Atravesamos el portón del bar y enseguida nos vemos rodeados por una atmósfera que nos termina bañando con una tenue luz violeta. La entrada es un corto pasillo cuyas paredes están cubiertas con altos espejos que reflejan cada paso que doy junto a Cosmo, proyectando un juego de imágenes que casi parece interminable.Al llegar al corazón del bar, no puedo evitar detenerme un momento para admirar el lugar. Es un espacio sumamente elegante, sofisticado y cuidadosamente diseñado. Las superficies de las mesas lucen un dorado mate que combina perfectamente con los detalles de los sofás de terciopelo morado que tienen forma de L. El mueble del bar y la parte baja de las paredes están adornados con el mismo revestimiento dorado, dándole un aire de exclusividad.El cielo raso es una obra de arte por sí mismo: tapizado con un gamuzado negro, simula un cielo estrellado gracias a cientos de pequeñas luces plateadas que brillan con delicadeza. La música electrónica es suave, relajante, lo justo par
Huele a leña, a café recién hecho y a tierra mojada. La suavidad de la sábana me envuelve, como si intentara seducirme a quedarme allí, entre esas sedas frías que me invitan a acurrucarme, a disfrutar de ese instante suspendido en el tiempo. «Cinco minutos más», me digo, mientras el grueso cobertor me acaricia y me susurra que duerma un poco más, que el mundo espere. Es un amanecer perfecto, fresco, sereno. No recuerdo haber dejado la ventana abierta, pero me encanta la brisa suave que acaricia mi rostro, el canto lejano de los pájaros, y el tenue golpeteo de la llovizna.Pero, ¿por qué huele a leña? Y ese montón de pájaros cantando... ¿Qué está pasando? ¡Dios, mi cabeza me duele!El sol comienza a brillar con fuerza, filtrándose entre las cortinas, y me obliga a abrir los ojos. ¿Ya salió el sol? ¡Oh, Dios! ¡¿Me quedé dormida en un día laboral?!Con rapidez, abro los ojos, trato de protegerme de la luz brillante, cubriéndome la cara con una mano. Y ahí, entre mis dedos, veo a un hombre
Este sentimiento desgarrador es completamente nuevo para mí, y no me gusta en absoluto. Hace que mi corazón se sienta frágil, blando y expuesto, como una lechuga a punto de deshojarse. Es una vulnerabilidad que jamás pensé experimentar, y me está consumiendo.Intento aferrarme a la fe, pero este presentimiento sombrío me empuja a temer lo peor. No debería sentirme así, lo sé, pero no puedo evitarlo. Es como si una parte de mí ya hubiese aceptado que he perdido algo invaluable, algo tan esencial que su ausencia me deja al borde de la desesperación. Es aterrador darme cuenta de cuánto significa él para mí, cuánto espacio ocupa en mi vida, y cuánto vacío deja ahora que no está aquí.La ansiedad me aprisiona, impidiéndome siquiera pedir a Dios por su bienestar. Quiero que esté bien, lo deseo con cada fibra de mi ser, pero mi mente, inquieta y paranoica, comienza a tejer posibles escenarios, cada cual más sombrío que el anterior: ¿Y si no murió ahogado? ¿Será que logró salir del río? Ningun
Que pueda amar tantas cosas en este mundo me ayuda a entender que, contigo, es diferente. El amor que llegué a conocer jamás se sintió así: tan intenso, desestabilizador, como si el armazón de mi alma se hubiese desprendido, dejándome así... tan vulnerable..Nuestra forma de besar es intensa y liberadora; nos separa de la realidad y nos transporta a un mundo donde solo existimos nosotros. Es como si cada uno intentara absorber el alma del otro, como si nuestros labios buscaran dejar una marca de pertenencia imborrable. Puedo sentirlo claramente en los míos: es como si sus labios escribieran su nombre sobre los míos.—Inocencia —su respiración suena entrecortada, y sus ojos me recorren con una intensidad arrolladora—. Que hayas venido corriendo desnuda hacia mí supera cualquiera de las fantasías que haya tenido en mi vida.¡¿Desnuda?! ¡Oh, por Dios! Fue tanta la emoción de verle que ni siquiera me percaté de ese detalle… Maldición, siento cómo el calor me sube hasta las mejillas mientr
