Con su grito de dolor, le arrojé el café en la cara. Alberto saltó, limpiándose el rostro mientras maldecía —¿Estás loca mujer?Apuntándole con la taza vacía, amenacé —La próxima vez que te pases de listo, te parto la testa con esto y te entrego directito a la policía.Su camiseta blanca estaba manchada de café, su pelo goteaba café . Se veía patético. Aun así, seguía provocando.—Sara, no creas que me asustas, no te tengo miedo, yo...No escuché el resto, salí apresurado de la cafetería.Alejandro me siguió —¿Quién es?—El hermano de Beatriz —me limpié el café de las manos con una toallita húmeda del bolso.—¿Te acosa con frecuencia?—Algunas veces —tiré la toallita en el pote de la basura más cercano.Alejandro calló. Sin darle mayor importancia al incidente, pregunté —¿El señor estará hospitalizado?—Ya está en la Torre Esmeraldina, apartamento 812.Asentí —Iré entonces a verlo más tarde.—Bien, compraré algunas cosas. Ve a lo tuyo —me despidió Alejandro.Me fui, pero recordando que
—Sara, eres en serio muy tóxica—el comentario de Mariana me avergonzó demasiado, pero pregunto inquieta—. Aunque me encanta.—Pequeña traviesa —fingí mirarla con reproche, haciéndola reír.Salí al pasillo buscando a Sergio. No había nadie en ninguna dirección. Si estaba hablando por teléfono, buscaría un lugar más tranquilo para hacerlo. Después de pensarlo por un momento, me dirigí a las escaleras de emergencia.Al acercarme, escuché su voz —...aunque el taller ya no existe, los mecánicos deben seguir por ahí. Hay que encontrarlos... Por supuesto que es necesario, debo darle una explicación a Sara y demostrar la inocencia de mi padre.Mi corazón se encogió al escucharlo. En estos días había estado dudando si investigar nuevamente el problema de los frenos en aquel accidente. No imaginé que Sergio ya lo estaba haciendo.Cuando terminó esa llamada, estaba por entrar cuando sonó otra vez su celular. Me detuve de inmediato.La puerta estaba abierta. Vi a Sergio con un cigarro mientras con
Mi corazón se detuvo mientras pensaba en los exámenes de Mariana —¿Los resultados salieron mal?Paula, con las manos en los bolsillos de su bata blanca, negó con la cabeza la situación —No, el problema está con el donante.—¿Cómo? —no entendía muy bien.—El donante se encuentra en estado de muerte cerebral. La familia había aceptado donar todos sus órganos, pero ahora cambiaron de opinión —explicó Paula y comprendí la gravedad del asunto.Este donante era compatible con Mariana. Sin la donación, tendría que seguir esperando, y ese tiempo era un completo misterio.—¿Se sabe por qué se retractaron? —pregunté.Paula hizo una mueca —No, solo recibimos la notificación. Como sabes, la información del donante es confidencial.Pensé en la ilusión de Mariana por su nueva vida. Me dolía si quiera imaginar su decepción al saber que la operación se aplazaría.—¿Por eso el profesor Ruiz llamó a Sergio?—Probablemente —me dio un toque en el brazo—. No te desanimes, seguro el profesor encontrará algu
¡Me había llegado el período!—¡Espérate un momento! —llamé a Paula corriendo hacia ella—. Como predijiste, me vino el periodo. ¿Me prestas tus productos de enfermería?Paula sacó sin hacer tantos rodeos la llave de su sala de descanso —Toma lo que necesites.Subimos en el ascensor hasta su departamento cuando escuchamos gritos:—¡Mujer sin vergüenza! Te casaste con mi hijo y andabas con otros hombres hasta que lo mataste.—¡Ahora vienes con un bastardo diciendo que es de los Navarro!—¡Sabemos tus verdaderas intenciones, solo quieres la indemnización de mi hijo!Paula se adelantó corriendo, mientras yo me quedé paralizada. ¿Por qué me sonaban tan familiares esos insultos?Aunque necesitaba de manera urgente ir al baño, no pude evitar acercarme a la multitud.—Este bebé es de los Navarro, cuando nazca la prueba lo demostrará —reconocí esa voz antes de verla.Era Beatriz.Con razón esa escenita me resultaba tan familiar. —¿Prueba? ¿Crees que nos la creemos? Sabemos que ahora tienes un
