Cuando abrí WhatsApp, vi una solicitud de amistad. Por lo general no acepto a desconocidos, a menos que me busquen por mi número de teléfono.La abrí y el mensaje de solicitud decía: "Soy el oficial Larraín".Un título tan imponente no es algo que cualquiera se atrevería a usar.Me esforcé por recordar quién era, y me vino de inmediato a la mente el policía que me había proporcionado el certificado de defunción ayer.Aunque en ese momento no le pregunté su apellido, era el único policía con el que había tenido contacto recientemente, y me había pedido mi número de teléfono.Acepté con gusto la solicitud y la notificación me indicó que ya éramos amigos y podíamos enviarnos mensajes, pero no escribí nada.Él fue quien me agregó, si necesitaba algo me contactaría.Abrí apresurada el WhatsApp de Paula y le escribí: "En el amor hay que ser un poco caprichosa, coqueta y dulce, no crees. Te comportas como una mujer de hierro, así no despiertas el instinto protector de los hombres."Después de
Sergio, con sus rápidos reflejos, me ayudó a sostener el jugo. Antes de que pudiera voltear, escuché esa voz tan familiar junto a mi oído:—Sara, vaya que eres excelente, tendré que tomarte como maestra.Paula finalmente había visto mi mensaje.Le di un ligero golpecito —¡Terrible, casi me matas de un susto! ¿No sabes que de un susto uno puede pasar a mejor vida?—Si te mueres del susto no podré pagarlo, ¿verdad, Sergio? —bromeó graciosa Paula con él.Esta mujer era toda una ovejita sumisa frente a Pedro, pero con los demás se comportaba como toda una mujer fuerte y decidida. De verdad no entendía con claridad cómo podía mantener esa fachada frente a Pedro.—¿Y tú profesor Ruiz donde esta?—pregunté mirando hacia donde Paula había estado antes, pero Pedro ya no estaba.—Ya se fue —Paula se sentó a mi lado y miró graciosa hacia donde estaba Sergio—. Oye Sergio, pediste dos porciones para ti solo y nuestra Sasa no tiene ninguna, ¿así es como cuidas a tu hermosa novia?El comentario de Pau
Paula se enfureció:—Ya te lo advertí. Si sigues buscándome, esto será acoso y llamaré a la policía.—Doctora Medina, yo no la estoy acosando ni otra cosa similar, solo le diré la verdad y seré directo, usted me gusta usted y quiero pretenderla...Al escuchar esto, recordé por un momento al que enviaba flores firmando como "Tu único".—Doctora Medina, le juro que fue amor a primera vista... —el hombre levantó las manos.—Pues lo siento ya que la doctora Medina sintió repugnancia a primera vista —intervine, colocándome junto a Paula. Sergio también se puso de pie.Era evidente que estaba listo para actuar si fuera necesario.El hombre me miró —¿Y tú quién eres? Estoy hablando eso con la doctora Medina, ¿podrías no meterte?Menos mal que no había comido mucho, porque su tono me dio de inmediato náuseas.—¿Y tú quién eres? ¿Crees que por decir que te gusta la doctora Medina ella tiene que corresponderte? —respondí sin cortesía alguna.—Sí, me gusta, es un amor puro y sagrado. Mi amor es n
Paula no me respondió, en cambio miraba a Sergio ansiosa por la ventana —¿Cuánto tiempo le tomará a tu Sergio?Afuera, el hombre parecía estar a punto de arrodillarse ante Sergio, quien permanecía imperturbable con una mano en el bolsillo. La luz de la mañana lo bañaba, haciéndolo parecer casi luminiscente.No podía apartar mi mirada de él.Incluso sentí un inexplicable orgullo en mi interior, como si una voz me dijera: "Sara, este es tu hombre".Que Sergio y yo nos hubiéramos encontrado fue una completa casualidad del destino.En ese momento solo buscaba distraerme, llenar el vacío que dejó mi ruptura con Carlos.Pero ahora me daba cuenta de que había encontrado un tesoro, tanto para admirar como para la vida práctica.—Oye, te estoy hablando —Paula me dio un golpecito con el hombro al ver que no respondía.Pestañeé sorprendida—.Si no me equivocaba, el hombre afuera debía estar suplicándole a Sergio que le arreglara el hombro.Mariana me había contado que su hermano sabía reacomodar
