Creí que sería lindo darle alas de esperanza a mis sueños; lo que no sabía era que, con esas mismas alas, mis sueños podrían salir volando y perderse de mí. Cuando los vuelva a atrapar, me aseguraré de encerrarlos en una jaula.Tras mi desgarradora charla con Jennifer, regresamos a la sala de la casa. Marisol está sentada frente al televisor, absorta en la pantalla, mientras Sebastián permanece a su lado, aparentemente igual de concentrado. Necesito hablar con ella, pero antes debo reunir todas mis fuerzas y aparentar fortaleza, aunque por dentro me sienta completamente rota.Respiro profundamente, tratando de calmar mi agitada mente, y camino hacia ella. Me agacho frente a la pequeña, asegurándome de mirarla a los ojos para captar toda su atención.—Pequeña, voy a llevarte a la casa de tu abuelito Frank. Necesito que te quedes un tiempo por allá —le digo con la voz más firme y serena que puedo lograr.Marisol ladea la cabeza y me mira con esa inocencia que siempre logra tocar mi coraz
Al llegar a la casa de Chitsen, todos descendemos del auto, excepto Marco, quien da la vuelta en el vehículo y se aleja conduciendo por la misma calle por la que llegamos.—Permítame ayudarle con los maletines.—Gracias, Sebastián. —Le entrego ambas maletas.Caminamos hacia la entrada, y me detengo frente a la puerta, dando tres firmes toques. A los pocos segundos, se escuchan los sonidos de cerraduras siendo descorridas desde el interior. La puerta se abre, revelando el rostro pálido de una mujer que reconozco al instante. Su ondulada cabellera oscura me trae recuerdos amargos: yo misma la arrastré por el bar de una discoteca.—¡Perra malparida! —Bárbara exclama con furia, agarrándome del cabello y tirándome hacia adentro con violentos jalones—. ¡Hoy te mato!—¡Bárbara, cálmate, por favor! —suplico, pero mis palabras caen en oídos sordos. Bárbara me jala con más fuerza, obligándome a arrodillarme frente a ella.—¿Crees que por ser una Hikari debería temerte? —escupe con rabia, incliná
No creo que le llegue a pesar el remordimiento. Este traidor es peor que Judas; él no se ahorcaría solo.Richard me ha mostrado su verdadero rostro: un hombre capaz de pisotear a inocentes con tal de cumplir sus metas. Cree que ha ganado, con esa sonrisa arrogante y vacía, asumiendo que mi familia está destruida... ¿Acaso no ve que estoy aquí, frente a él?—La reina apenas ha sido coronada, Richard. El verdadero reinado será... despiadado.Mi voz es un susurro frío, afilado como una daga. Me levanto del borde de la cama, lo observo una última vez y dejo escapar una sonrisa cínica que corta el aire. Sin añadir más, me doy la vuelta y salgo de la habitación.Llego al ascensor y presiono con fuerza el botón de bajada, como si apretarlo más fuerte pudiera acelerar su llegada. Cuando finalmente se abren las puertas, entro y me recargo contra la pared, tratando de calmar las llamas que aún me consumen.Al llegar a la planta baja, acelero mis pasos, atravesando el lobby del hospital con la de
Todo cambió desde el instante en que mi corazón tomó las riendas de su propio destino. Como si se tratara de un órgano autónomo, trazó el camino y me guió hacia él.Aquella mujer devota, impregnada de pureza exagerada, se está desvaneciendo poco a poco. Por más que intento aferrarme a la ingenuidad que una vez me definió, no encuentro ni el más mínimo rastro. Yo… estoy cambiando. Es como si la monja que fui hubiera dejado de existir.Han pasado varios minutos desde nuestro encuentro en la torre del campanario. Ahora estoy sentada frente a una mesa elegantemente decorada, luciendo el hermoso vestido turquesa que Dimitri escogió para mí, acompañado de unos elegantes tacones negros. Mientras me arreglo el cabello, espero pacientemente a que Dimitri termine de servir la comida. Intenté ayudarle, pero él insistió en encargarse de todo. Según él, esto está pensado para que yo lo disfrute por completo.—Espero que te guste el pavo horneado —dice con ese tono bajo y ronco que me eriza la piel,
