Así que todo había sido una ilusión, incluso la voz de papá solo había sido una alucinación.Me habían dejado, hace ya diez largos y tormentosos años.¿Cómo podría escuchar sus voces?Me quedé ahí parada, desorientada, mientras el último rayo de luz desaparecía por la ventana y el apartamento quedaba sumido en la más completa oscuridad. Finalmente, la tristeza de haber perdido a mis padres y no poder verlos nunca más desbordó mis ojos.Esa noche dormí intranquila, soñando de manera constante con mis padres.Por eso cuando desperté, mi cuerpo estaba agotado, como si hubiera hecho trabajo pesado.Intenté levantarme con todas mis fuerzas, pero la verdad no lo logré.En ese momento me di cuenta de que estaba enferma. Me toqué la frente y parecía que tenía fiebre.—Sasa, ¿ya estás despierta? —sonó la voz de Sergio en ese instante desde fuera.Intenté responderle, pero mi voz salió ronca y mi garganta me dolía demasiado como si hubiera tragado cuchillas.No me quedó más remedio que mandarle
—Quiero dos platos de pasta, uno con abundante salsa de tomate y otro solo con salsa de pimienta negra, un jugo de mango, un vaso de agua natural, y un mousse de arándanos bajo en crema —ordenó Pedro con mucho glamour y elegancia, evidentemente estaba pidiendo para dos.Y uno de los platos era del gusto de Paula, especialmente el detalle de la salsa de pimienta negra, algo que solo alguien muy cercano o que prestara mucha atención lo sabría.Porque Paula nunca era exigente en público, solo que jamás tocaba la comida con salsa de tomate.Pedro no la había visto en varios años, y aunque apenas habían formalizado su relación, ya conocía con exactitud sus preferencias, demostrando cuánto se preocupaba por ella.Antes me burlaba diciendo que su idilio era de bajo coeficiente intelectual, pero la verdad es que son muy considerados el uno con el otro.—Mira vamos a ordenar —Sergio me apretó en ese momento la mano para llamar mi atención.Entendí que no era momento de interrumpir el mundo priv
Cuando abrí WhatsApp, vi una solicitud de amistad. Por lo general no acepto a desconocidos, a menos que me busquen por mi número de teléfono.La abrí y el mensaje de solicitud decía: "Soy el oficial Larraín".Un título tan imponente no es algo que cualquiera se atrevería a usar.Me esforcé por recordar quién era, y me vino de inmediato a la mente el policía que me había proporcionado el certificado de defunción ayer.Aunque en ese momento no le pregunté su apellido, era el único policía con el que había tenido contacto recientemente, y me había pedido mi número de teléfono.Acepté con gusto la solicitud y la notificación me indicó que ya éramos amigos y podíamos enviarnos mensajes, pero no escribí nada.Él fue quien me agregó, si necesitaba algo me contactaría.Abrí apresurada el WhatsApp de Paula y le escribí: "En el amor hay que ser un poco caprichosa, coqueta y dulce, no crees. Te comportas como una mujer de hierro, así no despiertas el instinto protector de los hombres."Después de
Sergio, con sus rápidos reflejos, me ayudó a sostener el jugo. Antes de que pudiera voltear, escuché esa voz tan familiar junto a mi oído:—Sara, vaya que eres excelente, tendré que tomarte como maestra.Paula finalmente había visto mi mensaje.Le di un ligero golpecito —¡Terrible, casi me matas de un susto! ¿No sabes que de un susto uno puede pasar a mejor vida?—Si te mueres del susto no podré pagarlo, ¿verdad, Sergio? —bromeó graciosa Paula con él.Esta mujer era toda una ovejita sumisa frente a Pedro, pero con los demás se comportaba como toda una mujer fuerte y decidida. De verdad no entendía con claridad cómo podía mantener esa fachada frente a Pedro.—¿Y tú profesor Ruiz donde esta?—pregunté mirando hacia donde Paula había estado antes, pero Pedro ya no estaba.—Ya se fue —Paula se sentó a mi lado y miró graciosa hacia donde estaba Sergio—. Oye Sergio, pediste dos porciones para ti solo y nuestra Sasa no tiene ninguna, ¿así es como cuidas a tu hermosa novia?El comentario de Pau
