Me quedé completamente paralizada, con el corazón latiendo de forma acelerada...Había querido provocarlo para probarlo, pero ahora que respondía, me intimidaba. —Sergio, tú... —dije con la respiración entrecortada.Dio un paso hacia adelante, cortando mis palabras y haciéndome retroceder al instante.Con ese movimiento, logró entrar al apartamento mientras yo quedaba acorralada contra el mueble del recibidor, ambos sosteniendo aún la taza de sopa. Era impresionante que no se hubiera derramado ni una gota durante todo este forcejeo.Mi corazón latía tan fuerte que sentía que iba a estallar...Sergio permaneció en completo silencio, solo mirándome desde muy cerca. Yo no me atrevía a devolverle la mirada, arrepentida de haberlo provocado. Paula me había advertido que los hombres no se resistían ante la tentación. Había actuado de manera apresurada, como una tonta.Pero lo hecho, hecho estaba. No tenía sentido arrepentirse ahora.Me vi obligada a calmarme, sabiendo que necesitaba mantener
La experiencia con Carlos me había afectado tanto que sentía la imperiosa necesidad de comprobar mi atractivo, de saber si realmente era capaz de despertar deseo en un hombre.—Sergio —murmuró mientras mis manos recorrían con suavidad su espalda por encima de la tela, atrayéndolo hacia mí y clavando suavemente mis uñas.Su cuerpo se tensó de inmediato, y pude oír cómo contenía el aliento antes de susurrar —Sasa...Me acerqué cada vez más, consciente del efecto que podría causar mi cuerpo recién duchado y apenas cubierto por la pijama. Me dije que, si ni así lograba despertar su interés, entonces el problema definitivamente estaba en mí.—Sasa —gimió suavemente Sergio mientras se apartaba, sujetándome por los hombros con la mirada baja, jadeando. Su nuez de Adán se movía de manera clara y todo su cuerpo temblaba como después de una carrera. Yo tampoco estaba mejor; después de dar este paso me debatía entre la valentía y la vergüenza.—Sasa, deberíamos dormir ahora—musitó mientras me sol
"¡Buenas noches, mi novia!", me escribió Sergio media hora después.No podía evitar preguntarme qué habría hecho en ese tiempo, ¿tal vez como en las novelas, se dio una ducha fría? El solo hecho de recordar cómo había tenido que frenar todo de forma tan abrupta me dejaba sin valor para contestarle.Esa noche dormí fatal, probablemente porque yo no me di ninguna ducha fría, y sentía como si algo me recorriera por dentro. Comprendí en primera persona lo que significa que el deseo sea un pozo sin fondo.Al no poder conciliar muy bien el sueño, desperté muy temprano. Aunque por mucho que madrugara, jamás le ganaría a Sergio, que ya había salido a correr.La vitalidad y aguante de este hombre eran realmente increíbles. Alguien así seguramente sería muy intenso en... ¡esas cosas! Era como si me hubieran embrujado, en realidad no conseguía sacármelo de la cabeza...Y todo por culpa de Paula, ¿por qué me dio ese terrible consejo anoche? Sin importar la hora, le mandé un mensaje: "¿Tienes hambr
En su cara apareció una sonrisa entre resignada y tierna —Ya lo has hecho otras veces, tienes un historial muy comprometedor.Mis mejillas ardieron de nuevo, con una mezcla de vergüenza y fastidio total. Este hombre... ¿no podía simplemente saberlo y callarse? ¿Por qué tenía que decirlo? Qué poco delicado eres.—Sasa —me llamó Sergio con suavidad—, tan valiente para hacer travesuras y después tan tímida... no has cambiado nada desde pequeña. ¿Verdad?Iba a protestar cuando algo me hizo dudar. ¿Travesuras? Anoche cuando abrí la puerta en pijama, ¿no lo interpretó como algo casual, sino por el contrario analizó mis intenciones? ¿Supo que lo hice de manera intencional?¡Por Dios! Qué vergüenza tan grande.Las llaves del coche casi se deshacían en mis manos. Molesta, levanté la barbilla para defenderme —¿A quién llamas traviesa? Si el que... mmm...No pude acabar porque Sergio cariñoso se inclinó y me besó. No sé si era porque venía de correr, pero sus labios estaban cálidos y suaves...Me
