—Los secretos íntimos no se comparten —bromeó Paula.—Estoy hablando en serio —respondí—. ¿Rechazaste a tu único pretendiente?—Por supuesto, lo rechacé al instante.—Pero no se rindió, sigue enviándote comida y flores. Y, además —pausé—, también te espía.Paula se puso seria cuando le conté sobre el choque en la puerta.Recordando mi experiencia con el acosador del matrimonio arreglado que casi termina mal, le advertí con preocupación —Ten cuidado, Paula. Tipos como esos pueden ser bastante peligrosos. Cuídate al ir y volver del trabajo, y cuando conduzcas.Paula se levantó en silencio y caminó hacia afuera.—¿A dónde vas? ¿Me escuchaste? —insistí.La vi llegar a la estación de enfermería y dirigirse a la enfermera que cabeceaba.—Revisa las cámaras de seguridad, exactamente échale un vistazo antes y después de las ocho y media.La precisión del horario probablemente se debía a la confesión de Pedro.La enfermera se puso a buscar de inmediato. Paula volvió a hablarme.—No creo que sea
Esta vez el tipo no huyó, permaneció en su lugar mirándome fijamente.—¿Me conoces? —pregunté al acercarme.—No.Lo investigue: no impresionaba a primera vista, pero se volvía cada vez más atractivo al mirarlo, con una piel bastante radiante.Vestía diferente el día de ayer, con una camiseta azul claro en lugar de la sudadera que solía usar. Se veía impecable y ordenado.—Parece que nos encontramos demasiado desde el día de ayer —argumente sobre su mentira.—No nos conocemos, pero te pareces mucho a alguien que yo conozco —sonreí ante ese intento anticuado de seducción.Notó mi burla y se sonrojó —Es verdad, tengo una foto.Sacó su celular, tocó un par de veces y me lo mostró. Mi expresión cambió al ver la imagen.Era una jovencita con moño, sonrisa radiante y una cara muy parecida a mí. La única diferencia notable era un lunar que se encontraba a un costado de su ojo.La observé por un momento —Es cierto el parecido, pero no la conozco.—Lo sé —guardó el teléfono con un tono de voz pr
Si le quitan el respirador, una vida desaparecerá de este mundo.—Deberías estar a su lado, acompañándola en su última travesía—sugerí.—Lo sé, voy para allá ahora mismo —Luis me miró—. Perdón por molestarte.Moví los labios —Espero que ocurra un milagro.Luis se marchó de manera silenciosa. Lo observé alejarse con una impresión totalmente diferente a la de anoche.—¿Qué miras? Ni oíste tu teléfono —preguntó Sergio al acercarse y tomar las flores que se encontraban junto a él.No supe cómo contarle sobre la presencia de Luis, pues no le había mencionado el enfrentamiento de la noche anterior y la historia era complicada de entender. Principalmente porque me sentía extrañamente triste por sus palabras de que "pronto no estaría".—Sergio, ¿por qué dos personas sin parentesco alguno pueden parecerse demasiado? —pregunté.—Es por el ADN. Con tanta gente por ahí andando en el mundo, es bastante normal que haya cierto parecido en la genética —respondió formalmente.Recordando la razón por la
Y debían llevar un rato mirándonos, lo que significa que presenciaron nuestras muestras de afecto. Sus expresiones no parecían ser muy amigables, aunque quizás era solo mi imaginación.Ya que nos encontramos de frente, no podía evitar saludar. Nos acercamos y le dije —Señora, señor, y Alejandro.Alicia fue la primera en sonreír —Sara, Sergio, ¿qué hacen en este lugar?Miré a Sergio antes de responder —Visitando a una amiga. —No mencioné a Mariana porque sé que a Sergio no le gusta que la molesten. Si Gabriel y Alicia supieran que su hermana está hospitalizada, quería visitarla y cuando Mariana preguntara por mi relación con esas personas, sería difícil explicar. Era mejor no decir ni una sola palabra al respecto.Noté que Gabriel estaba siendo protegido y se veía enfermo. —¿Qué le pasa a Gabriel?—Él... —comenzó Alicia, pero Gabriel la interrumpió—. Solo tenía la presión alta, nada grave.Alicia lo miró de una forma que reflejaba con gran determinación su mentira. Parecía que Gabriel t