Paula se enfureció:—Ya te lo advertí. Si sigues buscándome, esto será acoso y llamaré a la policía.—Doctora Medina, yo no la estoy acosando ni otra cosa similar, solo le diré la verdad y seré directo, usted me gusta usted y quiero pretenderla...Al escuchar esto, recordé por un momento al que enviaba flores firmando como "Tu único".—Doctora Medina, le juro que fue amor a primera vista... —el hombre levantó las manos.—Pues lo siento ya que la doctora Medina sintió repugnancia a primera vista —intervine, colocándome junto a Paula. Sergio también se puso de pie.Era evidente que estaba listo para actuar si fuera necesario.El hombre me miró —¿Y tú quién eres? Estoy hablando eso con la doctora Medina, ¿podrías no meterte?Menos mal que no había comido mucho, porque su tono me dio de inmediato náuseas.—¿Y tú quién eres? ¿Crees que por decir que te gusta la doctora Medina ella tiene que corresponderte? —respondí sin cortesía alguna.—Sí, me gusta, es un amor puro y sagrado. Mi amor es n
Paula no me respondió, en cambio miraba a Sergio ansiosa por la ventana —¿Cuánto tiempo le tomará a tu Sergio?Afuera, el hombre parecía estar a punto de arrodillarse ante Sergio, quien permanecía imperturbable con una mano en el bolsillo. La luz de la mañana lo bañaba, haciéndolo parecer casi luminiscente.No podía apartar mi mirada de él.Incluso sentí un inexplicable orgullo en mi interior, como si una voz me dijera: "Sara, este es tu hombre".Que Sergio y yo nos hubiéramos encontrado fue una completa casualidad del destino.En ese momento solo buscaba distraerme, llenar el vacío que dejó mi ruptura con Carlos.Pero ahora me daba cuenta de que había encontrado un tesoro, tanto para admirar como para la vida práctica.—Oye, te estoy hablando —Paula me dio un golpecito con el hombro al ver que no respondía.Pestañeé sorprendida—.Si no me equivocaba, el hombre afuera debía estar suplicándole a Sergio que le arreglara el hombro.Mariana me había contado que su hermano sabía reacomodar
—Sé sincero, ¿te acostaste con Sara?La voz grave se coló por la rendija de la puerta, frenándome en seco justo cuando iba a entrar.Por la abertura, vi a Carlos recostado en su sillón, con los labios apretados.—Ella se me insinuó, pero no me interesa.—Vamos, Carlos, no seas tan quisquilloso. Sara es toda una belleza, muchos andan tras ella —dijo Miguel Soto, el mejor amigo de Carlos y testigo de nuestra historia de una década.—Es que la conozco demasiado, y no hay ninguna chispa entre nosotros, ¿me entiendes? —repuso Carlos con el ceño fruncido.A los catorce años me habían enviado a vivir con los Jiménez. Ahí fue que conocí a Carlos, y todos comenzaron a decir que algún día nos casaríamos.Desde entonces hemos vivido juntos, y así, entre ir y venir, se nos fueron diez años.—Claro, si trabajan en el mismo lugar, se ven las caras todo el santo día, y encima viven juntos. Seguro hasta saben cuándo el otro va al baño.Miguel soltó una risita y chasqueó la lengua.—Ya no estamos para
Carlos levantó la mirada al escucharme entrar y sus ojos se posaron inmediatamente en mi rostro. Sin necesidad de mirarme demasiado, sabía cómo me sentía.—¿Te sientes mal? —preguntó curioso, frunciendo el ceño ligeramente.En silencio, me acerqué a su escritorio. Tragando la amargura que sentía, y, con severidad, le dije:—Si no quieres casarte conmigo, puedo decírselo a Alicia, tu madre.El ceño de Carlos se arrugó aún más, comprendiendo de inmediato que había escuchado su conversación con Miguel.—Nunca pensé que en realidad me convertiría en algo tan prescindible para ti, Carlos... —añadí con un fuerte nudo en la garganta.—Para todos, ya somos prácticamente marido y mujer —me interrumpió Carlos.¿Y eso qué? ¿Se casaría conmigo solo por las apariencias? Lo que yo realmente deseaba, era que me pidiera matrimonio por amor, porque quisiera pasar su vida conmigo.Con un ligero chirrido, Carlos cerró su bolígrafo y miró los papeles del Registro Civil en mis manos.—El próximo miércoles