A lo largo de este tiempo, he llegado a conocer a dos Dimitris. Uno es el hombre que tengo ahora frente a mí, el romántico empedernido más dulce y empalagoso de todo Londres. Este Dimitri es capaz de hacerme sentir como la protagonista de un cuento de hadas, alguien que se arrodilla ante mí con una sonrisa cálida, que acaricia mi rostro como si fuese un tesoro y declara su amor con una devoción que te hace sentir como una santa. Su dulzura me envuelve, me embriaga, y en momentos como este, me atrevo a soñar con un futuro que parece tan perfecto como imposible. Pero también he visto la otra cara. Esa que haría temblar a cualquiera. La frialdad calculada con la que da órdenes que condenan vidas, la brutalidad con la que corta cuerpos y arranca gritos de terror, la mirada despiadada de alguien que encuentra en la crueldad un medio para conseguir lo que quiere. Es esa faceta la que me asusta, la que me hace dudar si puedo soportar todo lo que él es. ¿Cómo reconciliar al hombre que me levan
¿Aceptar los crímenes de Dimitri me convierte en una mala persona? Supongo que sí. Tal vez mi silencio y mi complicidad sean una condena en sí mismas. El precio de haberle entregado mi alma a un mafioso es este remordimiento constante que me hace sentir como si estuviera hundiéndome en arenas movedizas. El amor que siento por él supera los valores que aprendí en el monasterio, y esa decepción que tengo conmigo misma seguramente será mi castigo, un tormento silencioso que me acompañará por el resto de mi vida. Soy una decepción para mi religión.El elevador no tarda en llegar y abrir sus puertas. Marco me permite pasar primero y, una vez dentro, presiona el botón que lleva a los estacionamientos subterráneos. En cuanto comienza a descender desde el último piso del hotel, el ambiente dentro de la cabina se torna pesado, cargado de un silencio incómodo que parece oprimir el aire.Con discreción, intento leer las emociones en el rostro de Marco. Algo en su expresión amarga me inquieta. Sus
—¡Señorita Hikari, cuéntenos! ¿Dónde ha estado todo este tiempo? ¿Por qué nadie supo de usted hasta ahora?La avalancha de preguntas es inmediata, voraz, como si hubieran estado esperando este momento durante años.—Ino, no tienes que responderles —me susurra Alexis, su voz cargada de tensión—. Mejor espera a hablar con el abogado.Pero ignoro su consejo. Responder es la única forma de tomar el control de la situación. Tomo un respiro profundo y, con la mirada fija en los reporteros, empiezo a hablar.—Toda mi vida transcurrió dentro de un monasterio. Fui una monja de clausura, lo que significa que viví lejos de mi familia, sin contacto con el exterior.—¿Por qué salió del monasterio? ¿La expulsaron?Aquella pregunta me golpea con fuerza. La verdad es que mi mundo se derrumbó el día que Dimitri Paussini apareció en él. Él fue la razón por la que perdí mi paz, la razón por la que todo cambió.—No pienso hablar de mi vida privada —respondo con firmeza, cerrando cualquier posibilidad de i
Una oleada de poder ha llegado hasta mis pies, y como el agua salada que borra las huellas en la arena, me hace temer por el olvido de las grandes obras caritativas que alguna vez dejé en mi pasado, por mi humildad, por el desvanecimiento de mi bondad y de mi misericordia. No puedo olvidar quién fui, porque eso es lo que más valoro de mí misma y lo que deseo conservar siempre... Claro, eso lo pensaré después de que termine esta reunión en esta especie de guarida secreta de supervillanos.—Por favor, empecemos rápido, tengo cosas importantes que hacer. —Extiendo las manos, exigiendo que se haga lo que pido. Ellos obedecen de inmediato.Y sí, tengo algo importante que hacer, después de salir de aquí me enfrentaré a Dimitri Paussini.—Antes que todo... ¿Desean algo de beber? —pregunta Mayer.—Sí, por favor —responden al unísono los Wioka.Mayer se levanta de su silla, camina hacia el bar de madera verde musgo, abre una de las vitrinas que cuelga en la pared y empieza a sacar unos vasos de