Capítulo24
Cuando Carlos me llamó de nuevo, estaba escuchando una enseñanza en el monasterio La Luz Divina.

—Sara, ya casi son las once. ¿Por qué aún no has llegado? —me preguntó Carlos con voz impaciente.

—Ya estoy cerca, espera un poco más —le mentí de forma deliberada.

Durante diez años lo había amado y esperado incontables veces. Que ese día él me esperara un poco era como cobrarle un pequeño interés por toda haberle entregado mi juventud a ese intenso amor.

—Date prisa, no vayas a perder la hora de buena fortuna que indicó el maestro —insistió ansioso Carlos.

Irónicamente, yo estaba sentada justo frente al maestro Castro, quien no había mencionado nada sobre mi boda. Era evidente que en realidad no sabía que ese día Carlos y yo íbamos a registrar nuestro matrimonio, y mucho menos había calculado una hora propicia.

—Sí —murmuré con suavidad, antes de colgar y apagar el teléfono, enfocándome nuevamente en la enseñanza del maestro Castro.

Carlos era un fiel devoto porque de niño había superado
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