—Sara —Mariana se alarmó de inmediato—. ¿Qué dices? ¿También te gusta el profesor? Eso no puede ser, solo puedes querer a Sergio.Ya no se sujetaba el pecho, solo me miraba muy preocupada.Reí internamente mientras fingía resignación total:—Pero el profesor Ruiz es tan guapo... Cuando lo vi por primera vez pensé que no parecía un doctor, sino un dios bajado del cielo.—¡No! —Mariana me agarró con fuerza—. Sara, aunque sea guapo, si lo miras bien no es tan atractivo como Sergio, ni tan varonil como él. Y lo más importante es que Sergio es sincero, no como este profesor.—¿Mm…? —la miré confundida—. ¿El profesor Ruiz no es sincero? ¿Acaso, cómo lo sabes?Mariana hizo un suave puchero y sacudió mi brazo:—Sara, no puedes querer a nadie más que a Sergio, eres suya.Esta pequeña tenía un fuerte sentido de la exclusividad.—Te gustan las historias de amor eterno, ¿verdad? —como las que escriben en las novelas.Sin importar las dificultades que enfrenten los protagonistas, los lectores siemp
Mariana se negaba a que Sergio se quedara, pero tampoco me quedaba tranquila dejándola sola.No tuve más remedio que pedirle ayuda a Paula, que además estaba de guardia nocturna.—Señora Araya, estar de guardia es mi trabajo. Pedirme que cuide a tu cuñada es aprovechar mi posición, ¿no me estás tratando con demasiada confianza? —bromeó en ese momento Paula.—No es cuidarla, a esta hora todos duermen. Solo que, si tienes tiempo, mires si duerme bien, que no pase nada —expliqué con un tono mimoso.Paula gruñó:—Tantos años de amistad, y siento que, comparado con tu cuñada, yo no valgo nada.—No estés celosa por ella, para mí eres insustituible, ni siquiera Sergio puede reemplazarte —le mostré el pulgar, bromeando con gracia.—No soy Sergio, no necesitas halagarme —tomó mi mano cariñosa, examinando mi anillo.—Es antiguo, una pieza vieja. Y aunque no vale mucho dinero, lo valioso es que Sergio quiso dármelo, no como Carlos —de repente lo mencionó. Ya no sentía nada por esa historia, incl
Me sentí mal escuchando su explicación. Ya era bastante difícil para Paula hablar de ese amor que por tanto tiempo ella había mantenido en secreto, y había sido solo por mi insistencia se había acercado a Pedro.Y ahora Pedro la trataba con tanta dureza; Paula debía estar destrozada.Este hombre no solo rechazaba su amor, sino que además la humillaba.Iba a intervenir en ese instante cuando Pedro interrumpió a Paula:—No me molesta, y además solo puedes molestarme a mí.¿Ah? ¿Qué significaba eso?Me quedé perpleja, y por la expresión de Paula, ella tampoco entendía:—Compañero...—¿No dijiste que me querías? —Pedro la interrumpió furioso de nuevo.—Si me quieres, ¿por qué aceptas el amor de otros hombres? —con estas palabras de Pedro, todo quedó muy claro.Estaba celoso. Y lo expresaba sin ningún tipo de rodeos. ¿Pero no se le había declarado aún? ¿Era esto una declaración?Me emocioné por completo y miré a Paula, quien parecía estar aturdida:—¿Te... te molesta acaso? ¿No me digas que
¡Carajo sí que me duele!Suspire.Alguien me agarro del brazo y me apartó. Al levantar la mirada, me encontré con un rostro desconocido.El tipo, al verme, se notó visiblemente nervioso. Antes de que pudiera decir algo, me soltó y salió a toda prisa corriendo.Me toqué la frente adolorida por el choque mientras observaba su silueta alejándose apresurada. Miré hacia la oficina de Paula y comprendí que él había estado espiando desde la puerta.Estaba tan concentrado escuchando que ni notó cuando salí, por eso chocamos. ¿Sería él el pretendiente que se hace llamar "The One"?Mientras divagaba, Sergio se acercó cauteloso. Estaba por ir hacia él cuando escuché a Paula decir desde adentro:—Tengo hambre.Sonreí al oírla. La doctora Medina sabía jugar bien sus cartas, alternando entre distante y coqueta.—¿De qué te ríes? —preguntó Sergio.—Paula y el profesor Ruiz ya están juntos —señalé hacia atrás.Sergio echó un vistazo y tomó mi mano —Podemos entonces irnos.—¿Estará bien Mariana sola? —