—¿Qué pasa?—¡Sergio!Hablamos al mismo tiempo.—¿No dijiste que hoy te ibas? ¿A dónde vas? —pregunté jadeando por haber corrido hacia él.Quedó pensativo por mi repentina bajada del coche se tranquilizó al oírme, y una sonrisa se dibujó en sus labios —¿Tienes miedo de que me escape?Su broma hizo que mis mejillas se sonrojaran. Fingí estar enfadada —¿A dónde vas a ir?—Ya no me voy, por ahora —respondió con evasivas.—¿Eh…?—Originalmente iba a irme porque el trabajo aquí había terminado y no tenía nada que me detuviera, pero ahora es diferente —dijo Sergio acercándose e inclinándose un poco hacia mí—, porque ahora tengo novia.Esa dulzura me hizo sentir como si una corriente eléctrica recorriera todo mi cuerpo. Di un paso atrás y me di la vuelta.Pero antes de que pudiera alejarme, Sergio me agarró la muñeca y me atrajo con firmeza hacia él.Rozó mi cabeza con su barbilla y susurró con un tono de voz ronca—No voy a desaparecer. Si tengo que irme, te lo diré y solo me iré si tú estás
Recordando su acusación anterior, aproveché el momento para vengarme: —Por favor suelta mi mano, o te denunciaré por acoso.¡Ja, ja,ja!Alberto soltó una gran carcajada: —Adelante, denúnciame.No tenía miedo. En fin, con alguien tan descarado mejor no complicarse. Intenté liberar mi mano.Pero no me soltó, y con una sonrisa arrogante dijo: —Señorita, cuánto tiempo sin verte, cada vez estás más... guapa.—¡Vete! —volví a forcejear para soltarme.Siguió reteniéndome, y se acercó cada vez más: —Hermana tienes cada vez peor genio.Cuando alguien carece de vergüenza, es imparable. Eso describe perfectamente a gente como Alberto.—Alberto, ¿qué haces? ¿Tienes tiempo para coquetear ahora? ¡Ven rápido! —lo llamaron desde lejos.Antes corría con tanta prisa, seguro tenía algo importante.Pero ahora Alberto no parecía estar apurado. Ni siquiera atendió a quien lo llamaba, seguía aún sujetando mi mano: —Señorita, me han dicho que ahora estás libre, ¿puedo pretenderte?Esas palabras me dolieron pr
Mi párpado se agitó dos veces de manera violenta. Los mayores decían que el ojo izquierdo palpitando traía buena suerte y el derecho, mala fortuna. Tenía un mal presentimiento.Pero, aunque supiera que había un tigre en la montaña, debía subir. Aunque tampoco iría directo hacia el peligro. Pensando en esto, le escribí con precaución a Miguel: "Miguel, voy a ver en este momento a Mario, cúbreme."No respondió, seguramente estaba entrenando. Sí, entrenando, no durmiendo hasta tarde, porque Miguel tenía una competencia y además del entrenamiento con el balón, tenía una exigente preparación física. Dormir hasta tarde no era una opción para él.No me inquietaba que no viera el mensaje, lo miraría después del entrenamiento, y además aún faltaba para mi cita con Mario.Respiré profundo, pisé el acelerador y me dirigí a la residencia Los Álamos.Al llegar, el extraordinario Range Rover de Mario ya estaba parqueado en la entrada, y él hacía ejercicios de estiramiento.Aunque dudaba si realmente
—Sé sincero, ¿te acostaste con Sara?La voz grave se coló por la rendija de la puerta, frenándome en seco justo cuando iba a entrar.Por la abertura, vi a Carlos recostado en su sillón, con los labios apretados.—Ella se me insinuó, pero no me interesa.—Vamos, Carlos, no seas tan quisquilloso. Sara es toda una belleza, muchos andan tras ella —dijo Miguel Soto, el mejor amigo de Carlos y testigo de nuestra historia de una década.—Es que la conozco demasiado, y no hay ninguna chispa entre nosotros, ¿me entiendes? —repuso Carlos con el ceño fruncido.A los catorce años me habían enviado a vivir con los Jiménez. Ahí fue que conocí a Carlos, y todos comenzaron a decir que algún día nos casaríamos.Desde entonces hemos vivido juntos, y así, entre ir y venir, se nos fueron diez años.—Claro, si trabajan en el mismo lugar, se ven las caras todo el santo día, y encima viven juntos. Seguro hasta saben cuándo el otro va al baño.Miguel soltó una risita y chasqueó la lengua.—Ya no estamos para