—Sé sincero, ¿te acostaste con Sara?La voz grave se coló por la rendija de la puerta, frenándome en seco justo cuando iba a entrar.Por la abertura, vi a Carlos recostado en su sillón, con los labios apretados.—Ella se me insinuó, pero no me interesa.—Vamos, Carlos, no seas tan quisquilloso. Sara es toda una belleza, muchos andan tras ella —dijo Miguel Soto, el mejor amigo de Carlos y testigo de nuestra historia de una década.—Es que la conozco demasiado, y no hay ninguna chispa entre nosotros, ¿me entiendes? —repuso Carlos con el ceño fruncido.A los catorce años me habían enviado a vivir con los Jiménez. Ahí fue que conocí a Carlos, y todos comenzaron a decir que algún día nos casaríamos.Desde entonces hemos vivido juntos, y así, entre ir y venir, se nos fueron diez años.—Claro, si trabajan en el mismo lugar, se ven las caras todo el santo día, y encima viven juntos. Seguro hasta saben cuándo el otro va al baño.Miguel soltó una risita y chasqueó la lengua.—Ya no estamos para
Carlos levantó la mirada al escucharme entrar y sus ojos se posaron inmediatamente en mi rostro. Sin necesidad de mirarme demasiado, sabía cómo me sentía.—¿Te sientes mal? —preguntó curioso, frunciendo el ceño ligeramente.En silencio, me acerqué a su escritorio. Tragando la amargura que sentía, y, con severidad, le dije:—Si no quieres casarte conmigo, puedo decírselo a Alicia, tu madre.El ceño de Carlos se arrugó aún más, comprendiendo de inmediato que había escuchado su conversación con Miguel.—Nunca pensé que en realidad me convertiría en algo tan prescindible para ti, Carlos... —añadí con un fuerte nudo en la garganta.—Para todos, ya somos prácticamente marido y mujer —me interrumpió Carlos.¿Y eso qué? ¿Se casaría conmigo solo por las apariencias? Lo que yo realmente deseaba, era que me pidiera matrimonio por amor, porque quisiera pasar su vida conmigo.Con un ligero chirrido, Carlos cerró su bolígrafo y miró los papeles del Registro Civil en mis manos.—El próximo miércoles
Estuve dándole vueltas a aquel asunto durante todo el día, sin llegar a ninguna conclusión. Cuando Carlos vino a buscarme por la tarde, aún no tenía respuesta, pero igual lo seguí.Después de diez largos años, me había acostumbrado a él y a volver a casa de los Jiménez después del trabajo. ¡La costumbre es algo bastante terrible!—¿Por qué tan callada? —preguntó Carlos en el camino, notando mi estado de ánimo al instante.—Carlos, tal vez deberíamos... —comencé a decir, tras unos segundos de silencio.No pude terminar la frase, ya que su teléfono sonó, interrumpiéndome y mostrando un número sin nombre en la pantalla del auto, tras lo cual noté cómo la mano de Carlos se tensó un poco en el volante.Estaba nervioso, y eso era algo poco común en él. Instintivamente, miré su rostro mientras él con agilidad desconectaba el altavoz del auto y se ponía el auricular. —Hola... Sí, voy para allá.La llamada fue breve. Al colgar, me miró y dijo:—Sara, tengo un asunto urgente que atender. No pod
Nunca imaginé que terminaría en la comisaría acusada de acoso. El jovencito con el que choqué apenas tenía diecisiete años, era un menor de edad, y juraba que yo había intentado propasarme con él. Aunque lo negué con insistencia, insistía en que realmente lo había tocado.—¿Dónde te tocó? —preguntó el policía con detalle.El joven, que se llamaba Alberto Hernández, me miró y señaló su pecho y luego más abajo. —Aquí y aquí... Me tocó en todas partes.«¡Mentiroso de mierda!», pensé y casi lo grito furiosa. Ni siquiera había tocado de esa manera a Carlos, que es guapísimo, ¿y ese simple mocoso creía que lo iba a manosear a él?—No lo toqué, solo choqué con él por accidente —aclaré, cuando el policía me miró.—¿Ha tomado algo de alcohol? —preguntó el oficial con una mirada un tanto insinuante.En esta sociedad, un hombre borracho es normal, pero una mujer que bebe es muy mal vista.—Sí —acepté.—¿Cuánto bebió? —insistió el policía, sin que yo entendiera muy bien qué relación tenía con lo