Mi expresión se congeló mientras Sergio le daba otro golpecito en la frente —Qué curiosa eres.Mariana hizo un puchero —Solo preguntaba.Miré a Sergio —Ya terminaron los exámenes. Llévala a comer algo, iré a ver.—Sara, ¿qué vas a ver? —preguntó Mariana, siempre curiosa.Sergio, entendiendo mis verdaderas intenciones, la empujó diciendo —Antes no hablabas tanto, ¿antes que ni hablabas, y ahora eres una parlanchina?—Hablo porque después quizás no pueda —su comentario silenció a Sergio y me destrozó el corazón. Era claro que Mariana también le tenía mucho miedo a no sobrevivir la operación.—No digas estupideces —Sergio le dio una suave palmada en la cabeza.Mariana se aferró a su brazo con fuerza y mientras se alejaban, esperé hasta perderlos de vista para buscar a Gabriel.—Sara, ¿por qué volviste? —preguntó Alicia.—Me preocupa Gabriel —fui honesta. Los había llamado padres adoptivos ante Mariana porque en realidad los consideraba mis padres.—Ya dije que estoy bien —la voz de Gabri
Con su grito de dolor, le arrojé el café en la cara. Alberto saltó, limpiándose el rostro mientras maldecía —¿Estás loca mujer?Apuntándole con la taza vacía, amenacé —La próxima vez que te pases de listo, te parto la testa con esto y te entrego directito a la policía.Su camiseta blanca estaba manchada de café, su pelo goteaba café . Se veía patético. Aun así, seguía provocando.—Sara, no creas que me asustas, no te tengo miedo, yo...No escuché el resto, salí apresurado de la cafetería.Alejandro me siguió —¿Quién es?—El hermano de Beatriz —me limpié el café de las manos con una toallita húmeda del bolso.—¿Te acosa con frecuencia?—Algunas veces —tiré la toallita en el pote de la basura más cercano.Alejandro calló. Sin darle mayor importancia al incidente, pregunté —¿El señor estará hospitalizado?—Ya está en la Torre Esmeraldina, apartamento 812.Asentí —Iré entonces a verlo más tarde.—Bien, compraré algunas cosas. Ve a lo tuyo —me despidió Alejandro.Me fui, pero recordando que
—Sara, eres en serio muy tóxica—el comentario de Mariana me avergonzó demasiado, pero pregunto inquieta—. Aunque me encanta.—Pequeña traviesa —fingí mirarla con reproche, haciéndola reír.Salí al pasillo buscando a Sergio. No había nadie en ninguna dirección. Si estaba hablando por teléfono, buscaría un lugar más tranquilo para hacerlo. Después de pensarlo por un momento, me dirigí a las escaleras de emergencia.Al acercarme, escuché su voz —...aunque el taller ya no existe, los mecánicos deben seguir por ahí. Hay que encontrarlos... Por supuesto que es necesario, debo darle una explicación a Sara y demostrar la inocencia de mi padre.Mi corazón se encogió al escucharlo. En estos días había estado dudando si investigar nuevamente el problema de los frenos en aquel accidente. No imaginé que Sergio ya lo estaba haciendo.Cuando terminó esa llamada, estaba por entrar cuando sonó otra vez su celular. Me detuve de inmediato.La puerta estaba abierta. Vi a Sergio con un cigarro mientras con
Mi corazón se detuvo mientras pensaba en los exámenes de Mariana —¿Los resultados salieron mal?Paula, con las manos en los bolsillos de su bata blanca, negó con la cabeza la situación —No, el problema está con el donante.—¿Cómo? —no entendía muy bien.—El donante se encuentra en estado de muerte cerebral. La familia había aceptado donar todos sus órganos, pero ahora cambiaron de opinión —explicó Paula y comprendí la gravedad del asunto.Este donante era compatible con Mariana. Sin la donación, tendría que seguir esperando, y ese tiempo era un completo misterio.—¿Se sabe por qué se retractaron? —pregunté.Paula hizo una mueca —No, solo recibimos la notificación. Como sabes, la información del donante es confidencial.Pensé en la ilusión de Mariana por su nueva vida. Me dolía si quiera imaginar su decepción al saber que la operación se aplazaría.—¿Por eso el profesor Ruiz llamó a Sergio?—Probablemente —me dio un toque en el brazo—. No te desanimes, seguro el profesor encontrará algu