Lo miré fijamente, pensando en su padre, que era el señor Martín a quien tanto llamaba de niña, y pensando en cómo Sergio se me acercaba, no pude evitar preguntar en se instante: —Sergio, ¿me coqueteas porque te gusto?—¿Por qué más sería, por jugar? —me miró directamente a los ojos, sin ninguna expresión de su parte.—¿Hay algo que me ocultas? ¿Verdad? Por ejemplo... ¿que nos conocemos desde hace mucho? —durante el regreso, o más bien desde que supe la identidad de su padre, esta pregunta me daba vueltas y vueltas.Sus ojos temblaron. —Te cargué en mi espalda cuando eras pequeña, y.… me besaste.Sergio siempre me tomaba desprevenida. Si no tuviera experiencia alguna en el amor, si aún fuera una chica tímida, sus palabras me habrían hecho sonrojar completamente.—¿Ah sí? ¿Dónde te besé? —fui igual de directa.Sergio dio un paso hacia mí. Ya estábamos cerca, y ese paso nos acercó aún más.Mi corazón se aceleró, pero no retrocedí.Sergio me miraba fijamente, y se dio media vuelta, su ali
Miguel no me dio opción alguna a negarme, y sabía lo que eso significaba.Sujetando el teléfono con fuerza, miré a Sergio y me acerqué. Antes de que pudiera hablar, dijo: —Me voy pasado mañana.¿Se iba?Me quedé asombrada. —¿A dónde?Sergio caminó hacia adelante. —De regreso. ¿De regreso a Valle Sereno?Pero había dicho que se quedaría, incluso había rentado una casa.Pensando en la casa rentada, recordé lo de la demolición y el favor de la casera, que aún no le había comentado.Quería preguntarle por qué se iba, pero su distanciamiento me intimidó muchísimo, así que solo dije: —Vendré mañana en la noche a ver las pruebas.Sergio me miró como diciendo que cuando yo tuviera tiempo, él no lo tendría.Esperaba que me rechazara, pero después de mirarme fijamente por unos segundos, dijo: — Muy bien.Sabía que se había reservado al decirlo.Aunque estaba molesto, no quería ponerme en una situación difícil.Se sacrificaba demasiado por mí.En ese momento, me sentí terrible.Abusaba de su
En ese momento, solo pude mantener la compostura mientras la veía acercarse angustiada hacia mí.—Sara —pronunció Beatriz cuando estuvo frente a mí, con lágrimas en los ojos.Entrecerré los ojos sin decir nada, esperando a que continuara. No quería interrumpir el momento emotivo que estaba preparando.—¿Podrías mantenerte alejada de Carlos? —finalmente preguntó.Me quedé pensativa. —¿Mmm?—Ustedes ya terminaron y ahora él está conmigo. Son cosa del pasado, y no quiero que aparezcas frente a él sin motivo aparente y afectes su estado de ánimo —dijo Beatriz con ojos temblorosos, conteniendo las lágrimas.¡Jajaja! Me reí, al darme cuenta de que me culpaba por el castigo que anteriormente Carlos le había impuesto. —¿Acaso la señorita Hernández no puede pagar la compensación y quiere pues que yo asuma una parte? —me burlé.El rostro de Beatriz palideció al instante, ya que antes había mostrado su pobreza frente a mí y pensó que me burlaba de eso. Pero no me reía de su situación económica,
Esta respuesta me tomó por sorpresa y me impactó al instante. Miguel siempre me había tratado como una hermana menor, y aunque ocasionalmente bromeaba, nunca cruzaba límites. Esta broma de hoy parecía haberse pasado un poco.Dylan me miró sorprendido, evaluándome detenidamente con la mirada. Miguel se paró frente a mí y sin mirar a Dylan, me dijo: —Entremos.Me despedí de Dylan y seguí a Miguel. Mientras nos alejábamos, vi que Dylan abría la boca y extendía la mano, como queriendo decir algo o detenerme.—Miguel dijo eso para espantar a mi pretendiente, ¿verdad? —después de pensarlo brevemente, adiviné su oscura intención.—Sí, ese tipo parece poco confiable, no me gusta —el juicio de Miguel sobre Dylan me hizo reír.Me miró de reojo. —Tengo buen ojo para juzgar a la gente, nunca me equivoco. Mantente alejada de él.—De acuerdo —acepté sonriendo.—Hablo en serio, no lo tomes como broma —insistió Miguel.Acepté enfáticamente. —Yo también hablo en serio, no bromeo. No me interesan los ho
