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Capítulo 4: La Desgracia se Cierne Sobre Nosotros

―Mario está ahora consciente y quiere verte―me dice el sanador y yo respiro profundo por toda la calamidad que se ha desatado.

―Enseguida voy―le digo con un asentimiento de cabeza y él me sonríe.

―Solamente, ten cuidado con lo que dices, porque todavía su conexión con su lobo es débil―me advierte y yo siento como se me forma un nudo en la garganta.

Así que paso a su habitación, olvidándome de que tengo que ir con mi padre, pero, a lo mejor pueda salvar toda esta situación, si es que hablo con Mario y que razone con su padre, después de todo, él quería romper nuestro compromiso y eso fue lo que hice.

Una unión a la cual él no le había puesto importancia, así que estuvo bien que lo hiciera, para su felicidad y mi humillación, al ser una cornuda de la cual todo el mundo se burlaba.

― ¿Estás bien? ―le digo en cuanto lo veo.

― ¿Qué, ahora te vas a burlar de mí? ―me espeta todo cabreado, aunque todavía se nota que está batallando por recuperarse―casi no lo escucho―me dice y no le entiendo―a mi lobo―me aclara―ha perdido casi toda su fuerza por tu culpa―me acusa y yo trato de contener las ganas que tengo por reclamarle.

―Yo no fui la que falló en nuestra relación, si no tú con tu desfile de mujeres pasando por tu cama―le digo la verdad, aunque suene como un reproche―yo quería que todo funcionara entre los dos, que nos hiciéramos la marca y que pudiera ser tu mujer―le recuerdo y él ahora me mira con rabia, aunque se nota que le duele cada movimiento―pero no fue así, muy por el contrario―le indico y él ahora destila odio.

―Soy un alfa, Adele―me responde, como si eso explicara todo―cumplo con la función más sagrada de toda la manada, cuidar de ella―me reclama, pero no entiendo nada de nada esta vez―pero ¿qué recibo a cambio? la humillación de haber sido rechazado por una simple beta como tú―me acusa y yo respiro profundo.

―Si hay algo que pueda hacer por tu condición, estoy a tu disposición―le indico, tratando de controlar mi orgullo, por lo que me acaba de decir.

―Sí, puedes hacer algo por mí―me dice ahora con una sonrisa ladina―más vale que tú y tu familia corran porque me encargaré de que mi padre los borre de esta manada―ahora se ríe a carcajadas―todos ustedes pagarán por lo que me has hecho y ya verán que mi familia no es motivo de burla.

―Pero, si no te he tocado, Mario, solamente te rechacé, que era lo correcto entre los dos, para que pudieras llevar a la cama a todas las mujeres que tú quisieras―trato de que entienda, pero mis palabras no tienen el efecto que espero, muy por el contrario.

―No me interesan tus razones, Adele―se vuelve a reír de mí―anda, huye, tienes hasta que encuentre a mi padre para que los saque de aquí, como los perros que son―me amenaza, pero es tanta la rabia que lo veo supurar, que siento un escalofrío de pie a cabeza y salgo enseguida de su habitación.

De inmediato bajo las escaleras para encontrarme con mi padre y explicarle todo lo que ha pasado, antes de que Mario cumpla su amenaza, si es que Mariah no ha encontrado a su padre ya y le haya contado su versión de lo que ha pasado con su hermano.

No, tengo que pensar en mi familia, antes que en mi orgullo herido, porque es sabido por todos que alfa Boris es caprichoso y vengativo y a pesar de que Mario es su quinto hijo, sigue llevando su sangre,

Además, estoy segura de que no nos llevará a un juicio justo, solamente descargará su ira sobre nosotros.

Así que busco por todos lados, incluso en su despacho, pero no lo encuentro por ningún lado.

―Me dijeron que estuvo en su oficina, pero tuvo que irse de inmediato―me indica su asistente y yo me quedo anonadada.

―Pero es que él no me dejaría aquí sola en la fiesta―le digo toda preocupada.

―Lo cierto es que no me han dicho más nada, solo que recibió una mala noticia y que ahora iba a ver de qué se trataba―me señala y ahora me siento culpable, porque yo le voy a traer otra mala noticia, acerca de los hijos de alfa Boris, quien está descontento con él, además.

― ¿Y no te ha dicho para dónde se dirigía? ―inquiero y él niega con la cabeza.

―No, pero creo que se trata de sus negocios―me dice, así que de inmediato me voy directo a las oficinas de su negocio, que se encuentra en el centro de la manada, a ver si lo puedo encontrar.

Pero no está aquí, en cambio, el lugar se nota desolado y ni siquiera veo a los guardianes que siempre están apostados en la entrada.

Esto me da muy mala espina.

Y si mi padre vino aquí y vio esto, de seguro debe estar tan consternado como yo.

Así que voy corriendo hasta la casa, el siguiente lugar en donde iría mi padre.

Y lo encuentro aquí.

Pero todo está afuera.

Los muebles, las camas, el comedor, y hasta el aparador que nuestra abuela nos heredó está aquí, incluyendo mi ropa y la de mis hermanos.

Y ahí está mi padre abrazando a mi madre y a los gemelos.

―Hemos sido embargados―me dice papá, en cuanto ve mi cara de terror―lo hemos perdido todo, hasta la casa ancestral de nuestra familia, me confiesa y siento como si toda la sangre abandonara mi cuerpo y un viento gélido nos golpeara a todos.

Tan desamparados y con deudas, para acabar de rematar.

―He hablado con mi primo Hugo, el beta de la manada Moonlight, y nos ha prometido ayudarnos con casa, comida y dinero para cubrir lo que haga falta de la deuda―me señala mi padre, pero eso no me consuela.

Porque yo soy la culpable de todo esto.

―Yo he traído toda esta desgracia a nuestro hogar―se me escapa decirle a papá, pero este no me entiende―hoy he rechazado a Mario y su familia en venganza nos lo ha quitado todo.

―No, Adele, no has sido tú, sino yo, que he fracasado en un gran negocio que tenía en manos―me dice, pero sus palabras no me consuelan.

―Me alegra todo esto―me dice una voz más que conocida―se merecen todo esto y más―nos señala con una sonrisa ladina.

Entonces, volteo para ver a Mario, quien viene con un sirviente, quien lo está ayudando a mantenerse en pie.

―Ni aun estando enfermo dejas de ser cruel―le digo con lágrimas en mis ojos―mi familia ha caído en desgracia, ¿qué no lo ves? ―le espeto molesta.

―Te tendré la misma compasión que me has tenido tú al haberme rechazado, dejándome tan débil como estoy ahora―me indica y ahora mis padres se sorprenden por sus palabras―pero te tengo una propuesta para que salves a tu familia―me dice y yo respiro profundo.

―Pues, dilo de una buena vez, en lugar de seguirte burlando de nuestras penas―le exijo y él ahora se ríe.

―Está bien, te lo diré―me dice y se pasa un dedo por el labio inferior―acuéstate conmigo y haré que mi padre salde todas sus deudas―me dice y ahora siento que me han dado una bofetada.

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