Recordé el contrato y dije: —La muerte de tu padre tal vez fue por culpa del mío. Solo investigando podré llegar al fondo de todo esto.Sergio me miró fijamente. —¿Has descubierto algo?—¿Y tú? ¿Por qué buscas a Leonardo? ¿Por qué sospechas de él? —al instante le contraataqué.Se levantó y caminó hacia la ventana, su imponente figura parecía capaz de sostener el cielo si este se desplomara. Observándolo, dejé a un lado mi taza y me acerqué a él. —Sergio, entiendo que sabes algo y que esto es peligroso. No quieres involucrarme, pero como esto tiene que ver con mis padres, no puedo quedarme tan tranquila al margen de todo.Mirando la luz de la luna a través de la ventana, añadí: —No soy tonta, sé cuidarme muy bien. Además, ¿no estás tú a mi lado?Sergio me miró de reojo y después de una pausa dijo: —Sigues siendo tan terca como cuando eras pequeña.Sus palabras me hicieron sonreír y con sutileza me giré hacia él. —Sergio, entonces sí conocías mi identidad desde antes. Te acercaste a mí p
La hora tardía de su solicitud de amistad despertó al instante mis instintos femeninos de que algo no andaba bien. Aunque Miguel me había asegurado que Mario no se atrevería a hacerme nada por respeto a él, debía mantenerme cautelosa. Además, que una mujer acepte la solicitud de amistad de un hombre a medianoche esto podría parecer algo frívolo.Fingí no verla y seguí charlando entretenida con Paula, quien me respondió: —La cirugía exitosa que realizaron antes la hizo junto con alguien que era su pareja ideal.Pude notar la melancolía en su voz. Como alguien que ha experimentado el amor, entiendo la importancia de estar a la par y ser compatible con tu pareja. Aunque Paula es extraordinariamente talentosa, hay una gran diferencia con su compañero de perfil internacional. No en vano existe el dicho sobre la distancia entre el cielo y el barro.Instintiva cambié de tema y, después de charlar un rato más, colgué. Me quedé contemplando la solicitud de Mario. Presentía que era peligroso, pe
Sus palabras inmediatamente evocaron la imagen de Sergio en mi mente, y recordé que ayer Miguel había mencionado tener un amigo apellidado Araya que le había hecho una gran inversión.Mirándolo fijamente, le pregunté: —¿A qué te refieres exactamente con "hombre rudo"? ¿O es que tienes amigos así?Dylan tosió con delicadeza y respondió: —Es difícil de describir... ya sabes, ese tipo masculino, de postura recta, como... como... —señaló hacia la televisión del restaurante que transmitía las noticias, mostrando atento una ceremonia de izamiento de bandera.Mientras observaba a los abanderados con su postura militar impecable y porte firme, volví a pensar en Sergio, y pude sentir en ese momento que Dylan parecía estar insinuando algo. ¿Apellido Araya? ¿Hombre rudo? ¿Con pasado militar? ¿Describía perfectamente a Sergio?Mirando a Dylan, quien seguía concentrado en la pantalla aparentemente perdido en sus pensamientos, le solté sin previo aviso: —¿Tu amigo se llama Sergio?—¿Qué dijiste? —re
Le había puesto a Dylan en un terrible aprieto, principalmente porque quería descubrir quién era realmente ese jefe importante. Aunque en mi interior descartaba que pudiera ser Sergio, pues él era demasiado pobre como para relacionarlo con dinero, había algo en todo esto que me hacía pensar que el jefe misterioso de Dylan se parecía mucho a él.Por la tarde, después de una reunión, no tenía mucho que hacer así que despreocupada abrí WhatsApp. Mirando el chat con Mario, mi nuevo contacto, solo aparecía la notificación de que éramos amigos, sin ningún otro mensaje al respecto. A estas alturas seguramente había visto que acepté su solicitud, pero la ignoraba, claramente era en represalia por no haberlo aceptado anoche. Este hombre era definitivamente peligroso - con este pequeño detalle ya se podía ver con claridad que era del tipo vengativo. Ahora entendía muy bien, por qué tanto Sergio como Carlos me habían advertido que me mantuviera alejada de él. Pero ya me había involucrado con él y