Cuando se abrió la puerta, escuché una risa estridente y vi al instante a la persona sentada en el lugar principal. Este hombre... me resultaba familiar.Miguel ya había empezado a presentarlo: —Mario, mi compañero de billar y buen amigo.Mientras observaba con detenimiento el rostro de aquel hombre, recordé su nombre: Mario Montenegro, hijo de Leonardo Montenegro y actual director del Grupo Montenegro. Había investigado sobre él en internet, era un aficionado al snooker y campeón de torneos amateur. En ese preciso momento, no había considerado su conexión con Miguel, y menos que fueran tan cercanos.—¿Así que esta es nuestra hermanita? —sonrió Mario.Aunque el término "hermanita" sonaba afectuoso, me dio fuertes escalofríos. A pesar de que su historial parecía limpio, con un padre turbio, él tampoco podía ser tan inocente. Ya que, las apariencias engañan.—Sara, puedes llamarlo Mario simplemente. Si necesitas algo o tienes problemas, puedes acudir a él —dijo Miguel mientras me apartab
—Los ojos de Mario se contrajeron al instante, aunque su sonrisa no disminuyó, solo adquirió un matiz más especulativo. Parecía estar analizando algo.Sin preocuparme por sus pensamientos, fui directa: —Si le resulta incómodo al señor Montenegro, podemos olvidarlo.—Jeje —rio secamente—. No hay nada incómodo en esto. No solo una cosa, incluso si me pidieras en persona, aceptaría con gusto.El comentario fue algo inapropiado para la ocasión. Pero antes de que pudiera decir algo, Miguel tosió suavemente a un lado como advertencia.—¡Ja ja…! —Mario soltó una risa pícara y me hizo un gesto—. Las damas primero.No quería darle vueltas al asunto con este hombre, ya que me dio la oportunidad de empezar, decidí terminar esto rápido. Así que empuñé el taco y limpié la mesa sin darle oportunidad a pensar.Mario no pareció afectado por perder en una partida, incluso aplaudió primero: —Como era de esperar de la hermana de Miguel, tienes talento.—Acepto la derrota, pero déjame mostrarte lo que pue
—Sé sincero, ¿te acostaste con Sara?La voz grave se coló por la rendija de la puerta, frenándome en seco justo cuando iba a entrar.Por la abertura, vi a Carlos recostado en su sillón, con los labios apretados.—Ella se me insinuó, pero no me interesa.—Vamos, Carlos, no seas tan quisquilloso. Sara es toda una belleza, muchos andan tras ella —dijo Miguel Soto, el mejor amigo de Carlos y testigo de nuestra historia de una década.—Es que la conozco demasiado, y no hay ninguna chispa entre nosotros, ¿me entiendes? —repuso Carlos con el ceño fruncido.A los catorce años me habían enviado a vivir con los Jiménez. Ahí fue que conocí a Carlos, y todos comenzaron a decir que algún día nos casaríamos.Desde entonces hemos vivido juntos, y así, entre ir y venir, se nos fueron diez años.—Claro, si trabajan en el mismo lugar, se ven las caras todo el santo día, y encima viven juntos. Seguro hasta saben cuándo el otro va al baño.Miguel soltó una risita y chasqueó la lengua.—Ya no estamos para
Carlos levantó la mirada al escucharme entrar y sus ojos se posaron inmediatamente en mi rostro. Sin necesidad de mirarme demasiado, sabía cómo me sentía.—¿Te sientes mal? —preguntó curioso, frunciendo el ceño ligeramente.En silencio, me acerqué a su escritorio. Tragando la amargura que sentía, y, con severidad, le dije:—Si no quieres casarte conmigo, puedo decírselo a Alicia, tu madre.El ceño de Carlos se arrugó aún más, comprendiendo de inmediato que había escuchado su conversación con Miguel.—Nunca pensé que en realidad me convertiría en algo tan prescindible para ti, Carlos... —añadí con un fuerte nudo en la garganta.—Para todos, ya somos prácticamente marido y mujer —me interrumpió Carlos.¿Y eso qué? ¿Se casaría conmigo solo por las apariencias? Lo que yo realmente deseaba, era que me pidiera matrimonio por amor, porque quisiera pasar su vida conmigo.Con un ligero chirrido, Carlos cerró su bolígrafo y miró los papeles del Registro Civil en mis manos.—El próximo miércoles