Luego de aquel encuentro desenfrenado y pasional, nos quedamos sentados sobre las piedras lisas que se encuentran en fondo del agua de las termas naturales. La calidez de las aguas nos envuelve, mientras la brisa nocturna acaricia nuestra piel desnuda. Dimitri me tiene abrazada desde atrás, sus brazos rodeando mi cintura con un gesto protector, mientras su barbilla reposa cómodamente sobre mi hombro. De vez en cuando, desliza su barba contra mi cuello, provocando pequeñas cosquillas que me hacen reír. En respuesta, mis dedos juguetean bajo su rodilla, esa zona sensible que hace un rato descubrí como su punto débil, arrancándole suaves carcajadas.Me gusta este momento, esta calma. Me hace sentir completa, como si el mundo se redujera solo a nosotros dos y eso fuese suficiente.—Tengo que regresar con mi familia —murmuro con un tono bajo, casi temiendo romper el hechizo de nuestra burbuja.—Lo sé —responde, pero no hay prisa en su voz, solo resignación.—No solo mi familia está preocupa
«Maldición… ¿Por qué me duele la pompi derecha?».Me voy despertando mientras la claridad del día se cuela a través de mis párpados. Un mechón de cabello en mi boca me produce un asco inmediato, y entre una mezcla de quejidos y escupitajos, intento deshacerme de él. Mis movimientos son torpes mientras me incorporo lentamente, con los ojos aún entrecerrados, tratando de entender dónde estoy y qué está pasando.A mi lado distingo a una chica acostada, su cabello ondulado y desordenado cubre su rostro.—Lottie, despierta —murmuro con voz soñolienta—. Lottie…Le aparto el cabello de la cara con cuidado y empiezo a sacudirle el hombro con suavidad, pero ella parece atrapada en un sueño profundo.—¡Lottie, despierta!De repente, abre los ojos como si hubiera tenido un mal sueño, su expresión es de completo espanto. Sus ojos rojos se encuentran con los míos, y enseguida se sienta sobre las almohadas.—¡Ino! ¿Cómo te sientes? —me toma de la mano, sus palabras brotan con ansiedad.—Pues… no sé.
Narrado desde la perspectiva de Richard Kross.—Por cierto, ¿por qué me llamas desde ese número? ¿Qué pasó con el celular que te regalé? —pregunto, esforzándome en sonar casual, aunque por dentro estoy lleno de impaciencia. Inocencia Trevejes, la mujer más testaruda que he conocido, tiene una habilidad única para desobedecer mis instrucciones. Ese celular que le di no era un regalo cualquiera; tiene un propósito que ella jamás debe imaginar.—Lo dejé en el auto, y… bueno, Ermac se lo llevó esta mañana.«El pececito ha mordido el anzuelo».—Oh, ya entiendo —respondo, adoptando un tono de falsa decepción.—Sí.—Bueno, te dejo descansar. Te llamo más tarde, ¿de acuerdo?—Ok, que tengas un buen día.No creo que haga falta llamarle de nuevo. No después de lo que está a punto de suceder.Cierro la llamada rápidamente, dejando a Inocencia con la falsa tranquilidad de que todo está en orden. Salgo de mi oficina a paso rápido, con cada movimiento cargado de determinación. Mi destino está claro:
Saltamos por la ventana del salón de la chimenea, aterrizando en el suelo con la urgencia de quienes saben que el peligro está pisándonos los talones. Sin perder tiempo, comenzamos a correr hacia la parte trasera de la mansión. Sebastián va delante, cargando a Marisol en sus brazos. La pequeña, temblando de miedo, se aferra a él con tanta fuerza que parece querer fundirse en su pecho. Sus sollozos desgarran el aire, y cada lágrima que derrama aviva un fuego en mi interior que amenaza con consumir mi autocontrol. Nunca me había sentido así, con una furia tan desbordante, un deseo oscuro de arrancarle la vida a Richard. Pero no puedo ceder a este impulso. No ahora.—¡Voy a llamar a Alexis! —grita Jennifer, quien corre un poco más adelante, liderando nuestra huida—. ¡Espero que aún esté libre!Su voz está cargada de desesperación, y no puedo evitar sentir un escalofrío al escucharla. Entre jadeos, trato de mantener el paso mientras pregunto:—¿Alexis… no estaba aquí? —Cada palabra me cues