Si le pegaba en el vientre, el bebé no sobreviviría. Aunque la vieja no lo reconocía muy bien, Carlos había aclarado que no era el suyo, sino el hijo que había fallecido Andrés. Si algo pasaba, los Navarro perderían a su único heredero.Mi corazón se detuvo y corrí en ese preciso instante. Paula, la más cercana a la familia, también anticipo las consecuencias y detuvo a la anciana —Señora, no puede hacer esto.Beatriz explotó de ira —¡Déjela en paz! Es su nieto, si los Navarro le hacen algo se quedarán sin descendencia.—¿Sigues diciendo que es de nuestra familia? Hoy mismo lo sacaremos y veremos si es un Navarro o no —la vieja había perdido la razón.—Bien, pues comprobémoslo ahora mismo —Beatriz, provocada por los insultos, la desafió.Aunque no quería involucrarme, una vida estaba en juego, especialmente la sangre de alguien fallecido. Agarré a Beatriz que seguía provocándome.—¿De verdad arriesgarías a este bebé?Me miró sorprendida y roja de la rabia..—Ven conmigo —la jalé.—¿Qu
Al verla negarse a aceptar la realidad, sonreí con desprecio —Sé con exactitud cómo es Carlos porque crecí junto a él durante más de diez años. Vivíamos en la misma casa, comíamos juntos, compartíamos todo juntos. Lo conozco tan bien que hasta sé cuántas veces va al baño cada día y cuándo tiene gases acumulados.Usé las mismas palabras con las que Miguel acostumbraba burlarse de Carlos y de mí.Beatriz se agacho, negando la situación y los hechos ocurridos con desesperación.—No, no es así.—Pruébalo si no me crees —dije con un tono un poco amenazante.Se quedó mirándome paralizada, sin palabras, antes de alejarse y tambalear.Observando su figura y recordando su comportamiento el día de hoy, dudé unos segundos antes de llamar a Carlos, olvidando así que no respondía a las llamadas de nadie.—Sara —contestó apresurada.Su voz me hizo reaccionar de inmediato. Pensando en la preocupación de todos y la enfermedad de Gabriel, exploté al instante —¿Dónde estás? ¿Qué edad tienes para desapar
De manera inesperada, me estaba saliendo de nuevo sangre por la nariz. Antes solo lo había visto en la televisión y pensaba que era algo divertido para asustar a los demás pero nunca imaginé que me pasaría a mí en la vida real.—¡Sasa, te sangra la nariz! —pronuncio Sergio angustiado, levantando la mano para limpiarme.Reaccioné más rápido que él, tapándome la nariz y echando la cabeza hacia atrás —Es por el calor.—¿Has bebido agua durante el recorrido? —preguntó preocupado.—Sí, eso debe ser... —culpé al agua por conveniencia.Me dio un pañuelo —Has estado corriendo de un lado al otro estos últimos días sin beber suficiente agua. Debí estar más pendiente de ti.Se culpaba a sí mismo una y otra vez. Y en cierto modo tenía toda la razón. Aunque la hemorragia no era por deshidratación ni cansancio, sino por él mismo.Por fortuna la hemorragia paró demasiado rápido, pero Sergio me levantó en brazos.En el hospital lleno de gente, todos nos miraban mientras cargaba a una mujer adulta tal
—Qué bueno— pensé, agradecida con Pedro. La verdad, no esperaba que se involucrara tanto. Para mí, ya era una gran suerte que un profesor de su nivel hiciera la cirugía personalmente, pero el hecho de que también se preocupara demasiado por el corazón…—Sabes que esto es por Paula.—Oye, ¿cuándo llegará el nuevo corazón?— pregunté.Sergio bajó inquietante la mirada. —No lo sé con certeza.Miré el pasillo silencioso del hospital. —¿Qué quiso decir el profesor Ruiz? ¿Seguimos esperando aquí o nos vamos a descansar?—Mejor nos vamos. Mariana, por su salud, casi nunca sale del pueblo, y nunca ha estado en Cañada Real. Quiero llevarla a conocer el lugar— explicó Sergio.Estaba de acuerdo. Mariana había probado el café y el té por primera vez, lo que demuestra lo desconocido que es este mundo para ella. Solo lo había visto en libros, pero nunca en la realidad.—Está bien— dije, aprobando su idea.Recordé aquella conversación en la escalera, así que aproveché para sondear: —Pero si la acompañ