El teléfono que no paraba de sonar se detuvo de forma abrupta. En ese instante, solo se escuchaba el crepitar del fuego de la estufa y nuestros corazones latiendo acelerados. A esa corta distancia, nuestras respiraciones se entremezclaban y pude ver claramente el fuego en los ojos de Sergio. Tuve el fuerte presentimiento en ese instante de que esto era el preludio de algo inevitable.¡Toc, toc!Sonaron golpes en la puerta, seguidos por la voz de Lydia desde abajo: —¡Sergio, Sergio! El agua en mi casa sale muy despacio, ¿podrías venir a ver qué pasa?El cuerpo de Sergio, que estaba pegadito al mío, se retrajo notablemente, y aproveché la oportunidad para escapar con agilidad hacia el sofá, donde me dejé caer.Momentos después, Sergio salió de la cocina y abrió la puerta: —Lydia, voy contigo a revisar.—Muy bien —Lydia echó un vistazo dentro y me vio, saludándome con cortesía—: Sara, te tomo prestado a Sergio.Jajaja... semejante manera de decirlo.Aunque yo también decidí bromear: —Clar
Carlos también había venido, algo que no esperaba. Aunque, pensándolo bien, tenía sentido. Como dueño del parque de diversiones, era natural que viniera a ver previamente las respectivas pruebas de iluminación.Durante nuestro cruce de miradas, Carlos se acercó. Sentí que mi mano se calentaba cuando Sergio la tomó. Tenía que admitir que interpretaba muy bien su papel de novio - cada vez que aparecía Carlos, su actitud posesiva se activaba de inmediato. Carlos miró nuestras manos entrelazadas, sin mostrar particular disgusto. Incluso su tono era bastante tranquilo cuando preguntó: —¿A qué hora empiezan?Tanto Sergio como yo entendimos que se refería a las pruebas de iluminación.—En diez minutos —respondió Sergio.—¿Dónde está el punto de observación? —volvió a preguntar Carlos.Sergio apretó con suavidad mi mano y me miró, como pidiendo mi opinión. Él había observado innumerables veces desde aquí, así que sabía a la perfección dónde. Solo me consultaba por consideración.—Los puntos d
Me tensé un poco - ¿Sergio sugería que los tres compartiéramos una cabina?Antes de que pudiera decir algo, Sergio tomó de inmediato mi mano y nos dirigió hacia otra cabina.—¿No van a subir en esta? —preguntó Carlos.—No es apropiado—respondió Sergio mientras me ayudaba a subir.Entró después de mí y cerró al instante la puerta. A través del cristal, vi el rostro de Carlos tornarse sombrío, con una mirada que parecía echar fuego.Finalmente se había enojado.—¿Lo hiciste a propósito? —le pregunté a Sergio.—Sí —admitió sin rodeo alguno—. No quería compartir cabina con él.Sus palabras sonaban orgullosas, altivas y algo infantiles.Me reí divertida. Sergio era polifacético: podía ser el tipo duro y frío, el hombre cálido y atento, y ahora también mostraba este lado adorablemente infantil.—Sergio —lo llamé.—¿Mmm….? —sus ojos brillaban especialmente hermosos bajo las luces.—Eres muy adorable —dije justo cuando comenzó a sonar la música en la noria.Qué momento tan inoportuno. ¿Verdad?
El mundo multicolor desapareció bajo sus manos y mi mundo también se volvió completamente negro, pero no sentí ningún miedo en ese momento, pues su presencia a mi lado y el calor de su cuerpo me transmitían más seguridad que cualquier luz.—Pide rápido un deseo —susurró Sergio con su voz profunda como un violonchelo que resonaba docilidad en mi oído—. A partir de ahora estaré a tu lado y todos tus deseos se harán realidad.La suave música de la cabina de observación flotaba en el aire mientras mi corazón, antes tenso, comenzaba a relajarse poco a poco. ¿Un deseo? ¿Qué podría desear? Desde que mis padres me dejaron, ni siquiera sabía si en mi corazón tenía algún deseo. Después, cuando empecé a salir con Carlos, supongo que mi único deseo era que duráramos para siempre, aunque nunca lo expresé en voz alta.Ahora que debía pedir un deseo... me pregunté qué era lo que realmente quería, pero ni yo misma lo sabía. Finalmente, pensando en mis padres y en su muerte, murmuré con suavidad:—Dese