Era simple curiosidad o quizás algo más sin
—Nena—La voz al otro lado del teléfono era muy profunda, familiar y a la vez extraña.Una imagen familiar cruzó de repente por mi mente y respondí casi sin pensar: —Alejandro.Había creído que cambiar de número me mantendría fuera del alcance definitivo de los Jiménez, pero nunca imaginé que el hermano de Carlos conocería este número, y mucho menos que me contactaría.—Veo que guardaste con esmero mi número. No me has olvidado del todo—dijo Alejandro con un tono ligeramente burlón.Solo dos años mayor que Carlos, Alejandro siempre me había cuidado con gran dedicación antes de irse al extranjero. Solía llamarme “nena” con cariño.Me quedé sin palabras por un momento, percibiendo un deje de reproche en su voz.Durante los primeros dos años después de su partida, mantuvimos contacto ocasional. Le preguntaba cómo le iba en el extranjero, pero con el tiempo, la comunicación se fue desvaneciendo por completo.Alejandro nunca fue muy comunicativo, ni siquiera con su familia. Que me llamara a
Nunca pensé que todo esto me afectaría tanto, pero lo que dijo Alejandro fue como si hubiera presionado en ese momento un botón en mi cabeza. De repente, todos esos recuerdos empezaron a pasar por mi mente como una vieja película.— ¿Qué pasó exactamente? ¿Me puedes contar? —me preguntó Alejandro con cuidado, viendo que me había quedado callada.Me di cuenta de que, si no decía nada, todos seguirían con la duda. Carlos pensaría que estoy exagerando, y cuando volviera en unos cuantos días, Gabriel y Alicia me bombardearían con preguntas. Mejor soltar todo de una vez y acabar definitivamente con esto.— La verdad fue que lo encontré con otra mujer —le solté la sopa, y Alejandro se quedó mudo.Sabía que tal vez no me creería, así que añadí: —Era la esposa de uno de sus amigos, tus papás también se enteraron del chisme.Alejandro no dijo nada al respecto. Sonreí un poco y le dije: —Tú también lo sabías, ¿verdad?Las noticias vuelan como pólvora. Si Carlos y yo ni siquiera pudimos casarnos,
— Sergio, esta es la chica de la que te hablé, la que quiere cambiar de habitación. ¿Por qué no lo platican entre ustedes? — intervino la casera, rompiendo en ese momento el intercambio de miradas entre el hombre y yo.Me acerqué y dije:— Hola, me llamo Sara. ¿Te molestaría si intercambiamos habitaciones?— No — su rechazo fue tan cortante como el movimiento con el que se había lavado el cabello momentos antes.Hice una ligera mueca, sintiendo una fuerte punzada de molestia y terquedad.— ¿Y eso por qué?El tipo me echó un vistazo sin decir nada, se echó la toalla al hombro y pasó junto a mí. El frío del agua que aún tenía en el cabello me hizo estremecer.— Sara, ¿verdad? — se me acercó al instante la casera — No te enojes. Sergio no sabe tratar con las chicas. Déjame que hable con él más tarde.Yo también tengo mi carácter, así que alcé un poco la voz a propósito:— No se moleste. Total, es como si esa habitación fuera el santo grial. Que se quede ahí quien quiera.De repente, la ca
Pero ahí estaba yo, tirada en esa cama dura como piedra, con la mente hecha todo un lío y en blanco a la vez, sin poder pegar siquiera ojo. Al final, agarré el celular y abrí WhatsApp. Vi que tenía varios mensajes de Marta y Diego.Marta decía: "Sara, hoy me dejaste molida, pero terminé todo lo que me pediste. Mañana me debes una deliciosa comida como premio. Ah, y felicidades por tu boda, que seas feliz hasta viejita".Leí el mensaje con una sonrisa amarga y no respondí.Diego escribió: "Señorita Moreno, no malinterprete al señor Carlos. Por favor no se pelee con él, que si no la culpa va a ser mía".Tampoco contesté. En vez de eso, abrí mis redes sociales y busqué una foto de mi sombra en un parque de diversiones. La subí con el pie de foto: "¡Felices vacaciones!".Después, borré todo lo relacionado con Carlos de mis redes. En realidad, me sentía como esas celebridades que se divorcian y borran todo rastro de su ex. Ya que no íbamos a ser pareja ni nada, mejor eliminar todo lo del am
No me esperaba que la abuela quisiera hacer de casamentera. Se me vino a la mente en ese momento la cara seria y distante de Sergio. Recordé cómo me negó el cambio de habitación sin pensarlo dos veces, y me entró una pizca de cierta picardía. Respondí casi por impulso:— Bueno, está bien entonces.Acepté sin darle mucha importancia. Después de desayunar, le pedí prestada una bicicleta a la abuela y me fui a dar una agradable vuelta por el pueblo. Volví cuando ya estaba cayendo la tarde, con un caballete que había comprado en el camino.Siempre me ha gustado pintar. Antes de que mis papás fallecieran, me metieron a clases de baile, pintura, caligrafía y hasta a tocar la guitarra. Todo eso se acabó cuando ellos se fueron, menos la pintura. Es lo más fácil, solo necesitas un lápiz y papel. Hoy, además de explorar, pinté un cuadro del nuevo Valle Sereno. El sueño más grande de mis papás era volver a verlo, y como ya no pueden, voy a quemar el cuadro para que les llegue.— Sara, ¿por qué ta
Al oír eso, tiré el celular y dije:— Ya estoy lista.Me quité los zapatos y me puse apresurada las chancletas. Abrí la puerta y vi a Sergio llenando cubetas de agua en el patio. Había una fila inmensa de cubetas blancas que iba llenando una por una. Cuando se llenaban, las levantaba como si nada y, se le marcaban los músculos del hombro a través de la ropa. Vaya, músculos y fuerza en uno solo.— ¿Para qué tanta agua? ¿Van a cortar el suministro? — pregunté curiosa acercándome.La abuela me miró las chancletas y me echó una ligera miradita de reojo.Sergio no contestó. La abuela respondió:— Por si acaso cortan el agua.Luego le dio una palmadita a Sergio.— Esta noche les voy a hacer una deliciosa sopa de pescado fresco. Vayan a comprar unas carpas, que sean silvestres, y también cilantro y cebollín.Era obvio que no quería que fuéramos de compras, sino que saliéramos a platicar. Mis chancletas no eran lo más apropiadas, pero volver a cambiarme tampoco quedaba bien.— Ve a cambiarte d