Sergio frotó su frente contra la mía —Te extraño mucho, muchísimo.Tomó mi mano y la guió hacia su entrepierna.Retiré mi mano, ocultándola tras mi espalda. Al ver mi nerviosismo, se rio suavemente—¿Acaso no me deseas?—No, para nada. Y ya de por si tengo sueño —lo empujé mientras buscaba las llaves.Los nervios me traicionaron y no podía encontrarlas. Al final, Sergio las sacó por mí.—Gatita asustada —susurró en mi oído.Todo mi cuerpo ardía, como si su calor fuera contagioso.Sergio abrió la puerta y cuando iba a entrar me detuvo —¿dejasen serio no me vas a dejar pasar?—No, no —ni podía mirarlo.Pero igual se coló dentro. Lo miré molesta —Sergio.—No me quedaré —recorrió cada rincón de la habitación, revisó minucioso las ventanas y volvió—. Todo está seguro, las puertas, ventanas y el interior están bien.Mi corazón se estremeció y algo comenzó a crecer de repente dentro de mí.—Has tenido un día bastante pesado entre vuelos y hospital. Date una buena ducha y descansa —acarició mi
Después de que Sergio se fue, me di una ducha y me acosté con el celular.Paula me había enviado un mensaje con una foto de Mariana dormida y en el texto decía: "Tu cuñada está perfecta".Como era de esperarse de mi mejor amiga, sabía que podía confiar en ella.Le respondí: "Gracias por todo". De inmediato me llamó por videollamada, ¿me estaba esperando?Imaginando que quería compartir su felicidad por su nueva relación, contesté.Paula estaba recostada en su silla de oficina, con una alegría indescriptible de ocultar. Hice una Broma —La primavera se te nota en la cara, el amor se te reflejado en el rostro.—Qué dramática eres, señora Araya —me hizo un gesto con el pulgar hacia arriba.Sin dar tantos rodeos, recordando su juego de tira y afloja con Pedro, la provoqué —Doctora Medina, he descubierto que sabes manipular a la perfección.—¿Tú crees? —sonrió de manera delicada.Sonreí —Quita ese "tú crees", ¿sí?Su silencio lo confirmó todo. Recordé la escena —Paula, no sabes lo emocionad
—Los secretos íntimos no se comparten —bromeó Paula.—Estoy hablando en serio —respondí—. ¿Rechazaste a tu único pretendiente?—Por supuesto, lo rechacé al instante.—Pero no se rindió, sigue enviándote comida y flores. Y, además —pausé—, también te espía.Paula se puso seria cuando le conté sobre el choque en la puerta.Recordando mi experiencia con el acosador del matrimonio arreglado que casi termina mal, le advertí con preocupación —Ten cuidado, Paula. Tipos como esos pueden ser bastante peligrosos. Cuídate al ir y volver del trabajo, y cuando conduzcas.Paula se levantó en silencio y caminó hacia afuera.—¿A dónde vas? ¿Me escuchaste? —insistí.La vi llegar a la estación de enfermería y dirigirse a la enfermera que cabeceaba.—Revisa las cámaras de seguridad, exactamente échale un vistazo antes y después de las ocho y media.La precisión del horario probablemente se debía a la confesión de Pedro.La enfermera se puso a buscar de inmediato. Paula volvió a hablarme.—No creo que sea
Esta vez el tipo no huyó, permaneció en su lugar mirándome fijamente.—¿Me conoces? —pregunté al acercarme.—No.Lo investigue: no impresionaba a primera vista, pero se volvía cada vez más atractivo al mirarlo, con una piel bastante radiante.Vestía diferente el día de ayer, con una camiseta azul claro en lugar de la sudadera que solía usar. Se veía impecable y ordenado.—Parece que nos encontramos demasiado desde el día de ayer —argumente sobre su mentira.—No nos conocemos, pero te pareces mucho a alguien que yo conozco —sonreí ante ese intento anticuado de seducción.Notó mi burla y se sonrojó —Es verdad, tengo una foto.Sacó su celular, tocó un par de veces y me lo mostró. Mi expresión cambió al ver la imagen.Era una jovencita con moño, sonrisa radiante y una cara muy parecida a mí. La única diferencia notable era un lunar que se encontraba a un costado de su ojo.La observé por un momento —Es cierto el parecido, pero no la conozco.—Lo sé —guardó el teléfono con un tono de voz pr